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Rose Marie Tapia es una ilustre autora panameña, nacida el 6 de diciembre de 1947. El primer libro que leí de ella fue Roberto por el buen camino, me inspiró mucho por su forma de escribir en temas relacionados a las denuncias sociales, lo que la ha convertido en una de las mujeres más importantes en la literatura local.

Dicha novela trata de cómo viven algunos ciudadanos en el Istmo, es muy realista y en ella se examinan la causa y la consecuencia de una situación social lacerante y actual como el pandillerismo juvenil. Enseña las vivencias de quienes, de una manera u otra, se ven inmersos en este flagelo y nos incluye en la trama para que seamos parte de la solución. Resulta una buena propuesta para combatir la delincuencia juvenil.

Me gusta de Rose Marie Tapia su pasión por las letras, su forma de pensar, demostrando que la literatura no tiene género; además que manifiesta su compromiso por el arte de la escritura y su disciplina a la hora de redactar.

Uno de los obstáculos a lo largo de su carrera fue la envidia de las personas que la rodeaban y que no pudieron lograr algo en su vida, estas atacan a quienes con todo su esfuerzo tienen que luchar día a día para lograr su objetivo.

A la escritora ya no le afectan tanto las críticas de las personas que la quieren ver caer de donde está; como buena escritora, les corresponde con la suficiente elocuencia para que dejen de juzgar sus obras.

Un buen amigo de Rose Marie le expresó que eso lo hacían algunas personas para que ella desistiera; al saber eso, la autora se animó más a seguir escribiendo. Y en silencio, con su fe ferviente, ora por quienes le desean mal.

La escritora señaló que las cualidades de un verdadero escritor son: honestidad, disciplina, compromiso, amor por lo que hace, ser estricto de su tiempo y sentir un auténtico respeto por su lector.

Dice que la igualdad de género es un principio que se irrespeta por algunos escritores que atacan a las mujeres que escriben porque son incapaces de hacerlo con un hombre, pues tal vez ellos piensan que debemos ocuparnos de otras cosas. Una vez Rose María declaró que en su casa hasta su padre era feminista, porque asignaba los oficios domésticos tanto a sus hijas como a sus hijos y que, mientras haya machismo, la lucha continúa.

La obra más difícil de Rose Marie Tapia es Vida de compromiso, la historia de su madre, quien fue educadora por treinta años e hizo de su profesión como maestra consagrada un compromiso de vida.

El legado que ella quiere dejar es que en Panamá y Latinoamérica se logre elevar los índices de lectura y que los niños sean lectores desde la escuela primaria, que amen la lectura, se inspiren y se atrevan a convertirse en grandes escritores.

Iris Quintero nació en la ciudad de David, provincia de Chiriquí (Panamá), en 1980. Desde los ocho años comenzó a trabajar al lado de sus padres en los cafetales. Fue un tiempo de lucha y muchas ganas de salir adelante junto a los suyos, actitud que ha reflejado el resto de su existencia.

Estudió en la Escuela Primaria de Río Sereno, donde se destacó por siempre ser muy aplicada, pues le gustaba obtener buenas calificaciones. Llegaba del plantel a su casa a repasar lo aprendido en el aula y a realizar las tareas asignadas. De verdad que amaba ir a clases.

Al ingresar al Colegio Secundario de Renacimiento, a sus trece años, fue un cambio fuerte, pero tuvo que adaptarse a su nueva realidad. Sus padres trabajaban y ella junto a sus hermanas se encargaban de ver el café que tenían que cosechar y medir. También debía llevar a cabo oficios en casa.

En aquel tiempo la educación estaba basada en mucho respeto y obediencia hacia los progenitores. Cuenta que, cuando sus papás hablaban, se acataba lo que ellos manifestaban, y nadie se quejaba por nada. Eran épocas en que los padres ejercían autoridad con rectitud y formaban jóvenes independientes, capaces de enfrentarse a las situaciones más difíciles de la vida.

