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Dolor, desesperación y sufrimiento, lo que viví para poder llevar adelante a mis hijos con un largo viaje a México.

Soy Mariana López, ciudadana de Nicaragua. Después del fallecimiento de mi pareja a consecuencia de un cáncer cerebral, tuve que ganarme la vida lavando y planchado ropa, también debí luchar para pagar la mensualidad del cuarto donde vivía con mis hijos Juan y Alberto.

Para adquirir una residencia propia emprendí el viaje rumbo a México, donde esperaba ganar más dinero en la búsqueda de cambiar nuestra difícil situación económica. Fue necesario conseguir mil dólares con un prestamista, la condición era abonar a la deuda, depositando en una cuenta una cantidad establecida. Con la plata en mano saqué mi pasaporte para poder viajar de forma legal y compré un boleto de autobús con destino a la frontera de Honduras, país vecino de Nicaragua.

Antes de partir le rogué a mi hermana mayor, María, que cuidara de mis hijos mientras estuviera en México, con la cláusula de que enviaría dinero al momento de trabajar para que solventara los gastos de su hogar. Juan y Alberto al final se quedaron con tía.   

Inicié la travesía el 29 de junio del 2006. Recuerdo que poco a poco en el transcurso del viaje iba bajando la temperatura, el recorrido tardó seis horas y media hasta la frontera hondureña. Con mis documentos legales logré pasar sin problemas la revisión en la aduana llevando sólo una maleta pequeña de color azul. Era de noche y pude llegar a un hotel para descansar, así que me dispuse a levantarme temprano para seguir avanzando.

Al día siguiente, abordé tres buses para cruzar todo el territorio de Honduras y alcanzar la frontera con El Salvador. Aún recuerdo el ruido de uno de los vehículos y una señora que bebía café mientras yo podía dormir plácidamente. Al arribar me instalé en un hotel para salir nuevamente al alba, me monté en un autobús con destino a la frontera, ahora de Guatemala.

Fue un traslado marcado por la lluvia. Llegué muy cansada, a las 6:00 p. m., en eso noté un transporte con migrantes que iban al mismo país que yo, así que decidí sumarme a ellos para alcanzar más rápido mi destino. En la capital de Guatemala pregunté a un señor qué vehículo se dirigía a la frontera con México. Me señaló uno y me dijo que salía en 30 minutos. Tomé un café, abordé el autobús y en poco tiempo ya estaba en mi destino.  

En el país azteca me movilicé a un lugar donde me comentaron que buscaban trabajadores para el área de costura. De inmediato empecé a laborar con todas las energías posibles, para de esa manera pagar prontamente las deudas que dejé en mi tierra natal, y también para mantener los gastos de mis hijos y ahorrar para poder reencontrarme con ellos.

Después de tres años de permanecer fuera de mi hogar regresé a mi patria, con mis deudas canceladas. Los ahorros me sirvieron para instalar un taller de costura y gracias a Dios compré mi propia casa y pagué los estudios de mis dos hijos; confío que en un futuro cercano ellos se convertirán en unos exitosos profesionales.

Este fue el viaje de una madre que lucha por sus hijos, al igual que lo hacen miles de mujeres centroamericanas que abandonan su hogar en busca de mejores condiciones económicas para su familia.

La vida es como una ruleta, nunca sabes lo que te va a tocar o cuando llegará a su fin, ¡pues hoy estamos, mañana quién sabe! 

Con orgullo te digo que me llamo Liliana Prado Campo. Voy a compartir contigo lo que aprendí junto con otras valientes mujeres en el sanguinario campo de batalla durante la década de 1980, esos años que fueron los peores que me ha tocado vivir y que estoy segura que nunca olvidaré.

Una linda y soleada mañana del lunes durante el mes de enero, en el pueblo La Mona, me encontraba en el río lavando ropa, cuando escuché el sonido inconfundible de un camión, el cual llegaba a reclutar obligatoriamente a hombres y mujeres para ser enviados al campo de batalla con el argumento de defender a la patria. De esa manera nos llevaron a mí y a mi esposo Arturo Pellas junto a otros 50 civiles de la comunidad.

