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Había una niña llamada Paola que amaba mucho a su prima Jeilean. El cariño era recíproco. Una vez su prima le dijo que algún día la vería ya crecida como una hermosa quinceañera, y que cuando esa ocasión llegara, ella estaría muy feliz.

Pero a los meses Jeilean notó una molestia en su pierna derecha. La llevaron a una cita y allí supieron la razón: cáncer en los huesos. Empezó a tener depresión y a pensar cuántos sueños podrían quedar inconclusos. Entre esos, no ver a Paola convertida en una señorita.

Sus propias metas estaban ahora en duda, incluyendo ser una futbolista reconocida. Ahora tenía que someterse a una serie de operaciones y quimioterapias muy fuertes.

Los médicos dijeron que no había ninguna prótesis para su caso, ya que la contextura de su pierna era muy grande y no calzaba con las existentes. Días después llegó la esperanza: se ubicó un implante a su medida.

Comenzó a usar la pieza y, con la ayuda de muletas, unos meses después caminó por sí sola. Sin embargo, recayó. Lastimosamente, le dijeron que el tratamiento no estaba funcionando; cada vez se deterioraba más su pierna y ella sentía más dolor.

Poco a poco se fue recuperando. Su semblante cambió. Lucía más feliz… Volvía la esperanza. Una mañana nos sorprendió: empezó a dar varios pasos sin la ayuda de las muletas.

Entonces llegó la noticia de que con una operación era posible retirar el residuo de cáncer. Se recolectó dinero y se realizó la larga intervención. Cuando concluyó el procedimiento los especialistas dijeron que todo salió bien… excepto por un problema. Había quedado un pedacito que no pudo ser retirado y podría volver a desarrollarse. Esto no impidió que ella siguiera adelante con su objetivo de recuperarse por completo. Dejó de usar las muletas, su cabello y su buen ánimo volvieron a crecer.

Ella se sentía muy bien en compañía de Paola, la niña era la única que sabía de su gusto por componer canciones de rap. De modo que, en ocasiones, ambas buscaban sitios donde nadie las escuchara, y allí se entretenían creando letras.

Giro definitivo

Pero su salud empeoró. Ahora quería estar sola. Su prima Paola la visitaba en su casa, aunque tampoco dejaba verse de ella. Decía que si llegaba el peor de los escenarios, y ella moría, no quería que la niña la mirara en ese estado. Prefería que conservara los momentos felices compartidos.

El 18 de junio, a las 3:26 a. m., sonó el celular, y luego de esa llamada solo se escucharon llantos. Era la noticia que nadie quería escuchar. Cuando se lo explicaron a Paola, entró en un colapso. La pequeña no podía creer que su prima, su confidente, había muerto.

En su inocencia se lamentaba de no haber podido despedirse de ella, de no haber podido abrazarla, recordarle cuánto la quería. A pesar de que no hubo adiós, Paola siempre tiene en mente aquellos días en que sí pudo decirle que la amaba, que era la mejor prima del mundo, que estarían juntas siempre.

Una noche despejada, sentada en el patio, Paola miró al cielo y notó que había una estrella que brillaba más que todas. Ella en su mente le preguntó a su prima por qué ocurría eso. Percibió que Jeilean le prometió que siempre la cuidaría.

Cada vez que mira al cielo, sabe que desde allá ella la protege. Lo único que hubiera deseado era decirle que fue la persona más valiente y fuerte que conoció. Pero se consuela al repetir: «Eres la única estrella de mi cielo. Quisiera devolver el tiempo para ser feliz de nuevo».

El ciclo de la vida

Tuve varias motivaciones para escribir sobre Paola y su prima. Una fue pensar que llegamos a amar tanto a nuestros familiares, que a veces olvidamos que no somos eternos. Que llegará el día en que dejaremos de existir, ya sea por enfermedad o por la vejez, así es el ciclo de la vida.

También lo escribí para recordar que amamos, somos felices, luego las luces se apagan y dejamos de ser, pero siempre quedan los bellos recuerdos que pasamos con esos seres especiales. Por eso hoy quiero decirles: amen a la gente que quieren, no pierdan la oportunidad de vivir con ellos toda la felicidad posible, porque no sabemos cuándo partiremos de este mundo.

Gracias, Paola.