Los profesores de Iris eran estrictos, pero también comprensibles, como una segunda familia para sus alumnos. La joven se graduó en 1998. Para ese año sus padres se habían separado. Igual, ambos continuaron luchando por y para ella. Fue muy dolorosa la ruptura, pero ella siguió esforzándose porque siempre tiene y aplica una frase motivadora: “El ocio produce mediocridad, es importante mantenerse ocupado y trabajar para comer de nuestro propio sudor”.

Se fue a trabajar y estudiar en David, lugar donde nació; estudió la carrera de Química en la Universidad Autónoma de Chiriquí (UNACHI), sin embargo, no pudo seguir su formación por las carencias económicas que llevaba a cuestas y tuvo que volver a su pueblo, Río Sereno, allá se casó y tuvo a sus hijos. Menciona que su propia familia se convirtió en su principal motivo para progresar.

Decidió ser una verdadera emprendedora: comenzó haciendo rifas, vendía arroz con leche y tamales. Todo para ayudar a su esposo y a sus pequeños.

La vida ha sido de mucho esfuerzo para Iris, quien luchó para trabajar junto a su familia y así alcanzar sus metas. No entristece por no haber culminado sus estudios superiores, su fuente inagotable de fuerza son sus hijos, que además son su mayor orgullo porque se han convertido en hombres de bien.

Relato esta historia para aquellos que sienten frustración al no haber podido lograr todos sus sueños. Esta mujer irradia alegría e inspira a que seamos emprendedores. Especialmente, me llama la atención que motiva demasiado a los jóvenes de hoy a respetar a sus padres y a valorar lo que la vida nos regala.

Greta Hidalgo nació en una familia de clase media baja; aunque sus padres ganaban poco, nunca le faltó nada. Desde pequeña siempre fue competitiva y ambiciosa, cualidades que la impulsaron a estudiar con ahínco para obtener las mejores calificaciones. Además, solía ayudar a su madre cuidando de sus hermanos. Desde siempre fue una mujer de armas tomar.

Cuando consiguió graduarse de enfermera fue contratada en el Hospital de David, donde participó en Operación Sonrisa, una organización médica internacional sin ánimo de lucro. Allí brindó el posoperatorio a pequeños con labio leporino y paladar hendido, lo que fue una experiencia gratificante para ella como profesional y como ser humano. Sin embargo, pudo apreciar que podía dar un poco más, así que reinició sus estudios, esta vez en la Facultad de Medicina.

Tuvo que hacer muchos sacrificios personales, porque ya estaba casada y tenía un bebé. Sus últimos tres años de estudios superiores fueron en la ciudad capital, así que cuando podía, viajaba para reunirse con su familia en David, en la provincia de Chiriquí.

A lo largo de su vida, Greta Hidalgo ha experimentado varios hechos insólitos y sobrenaturales, que a menudo suele narrar en reuniones familiares. En una ocasión, siendo estudiante de enfermería, tuvo que dar servicio en la comunidad Brisas del Río, en Volcán. Recuerda que estaba realizando una encuesta y observando datos junto a otras personas. Terminaron a medianoche y fueron a descansar, de repente escucharon las pisadas de muchos caballos y el sonido estridente de una carreta. Luego, el chasquido del portón abriéndose. La brisa soplaba con violencia y se oían los platos de la vajilla como si fuesen sacudidos y lanzados contra la pared en la habitación del piso inferior. Hubo una breve pausa, seguida del chof, chof, chof de pisadas de botas en la escalera, que parecían dirigirse a las habitaciones y acercarse a ellas. Sabía que eran botas, porque se oían como si tuvieran espuelas. Llamaron a gritos a las colegas de la habitación contigua y no hubo respuesta.