Nos asignaron a un campamento en las montañas. Por la posición en la que se encontraba, era un buen punto de defensa, salvo por el río, ya que este cubría nuestra visión y el enemigo podía ocultarse fácilmente. Ese era el talón de Aquiles. Las mujeres éramos asignadas a la cocina, pero todas recibimos el mismo entrenamiento militar que los varones.

Una mañana partió un pelotón a defender la base militar vecina, entre ellos iba mi esposo Arturo. Con lágrimas y besos me despedí de él. Mientras el batallón se perdía en el horizonte, mi esperanza de volver a verlo se desvaneció. Esa misma tarde llegó un comunicado que decía que tropas enemigas intentarían atacar a nuestro refugio.

La batalla nos llegó en horas de la mañana, nuestros soldados defendían con valor nuestra posición, pero el enemigo se dio cuenta de nuestro punto débil, la ribera del río, y desde allí empezaron a atacar, debido a la falta de reclutas para proteger esa zona. Un grupo de valientes mujeres nos ofrecimos a luchar para defender el lugar, al capitán no le pareció buena idea, pero no tuvo otra opción, así que nos armó con un AK-47 y tres granadas a cada una y nos envió al río.

Las balas volaban por doquier y el olor a pólvora se esparcía por todo el ambiente. Tengo que destacar la valentía de una compañera, Guadalupe, quien arriesgando su vida logró lanzar una granada que alcanzó al francotirador enemigo, causando su muerte; aunque él ya había asesinado a cinco de nuestras combatientes. Cuando este cae, nosotras nos levantamos y, sin piedad, empezamos a repartir balas hasta que no quedó ningún contrario en pie. Justo en el instante que creía que todo había acabado, un soldado disparó contra Guadalupe y ella falleció. A la mañana siguiente me llegó la terrible noticia de que mi amado también había perecido, debido a una explosión.  

Ya han pasado 23 años desde aquellos hechos, pero nunca olvidaré la valentía de esas honorables mujeres que tomaron un arma y me acompañaron a defender a mi patria. No me enorgullezco de los asesinatos que cometí en el campo de batalla. Hoy día soy doctora, así que ya no quito vidas, por el contrario, ayudo a salvarlas.

Elizabeth Gilbert nació el 18 de julio de 1969. Su familia no contaba con las comodidades del mundo; de hecho, vivía en una granja y, claro, al proceder de un clan con pocos recursos económicos, enfrentaba muchas carencias.

Creció en un mundo sin tecnología, modo de vida al que no estamos acostumbrados hoy, ¿verdad? Ahora la mayoría de las veces los niños cuentan con dispositivos para distraerse. En este caso, ella no tenía teléfono celular, computadora o tablet… pero poseía libros, los suficientes para pasar horas y horas leyendo. Así fue como entró en ese universo interesante, el cual le abrió muchas puertas.

A medida que avanzaban los años le atraía la lectura, como un imán. Un día se le presentó la oportunidad de estudiar Ciencias Políticas en Nueva York. Al no tener suficientes recursos, empezó para ella otra etapa difícil. Tuvo que hacer diversos oficios para ganar dinero y pagar los gastos: fue cocinera, camarera y cadete. La finalidad era obtener más experiencia para poder escribir mejor, pues su pasión eran las letras.

Sus deseos no tuvieron éxito, supongo que ella experimentó cansancio al ver que sus proyectos no estaban saliendo como esperaba. Esto es normal, las personas pueden sentirse devastadas cuando algo no resulta tal cual lo planean; muchas se rinden y deciden no seguir. Pero ¿sabes qué? Elizabeth no vio su situación así, por el contrario, la tomó como algo bueno e inspirador, y ese fracaso que tuvo la llevó a escribir sobre su vida: contó su historia y la travesía que afrontó al encontrarse a sí misma después de caer en una depresión.

