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Ella es el símbolo de la prosperidad y la belleza afroamericana. Ella es el estándar de los estándares de lo que se llama trabajo arduo. Ella, ella es Madame C. J. Walker.

Vino al mundo el día 23 de diciembre del año 1867 en Luisiana (Estados Unidos). Hizo su primera aparición ante los ojos ciegos del mundo moderno, ella que era la primera de su familia en nacer libre. Eran su tez negra, cabello crespo y ojos color negro azabache lo que pronto todos verían en las latillas más famosas de productos capilares de los años venideros.

Su verdadero nombre era Sarah Breedlove, fue una mujer de hierro que trabajó día y noche lavando ropa a mano para proveer el dinero de los estudios y sustento de su única hija, Aleila Walker. Al mismo tiempo, se veía a sí misma como una empresaria estadounidense exitosa en todos los ámbitos.

Fue una pionera en los productos de cuidado para el cabello de las mujeres afroamericanas de su comunidad, los cuales muy pronto se comercializaron a nivel estatal y continental, dándole así el reconocimiento que la llevaría a ser un icono al que admirar dentro de la sociedad de Estados Unidos.

A pesar de su constante dedicación y esfuerzo en su trabajo, siempre hubo personas que tenían el objetivo de sabotear sus productos y darle mala fama como emprendedora. Annie Turnbo Malone fue uno de los personajes más difíciles con los que tuvo que lidiar. Le ofrecía tratamientos para su cabello a cambio de que Sarah le lavara la ropa, pero cuando esta renunció a su oficio de lavandería e inició una nueva carrera como creadora de productos capilares, Annie decidió tomar cartas en el asunto. Esta misma mujer, luego de haberse enterado de que Sarah había usado la fórmula base de su producto para el crecimiento capilar, se empeñó en hacerle la vida imposible; puso a sus conocidos en contra de Madame C. J. Walker para hacerla caer de su pedestal. Un perfecto ejemplo de esto, un día en la casa donde Sarah vivía y recibía a sus clientes fue presa de las llamas por un incendio sin explicación; a raíz de esta tragedia, Annie aprovechó la oportunidad y acogió a las clientas de su rival en su propio salón.

A pesar de los constantes intentos de Annie Turnbo Malone de sabotear su negocio, Sarah nunca cedió a rebajarse a su nivel y jugar sucio, aun cuando muchos la acusaron de estar envuelta en asuntos ilegales. Sin embargo, para mala suerte de sus difamadores, su trabajo y récord hablaron por sí solos ante los grandes comerciantes de la época, logrando dar una buena impresión frente a los mismos y, por consiguiente, permitiendo que firmara contratos favorables para el progreso de su empresa.

Por su perseverancia, Sarah Breedlove, quien murió en 1919, logró ascender y alcanzar lugares donde nadie hubiera imaginado que una mujer afroamericana en el pasado podría llegar.

Emily Dickinson nació el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts (Estados Unidos), en una familia acomodada y culta. Su padre, Edward Dickinson, era un abogado miembro del Congreso mientras que su madre, Emily Norcross, se dedicó al cuidado del hogar y la crianza de Emily y sus dos hermanos (Austin, el mayor, y Lavinia, la pequeña).

Siempre fue una estudiante ejemplar y se le dio muy bien escribir, pero lo que más le gustaba era leer sobre astronomía y botánica. Emily sabía todos los nombres de las estrellas, plantas y flores que podía ver desde el jardín de su casa. De hecho, al principio quería ser jardinera hasta que se topó con el libro Jane Eyre, de Charlotte Bronte. Al llegar a la última página ya no tenía dudas de que se iba a dedicar a escribir. 

A pesar de su inspiración inicial, su trabajo se inclinó casi completamente hacia la poesía, pues esta le permitía expresar mejor sus sentimientos. Plasmando lo que sentía, sin filtros y sin importarle lo que los demás opinaran de ese «mundo secreto» que se fabricó, Emily transformó totalmente la literatura del siglo XIX. Aunque sus obras eran increíbles, al inicio pocas personas entendieron la mirada de esta mujer que vivió en el aislamiento y la reclusión.

