En el 2015, en la ciudad de Managua, vivíamos en una situación precaria. Mi madre Cristhian Raquel Dávila Téllez no tenía un inmueble propio y habitamos en la casa de mi abuela paterna.

Cuando éramos pequeños, recuerdo que mi madre trabajaba en una fábrica de textiles y sus horarios eran extensos. Siempre se iba de madrugada a su empleo y regresaba bien tarde. Nos decía que su centro de trabajo quedaba lejos de donde vivíamos. Mi hermana mayor cursaba el undécimo año y a la vez asumió el cuidado del hogar.

Cuando mi madre acabó el bachillerato conoció a un joven con el cual decidió formalizar su vida. Tiempo después perdió su trabajo, debido al recorte de personal en su empresa y las deudas se fueron acumulando en la casa. Mi abuela paterna tenía un carácter muy complicado, incluso en nuestras circunstancias tan difíciles.

Debido a que mi madre se atrasó con los recibos de los servicios básicos la abuela empezó a incomodarse, hasta el punto de llamar al distrito policial de nuestra localidad para exigir que desalojara la casa por incumplir con los pagos de la deuda.

Al mirarse desamparada, sin dinero, se puso a llorar; pero mi hermana y mi cuñado le ofrecieron vivir en su hogar. Transcurrió el tiempo y mi mamá no encontraba empleo; mi hermana estaba criando a mi pequeña sobrina y mi madre no quería incomodar, por ello, decidió dejar aquella casa.

El padre de mis hermanos menores sugirió alquilar una vivienda no lejos de donde mi hermana. Durante el tiempo que habitaron esa residencia mi mamá hizo amistad con una joven de la colonia; en la casa donde vivíamos había un garaje amplio, por lo cual decidió junto a su amiga establecer una pequeña tienda de ropa para aprovechar que el lugar era muy transitado.

Al mes de abrir las puertas del negocio, obtuvieron clientes que les encargaban prendas de vestir al por mayor. Todo iba bien cuando ocurrió algo inesperado: enfermó mi abuela paterna, a quien le dio un derrame cerebral que la tenía casi agonizando, entonces mi mamá decidió cerrar la tienda para atenderla; y lo hizo sin ningún rencor en su alma, olvidó lo ocurrido en el pasado, la asistió con los cuidados necesarios y también la sustentó económicamente.

Mi madre, a pesar de las dificultades, siguió adelante con su venta de ropa, trabajo que reactivó y lo hizo esta vez desde la casa, nada más que los pedidos los realizaba por encargo y de esa manera nunca perdió su clientela. Mi abuela se recuperó poco a poco. Mi mamá continuó asistiéndola y al final nos quedamos a vivir nuevamente con ella.

Estamos por abrir un emprendimiento en el mercado. Hoy mi mamá junto a sus tres hijos gozamos de buena salud, tenemos estudios y en sus tiempos libres ella nos lleva a pasear. Mi progenitora es un gran ejemplo de lucha, me motiva a seguir siempre firme, al igual que me brinda fortaleza. Mi sueño es comprarle una casa algún día.