Escribió el libro Eat, Pray, Love (Comer, rezar, amar) y lo publicó en 2006, un éxito que estuvo en la lista de los libros más vendidos en el periódico The New York Times, por 187 semanas. Se comercializaron más de 10 millones de copias. ¿Quién iba a pensar que una obra escrita por una muchacha humilde lograría tener tanto éxito? Tan influyente resultó ese título, que incluso fue adaptado para la pantalla grande; Julia Roberts protagonizó la cinta homónima que su primer fin de semana logró recaudar casi 24 millones de dólares. Bastante, ¿no?

Tiempo después la autora entró en una crisis. Su primer libro tuvo mucho éxito, entonces ¿qué podía hacer ella para que su próxima obra superara las expectativas del público? ¿Sobre qué podría escribir? ¿Qué pasaba si su libro no lograba ser igual o más exitoso que el anterior? Llegaron muchas dudas a Elizabeth ―y no es para menos que se sintiera confundida―, desesperada y ansiosa, sabía que podía sorprender o decepcionar a una gran cantidad de personas que la admiraban. Esto no la detuvo, aprendió que escribir solo de cosas malas no era la mejor opción, de hecho, hacerlo sobre lo que amaba de sí misma le ayudaba mucho. Así fue como logró escribir dos libros más: Big Magic y The Signature Off All Things.

Consiguió cambiar su destino sin importar si tenía o no los recursos necesarios para ser exitosa, y es lo que me ha inspirado. Anhelo ser una Elizabeth. No tengo riquezas, pero sí un arduo deseo de ser escritora para motivar a otros a superarse.

Esta apasionante mujer demostró que todo es posible si aprendes a ver la vida de otra manera.

Cuando pensamos en grandes científicos de la historia, nos vienen a la memoria nombres como Einstein o Newton. Pero ¿qué hay de las mujeres?

Personalmente, me apasionan las ciencias, pues siento que tienen una gran belleza. Me llaman mucho la atención los temas sobre física, química y biología. Cuando reviso libros sobre estas temáticas siempre llego a la conclusión de que hace falta visibilizar aún más a las damas científicas, para inspirar a niñas y jóvenes, como yo, en estos campos.

Una de las mujeres de ciencia que me inspira mucho es Marie Curie (1867-1934), física y química polaca nacionalizada francesa, considerada la madre de la física moderna.

Pionera en el cambio de la radioactividad, fue la primera y única dama en recibir dos premios Nobel en distintas especialidades científicas: Física y Química. También fue la primera en ocupar el puesto de profesora en la Universidad de París.

Junto a su esposo, el científico Pierre Curie, llevaron a cabo investigaciones y descubrieron dos nuevos elementos que cambiaron el curso de la humanidad: el polonio y el radio.

Lograr un sitial en la ciencia no fue fácil para ella, pues vivió en una época marcada por el machismo. Pero ella perseveró contra todos los pronósticos y triunfó. Según la revista National Geographic, la dama estudió en una institución clandestina, ya que a las mujeres no se les permitía el acceso a la Universidad de Varsovia, donde habitaba en su juventud. Para 1890, con ayuda de su hermana Bronya, pudo acceder a la Universidad de París, donde cursó física, química y matemáticas.

Curie creó, con ayuda de sus dos hijas, los primeros centros radiológicos portátiles para uso militar durante la Primera Guerra Mundial, trabajo que le valió la Medalla de la Cruz Roja Francesa. Después fundó el Instituto Curie, para la investigación médica, que hoy sigue siendo uno de los más importantes.

Tanto su vocación por la ciencia como su compromiso por la libre cooperación entre científicos de todas las naciones hacen de ella el mejor ejemplo de una mujer científica.

Así como Marie Curie encontró sentido a su existencia a través de su amor por la ciencia, yo también lo hago, por eso me identifico plenamente con ella. Mi pasión por las diferentes ramas de las ciencias naturales le da un motivo a mi vida, el deseo de descubrir algo para beneficio de toda la humanidad.

Quiero dar un consejo a todos aquellos jóvenes que ahora me leen: nunca abandonen sus sueños, en la vida puede haber muchos problemas o dificultades, pero lo importante es persistir. Como decía Curie: “Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo”.