La llamaban la Loca en el Altillo o la Dama Blanca. Escribió sobre la vida, la muerte, el amor, la amistad y la naturaleza. Su obra está repleta de los nombres de flores que ella tan bien conocía, como por ejemplo los poemas «1098″, «1650» y «1779″ en los cuales comparaba a las flores y las distintas plantas con situaciones y personas de su entorno. No estaba para nada de acuerdo con la sociedad machista que la rodeaba y cómo las mujeres lo tenían muy difícil no solo para escribir, sino para el resto de las actividades que se creían propias de los hombres. Esta problemática también está reflejada en su obra. 

Tuvo un amor secreto, pero acabó muy mal, entonces decidió algo que nadie entendió, pero que la hizo feliz. Se encerraba en su habitación, usaba solo vestidos de color blanco y se dedicaba a escribir, a escribir y a escribir. Así hizo por 15 años y dio como resultado casi 2000 textos redactados en cuadernos que guardaba en los cajones de su cómoda. Por medio de este método, Emily obtuvo la grandiosa inspiración de poemas tan famosos como «La esperanza es la cosa con plumas», «¡No soy nadie! ¿Quiénes sois?», «Porque no podía parar por la muerte», entre otros.

Así fue como, por medio de su literatura, Emily Dickinson influyó de una gran manera, y a pesar de que no fuera feliz en sus relaciones amorosas y no pudiera ejercer la carrera de botánica como era su sueño, esos conocimientos y lecciones previas le ayudaron a tener exitosos escritos. Aunque antes de morir, a sus 53 años, había pedido a su hermana Lavinia que todos sus escritos fueran quemados una vez falleciera, sus obras se publicaron gracias a ella, quien recopiló todos los poemas que encontró.

Al día de hoy sus trabajos son reconocidos por todo el mundo, mostrando los frutos de su esfuerzo, como ella solía decir: «La buena suerte no es casual, es producto del trabajo; así, la sonrisa de la fortuna tiene que ganarse a pulso».

Hace más de 178 años la República Dominicana perdió un astro. Una mujer que tenía un temple de acero, una genuina heroína de Quisqueya. Su nombre fue María Trinidad Sánchez y su historia trasciende a su consabida confección de nuestra bandera.

La protagonista de esta historia nace el 16 de junio de 1794, en la ciudad de Santo Domingo. Hija de Fernando Raimundo Sánchez e Isidora Ramona. Poco se sabe de su infancia y juventud, y penosamente solo es conocido su parentesco con su sobrino, el prócer Francisco del Rosario Sánchez.

Una mujer que aparentemente no era relevante, se convertiría en la chispa que encendió la más noble de las luchas en toda la historia dominicana la gloriosa noche que vistió a mi país de soberanía y libertad, la noche del 27 de febrero de 1844.

Y no solo por el hecho de fue parte de los ilustres revolucionarios que con todo empeño se esforzaron por cumplir su juramento de hacer realidad la idea de una patria “libre e independiente de toda nación extranjera”, sino que ella fue quien cargó la pólvora entre sus faldas para disparar el trabuco, ese grito por la liberación de un ”pueblo intrépido y fuerte” que reclamaba la soberanía hurtada.

Pero la labor de esta heroína no terminó esa noche porque su celo por la naciente República Dominicana perduró, como el cuidado de las madres por sus hijos, más allá de aquel glorioso día de febrero. Puesto que la maldad y la avaricia en las sombras y en el poder conspiraban contra la nueva nación, ella y otros trinitarios se unieron para salvaguardar los intereses de la patria frente a una inminente anexión. Pero su heroísmo fue apagado —tras el grito “Dios mío, cúmplase en mí tu voluntad y sálvese la República Dominicana”—, por una bala mediante su fusilamiento, el 27 de febrero de 1845.

Dejó un legado contundente de que la causa nacional no es apta solo para los hombres, como trinitaria probó que los ideales son más que pensamientos vanos, son ideas valiosas que deben ser ejecutadas en nombre de “la santísima, augustísima e indivisible Trinidad de Dios omnipotente”.

María Trinidad Sánchez pagó el precio que hoy nos da la honra y el orgullo de ser llamados dominicanos.