María Elena Pérez Guzmán es responsable, estudiosa y un ejemplo de superación. El 10 de febrero del 2004, a sus quince años, supo de su embarazo. Este acontecimiento marcó un nuevo inicio en su vida, para el cual no estaba preparada. Fue rechazada, abandonada y apartada por todas las personas “queridas” en su momento. Se vio obligada a buscar un trabajo y lo encontró en el salón de belleza Deyna, en el Municipio de San José Pinula. Laboraba todos los días a cambio de un bajo salario; debido a la preocupación de conservarlo, se esforzaba demasiado y, con la carga del ser en su vientre, la presión era todavía mayor.

Vivió en un apartamento ubicado en el mismo municipio, donde el alquiler era a un precio accesible, pero sin los servicios básicos; aún así, no le alcanzaba para solventar todos sus gastos. El 24 de noviembre del 2004 dio a luz a su hijo en el Hospital San Juan de Dios. Los siguientes meses fueron difíciles, pero gracias a Dios sus familiares la apoyaron al saber de su delicada situación.

Continuó trabajando en el salón de belleza. Pasó el tiempo y María conoció a José Pablo, se enamoraron y se casaron. En los siguientes años comenzó a laborar como secretaria en diferentes empresas: en la Subdelegación TSE San José Pinula, en las Agencias Way San José Pinula, en MISCORP S.A. Outsourcing People y en Solusersa. Devengaba el salario mínimo. 

Ella y su esposo compraron una casa en las afueras del Municipio de San José Pinula, algo que ella pensaba que era imposible. En 2013 retomó su aprendizaje y en el 2016 ingresó a la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Luego de cinco años pudo ejercer su profesión de abogada en el Centro de Justicia Laboral, lo cual les dio una vida más holgada a ella y a su familia. 

Hoy en día tener un hijo a temprana edad y salir adelante es difícil, a causa del alto costo de la vida, la escasez de fuentes de trabajo y la marginación a la que son sometidas las madres solteras. Sin embargo, esta mujer lo manejó muy bien, luchó día a día para poder sobrevivir y me inspira saber que, incluso si cometo un error, esto no definirá el resto de mis días; al contrario, puede ser un incentivo que me hará ver lo difícil que es independizarse, especialmente con un hijo, en una situación para la que nadie está preparado a esa temprana edad.

Por ello, estudien, jóvenes; diviértanse, disfruten de su etapa, no adquieran aún la responsabilidad de tener un hijo. Una equivocación la comete cualquiera, pero se necesita demasiada madurez para afrontar esa clase de responsabilidades, así como lo hizo María Elena.

Las personas suelen aprender a lo largo de su vida de muchas figuras femeninas que pasan a ser importantes en sus corazones y se convierten en fuentes de inspiración. Son mujeres con mucho potencial, que logran sobresalir en sus diversos roles; valiosas en sus carreras, con una merecida fama por su trabajo y su valor ante las adversidades. 

¿Qué pasa con aquellos seres humanos menos conocidos? ¿Qué ocurre con los héroes anónimos? Es por ello que quiero hablar sobre las mujeres de mi familia y la manera como han logrado perseverar. Son madres solteras, fuertes y luchadoras, que sacaron adelante a sus hijos por encima de todos los obstáculos que debieron enfrentar.

Cada una de esas damas han sido valiosas y admiro todo el esfuerzo que ellas realizan. Por ejemplo, aunque mi madre me hizo una persona independiente, deseo hablar acerca de alguien en especial, Liliam, a quien más venero por la actitud que transmite por encima de todo lo que ha pasado.

La llamamos cariñosamente Lili. Siempre ha sido como una madre para toda mi familia y es la protectora de cada uno de nosotros. Ella ha sido ejemplar e inspiradora, es la más cariñosa y amable; ejerce lo que llamo una disciplina amorosa. Es mi mayor fuente de valentía cuando debo encarar situaciones adversas, ya que ha vencido dos veces el cáncer. Su historia está llena de emociones y retos, y es que, a pesar de haber sentido fuertes malestares, al principio ocultó sus dolores y sentimientos para no preocupar a nadie.

Cuando le diagnosticaron el cáncer, aceptó su realidad y siguió su vida con el apoyo de todos. Recuerdo que aquella noticia fue devastadora y triste. Estuvimos junto a ella en todo momento. Afortunadamente, venció el mal después de un intenso tratamiento. Pasaron siete años de calma, pero comenzó a sentir el mismo malestar y en el mismo lugar de su cuerpo; la enfermedad había regresado. Como la mujer fuerte que es, luchó, nunca perdió la fe y logró derrotarlo por segunda vez. 