Personalmente, he tenido muchos quebrantos de salud, a veces he pensado en rendirme, pero mi mamá siempre me dice que siga adelante, que la vida continúa y hay que disfrutarla. Con todas sus frases ella me ha hecho reflexionar. Ahora quiero triunfar y ser una profesional para motivar a otros a continuar, así como lo hizo Marie Curie. He aprendido que nada es fácil, sin embargo, debemos luchar por lograr nuestros sueños y cumplir todas las metas que nos propongamos.

Muchas veces me siento tan débil físicamente, veo a mis compañeras divertirse en la clase de Educación Física y me gustaría poder hacer lo mismo. La salud es un privilegio con el cual no todos podemos contar. Una voz en mi interior me alienta a no detenerme, y por eso he redactado este texto, con el deseo sublime de llegar a ser una mujer que inspire, tal como lo hace esta excepcional dama.

TEXTO CORREGIDO

Una simple decisión marcó su vida: seguir el camino del puño y la patada.  

Empleando todo lo que había practicado durante su preparación, metió una patada cuya potencia le mereció la cuarta medalla de oro en taekwondo, batiendo el récord panameño en los Juegos Bolivarianos de 2017.

Para todo deportista la vida siempre es una competencia, una carrera, una pelea que, aunque poco a poco te deja sin aire, te va llevando al verdadero reto: el enfrentamiento contigo mismo. Así es este arte marcial, es disciplina, es perseverancia, es tener humildad, pero, sobre todo, apostar por ti y la fe en tu vocación.

Su ser competitivo despertó cuando era tan solo una niña, una pequeña con sed de darlo todo en un dojang (sala de entrenamiento), pasión que la empujó a trabajar duro. 

Fue así cuando, a la corta edad de cuatro años, Carolena Jean Carstens Salceda empezó el verdadero combate, el combate con ella misma que la llevó a ser, a los 26 años, campeona olímpica.

Todos sus triunfos han comenzado desde abajo, tal como lo describió luego de su victoria: “La verdad es que ha sido una trayectoria bastante difícil, pero aquí está el fruto de cuando nunca pierdes la fe y no paras de luchar. Siempre hay un buen resultado”, señaló a los medios aquel día.

Gracias a la inspiración que le brindaba su hermana Christina, quien había empezado a tomar clases de taekwondo, Carolena se introdujo a este camino. Nacida el 18 de enero de 1996, en Illinois, Estados Unidos, decidió representar a Panamá antes que a su país natal cuando tenía trece años.

A esta edad empezó a competir mundialmente. Combatió por primera vez en los Juego Olímpicos de Londres 2012, donde fue la más joven de las atletas con tan sólo 16 años. En el año 2016, Carolena debutó, con 20 años, en estos mismos juegos en Río de Janeiro, prometiendo dar todo de sí. Sin embargo, no obtuvo medallas en ninguna de las dos.

Los obstáculos nos suelen frenar, no obstante, para ella fue el motivo de seguir luchando. Luego de recuperarse de una lesión de ligamentos cruzados en su rodilla izquierda, clasificó a los Juegos Panamericanos de Lima (Perú) 2019. En esta ocasión, la victoria tampoco estuvo a su favor. En la semifinal fue derrotada por Anastaija Zolotic, quedando en 24-10. 

En junio de ese año la atleta panameña compitió en el Abierto de Luxemburgo donde obtuvo la medalla de plata después de haber sufrido una lesión en la mano izquierda. Posteriormente, logró la medalla de oro para Panamá en los Juegos Bolivarianos y, aún lesionada, compitió en los mundiales en Guadalajara (México) pasando la primera ronda. 

Sin duda, deportistas jóvenes pueden hacer un cambio en el mundo, como lo ha hecho esta increíble mujer. Su patada inspiradora ha hecho que mi pasión por los deportes sea una competencia constante para superarme a mí misma y me ha enseñado que cada error es un paso a la excelencia.