«Sabía que me iban a disparar, pero no quise parar mi campaña (contra la influencia talibán y a favor de la educación). Estaba preparada para que me dispararan» (Malala Yousafzai).

Con este pequeño fragmento que la activista pakistaní escribió en su libro Yo soy Malala podemos tener una imagen completa del carácter de esta increíble joven quien, con apenas diecisiete años, cambió por completo su mundo y el nuestro.

Pero ¿quién es? ¿Por qué es tan importante? ¿En qué sentido transformó la sociedad? ¿Cómo lo hizo? Para responder a esto, tenemos que comenzar por el principio.

Malala Yousafzai nació el 12 de julio del año 1997, en el seno de una familia pakistaní. Cuando tenía diez años, un grupo de talibanes tomaron el control sobre su región. Ellos estaban convencidos de que las niñas no debían ir al colegio y su objetivo era excluir de forma sistemática a las mujeres y a las niñas de las principales actividades de la vida pública. Por estas creencias, Malala se puso en acción para defender sus propias convicciones y desde el inicio defendió el derecho a la educación de las niñas. «Mi objetivo es que la voz de las niñas sea escuchada», afirmó con firmeza durante una de sus intervenciones ante las Naciones Unidas.

A los once años comenzó a hacer diferentes campañas protestando por el acceso a la educación para las niñas, pero cuando tenía dieciséis ocurrió la tragedia.

El 9 de octubre del 2012, Malala regresaba de la escuela junto con dos amigas y estuvo a punto de perder la vida, un grupo de talibanes dispararon contra ella a quemarropa. Sus dos amigas resultaron heridas durante el ataque, pero la joven activista se llevó la peor parte, dos balas atravesaron su cabeza. Muy pocos pensaron que esta chica iba a poder sobrevivir, pero luego de siete días en coma, milagrosamente comenzó a recuperarse; los médicos estaban sorprendidos por su fortaleza y entereza.

“Los terroristas pensaban que podrían alterar mis objetivos y frenar mis ambiciones, pero nada cambiará mi vida excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza. La fuerza, el poder y el valor nacieron», declaró Malala tras recuperarse del atentado. Luego fue reconocida a nivel mundial como símbolo de la lucha por la educación de las mujeres”

Después de su recuperación médica, nuestra protagonista se trasladó a Europa y comenzó a hacer campañas de alcance global en defensa de los derechos de las niñas y las mujeres. Gracias a esto, en 2014, a la edad de diecisiste años, recibió el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose en la persona más joven en recibir este galardón.

Actualmente, Malala Yousafzai pasa sus días en Inglaterra o bien dando conferencias alrededor del planeta, continuando tan firme como siempre en su defensa por los derechos de las mujeres y las niñas. Esta reflexión lo deja claro: “Estoy entregada a la causa de la educación y creo que puedo dedicarle mi vida entera. No me importa el tiempo que me lleve. Me concentro en mis estudios, pero lo que más me importa es la educación de cada niña en el mundo, así que empeñaré mi vida en ello y me enorgullezco de trabajar en pro de la educación de las niñas”.

«Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte» (Minerva Mirabal).

El jeep fue encontrado al borde de un acantilado el 25 de noviembre de 1960. Los cuerpos de Minerva, María Teresa y Patria Mirabal Reyes yacían en el coche. El chofer Rufino de la Cruz se encontraba también dentro del vehículo. Los cuerpos estaban inmóviles, y las valientes Mariposas se habían ido. No obstante, sus vidas marcaron la sociedad de aquel entonces y lo siguen haciendo en la actualidad. 

Nacida el 12 de marzo de 1926, en Ojo de Agua, Salcedo, República Dominicana, Minerva Mirabal era la tercera en la familia Mirabal Reyes, después de Patria y Bélgica Adela (Dedé). Desde muy joven se vio atraída por la literatura y la filosofía; al graduarse de bachiller, obtuvo un título en Letras y Filosofía. Se casó con Manolo Tavárez, y juntos fueron padres de Minou y Manuel. Tener una familia no fue una responsabilidad que los contuvo de participar de forma activa en contra de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, quien estuvo en el poder desde 1930 hasta 1961.