Al día siguiente Greta y la otra muchacha, aún aterradas, contaron lo ocurrido; pero las demás compañeras dijeron no haber escuchado nada. En la noche siguiente les ocurrió lo mismo a las incrédulas enfermeras, con la salvedad de que esta vez fue Greta quien jamás se enteró de nada. Luego de una semana de ese raro suceso, apareció el cuidador de la casa quien confesó que ahí había ocurrido una muerte violenta hacía muchos años atrás. Greta piensa que quizás después de eventos como esos queda algo de aquellas almas que no lograron alcanzar la paz.

En otra ocasión, trabajó en un hospital rural que quedaba cerca de un cerro, donde a veces oía aullar a los lobos. En ese tiempo escuchó una historia contada por un lugareño, que decía que muchos años atrás, durante la época del general Omar Torrijos Herrera (jefe de Estado de Panamá entre 1968 y 1981), un helicóptero aterrizó en el cerro dejando misteriosamente unos sacos de los que salieron una pareja de enormes lobos. Desde entonces se les escuchaba aullar y rondar por los alrededores.

Ella solo había escuchado aullidos en la distancia, hasta que una lluviosa madrugada, viajando hacia David, su vista adormecida logró reconocer a uno de esos furiosos animales en la carretera. El conductor del bus se detuvo. Era mucho más grande que un perro, con un pelaje color café, enormes patas y ojos amarillos; al sentirse observado lanzó un aullido y huyó entre la oscuridad del monte.

Greta es una mujer muy valiente y decidida, como doctora también tuvo que hacer frente a la pandemia del COVID-19. Al inicio, tanto sus colegas como ella tenían mucho temor porque había mucho desconocimiento de esa enfermedad y fue llamada para ser capacitada en la toma de hisopados. Resultó duro y estresante, pues muchos médicos murieron prestando ese servicio. La valerosa Greta estaba todos los días, a todas horas, sin descanso atendiendo llamados de los pacientes, incluso de madrugada, para coordinar la ambulancia que algún enfermo necesitara.

Una mañana de domingo, cuando el sol apenas daba sus buenos días, Greta se encontraba sola, organizando los expedientes de pacientes positivos, cuando de pronto vio la silueta de alguien en la puerta de la oficina; fue solícita a ver quién era, pero ya no estaba… Le preguntó a un antiguo médico quien le comentó que tiempo atrás ahí había muerto una señora.

Lo cierto es que en esa profesión se viven muchos eventos extraños, y en los pueblos hay historias que suceden para ser contadas.

Antes de incursionar en la escritura, Rose Marie Tapia se dedicó a otros asuntos. Trabajó como gerente de la empresa Raúl Tapia y Compañía S.A. y fue su representante en la Cámara de Comercio de Azuero y en la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa.

Con sus obras me ha dejado impresionado. La versatilidad con la que narra los hechos en sus páginas hace que me arme una especie de película mental, me absorbe y me lleva al análisis más allá de sus propias palabras, de su intención narrativa. Hoy por hoy la escritora panameña más publicada.

No he tenido la oportunidad de conocerla en persona, pero hace dos años, en plena pandemia, participé en un conversatorio virtual donde nos habló sobre sus orígenes. Para esos días yo estaba iniciando mi educación premedia en sexto grado.

En aquel encuentro ella nos exhortó a estudiar y a leer. Nos explicó que lo que la inspira a escribir sus novelas es la posibilidad de alzar su voz a nombre de los que piensan que no tienen oportunidad de ser escuchados. Ella suele abordar denuncias sociales, siendo estas una gran motivación para dar forma a sus textos.

Ha sido galardonada desde que inició, ya que su primera obra escrita en el año 2000, Caminos y encuentros, fue reconocida con la mención de honor en el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró del año 2000.

Desde ese momento no ha parado en lo absoluto. Al contrario, es una autora prolífica. A partir de entonces no ha habido un solo año que no haya publicado una novela, e incluso en el 2002 fueron dos, Travesías mágicas y La noche oscura. Yo leí la primera, donde, tal cual indica su nombre, atrapa al lector en la magia de la relación entre una tía y su sobrino, quienes tienen la oportunidad de viajar en el tiempo en compañía de un amigo imaginario. Me enganchó porque no cualquier adulto aceptaría y creería, pero ella sí y ese fue un nexo fundamental.