Admiro su perseverancia, su atrevimiento para, después de todo, seguir avanzando. Como ella misma lo ha dicho en varias entrevistas, quizás es un golpe muy duro, pero solo queda mirar hacia adelante. Este deporte no solo es defensa personal, es el camino de la vida al autocontrol, a la confianza en uno mismo y nos enseña que con actitud todo es posible.  

Una mujer maravillosa de quien no importa cuántas veces escriba, siempre tendré mucho que hablar sobre ella. Es una abogada que estudió Derecho en la Universidad de Harvard. Estoy hablando de Michelle Obama, gran oradora y líder, en sus discursos siempre intenta abrir nuevas mentes y guiar a las futuras generaciones para un mejor futuro. Inspira y levanta a los que necesitan; ayuda y orienta a los que están perdidos en la vida.

Michelle ha servido como ejemplo de empoderamiento para las mujeres y, además, ha trabajado en la concientización sobre la pobreza, la educación, la nutrición, la actividad física y la alimentación saludable. Cabe destacar que no sólo es una muy buena dirigente, sino también una increíble madre, quien educó muy bien a sus hijas y desde pequeñas les enseñó a ser y actuar como personas comunes y corrientes, aunque en ese momento su padre, Barack Obama, era el presidente de Estados Unidos. Las niñas limpiaban sus cuartos solas para que siempre tuvieran esa buena costumbre.

Me inspiró cuando más lo necesité. Recuerdo la primera vez que vi un video de ella en una de sus conferencias explicándoles a graduandos de un colegio la verdadera razón de la vida, terminé bañada en lágrimas. Esta grabación llegó hasta mi corazón y fue como una señal para seguir adelante hasta en mis peores momentos, explicaba que podemos tener mucho dinero, fama y logros, pero de nada sirve todo eso si no tenemos modales y valores.

Ella dijo que una verdadera persona siempre actuaría con valores, sin importar su clase social o qué tan millonario sea alguien. Nunca olvidaré las palabras que dijo. Desde entonces comencé a ver el mundo de otra manera; me dio una nueva llave la cual me condujo a una nueva puerta, a un nuevo futuro que, podía ser desconocido, pero ya no tenía tanto miedo de avanzar.

La ex primera dama estadounidense ha estado en varias conferencias explicándoles a los estudiantes lo importante que es el aprendizaje y lo mucho que nos ayuda, no sólo para conseguir un buen trabajo, sino para crecer como seres humanos. En una de sus conferencias les preguntó a los jóvenes qué querían ser de adultos, pero les explicó que no hablaba sobre la profesión a ocupar en el futuro, sino la persona en la que deseaban convertirse.

Al final de cuentas, gracias a ella, quiero ser una escritora y poeta que inspire a otros. Michelle Obama ha hecho muchas acciones positivas por el mundo que siempre marcarán la historia. Es una grandiosa mujer que motiva a las futuras generaciones, no sólo a enfocarse en ser alguien con objetivos y metas claras, sino ciudadanos con valor y deseos de cambiar al mundo, para bien. Esta oradora se ha ganado muchos corazones y no dejará de hacerlo, nunca.

Marie Curie, pionera en el campo de la radioactividad, fue la primera persona en conseguir dos premios Nobel. Uno fue junto a su esposo, el científico Pierre, en la especialidad de Física, en 1903, lo cual la convirtió en la primera mujer en obtener este galardón; y otro de Química en 1911. Sus descubrimientos que marcaron el devenir de la humanidad fueron: el polonio (nombre en honor a su tierra natal, Polonia) y el radio y sus compuestos.

Inteligencia, rigor, voluntad, imaginación y pasión son cualidades que describen a esta científica, licenciada en Física y Matemáticas. Su pasión por la ciencia la impulsó para hacer sus grandes descubrimientos. «Era como un nuevo mundo abierto para mí, el mundo de la ciencia, que por fin se me permitió conocer en toda libertad», una de sus frases más reveladoras de su avance en un mundo patriarcal.

Otro de sus logros fue ser la primera mujer en ocupar el puesto de profesora en la Universidad de París, y por sus méritos fue la primera en recibir sepultura con honores en el Panteón de la capital francesa.