La joven pareja participó del Movimiento Revolucionario 14 de Julio, una iniciativa civil que buscaba derrocar al militar y político Trujillo. Posteriormente se unieron a esta causa libertaria las hermanas de Minerva, Patria y María Teresa, formando el trío conocido como las Mariposas. 

En mayo de 1960 fueron sentenciadas a tres años de prisión por «atentar contra la seguridad del Estado Dominicano», resolvió la dictadura. Fueron puestas en libertad a finales de ese mismo año, aunque sus cónyuges siguieron en la cárcel.

Las hermanas Mirabal fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960. Recorrían la carretera La Cumbre, entre Santiago y Puerto Plata, junto al conductor del vehículo, Rufino de la Cruz. Cerca del puente Marapica se hallaron los restos, en ese trayecto que las llevaba de regreso a casa. Las Mariposas volvían de visitar a los esposos de Patria y Minerva en la fortaleza de Puerto Plata, donde estaban encarcelados. 

Los cuerpos yacían destrozados en el fondo de un barranco, en el interior del carro en el que viajaban. Se dice que funcionarios del Servicio de Inteligencia Militar del Estado (SIM) hicieron una emboscada y rodearon el carro de las hermanas y, después de ahorcarlas, las metieron dentro del automóvil que posteriormente lanzaron por un precipicio. De tal modo, al ser descubiertas se creería que ellas se habían desviado del camino y que habían sufrido un accidente. 

Este asesinato provocó gran descontento en el corazón de los dominicanos, quienes ya desde hacía tiempo habían empezaron a germinar un descontento e inconformidad hacia el régimen de Trujillo. Ese gobierno tiránico acabó con el asesinato del dictador el 30 de mayo de 1961. 

La marca que dejaron las Mirabal impactó de tal modo en la sociedad que, en su memoria, cada 25 de noviembre (día de su muerte) se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta fecha fue aprobada por Naciones Unidas, el 7 de febrero del 2000. 

Las Mariposas fueron asesinadas, pero vivirán por siempre en el alma de los dominicanos y de todos los que conocen sobre ellas. 

Diana Spencer nunca imaginó que llegaría a ser uno de los íconos más importantes de Inglaterra. Tenía una energía y un espíritu que la llevó a ayudar a los más desfavorecidos de su país y del mundo. Demostró cómo, a pesar de la oscuridad de nuestra humanidad, existía, al menos en su alma, algo de bondad. El hecho de ser princesa le abrió las puertas de la élite global y de los pueblos, pero poco a poco descubrió que hay sentimientos que ni la monarquía puede comprar. 

Todo comenzó cuando, en julio de 1981, Diana se unió a la realeza inglesa mediante el enlace matrimonial con el príncipe Carlos III, el heredero de la Corona británica.  En su momento, fue un tema controversial. Era difícil entender cómo un príncipe de sangre real se había casado con una joven que ciertamente no pertenecía a su clase. No obstante, solo fue cuestión de tiempo para que el público se enamorara de la nobleza de la joven y todos la conocían como Lady Di. Todo fue alegría cuando en 1982 la princesa dio a luz a su primogénito Guillermo de Gales, siguiéndole Enrique duque de Sussex, en 1984. 

Aunque la pareja no había mostrado su verdadera realidad ante el público. A partir de 1986, la prensa sensacionalista británica comenzó a divulgar los indicios de una posible crisis matrimonial. Había rumores sobre dramas e infidelidades entre la pareja. Después de todo, ser princesa no era tan sencillo.

En diciembre de 1992, se confirmó el divorcio entre Diana Spencer y Carlos III. Para firmar los papeles usó un famoso vestido, bautizado como «el de la venganza». Un hermoso traje de encaje, corto y negro, el cual generó bastante polémica entre el sector más conservador, que lo juzgó como inapropiado para una ocasión tan sensible como la aprobación de un documento que daba por acabado un matrimonio.

Este cambio marcó el comienzo de una nueva vida para Diana, un reflejo de esa nueva libertad era que ya no estaba obligada a seguir ciertas normas y costumbres de la monarquía, aunque quedaban distintos problemas personales que la Corona le había ocasionado.