Para mí, este libro pretende que los adultos recuerden y vuelvan a ver la vida con la inocencia de los niños, a través de matices (no solo en blanco y negro) que también son válidos. Se trata de una obra interesante y fresca; mi mamá, una ávida lectora, quedó encantada por su mensaje. Es que a veces aquellos a quienes llamamos locos o excéntricos, solo tienen una visión diferente del mundo que les permite tener “travesías mágicas”.

Lo mismo pasa con Roberto por el buen camino, novela publicada en 2004, que también causó gran impacto entre la comunidad lectora. Trata sobre el pandillerismo, problema en el que se ven envueltos muchos jóvenes en la actualidad, que muchas veces buscan en las bandas la atención que no encuentran en sus casas. En la trama se evidencia el amor entre hermanos y entre padres e hijos, por lo que resulta ideal para discutir en familia.

En el 2015 la autora escribe Un grito desde el silencio: El oscuro abismo del bullying, sobre un tema que ha existido desde siempre, pero que ahora es más latente. Mi mamá me explicó que lo que hoy conocemos como acoso, en su tiempo no tenía nombre; alguien molestaba a otra persona, y la situación muchas veces terminaban en: “A la salida nos vemos detrás de los buses”. Efectivamente, se encontraban y se peleaban a puño limpio, y una vez quitada la “cosquilla” todo pasaba, incluso podían volverse amigos… Quizás porque eran ganas de molestar o tal vez porque las cosas no se magnificaban entonces.

En esta época se llama bullying, y puede llegar a terminar en peleas muy fuertes. Además, ya ha pasado de lo presencial al acoso cibernético, a la denigración total de la víctima, a soslayar su personalidad buscando anularla y haciéndole sentir que no vale nada. Muchas veces el resultado de estas amenazas físicas y verbales es el suicidio de la persona perjudicada. El acosador tal vez lo ve como un juego, pero en realidad ocasiona mucho daño, y de por vida, porque ese dolor se mete en la psiquis de quien lo sufre y solo con mucha entereza y trabajo psicológico se puede superar.

Realmente pienso que Rose Marie Tapia es una excelente escritora, que abarca muchos tópicos de manera amplia y elocuente. Sus obras, de lectura sencilla y análisis profundo, son perfectas para hacer tertulias familiares, ya que son actuales, llenas de enseñanzas y aportan una perspectiva distinta.

En la escuela siempre he sido aplicada y estudiosa, razón por la que muchas veces competía en certámenes sobre conocimientos de cultura general. En una de esas veces me encontré con Gloria. Desde el comienzo me pareció una dama muy agradable. Me gustó platicar con ella.

Me dijo que era parte de una institución que ayudaba a personas de escasos recursos económicos, sin hogar y que les daba becas a los niños y adolescentes para que continuaran sus estudios. Esa institución es una ONG llamada Alternativas y Oportunidades.

En un momento de la conversación me dijo que yo podía ayudarle dando charlas a estos niños. Gloria vio en mí potencial y me entusiasmó a que impartiera mis conocimientos a chicos necesitados.

Acepté de una. Quería saber qué se siente estar en los zapatos de ellos, comprenderlos y, sobre todo, hacer conciencia de que no todos la pasamos bien. Desde el día de mi coloquio no volví a ser la misma, ya que Gloria me hizo darme cuenta de la necesidad que tengo de servir a los demás. Deseo ayudar a esos niños sin hogar, sin alimentos, que lo único que a veces quieren es que alguien los escuche, les preste un poco de atención y les brinde amor.

Esa experiencia fue tan maravillosa que luego fui muchas veces a visitar a los pequeños. A través de Gloria visualicé mi camino: ayudar a tantas personas que lo necesitan. Ella misma es una mujer maravillosa que lucha por mantener viva la empatía y compartir amor sin esperar nada a cambio.