Marie nunca tomó las suficientes precauciones contra los elementos que manejaba en su laboratorio: esos mismos que estudió le causaron la muerte, el 4 de julio de 1934, por una anemia aplásica.

Como cualquier otro ser humano, la científica sufrió. Ella confesó que antes de su fama padeció una profunda depresión por la que pasó horas llorando a escondidas sin ganas de hablar con nadie; pero, a pesar de sus problemas, nos dejó frases memorables: «No hay que temer a nada en la vida, sólo tratar de comprender” o “Cuanto más viejo te vuelves, más sientes que debes disfrutar el presente; es un regalo precioso, comparable a un estado de gracia».

Destinó gran parte del dinero de su primer premio Nobel a sus amigos, familiares, estudiantes e investigadores asociados, incluso Albert Einstein comentó que probablemente Marie Curie fue la única científica que no se corrompió por la fama.

Marie, nacionalizada francesa, se casó el 26 de julio de 1895 con el profesor y físico Pierre Curie. De este matrimonio nacieron dos hijas, la primera Irène Joliot Curie, física, química y política nominada a un Premio Nobel; la segunda, Denise Curie, quien fue escritora, en Francia.

Una conexión que siento con Marie Curie es el amor y la pasión que ella siempre mostró por la ciencia, algo que me llama mucho la atención. Cada ser humano tiene su momento y su habilidad para algo en específico, aunque tal vez nunca espera que esto llegue a cambiar el rumbo de la historia o trascender en la humanidad. Cada ser humano ha sido traído a este mundo para una función particular y lo único que necesita es trabajar, perseverar y esperar, pues en su tiempo llegará la oportunidad de demostrar para qué está hecho, tal como hizo la excepcional Madame Curie.

Virginia Woolf, muchos la conocen por sus obras y su increíble legado en la literatura moderna, también por su lucha a favor de los derechos de las mujeres.


Ahora bien, ¿cómo llegó esta increíble escritora hasta esta lectora? Descubrí sus novelas y cuentos en un momento difícil de mi vida, justo en el 2020, en medio de la pandemia. Por entonces me hacía falta el contacto con el mundo. Me sentía triste, cansada, frustrada y hasta atrapada. Ahora pienso: ¿qué habría sido de mí sin sus libros? La verdad no creo que pueda saber la respuesta.

Ella me inspiró a escribir sobre cómo me sentía. Siempre me costó mucho plasmar mis pensamientos en un papel, ya que creía que iba a ser juzgada por los demás. Mientras leía Una habitación propia, descubrí una frase de la autora que me hizo cambiar de opinión: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.

Ciertamente, ella me dice que soy libre de pensar, que tengo criterio, gusto y placer, porque es mi
mente, ¿sí? Opino que la sociedad nos ha impuesto demasiadas reglas, pero si tuvieras la oportunidad de hacer y vivir como quieras, sin tristeza, amargura ni melancolía la verdad, ¿serían necesarias? Sí, lo serían. Aunque lo veamos de manera negativa, la tristeza que vivimos, que viven las otras personas y que viviremos todos, eso va más allá de lo que crees.

Virginia cargaba con grandes retos como los estereotipos que había hacia las escritoras y la misoginia de la época, incluso recibió abusos de sus propios hermanastros. Ella tuvo la oportunidad, y la aprovechó, de hacer que nosotras fuéramos bien recibidas en la literatura. Pensaba y expresaba que la mujer era alguien independiente, inteligente. Y así empezó a escribir sobre todas las injusticias que propiciaban contra las damas en su época.

Hubo personas que malinterpretaron la obra más revolucionaria de Virginia, Una habitación propia. No entendieron que era algo simbólico, se refería a que todas las mujeres deben tener su propio
dinero. Es un llamado a la independencia económica y social, a la licencia poética y la libertad
personal de cada mujer para crear arte. Básicamente es una protesta silenciosa por la falta de autonomía,
que reclamaba el espacio que las mujeres necesitaban para poder calmar sus pensamientos.