Nacida el 1 de julio de 1961, a sus 36 años la hermosa princesa escapó de su prisión de oro. No obstante, su vida hallaría un final insospechado en un accidente automovilístico, ocurrido en París (Francia), mientras intentaba escapar de las cámaras de los paparazzis junto a su amante, Dodi Al-Fayed, donde ambos perdieron la vida.

Fue una desgracia que impactó dentro y fuera de su país, pues su dulce personalidad le había ganado un puesto en los corazones de muchos. Su muerte para algunos sigue siendo una incógnita, exponiendo a los habitantes de la casa real como posibles responsables de dicho accidente en el que, por casualidad, todos dentro del auto murieron, menos su guardaespaldas.

La princesa Diana fue ejemplar, por su transparencia y humanidad. No tuvo un final feliz como en cualquier cuento de hadas, esos de castillos y princesas. El caso de Lady Di muestra la rigidez y la complejidad del sistema monárquico. Ella nos enseñó cómo una mujer con una personalidad bien definida, puede ser relevante para el planeta entero, dejando una huella de gran valor en la historia.

En octubre del 2012, mi abuela Irma estuvo muchos días enferma de una gripe que parecía ser de las normales e inofensivas.

Eran las 10:00 p. m. cuando empezó a sentirse muy mal. Tuvieron que llevarla de emergencia al hospital. Al principio la atendieron por el resfriado, pero, conforme fueron pasando los días, veían que no había una mejoría; no sabían a ciencia cierta qué tenía, así que decidieron informar a su esposo que no podían tratar esa enfermedad, era necesario trasladarla a un hospital de la ciudad capital. El gran problema era que no contaban con los recursos económicos suficientes para internarla en ese nuevo centro médico. Sin embargo, sin saber cuánto dinero necesitarían, decidieron mover a la abuela para que recibiera el mejor cuidado posible. 

El 27 de octubre se encontraba en el hospital capitalino, ahí los doctores tampoco estaban claros de qué padecía mi abuela y toda nuestra familia la veía cada vez más y más deteriorada. Los días seguían su curso hasta que mandaron a Irma al área de Cuidados Intensivos porque le estaba costando respirar. Esto significaba aún más gastos. Pasó ocho días en coma, con un tubo por la boca que mandaba oxígeno hasta sus pulmones. 

Los doctores nos decían que ella ya no iba a salir de esta enfermedad, que iba a morir, porque rara vez alguien sobrevivía a ese tipo de cuadro clínico. No podíamos creer que fuera a fallecer y nunca perdimos la fe; depositamos todo en las manos de Dios para que Él hiciera su milagro, ¡y así pasó! 

Días después nos dijeron que debían practicarle una traqueotomía, porque ella mordía el tubo por el que la alimentaban y por donde pasaba el oxígeno. Le hicieron una abertura del tamaño de una moneda, en el centro del cuello. Para entonces ya había transcurrido un mes desde que mi abuela se encontraba en ese lugar; mi abuelo estaba preocupado debido a que no sabía si su esposa iba a salir bien de ahí. A la semana siguiente el médico le informó que mi abuela ya estaba lista para salir de aquella sala, no obstante, debía permanecer internada por unos días en otra área de menos riesgo. Alegre por la noticia, nos contó lo que le había dicho el galeno. 

Cada mañana veía cómo mi abuela se iba recuperando de una manera sobrenatural; eso era gracias al milagro que Dios estaba haciendo en su vida. Los especialistas quedaron impresionados por cómo ella logró combatir y vencer una severa neumonía.

El 12 de diciembre del mismo año a mi abuela la dieron de alta, pero tenía que regresar a la capital cada ocho días para un control; así lo hizo durante tres meses seguidos y de esa manera se dieron cuenta de que ella también había tenido una trombosis en la arteria principal del corazón que nunca había sido diagnosticada. Hasta que finalmente se recuperó.

¡Mi abuela es un milagro!

En mi escuela hacen actividades interesantes, pero nunca esperé que una persona tan luchadora como Ilda de Soriano llegara aquí. En el auditorio donde estaba experimenté una emoción que hace tiempo no sentía, al escuchar su interesante historia. 