Aunque todo esto ocurrió durante mi infancia y mis recuerdos han sido pocos, este hecho marcó mis años de crecimiento. Lili me inspira y aprendí de ella a enfrentar problemas, enfermedades y situaciones duras de la vida, sin dejar de ser amable y amorosa, ya que aun cuando tenía dolores, siempre nos brindó su apoyo y nunca dejó de amarnos.

Aunque este texto habla de la mujer a quien más admiro, también quiero dedicar esta nota a todas aquellas damas que no pudieron vencer al cáncer y a sus familiares que las acompañaron durante la batalla para recuperar la salud. A todas les muestro mi respeto y solidaridad por tener la valentía para luchar contra una enfermedad mortal.

Diana Spencer, mejor conocida como la Princesa del Pueblo, fue una activista, filántropa y aristócrata británica que marcó al mundo con su vida, obra e inesperada muerte. Un personaje muy popular que dejó una huella imborrable en el corazón de las personas por su carisma y amabilidad.

Poco después de que su padre John Spencer heredara el título de conde pasó a ser miembro de la realeza y desde entonces se le conoció como lady Diana Spencer.

También llamada Lady Di, no sobresalió en los estudios, pero poseía habilidades para la música, la danza y los deportes. En 1981 se anunció su compromiso con Carlos, el hijo mayor de la reina Isabel II (hoy rey del Reino Unido), tras un breve noviazgo. Desde entonces se convirtió en una celebridad, asediada por las cámaras. Ese mismo año, el 29 de julio, la pareja se casó en la Catedral de San Pablo de Londres y la boda fue vista por más de 750 millones de personas en el mundo.

Del matrimonio nacieron los príncipes Guillermo y Enrique de Gales, quienes eran el segundo y el tercero en la línea de sucesión al trono, respectivamente. Como princesa de Gales sobresalió por su labor humanitaria. Trabajó y tuvo contacto físico con pacientes con sida en la década de los 80, así mismo brindó apoyo social a personas afectadas por cáncer y lepra y con discapacidad. Además, fue aplaudida por su apoyo a la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona.

Diana también era muy fotogénica y fue considerada un icono de la moda entre 1980 y 1990. Su imagen ha sido una de las más famosas de la historia.

Pero el matrimonio de Diana con Carlos no fue para siempre. Se separaron en 1996, tras quince años juntos, en un divorcio que terminó siendo controversial, debido a la incompatibilidad y relaciones extramatrimoniales de ambos.

Un año después de la separación, el 31 de agosto de 1997, Lady Di perdió la vida en un accidente de auto en el interior del Puente del Alma, en París, tras ser asediada por los paparazzis. En ese mismo incidente también murió su entonces pareja, Dodi Al-Fayed y el conductor del auto. El único sobreviviente fue el guardaespaldas de Al-Fayed.

Inicialmente la Familia Real se negó a conceder a la exprincesa un funeral de Estado o uno Real por no poseer rango de majestad ni de alteza real al momento de su muerte, pero ante las muestras de afecto y dolor por parte del pueblo británico el Palacio de Buckingham tuvo que cambiar de opinión e incluso usó un concepto inédito: «Un entierro único para una persona única».

El funeral fue televisado y tuvo una audiencia de 32 millones de británicos. Seguidores dejaron flores, velas, tarjetas y mensajes personales fuera del Palacio de Kensington durante muchos meses.

Pese a los años, Lady Diana es recordaba como la princesa más querida y hermosa del Reino Unido. La que supo ganarse el amor de todos a quienes se dirigió.

“Siempre perdiendo, siempre luchando”. Este era el lema de Sonia, una perdedora de la provincia del Darién, a quien de pequeña le costó acceder a la educación formal. 

A muy corta edad sintió su primera derrota, la muerte de sus padres. Su vida fue puesta patas arriba en ese momento al sentir el golpe de la fuerte ausencia, por primera vez. 

Tras ese acontecimiento, fue llevada con sus tíos a la provincia de Panamá quienes, aunque vivían en una morada humilde, acogieron a Sonia como si fuera su hija. 