De este libro nace una de mis frases favoritas: “La belleza debe romperse a diario para permanecer hermosa”, lo que me hace pensar que no importa cuántas veces llores, caigas o tropieces, siempre es necesario seguir adelante. ¿Recuerdan lo de la tristeza? Pues con esta frase quizás le encuentres un poco de sentido ahora, no olvides que todo se rompe y quizás puede volverse más hermoso…

Descubrió su gran pasión por la música a una temprana edad. Es una artista y filántropa que ha sido incluida en la lista de las 25 mujeres más poderosas, según People en Español y de las 50 centroamericanas más poderosas, según la revista Forbes. Gracias a sus múltiples premios y reconocimientos internacionales (entre ellos dos Grammys Latinos y cuatro Billboards) y a su Fundación Puertas Abiertas, porta la bandera panameña por todo lo alto. Además, está consciente de que una dama puede ser todo lo que quiera y sueñe. Hablo de la cantautora Erika Ender.

Todos tenemos grandes metas que, en muchas ocasiones, se quedan enjauladas; y en otras, el ave que las contiene toma vuelo. Pero ¿a causa de qué o de quién aquellos anhelos no son capaces de librarse de esas cadenas? Debe ser por diversas razones, a veces más insignificantes de lo que creemos, pero esas pequeñas tonterías pueden convertirse en un obstáculo en nuestra mente, una pared enorme que solo se vuelve más y más grande si seguimos agregando piedras.

Aunque no lo creas, una vez que rompes esa jaula, por más que cueste, sin importar cuantas capas tenga; una vez que venzas esa idea de no poder hacer aquello que tanto quieres por el miedo a lo que otros puedan pensar de ti o porque crees que no eres capaz solo por tu sexo, lo que te espera al otro lado de esa pared es único, maravilloso, son tus sueños y eso por lo que tanto has luchado.

Erika Ender ha tocado a muchas personas con sus letras, que han sido grabadas por ella misma y otros artistas de la talla de Daddy Yankee, Chayanne, Gloria Trevi, Ednita Nazario, Gilberto Santa Rosa, Ana Bárbara, Víctor Manuelle, Milly Quezada y Elvis Crespo, entre otros. Gracias a su éxito, ha sido la cantautora más joven en ingresar al Salón de la Fama de los Compositores Latinos.

Pero también inspira a las féminas con los mensajes de empoderamiento que publica en sus redes sociales. En junio de 2021 compartió un texto poderoso titulado “Una mujer moderna”, en el que leí una de las frases que más me ha llegado al corazón: «Una mujer puede ser capaz de convertirse en todo lo que sueña, sin competir con el hombre e, incluso, dar más de lo que nadie se imagina».

Palabras que, sin dudas, brindan esperanza, llenan el alma de las mujeres, pero, sobre todo, nos permiten reflexionar sobre muchos aspectos: que eres capaz de hacer muchas acciones por tu cuenta, que depende de ti en qué te quieres convertir, qué es lo que sueñas, qué puedes y quieres hacer, aunque la gente no te crea. Especialmente, el mensaje invita a reflexionar contra quién realmente deseas competir; la respuesta es contra ti, que es lo más importante, porque solo tú puedes superarte a ti misma y solo tú sabes hasta dónde anhelas llegar.

Erika Ender no solo nos ha dejado grandes citas y canciones motivadoras, sino también un gran ejemplo como ser humano, ya que, con su gran corazón ha logrado ayudar a muchas personas y niños a través de los diferentes proyectos de su fundación.

Es un gran orgullo para el sexo femenino contar con una gran artista, persona y mujer empoderada como Erika Ender, quien con sus palabras y sus actos humildes ha sido una gran inspiración para muchas personas.

Recuerda siempre uno de sus lemas: «Mujer se escribe con m de magia y con m de maravilla, de mucho y de más…».

Su nombre es Graciela Valdés Zamudio. Nació en Bocas del Toro el 23 de agosto de 1955. Tuvo una infancia maravillosa junto a sus padres y sus dos hermanos. Su papá era un pequeño comerciante de Changuinola.