En una de esas reuniones nos pidieron que si queríamos llevar a una persona que tuviera algún tipo de problema. En ese momento no pensé en nadie en particular, pero, a medida que pasó el tiempo, recordé a mi vecina, una madre con siete hijos: Anahí, Jordán, Sofía, Jonathan, Johan, más dos gemelitas. Su esposo  era muy malo, la maltrataba a ella y a sus pequeños. Encima el señor tenía problemas con el alcohol. Apenas tenían para comer una vez al día y los chicos no estudiaban, pues no contaban con los recursos suficientes para hacerlo. Era una difícil vida familiar.

Un día me decidí. Le comenté a la vecina sobre la colaboración que podía recibir de Alternativas y Oportunidades. Le compartí que allí había personal dispuesto a apoyarla a ella y a su familia para salir de la espiral de violencia donde estaban. Por entonces ella ni siquiera sabía qué era la violencia doméstica, pensaba que lo que vivía era normal.

Así fue que acudió a la ONG y por fin logró darse cuenta de que sufría abuso. Le ayudaron a emprender un negocio, recibió los insumos para que sus hijos pudieran seguir estudiando y le brindaron los recursos básicos para seguir adelante. Ahora ella y los suyos tienen una vida agradable, con oportunidades. 

Lorena tenía quince años cuando sus padres la corrieron de casa porque salió embarazada. La adolescente vivía en Bluefields, una ciudad de la Costa Caribe Sur de Nicaragua. En ese momento de angustia decidió viajar a Managua, la ciudad capital de nuestro país, para iniciar una nueva vida alejada del calor del mar y de sus progenitores.

En la urbe vivió días de penurias junto a su pequeño hijo. Para poder obtener un poco de dinero se dedicó a la venta de arroz con leche, enchiladas (tortilla de maíz con ensalada y frijoles), repochetas (carne de res, vegetales y arroz) y refrescos que luego comercializaba por algunos barrios de Managua.

Un día se reunió con una vecina de la comunidad de Ayapal y decidieron gestionar un préstamo en un programa gubernamental. Con el dinero que obtuvo instaló un comedor, al tiempo su venta de alimentos alcanzó bastante éxito. Luego se ocupó en la comercialización de perfumes. Con las ganancias que obtenía de sus establecimientos logró alquilar una casa.

Al pasar de los años doña Lorena conoció a don Ernesto, un comerciante originario de Jinotega, quien siempre que viajaba a Managua iba a comer a su negocio. Más adelante, este mercader se convirtió en su pareja. Al cumplir la mujer sus 36 años y él 40 empezaron una relación amorosa, la cual contaba con el apoyo de su hijo que ya era todo un joven.

En el nuevo hogar nació una niña. La pareja tenía que trabajar más fuerte para poder sustentar los gastos de los estudios de sus muchachos. En la búsqueda de nuevos ingresos instalaron una refresquería que ubicaron a la par del negocio comedor, bautizado como Lorena. Su clientela aumentó, al igual que sus ingresos, y gracias al buen manejo de sus finanzas lograron saldar sus deudas y obtener más préstamos en instituciones financieras para llevar a cabo otros proyectos.

Hoy en día sus dos hijos son grandes profesionales debido a su esfuerzo de trabajo. Esta mujer siempre venció los obstáculos que se les presentaron en el camino. Recuerda que le tocó iniciar de cero, pero nunca desistió en su empeño de superación, porque tenía siempre en su mente salir adelante.

En el barrio el Ayapal fundó una miscelánea. La nombró La Bendición, como muestra del agradecimiento a Dios por todo lo que recibió. También se expandió con tiendas al Mercado Oriental, catalogado como el mercado popular más grande de Nicaragua.

Sus herederos se sienten orgullosos de ver a su madre convertida en una exitosa microempresaria. Una mujer que superó las adversidades de la vida, como no haber contado con el respaldo de sus padres, quienes la estigmatizaron en su adolescencia por salir embarazada.