Ella creía que las pérdidas iban a parar, pensó que desde ese momento iba a ser una ganadora. Pero Sonia se fue a pique una vez más cuando su tío fue víctima de tuberculosis. Antes de fallecer, él le dijo a Sonia: “Siempre tendremos pérdidas, pero nunca perdemos realmente si luchamos”. 

El resto de la vida de Sonia fue simplemente esfuerzos tras esfuerzos y luchas tras luchas. Tuvo que perder oportunidades en varias escuelas debido a la falta de dinero, pero eso no detuvo su batalla por una mejor educación. 

Llegó el momento en que pudo obtener su diploma de secundaria, algo que tanto había anhelado. Era el primer triunfo que Sonia sentía haber conseguido, finalmente algo bueno en su vida. La derrota no la perseguiría, ahora se veía como una ganadora. 

A pesar de su gran esfuerzo en la escuela, ella no aspiraba a ser una profesional convencional. Así es, este no es el relato de una mujer que quería convertirse en una ejecutiva, vestida con elegantes trajes de oficina. Este es el relato de una soñadora, cuyo único anhelo era ser bailarina. 

Quería sentir el viento en su cara, vivir el furor de sus movimientos y dejar salir el sudor en su cuerpo estando en completa agitación armónica. Era lo que más deseaba. 

Todo esto quedó en pausa cuando Sonia conoció a un hombre que le juró amor. Ella estaba deleitada con este sujeto que realmente no era lo que parecía. 

A pesar de todas las advertencias de sus amigos y familiares que le decían que ese cordero era un lobo con piel de oveja, ella no escuchó y se fue con él. 

Tuvieron dos hijos, a quienes ella consideraba su victoria. Los amaba demasiado. Pero todo esto se derrumbó cuando se vio víctima de los abusos de su esposo. Cada golpe, cada grito era una derrota para ella hasta que él la abandonó. De cierto modo, esa carencia ya era una gran ganancia.

Perdió, pero no había dejado de luchar. Se esforzó trabajando de lo que encontraba. Limpiaba casas, muchas personas que la contrataban se sorprendían porque decía con cada limpieza: “Siempre perdiendo, siempre luchando”. 

Afortunadamente, su lucha alcanzó finalmente una gran conquista. Un hombre un día la contrató y se vio deslumbrado por lo guerrera que era. La acogió y le dio el amor que ella y sus hijos necesitaban. 

Batalló y ganó. En su nueva vida ella podía bailar para su esposo, quien se convirtió en su más grande espectador. Al final de todo, consiguió la mayor victoria de todas, el amor. Sonia fue una soñadora que perdió y siguió luchando.

Despertar, estudiar, regresar y dormir. Esto era en lo que se resumía mi vida. Era prisionera de una monotonía asfixiante, donde la depresión parecía una eterna condena. No fue hasta que encontré un rayo de luz en un programa nombrado Innova-Nation, en el cual conocería a una mujer que me cambiaría la vida. Ella es Karin Sempf Sáenz, empresaria, activista, pero más que eso, mi mentora.

Su historia inicia como secretaria de una empresa cuyo nombre los susurros del tiempo se llevó, gozando de sus veinte, dejando la vida pasar. Sus sueños se veían aplastados bajo las exigencias de pudientes hombres sentados en sillas de cuero. Sin embargo, su amor por querer hacer la diferencia y ser libre fue lo que le dio el coraje de decir: «¡Renuncio!».

Tomó papel y pluma y firmó su acta de renuncia. Decidió perseguir sus anhelos. Cansada del bucle y los constantes acosos por parte de sus compañeros masculinos, Karin declaró para sus adentros: “¡No más! ¡Seré mi propia jefa!”.  Y con la misma pluma con la que firmó su renuncia, trazó el nombre de su primer negocio.

Comenzó como un pequeño emprendimiento para ayudar a familias extranjeras a mudarse a territorio panameño. Después de todo, su padre no tuvo tal apoyo cuando llegó de Alemania para trabajar. Su travesía como primera mujer empresaria de su familia inició con varios baches, decepciones y grandes pérdidas. Pero Karin se mantuvo firme en su sueño de libertad, con la esperanza de que aquello incidiría en un gran cambio.

Pasaron los años, y como los milisegundos que tarda un colibrí en alzar vuelo, así mismo hizo su pequeño negocio, alcanzando la grandeza, trabajando hombro a hombro con empresas multinacionales y otras organizaciones.