Para un mayor aprendizaje académico, su familia la mandó a la provincia de Chiriquí, donde estudió su primer año en el Colegio Félix Olivares Contreras. Posteriormente se mudó a la provincia de Panamá junto a los suyos, ya que en aquel entonces su padre tuvo problemas económicos y decidió empezar desde cero en otra parte del país. Y fue ahí que inició su segundo año de secundaria, en La Chorrera.

Después se mudaron al centro de Panamá, al corregimiento de Río Abajo, y fue matriculada en un colegio cercano para cursar su tercer año. Por esos días su madre falleció, dejándola huérfana. Ese hecho la marcó, pues ella solía decirle: “Si yo algún día llegara a morirme, no creo que llegues a ser alguien en la vida, porque tu padre es demasiado dócil, muy complaciente”. Su mamá dudaba muchísimo de que Graciela llegase a prosperar.

El 28 de julio de 1975, durante el entierro, Graciela juró a su madre fallecida que iba a superarse y a estudiar con dedicación, hasta que se sintiera orgullosa. Aquella promesa marcó su existencia para siempre, y luego de terminar tercer año, la joven siguió tan empeñada en su propósito que muchas veces debió quedarse en distintas casas de familiares, ya que su padre se regresó a Bocas del Toro por cuestiones de trabajo.

La jovencita llegó al cuarto año con excelentes calificaciones. Se le veía ir y venir todos los días a pie, cansada, cargando libros pesados al hombro y con el mismo viejo y desteñido uniforme. Ella, con suma responsabilidad y conciencia del ahorro, lograba dividir la poca mesada que le daba su padre en lo indispensable. Cuando se graduó, tomó la decisión de continuar su formación en Chiriquí.

Graciela solicitó permiso a su padre para irse a superar a otro sector del Istmo; él la apoyó. Iniciar esta nueva etapa, sola en David, fue algo muy difícil. A estas alturas pensaba: “Extraño a mi mami, pero tengo que jugármela sola”. Se quedaba en un cuartito que compartía con una amiga de su madre y tenía que hacer magia para que la plata alcanzara hasta fin de mes.

Cuando se graduó del bachillerato, el padre fue orgulloso a su fiesta de graduación. Al día siguiente, tomó sus maletas, se despidió de su progenitor y decidió que su nuevo destino era la ciudad de Panamá. Se fue a vivir con la novia de su hermano y consiguió un puesto en el departamento administrativo de la panadería Santa Ana.

Tras matricularse en la Facultad de Contabilidad de la Universidad de Panamá, los primeros años de estudio fueron muy complicados. Sin embargo, la vida le presentó a una persona que se convirtió en su amiga incondicional.

Dos años más tarde, Graciela consiguió un apartamento y se fue a vivir con su amiga con quien pasó las verdes y las maduras, había días en que se quedaban hasta la medianoche estudiando. Combinaba sus responsabilidades como estudiante universitaria y su desempeño en una firma de abogados.

Pasó el tiempo hasta que se enamoró de quien fuera su único novio y padre de su futura hija Graciela. Siendo una profesional exitosa, creó su propia firma de contadores, y a la par, era la auditora de su empresa. Así estuvo por más de quince años.

En 1997, la aspiración de conseguir una casa se hizo realidad. Al año siguiente compró su primer carro. Llegó a concretar todos estos sueños en una etapa retadora porque terminó siendo una madre soltera.

Ya en 2004 la contadora se comió el mundo, este fue su mejor año en materia económica. Sin embargo, una tragedia le afectó a nivel emocional: la esposa de su hermano y su quinta hija recién nacida fallecieron. Graciela aceptó la tutela y se convirtió en el único amparo femenino de las cuatro niñas.

En 2007 se integró a otra empresa, a la que dedicó siete años de trabajo ininterrumpido hasta que se jubiló. Luego compró una casa en David para reunirse con sus nietas y su hija; en esta ciudad fundó dos empresas. Cuando le preguntan cómo ha sido posible llegar a beber de la copa del éxito, ella contesta: “A mi madre le agradezco todo lo que soy; escuchen los consejos de una madre, en sus palabras hay fe de vida, experiencia y sabiduría”.