Greta Hidalgo, entre la ciencia y lo inexplicable

Greta Hidalgo nació en una familia de clase media baja; aunque sus padres ganaban poco, nunca le faltó nada. Desde pequeña siempre fue competitiva y ambiciosa, cualidades que la impulsaron a estudiar con ahínco para obtener las mejores calificaciones. Además, solía ayudar a su madre cuidando de sus hermanos. Desde siempre fue una mujer de armas tomar.

Cuando consiguió graduarse de enfermera fue contratada en el Hospital de David, donde participó en Operación Sonrisa, una organización médica internacional sin ánimo de lucro. Allí brindó el posoperatorio a pequeños con labio leporino y paladar hendido, lo que fue una experiencia gratificante para ella como profesional y como ser humano. Sin embargo, pudo apreciar que podía dar un poco más, así que reinició sus estudios, esta vez en la Facultad de Medicina.

Tuvo que hacer muchos sacrificios personales, porque ya estaba casada y tenía un bebé. Sus últimos tres años de estudios superiores fueron en la ciudad capital, así que cuando podía, viajaba para reunirse con su familia en David, en la provincia de Chiriquí.

A lo largo de su vida, Greta Hidalgo ha experimentado varios hechos insólitos y sobrenaturales, que a menudo suele narrar en reuniones familiares. En una ocasión, siendo estudiante de enfermería, tuvo que dar servicio en la comunidad Brisas del Río, en Volcán. Recuerda que estaba realizando una encuesta y observando datos junto a otras personas. Terminaron a medianoche y fueron a descansar, de repente escucharon las pisadas de muchos caballos y el sonido estridente de una carreta. Luego, el chasquido del portón abriéndose. La brisa soplaba con violencia y se oían los platos de la vajilla como si fuesen sacudidos y lanzados contra la pared en la habitación del piso inferior. Hubo una breve pausa, seguida del chof, chof, chof de pisadas de botas en la escalera, que parecían dirigirse a las habitaciones y acercarse a ellas. Sabía que eran botas, porque se oían como si tuvieran espuelas. Llamaron a gritos a las colegas de la habitación contigua y no hubo respuesta.

Al día siguiente Greta y la otra muchacha, aún aterradas, contaron lo ocurrido; pero las demás compañeras dijeron no haber escuchado nada. En la noche siguiente les ocurrió lo mismo a las incrédulas enfermeras, con la salvedad de que esta vez fue Greta quien jamás se enteró de nada. Luego de una semana de ese raro suceso, apareció el cuidador de la casa quien confesó que ahí había ocurrido una muerte violenta hacía muchos años atrás. Greta piensa que quizás después de eventos como esos queda algo de aquellas almas que no lograron alcanzar la paz.

En otra ocasión, trabajó en un hospital rural que quedaba cerca de un cerro, donde a veces oía aullar a los lobos. En ese tiempo escuchó una historia contada por un lugareño, que decía que muchos años atrás, durante la época del general Omar Torrijos Herrera (jefe de Estado de Panamá entre 1968 y 1981), un helicóptero aterrizó en el cerro dejando misteriosamente unos sacos de los que salieron una pareja de enormes lobos. Desde entonces se les escuchaba aullar y rondar por los alrededores.

Ella solo había escuchado aullidos en la distancia, hasta que una lluviosa madrugada, viajando hacia David, su vista adormecida logró reconocer a uno de esos furiosos animales en la carretera. El conductor del bus se detuvo. Era mucho más grande que un perro, con un pelaje color café, enormes patas y ojos amarillos; al sentirse observado lanzó un aullido y huyó entre la oscuridad del monte.

Greta es una mujer muy valiente y decidida, como doctora también tuvo que hacer frente a la pandemia del COVID-19. Al inicio, tanto sus colegas como ella tenían mucho temor porque había mucho desconocimiento de esa enfermedad y fue llamada para ser capacitada en la toma de hisopados. Resultó duro y estresante, pues muchos médicos murieron prestando ese servicio. La valerosa Greta estaba todos los días, a todas horas, sin descanso atendiendo llamados de los pacientes, incluso de madrugada, para coordinar la ambulancia que algún enfermo necesitara.

Una mañana de domingo, cuando el sol apenas daba sus buenos días, Greta se encontraba sola, organizando los expedientes de pacientes positivos, cuando de pronto vio la silueta de alguien en la puerta de la oficina; fue solícita a ver quién era, pero ya no estaba… Le preguntó a un antiguo médico quien le comentó que tiempo atrás ahí había muerto una señora.

Lo cierto es que en esa profesión se viven muchos eventos extraños, y en los pueblos hay historias que suceden para ser contadas.