Y aunque todo iba bien, para ella algo no cuadraba, algo faltaba para Karin. Tal y como su destino lo tenía planeado, una tragedia fue la que la llevó a convertirse en quién realmente debía ser.

Luego de sobrevivir a una peligrosa colecistectomía, Karin se unió al programa de Vital Voices Washington, donde reconectó con amigas del pasado y consigo misma, descubriendo su propósito. Entró en el mundo del voluntariado y se hizo miembro de la organización. Trabajó ayudando a decenas de madres adolescentes y mujeres a salir adelante, enseñándoles acerca del liderazgo y a valerse por sí mismas, lo que la llevaría a dirigir Voces Vitales Panamá. Aquí vio a mujeres dominadas por la ignorancia. Consternada, decidió crear un programa donde la juventud pudiera ser educada en temas imprescindibles para la vida, con el fin de liberarla de este destino.

Y así nació Innova-Nation, un programa para instruir a niños y jóvenes en el emprendimiento sostenible, las ciencias y el liderazgo. Al sol de hoy, su idea ha impactado a cientos de chicos a nivel nacional, incluyéndome. Gracias a ella, me he podido convertir en una mujer completa, con visiones monumentales. Ella es la razón de que yo alcance un futuro más feliz, donde la depresión sea historia, viviendo para crear una mejor sociedad. Actualmente, su fervor por enseñarme sigue en pie, sin importar cuán ajustada su agenda esté.

Puedo decir con mucha certeza que, gracias a Karin Sempf, la juventud del futuro podrá tener la oportunidad de ser finalmente libre, libre de una eterna monotonía y de la ignorancia.

—Se reporta un caso de un perro que se encuentra en terribles condiciones en Darién—

Decidida a realizar aquel rescate se encontraba en su auto, el 20 de septiempre del 2022, Andrea Peralta, representante de Defensores de Animales en Panamá. La conocí mediante los casos publicados en redes. Me llamó mucho la atención la narración tan peculiar de los mismos, cómo movía el corazón de la gente y  el seguimiento de cada caso hasta ubicar a sus rescatados.

Me impresionó mucho más verla en programas de televisión como Jelou promoviendo la adopción, concienciando sobre el maltrato animal y trayendo aquellos perros recuperados frente a las cámaras con el objetivo de encontrarles un nuevo hogar que les proporcionara amor y todo lo necesario para vivir felices y en óptimas condiciones.

¡Muchas veces todo va de maravilla!

Hubo un caso en particular que me pareció creativo. La foto que actualizaba el caso de Manchas, un perrito rescatado que tenía un tumor en la parte superior de su hocico, lo mostraba tan alegre junto a unos pastelillos mientras llevaba un cartel que decía: “Voy por mi cuarta quimioterapia. ¿Me ayudas a vencer el cáncer? Vendo postres”.

—Manchas se ha recuperado casi por completo gracias a las quimioterapias —señaló mi madre al mostrarme la imagen con una enorme sonrisa—. Su tumor es casi imperceptible ya, todo se debe a la gente que dona y así contribuye con su granito de arena.

Sin embargo, creo que la parte más difícil es dar la noticia acerca de la partida de algún angelito.

—Ya no llores hija —dijo mi madre después de mostrarme aquella publicación donde notificaban que aun después de todos los esfuerzos y sus pequeños avances, Dari no estaba ya con nosotros.

—No lo puedo evitar, tampoco quiero imaginar el dolor que deben estar sintiendo en la fundación, en especial al ver cómo estaba mejorando —respondí—. Lo que más me rompe el corazón es recordar todo el esfuerzo, el viaje a Darién de seis horas para traerlo y la atención clínica que recibió.

Los más curioso es que cuando mi madre y yo la contactamos nos comentó que trabajaba en una clínica, y no veterinaria. Es una mujer que toma su tiempo después del trabajo y sus días libres para sacar adelante esta gran causa.

Entonces, ¿qué es aquello que la mueve para hacer tanto esfuerzo sin recibir nada a cambio? Indudablemente, es el amor. No solo a los caninos golpeados por este mundo, sino a las personas, que así como ella misma, con su gran corazón donan para hacer de las calles de Panamá un lugar mejor para estos animalitos.