A los nueve meses de nacida le diagnosticaron anemia falciforme y talasemia, por lo que debió quedarse en el hospital durante años. Fue hasta los seis que se dio cuenta de los límites que sus enfermedades le causaría, no podía jugar como los otros niños, pero comprendía todo. 

Hasta sus doce estuvo hospitalizada. Entre dolores e inseguridad, pero con mucha fe, plasmó sus anécdotas en cuadernos, así le surgió la idea de escribir un libro para ayudar a otros niños con esta enfermedad a superar cualquier obstáculo y a saber que de cualquier dificultad se puede salir triunfante.

Así comenzó la gran aventura y el reto de relatar su propia experiencia en un mundo incierto, pero con un futuro maravilloso. Fue hasta los veintiocho años que Ilda empezó a cumplir su deseo de publicar su propia obra. Tocó muchas puertas pidiendo ayuda, unas se abrieron y otras no, pero jamás se dio por vencida. Y así adoptó el lema “La señora vergüenza toca las puertas”.

Durante el tiempo que se esforzó para publicar también creó conciencia mediante escritos, revistas, periódicos, conferencias y sitios web sobre la anemia falciforme.

En sus momentos libres pudo, poco a poco, escribir su libro Vidas de cristal y a sus 38 años finalmente logró sacarlo a la luz y montó también su propia empresa Talita Cumi. Todo ha sido con un padre ausente, que por su genética le heredó la enfermedad; no obstante, la situación no impidió que realizara sus metas.

Debido a la talasemia le pusieron varias prótesis y debió usar andaderas que jamás frenaron sus pasos gigantes de superación. Actualmente, Ilda trabaja en una empresa de contadores y tiene una pareja. 

En su intervención, Ilda nos compartió a mis compañeros de escuela y a mí frases motivadoras como: “No hay dolor leve o fuerte que no sea dolor” o “callar por la vergüenza es una elección errada”. Al terminar su historia, todos en el auditorio aplaudieron. Me dejó tan motivado y agradecido que cuando terminó la presentación me quedé para hablar con ella. Me dijo que lo logrado y superado fue por la ayuda de Dios y de su familia y que al completar su libro se sintió satisfecha porque al fin se pudo expresar y contar quién es Ilda de Soriano.

Hoy vengo a contarles una historia de vida y superación de una persona que, a pesar de sus logros, le gusta que le llamen «maestra». Estoy hablando de Dalys Nereyda Castillero.

Todo empezó el 19 de febrero de 1937, cuando vino al mundo, en la provincia de Los Santos; aunque recuerda que sus padres solían discutir su fecha de nacimiento —si había sido el 18 o el 19—, pero ella siempre dice 19, mientras sonríe.

Estudió en la Escuela Normal de Santiago. Con el propósito de ser la mejor docente, llena de expectativas para cumplir todas sus metas y sin importar las dificultades en aquel entonces por las condiciones de pobreza del país, aceptó el reto de educar. «Sí puedo enseñar a los niños a ser felices».

Después de cuatro años de labor promovió en conjunto con los padres de familia un carnaval al estilo santeño, con el fin de recaudar fondos para construir cinco aulas nuevas, porque en la escuela no había suficientes salones de clases.

Con los fondos también organizó el primer comedor escolar para veinticinco niños humildes, con el apoyo de la maestra Evelia de Valdez. Cuenta que fue maravilloso ver cómo niños de familias donde el pan era un lujo, podían ir a la escuela, comer para tener buena salud y estudiar mejor.

Hizo su vida en la provincia de Chiriquí, donde se unió voluntariamente al grupo de las Damas Grises de la Cruz Roja de la ciudad de David, en el que se brindaba apoyo a mujeres para que pudieran salir adelante y ganarse el respeto de la sociedad. 

La maestra Dalys, como le gusta que le llamen, se jubiló en el año 1984; pero su labor no terminó allí, ella siguió con esas energías para brindar sus servicios a la sociedad. 

Laboró como jefa de personal en la oficina regional del Ministerio de Trabajo, fue subdirectora de la Oficina de Regulación de Precios, hoy conocida como Acodeco. Además, fue presidenta de la Cooperativa de Jubilados y Pensionados, donde logró la construcción del local que aún existe en la ciudad de David. Ha ayudado a muchos panameños, jóvenes y adultos en su diario vivir, profesionalmente y con dificultades y necesidades.