El tiempo hizo sanar esas heridas del alma de Lorena con sus progenitores. Ahora mantiene una buena comunicación con ellos y reconoce que esos golpes lograron forjar en ella su carácter hasta convertirla en una mujer fuerte.

En el 2015, en la ciudad de Managua, vivíamos en una situación precaria. Mi madre Cristhian Raquel Dávila Téllez no tenía un inmueble propio y habitamos en la casa de mi abuela paterna.

Cuando éramos pequeños, recuerdo que mi madre trabajaba en una fábrica de textiles y sus horarios eran extensos. Siempre se iba de madrugada a su empleo y regresaba bien tarde. Nos decía que su centro de trabajo quedaba lejos de donde vivíamos. Mi hermana mayor cursaba el undécimo año y a la vez asumió el cuidado del hogar.

Cuando mi madre acabó el bachillerato conoció a un joven con el cual decidió formalizar su vida. Tiempo después perdió su trabajo, debido al recorte de personal en su empresa y las deudas se fueron acumulando en la casa. Mi abuela paterna tenía un carácter muy complicado, incluso en nuestras circunstancias tan difíciles.

Debido a que mi madre se atrasó con los recibos de los servicios básicos la abuela empezó a incomodarse, hasta el punto de llamar al distrito policial de nuestra localidad para exigir que desalojara la casa por incumplir con los pagos de la deuda.

Al mirarse desamparada, sin dinero, se puso a llorar; pero mi hermana y mi cuñado le ofrecieron vivir en su hogar. Transcurrió el tiempo y mi mamá no encontraba empleo; mi hermana estaba criando a mi pequeña sobrina y mi madre no quería incomodar, por ello, decidió dejar aquella casa.

El padre de mis hermanos menores sugirió alquilar una vivienda no lejos de donde mi hermana. Durante el tiempo que habitaron esa residencia mi mamá hizo amistad con una joven de la colonia; en la casa donde vivíamos había un garaje amplio, por lo cual decidió junto a su amiga establecer una pequeña tienda de ropa para aprovechar que el lugar era muy transitado.

Al mes de abrir las puertas del negocio, obtuvieron clientes que les encargaban prendas de vestir al por mayor. Todo iba bien cuando ocurrió algo inesperado: enfermó mi abuela paterna, a quien le dio un derrame cerebral que la tenía casi agonizando, entonces mi mamá decidió cerrar la tienda para atenderla; y lo hizo sin ningún rencor en su alma, olvidó lo ocurrido en el pasado, la asistió con los cuidados necesarios y también la sustentó económicamente.

Mi madre, a pesar de las dificultades, siguió adelante con su venta de ropa, trabajo que reactivó y lo hizo esta vez desde la casa, nada más que los pedidos los realizaba por encargo y de esa manera nunca perdió su clientela. Mi abuela se recuperó poco a poco. Mi mamá continuó asistiéndola y al final nos quedamos a vivir nuevamente con ella.

Estamos por abrir un emprendimiento en el mercado. Hoy mi mamá junto a sus tres hijos gozamos de buena salud, tenemos estudios y en sus tiempos libres ella nos lleva a pasear. Mi progenitora es un gran ejemplo de lucha, me motiva a seguir siempre firme, al igual que me brinda fortaleza. Mi sueño es comprarle una casa algún día.

La vida y el noni unieron a dos personas emprendedoras, responsables de elaborar productos a base de esta fruta, también llamada guanábana cimarrona, la cual posee propiedades antimicrobianas, antiinflamatorias y antioxidantes.

Ellos son Guillermo Baca y Lidia Núñez, quienes en equipo crearon una marca llamada Nicanoni. En medio de este proceso nació una historia de amor.

La aventura comenzó en el 2008, en una feria donde los dos presentaron sus respectivos proyectos. Ese día, mientras Guillermo iba de camino a su stand, llamó su atención una joven morena; se acercó para conocer sus productos, le impresionó, ya que era la única persona en esa actividad que elaboraba vino a base de noni. Pero no fue en ese momento que ambos decidieron unirse con el fin de hacer un binomio de emprendedores.