Personas como ella y sus compañeros se vuelven una gran inspiración para quienes queremos ayudar y permiten que nuestros granitos de arena, ya sean donaciones o tiempo de voluntariado, valgan totalmente la pena. Sus esfuerzos de convertir el Istmo en un lugar libre de crueldad animal se reflejan en todos aquellos jóvenes, niños y adultos que vemos su trabajo. Le agradecemos a ella y a todo su equipo por ese gran acto de amor.

A lo largo de mi vida escolar, siempre me ha gustado enfrentar los desafíos y superar mis límites. No  obstante, nunca han faltado esos momentos en los que me he sentido frustrada y las ocasiones donde me cuesta un poco lograr mis objetivos. Por suerte, he podido contar con el apoyo de un ser incondicional: mi madre. Para mí ella es la mujer más hermosa y, sobre todo, mi modelo a seguir.

«No puedes rendirte a la primera, si es necesario que lo hagas mil veces para lograrlo, mil veces lo harás». Estas siempre han sido sus palabras de aliento en aquellos momentos en los que he sentido que ya no puedo continuar, y muchas veces me ha costado escucharla, pero a pesar de esto termino comprendiendo que ella estaba en lo correcto.

Ese fue el caso cuando participé por primera vez en un concurso de oratoria. Cursaba el segundo grado y  se trataba de una experiencia totalmente nueva para mí. Estaba muy emocionada, pero a la vez nerviosa. Hubo instantes durante mis prácticas en los que me molestaba conmigo misma cuando no decía algo de forma correcta, incluso quise renunciar.

«Relájate y respira, equivocarse es parte del proceso, y hasta los más inteligentes tienen derecho a fallar». Fue esta frase la que me ayudó a mantener mis emociones a raya, entendí que mi mamá tenía razón, un pequeño error no iba a determinar quién soy yo como persona y mucho menos de qué soy capaz.

Llegó el día del concurso, me preocupaba cómo resultaría mí presentación, pero cuando estuve sobre el escenario vi a aquella persona que me acompañó a lo largo de todo el proceso; la mirada de mi madre reflejaba orgullo y alegría.

En ese preciso instante pude entender el mensaje poderoso que proyectaban esos hermosos ojos: «Serás capaz de lograr todo lo que te propongas». Y fue justo ese apoyo lo que me permitió continuar con mi presentación e incluso conseguir quedar entre los tres primeros lugares.

Las palabras no son suficientes para expresar lo agradecida que estoy con ella por estar siempre allí para mí, dándome todo su amor y soporte. Solo puedo darle gracias a Dios por darme una mami tan maravillosa.

El aceite chisporroteaba al contacto con la carne en la paila ardiente. Las lentejas estaban listas y sólo faltaba la presa para servir el almuerzo. Era un día caluroso de 1968, Beatriz Cueto Cisneros, de doce años, estaba cocinando para sus hermanos, como cada mediodía.

Su madre trabajaba lavando y planchando para poder llevar dinero al hogar. Vivían en una sencilla casa en Pedregal. Beatriz, por ser la mayor, quedaba encargada de los quehaceres domésticos. Su mamá le había enseñado de todo, pero especialmente a cocinar.

Ella era una niña muy eficiente. A sus hermanos les encantaba jugar y divertirse, y claro que a ella también, pero la mayor parte del tiempo estaba atendiendo el hogar. A diferencia de sus hermanos más pequeños, ella no pudo estudiar desde temprana edad, pero eso no detuvo su superación. 

Se casó y tuvo a su primer hijo. A los diecinueve empezó a trabajar como secretaria en el I. P. T. Ángel Rubio. Después que tuvo a su segunda hija comenzó a estudiar por las noches y logró obtener su título de Perito Comercial, en 1983.

Engendró tres hijos y en un acto noble de amor adoptó a dos niñas más. A medida que cada uno se sumaba, había más gastos. Su salario le alcanzaba para lo esencial y su esposo la ayudaba en todo lo que podía, pero eso no era suficiente.

Un día compró un billete de lotería con la confianza de que ganaría, pero se quedó dormida y no logró ver si ganó hasta que se despertó. Obtuvo un dólar. Esa noche, meditando, se le ocurrió una idea brillante. Descubrió cuál es su número ganador. El tiquete lo había llevado consigo gracias a su madre, quien no le había enseñado a cocinar por gusto y con el tiempo y la práctica había mejorado cada receta aprendida.

