Greta Hidalgo
Nace de una familia de clase media baja, aunque sus padres ganaban poco, nunca le faltó nada. Desde pequeña siempre fue competitiva y ambiciosa, pero en el buen sentido, esas cualidades la impulsaron a estudiar con ahínco para obtener las mejores calificaciones. Además, solía ayudar a su madre cuidando de sus hermanos, siempre enfocada en sus estudios.
Cuando consiguió graduarse de enfermera fue contratada en el hospital de David, donde participó en Operación Sonrisa, una organización médica internacional sin ánimo de lucro, encargada de realizar cientos de miles de cirugías gratuitas a niños y adultos jóvenes procedentes de países en desarrollo, que han nacido con deformidades faciales. Allí brindó el post operatorio a pequeños con labio leporino y paladar hendido, lo que fue una experiencia gratificante para ella. Sin embargo, pudo apreciar que podía dar un poco más, así que reinició sus estudios, pero en la facultad de medicina.
Tuvo que hacer muchos sacrificios personales, porque ya estaba casada y tenía un bebé. Sus últimos tres años de universidad fueron en la ciudad capital, así que cuando podía, viajaba para reunirse con su familia en David.
A lo largo de su vida, Greta ha experimentado varios hechos insólitos y sobrenaturales, que a menudo suele narrar en sus reuniones familiares. En una ocasión, siendo estudiante de enfermería tuvo que dar servicio en la comunidad Brisas del Río en Volcán. Recuerda que estaba realizando una encuesta y observando datos junto a unas compañeras. Estaban concentradas en el trabajo, aunque también animadas dejando escapar algunas risas de vez en cuando. Terminaron a medianoche y fueron a descansar, pero jamás su compañera de habitación y ella imaginaban que vivirían una experiencia de verdadero terror: Escuchaban las pisadas de muchos caballos y el sonido estridente de una carreta. Luego, el chasquido del portón como si lo hubiesen abierto. La brisa soplaba con violencia y se oían los platos de la vajilla como si fuesen sacudidos y lanzados contra la pared en la habitación del piso inferior. Hubo una breve pausa, seguida del chac-chac-chac de pisadas de botas en la escalera, que parecían dirigirse a las habitaciones, poco a poco acercándose hacia ellas. Sabía que eran botas, porque se escuchaban como si tuvieran espuelas. Llamaron a gritos a sus otras compañeras de la habitación contigua y no hubo respuesta. Al día siguiente Greta y su compañera aun aterradas contaron lo ocurrido y las demás compañeras dijeron no haber escuchado nada. Explotaban sus risas burlonas, pues las acusaban de estar alucinando.
Sin embargo, en la noche siguiente a las incrédulas enfermeras les ocurrió lo mismo, con la salvedad de que esta vez, fue Greta quien jamás se enteró de nada. Luego de una semana de ese raro hecho, apareció el señor que cuidaba la casa y después de escuchar a la joven enfermera contar su relato, les comentó con un tono misterioso que ahí hubo una muerte violenta hacía muchos años atrás. Greta piensa que quizás después de eventos como esos, en los lugares queda algo de aquellas almas que no lograron alcanzar la paz.
En otra ocasión, trabajó en un hospital rural que quedaba cerca de un cerro, donde a veces podía oír el aullar de los lobos. En ese tiempo escuchó una historia contada por un lugareño, que decía que hace muchos años, durante la época del general Torrijos, un helicóptero aterrizó en el cerro dejando misteriosamente unos sacos de los que salieron una pareja de lobos. Eran unos animales enormes y se veían amenazadores, desde entonces se les escuchaba aullar y rondar por los alrededores.
Ella solo había escuchado aullidos en la distancia, hasta que una lluviosa madrugada, viajando hacia David, su vista adormecida logró reconocer a uno de esos furiosos animales en la carretera. El conductor del bus sorprendido se detuvo un momento y pudo verlo. Era un animal en postura de “pocos amigos”, mucho más grande que un perro, con un pelaje color café, enormes patas y ojos amarillos, que al sentirse observado lanzó un aullido y salió corriendo a toda velocidad, perdiéndose así entre la oscuridad del monte.
Aunque Greta es una mujer muy valiente y de armas tomar, ya como doctora también tuvo que hacer frente a la pandemia del Covid-19. Al inicio, tanto sus colegas como ella tenían mucho temor, porque no se sabía casi nada de esa enfermedad y fue llamada para ser capacitada en la toma de hisopados. Fue muy duro y estresante, pues muchos compañeros médicos murieron haciendo ese servicio. La valerosa Greta estaba todos los días, a todas horas, permanente sin descanso, atendiendo llamados de los pacientes, incluso de madrugada, para coordinar la ambulancia que algún enfermo necesitara.
Una mañana de domingo, cuando el sol apenas daba sus buenos días, Greta se encontraba sola, organizando los expedientes de pacientes positivos, de pronto vio la silueta de una persona en la puerta de la oficina; fue solícita a ver quién era, pero ya no estaba… Le preguntó a un médico que tiene más años de laborar ahí, y este le comentó con voz entrecortada que en ese pasillo tiempo atrás, había muerto una señora.
Lo cierto es que en esa profesión se viven muchos eventos extraños, y en muchos pueblos hay cada historias que suceden para ser contadas.