Pasaron cinco años y el destino los volvió a juntar. Se encontraron en un taller donde ambos daban a reparar sus equipos de trabajo. Sus miradas se cruzaron y todo ocurrió como amor a primera vista, por lo que él decidió enviarle mensajes a su celular para invitarla a tomar un café.

Lidia era una joven de dominio que sabía que tenía que hacer las cosas bien, entonces decidió hablar primero con sus padres acerca de su pretendiente. Luego de conversar con su familia y concretar algunas salidas, comenzó su noviazgo con el ingeniero agrónomo, quien fue su fiel enamorado; después de tres años de relación se casaron. Y es así como empezó la sociedad de ambos profesionales, ya que ella es ingeniera industrial. Juntos se dedicaron a crear productos que distribuyen bajo su marca, sacando adelante su establecimiento.

Ahora está en pleno crecimiento la marca Nicanoni, que ofrece diversos productos como cremas, champú y acondicionador para el cabello, miel de abeja, aceite de coco y cápsulas del árbol de marango con noni, además del vino de noni, rompope, mermelada y néctar de frutas tropicales.

Actualmente tienen tiendas ubicadas en dos centros comerciales muy visitados en Managua, ciudad capital de Nicaragua. Su relación cada día se fortalece más porque unieron su pasión con el trabajo y el amor que encontraron al conocerse hace más de catorce años, cuando todo empezó con un encuentro de amoroso.

Gissel Rodríguez es una mujer que vino al mundo sin la capacidad visual. A sus 41 años tiene una historia de lucha y perseverancia.

Al nacer fue diagnosticada con toxoplasmosis, una enfermedad que adquirió durante el embarazo de su mamá, causada por un gusano que transmiten los gatos. Desde entonces tuvo problemas en su vista, el globo ocular en sus ojos es demasiado pequeño y no es suficiente para generar visión. Ella no percibe nada de luz solar, no tiene idea de cómo es el resplandor ni los colores, nada.

A los cuatro años la ingresaron en el Centro de Educación Especial Melania Morales, en Nicaragua, donde aprendió a enfrentar las necesidades básicas de una niña con sus retos particulares. Ahí le enseñaron braille (lectura y escritura táctil pensada para personas con discapacidad visual). En ese centro de estudios cursó hasta el quinto grado.

Concluyó la primaria en un colegio público, pero se encontró con lo difícil de aprender sin el cuidado que recibía en el Melania Morales. Copiaba las clases en una máquina de escribir o bien las grababa y luego en su casa las pasaba en hojas para poder leerlas. Esto lo podía hacer solamente cuando los profesores dictaban las lecciones. Así siguió avanzando hasta llegar a la secundaria, con muchos obstáculos por la falta de atención personalizada; sin embargo, logró completar su bachillerato con éxito.

Vivía con su abuelita materna y no hubo sobreprotección por ser una persona ciega. Hacía todas las labores cotidianas del hogar, aprendió a cocinar con el apoyo de su hermana, quien le enseñó cómo calcular los porcentajes de los alimentos.

Ingresó a la Asociación de Ciegos Marisela Toledo, donde adquirió muchas destrezas. Una de ellas, desplazarse sola por las calles de la ciudad de Managua con su bastón y preguntando las direcciones a la gente. Siempre se ha destacado por ser una mujer emprendedora y logró ser nombrada como secretaria organizativa de esa asociación. Cuando tenía veinte años en este cargo, conoció a su primer esposo, también persona ciega, y tuvieron un niño. La relación no funcionó como esperaba, pero ella siguió adelante.

En su segundo matrimonio procreó otros tres hijos. Ya tenía conocimientos previos en preparar los alimentos, cambiar pañales, bañar a sus pequeños y vestirlos de manera correcta. Siempre pendiente de sus retoños, especialmente al dormir; los revisaba constantemente, como cualquier mamá. Le preocupaba que todo estuviera bien.