En su trabajo empezó a vender tamales, bollos y empanadas. Sus dotes culinarios eran sobresalientes; cada vez que llevaba algo, se agotaba. Gracias a su gran talento logró ampliar su clientela al colegio donde estudiaba una de sus hijas. Así pagaba la colegiatura de sus retoños.

Para mejorar el emprendimiento se instruyó con una señora que hacía comida para eventos. Con ella aprendió a cocinar bolitas al vino y canastitas. Beatriz perfeccionó las técnicas y las recetas, tanto así que prontamente comenzó a vender boquitas para reuniones de hasta 150 personas.

Con los años dejó ese negocio, ya que sus hijos crecieron y no necesitaba hacerlo más. Pudo descansar. Pero durante la pandemia, con su familia, empezó a vender nuevamente lo que desde un inicio los sacó adelante: tamales. Lo que ganaban era de ellos, porque Beatriz solo cocinaba con el propósito de ayudarlos.

Beatriz es mi tía. Una vez me dijo: “Todo se puede después de que te lo propongas y apliques ingenio. Este es un talento que viene en la sangre, no es cualquiera, y hay que aprovecharlo”.

“Soy apasionada por la ciencia. La gente con la que trabajé en Venezuela me inculcó ese amor […] Lograr afrontar esas cosas que parecen tan complejas que no puedes resolver en un instante, sino que tienes que trabajar por un tiempo largo y en cooperación con otras personas (es la mejor parte de mi trabajo)”, expresó Mayly Sánchez en una entrevista dada a la BBC para el artículo “10 mujeres que lideran América Latina”.

Su determinación al hablar de lo que hace me llevó a interesarme por su vida, trabajo y las áreas que cubre. Inmediatamente supe que era la candidata perfecta para mi asignación. Por ello, en esta narración, que parece sacada de ficción, te guiaré a través de la fantástica vida de Mayly Sánchez. ¡Aquí voy!

De niña, a Mayly se le inculcó que podía lograr lo que quisiera siempre que tuviera la pasión suficiente, y esto es lo que ha demostrado. Estudió en el Centro Internacional de la Física Teórica, Universidad de Tufts (1996) y en la Universidad de Harvard (2003). 

Teniendo motivación para dejar una marca en el campo de la ciencia en nombre de las mujeres, obtuvo un doctorado y posdoctorado en Física. Con el apoyo económico del Premio Presidencial de Carrera Temprana para Científicos e Ingenieros (PECASE), que recibió de manos del presidente Barack Obama en 2012, se unió a diversos experimentos, cuyos objetivos son entender los neutrinos encontrados en el universo, para contribuir a nuestro conocimiento de este.

Bueno, y ¿qué son los neutrinos? Los neutrinos son partículas diminutas y de masa pequeña que no cuentan con carga. Son, específicamente, la rama que llamó la atención de nuestra ilusionada protagonista. Durante este último siglo, la humanidad ha encontrado maneras de aplicar fenómenos físicos en tecnologías básicas para hacerlas más eficientes. Los neutrinos, si son estudiados correctamente, nos llevarán a mejorar procesos existentes, tales como realizar una radiografía y una banda ultrasónica.

Pero, antes de llegar al éxito, Mayly pasó por una infancia que la motivó para cumplir sus sueños. De pequeña, su interés se centró en el espacio y lo desconocido, impulsado por la serie de televisión Cosmos, de Carl Sagan. A los doce años pidió libros de astronomía para su cumpleaños, para así poder alimentar su insaciable sed de conocimientos. Pero, luego, un tío suyo le explicó la relación entre la física y la astronomía, y se interesó sobremanera por la primera y los desafíos que ofrecía.

La verdad es fascinante, ¿no lo crees, lector? Esto es justo en lo que está trabajando nuestra protagonista en el presente. Espero que estés tan interesado como yo en saber cómo concluirán estas investigaciones. Luego de tan grandioso viaje, puedo decir que Mayly es una mujer perseverante, una mente nacida para descubrir, una persona con una curiosa, pero controlada imaginación, que busca actuar en beneficio de la humanidad. 

Con esta refrescante innovación, pongo mi pluma en la mesa para dar fin a la historia de Mayly Sánchez. Aunque nuestra heroína todavía no ha terminado con su trabajo, te incito a que sigas apreciando su grandiosa, o podría decirse subatómica, aventura.