También fungió como subdirectora de la Lotería Nacional Regional de Chiriquí y allí tuvo ideas maravillosas para hacer labores sociales. A pesar de ser santeña, ama dicha provincia que le abrió caminos de amor y triunfos.

Actualmente es vicepresidenta de la Asociación de Sobrevivientes de Cáncer, en Chiriquí. Su mayor reto fue superar dos tipos de cáncer, tuvo que luchar con dolores y miedos. Con una fe gigante afrontó ambos.

Ella asegura haber sido bendecida por Dios dos veces, sobre todo porque su familia y amistades siempre estuvieron allí acompañándola en la batalla. Sus hijos, sus pilares amados, nunca la notaron débil y las personas siempre la veían sonreír y amar el folclor panameño.

De hecho, todos los años, como fundadora de la Asociación de Santeños, sale a las calles de David en un desfile cargado de tradiciones y alegría, donde no faltan las carretas y bueyes de su tierra natal. Allí se le mira llena de energía y orgullo cantando Santeño quisiera ser.

La maestra Dalys Nereyda Castillero es para mí un gran ejemplo a seguir, no solo por sus aportes al país, sino también por su forma positiva y entusiasta de llevar la vida con un “sí se puede”. Muchas personas tienen una discapacidad, una enfermedad o muchas excusas que los limitan a cumplir sus sueños, pero la historia de la maestra nos demuestra todo lo contrario.

Dalys Nereyda nos inspira para siempre sonreír y luchar… En algún momento, cuando visiten Chiriquí, recuerden que al buscar a esta bella dama deben llamarla, simplemente, “maestra”.

Todo comenzó el 11 de marzo de 1974, día en que nació una niña con pocas posibilidades de sobrevivir, en un hogar pequeño y con muchas carencias. Débil y pequeña sobrevivió con un corazón decidido a ser grande, así lo demostró en cada paso que daba, no se rendía, estudiaba porque soñaba con ayudar a su familia.

Desde temprana edad empezó a laborar para pagarse sus estudios y aportar en casa, y desde entonces pensó: «¿Por qué tengo que trabajar para alguien? ¡Quiero ser mi propia jefa!». Desde ese momento tuvo un fuerte deseo y empezó a esforzarse mucho para convertirse en una profesional exitosa. Luego de varios años terminó su bachillerato e inició el camino del emprendimiento.

Al inicio montó una pequeña oficina para realizar trabajos de levantamiento de texto (se basa en desarrollar tesis de grado y trabajos investigativos). Su primer negocio no fue muy exitoso, pues los amigos de lo ajeno le robaron en dos ocasiones sus equipos y todo lo que tenía allí; esto la llevó a cerrar y laborar para otros nuevamente.

Pero ¿qué creen, que se rendiría? ¡No señor! En su mente seguía esa luz, esa ilusión de trabajar para ella, quería demostrar que con esfuerzo, perseverancia y disciplina se pueden lograr los sueños.

Siguió estudiando hasta conseguir su licenciatura en Administración de Empresas, lo que tampoco fue fácil, pero le abrió otras posibilidades. Para graduarse realizó unas pasantías en una firma reconocida de la ciudad. Allí cada día se apasionaba más por aprender sobre las leyes comerciales y laborales, fue entonces cuando unos extranjeros observaron sus capacidades de liderazgo y la reclutaron para que administrara un negocio que ellos estaban instaurando en la provincia de Chiriquí.

Deseosa de aplicar sus conocimientos, aceptó. Ahora tenía nuevas relaciones profesionales al lado de quien en ese momento era su novio, con quien abrió un negocio, y al tiempo trabajaba con una firma extranjera.

Esta mujer emprendedora es Amarilis Castillo, mi madre. Demuestra que, cuando se quiere algo, se logra con mucho esfuerzo; además, es digno ejemplo de superación tanto para sus hijos, como para su familia y amigos. No le tiene miedo al trabajo y cada reto es una nueva experiencia para ella. Como reza la frase: “Detrás de cada éxito, existe una mujer con grandes ideas”.