Estando en la organización de personas ciegas, aprendió juegos de mesa y logró ser Campeona Nacional de Ajedrez por dos años seguidos. Viajó a toda Centroamérica y a Brasil representando a Nicaragua, tanto en estas disciplinas como en congresos internacionales sobre políticas de inclusión.

No todo queda ahí. Porque también se desarrolló como capacitadora; ha dictado charlas de autoayuda y es protagonista de anuncios de televisión promoviendo la inclusión en la sociedad. A pesar de su limitación visual, se caracteriza por ser dinámica y perseverante; por ejemplo, en la actualidad cursa segundo año en la carrera de Derecho en la Universidad Ricardo Morales Avilés, en Managua, y comparte alegre que tiene muchas metas más que desea cumplir.

Petronila Delgadillo es originaria de San Francisco Libre, municipio del departamento de Managua. Su vida transcurrió entre las verdes montañas, donde los ríos riegan los campos, en una tierra donde se disfruta de ese aire fresco y puro que alimenta a los pulmones. En esta zona del país la ganadería es la principal actividad económica de la población.

Doña Nila, como la conocen popularmente en el barrio, tuvo cinco hijos, a quienes educó con mucho esfuerzo y dedicación; a pesar de tener pocos estudios, logró salir adelante con su familia, para darles educación y un hogar lo más estable posible.

Su compañero de vida es don Pedro, quien en su juventud abandonó el pueblo en busca de fortuna y dejó a doña Nila con sus tres pequeños hijos, por lo que ella tuvo grandes dificultades para alimentarlos y darles todo lo que requerían para su mejor bienestar.

Pasaron los años y doña Nila no tenía noticias de su esposo. Al tiempo decidió juntarse con Roberto, con quien inició una relación de amistad que al final se volvió en un afecto y sentimiento recíproco muy tierno, por lo que decidieron unirse como pareja y procrearon un hijo al que nombraron Héctor.

Todo transcurría muy tranquilo y el bebé crecía feliz. Pero, al cumplir los tres meses el pequeño, reapareció don Pedro y buscó nuevamente a Nila. Cuando se dio cuenta de que ella tenía un nuevo compañero, el hombre le reclamó y, al encontrarse con Roberto comenzaron a discutir. El exesposo llegó hasta el punto de amenazar a la nueva pareja de Petronila y lo persiguió con machete en mano. Roberto huyó para salvar su vida y se fue del pueblo. Dejó a su mujer con su tierno hijo y de él no volvió a saber nada.

Esta mujer, al final, decidió emigrar con sus cuatro hijos a Managua, la ciudad capital; en parte por la guerra civil desatada durante la década de 1980, pero también para buscar un mejor futuro para sus vástagos. Allá, con mucho esfuerzo logró conseguir un terreno en el barrio Villa Vallarta a orillas del lago Xolotlán.

Doña Petronila comienza una nueva etapa, levantó su humilde casa con plástico, cartón y madera, pero tranquila en compañía de sus hijos. Establecida en su hogar, inicia a “palmear” o “echar” tortillas para venderlas y ganar dinero para comprar los alimentos para su familia. También se dedica a lavar y planchar ropa de sus vecinas para obtener otros dividendos.

Con el tiempo se dedicó a la venta de frijoles cocidos, sus hijos se encargaban de buscar leña seca en las orillas del lago para encender el fogón y a la vez preparar los alimentos. Estando en su nuevo hogar nace su quinto y último hijo, logra salir adelante con todos ellos.

Con el paso del tiempo regresa a su lugar de origen, donde lleva mercadería para vender, como joyas y ropa, en busca de hacer crecer sus finanzas. Ahora tiene una pulpería que surgió con la ayuda de su hijo Héctor, por quien se vio impulsada a viajar a la ciudad capital. Con su emprendimiento tiene el sustento de la familia que ahora está integrada por varios nietos.