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—Pero abuela, ¿qué fue exactamente lo que la motivó a marcar la diferencia en la sociedad, respecto a la población femenina? —pregunté, ajustando la sábana que cubría nuestros pies, esperando con curiosidad su respuesta.

—Ah, bueno, hay un incidente específico que recuerdo claramente hasta el día de hoy, aunque sucedió ya hace casi 60 años —dijo, acomodándose como si fuera a comenzar una larga historia. 

Así inició su relato:

Mi madre iba a dar a luz a su quinta hija, mi hermana menor, y todos estábamos en el hospital de la pequeña ciudad de Savarkundla (India) esperando los primeros llantos del bebé. Caminaba por el pasillo cuando de repente escuché un alboroto en un cuarto cercano. Resultó que la familia en la habitación contigua a la nuestra también esperaba una hija, lo que explicaba su ansiedad. Me detuve cerca de ellos sin querer invadir su privacidad, pero tampoco pude detener mi curiosidad.

«¡Felicidades! ¡Han sido bendecidos con una niña!», escuché. 

La voz de la enfermera resonó en el pasillo del hospital mientras sostenía un pequeño bulto rosado para que todos lo vieran. Se podía cortar la tensión con un cuchillo tan pronto como esas palabras no deseadas salieron de su boca.

Tener una niña significaba casarla a una temprana edad, lo que supondría trabajar más duro para pagar una dote que solo traía tensión en las familias.

«Lo sabía, debíamos haber alimentado a la madre con más semillas de coco. Ya había hablado con el sacerdote y él había garantizado un hijo», murmuraba enojada la abuela culpando a la madre del género del bebé. 

Hasta ese momento, solo había escuchado hablar de esas situaciones. Aquel incidente fue una revelación y provocó un impulso ardiente de ayudar a las mujeres en todos los aspectos, para demostrar a la sociedad que ellas eran tan capaces como los hombres.

—Entonces fue en ese momento cuando decidió que quería ayudar a las personas, en especial a las mujeres —interrumpí a mi abuela en su relato—. Pero ¿cómo lo hizo?, ¿cómo logró impactar a una sociedad predominantemente machista siendo mujer?  

Ella siguió su narración:

Mientras crecía con mis otras cuatro hermanas, mis padres se aseguraron de que tuviéramos acceso a una educación adecuada, que me enseñó todo lo que sé hoy y me llevó a esta posición donde fácilmente puedo dedicar mi vida a ayudar a los demás. Sin una formación óptima, no estaría en ninguna parte. Me di cuenta de esto después de completar mi maestría. Llegué a comprender lo privilegiada que era. También descubrí que el 95% de las niñas del pueblo en el que vivía en aquel momento no contaban con esa oportunidad.

Esto se debía principalmente a que las mujeres se casaban jóvenes y dedicaban su vida a las tareas del hogar. Las familias sentían que no tenía sentido educar a sus hijas y gastar su dinero en niñas que no les iban a ser útiles, por lo que las mujeres fueron incapaces de ganar dinero y valerse por sí mismas, incluso cuando estaban en problemas. 

Teniendo en cuenta lo anterior, decidí construir tres escuelas para niñas con educación gratuita, con el fin de alentar a las familias a educar a sus hijas. Quería ver a las mujeres triunfar en la vida, lograr sus metas y alcanzar sus objetivos.

Sin embargo, la educación no era el único factor que estaba considerando. En esos tiempos las mujeres tampoco recibían tratamientos adecuados en el sector de la salud. Entonces, hace un par de años, junto a un grupo comenzamos una organización e inauguramos nuestro primer hospital. Es gratuito y promete el mejor tratamiento a todos los pacientes, sin prejuicios. Se ejecuta completamente con donaciones de diferentes personas y ha ayudado a millones a recibir atención médica digna. Si no hay una buena salud, entonces no tiene sentido la educación. 

Hasta ahora no me había dado cuenta del impacto total que tenía mi abuela Chandrika Kamdar Ghelani en la sociedad, específicamente en su pueblo. Esto me hizo mirarla con una luz distinta, un nuevo respeto y valor. Ella es una mujer de poder, y también lo son todas las féminas cuando les dan los recursos necesarios para  brillar.

Wendy era una niña amable y risueña. Se divertía jugando con sus hermanas en el jardín de su casa, soñaba con ser de mayor una exitosa profesional, tener un esposo e hijos para vivir feliz con su familia. Pero no todo fue como ella lo esperaba.

Creció hasta convertirse en una hermosa chica, muy dedicada a sus estudios. Un día una muchacha llegó al pueblo y se instaló como vecina de Wendy, quien luego de un tiempo le presentó a un joven que la visitaba.

Así fue como Wendy conoció al muchacho con el que se comprometió. En cuestión de meses ya estaba embarazada. Pero cuando le contó al chico, él huyó sin querer admitir responsabilidades con ella y el bebé en camino. Su corazón se quebrantó. Contó lo ocurrido a su familia, quienes la apoyaron.

Tuvo que dejar sus estudios para concentrarse en el bienestar de su criatura, hubo un tiempo en que se sintió muy sola e inútil, tenía la necesidad urgente de hacer algo, así que buscó un trabajo. Encontró uno de medio tiempo en un hotel, tuvo muchas amigas en su empleo, pero al parecer a la líder no le agradaba Wendy.

En cierta ocasión se encontraba limpiando el piso de una de las habitaciones cuando entró la mujer, esta vio fijamente el lugar y empezó a desordenar, tiró todo al suelo; después de dañar el trabajo hecho, dijo a Wendy, de forma prepotente: «Este cuarto está mal arreglado. ¿Qué rayos se supone que hiciste? ¡No arreglaste nada, todo está mal, vuelve a hacerlo!».

Cuando la mujer se retiró, Wendy empezó a llorar. Al escuchar esta historia me pregunté: «¿Cómo es posible que esa mujer le pudiera hacer eso a otro ser humano? ¿Cómo es posible que actuara de tal forma y sin compasión, viendo su condición de embarazada?».

Justamente, por su embarazo y su necesidad económica Wendy se vio obligada a seguir trabajando allí,  hasta que renunció para dar a luz a su hijo.

El bebé nació con problemas respiratorios, los médicos le dijeron que era probable que muriera a los meses de nacido. Esta noticia la impactó a ella y al padre de la criatura. Para ese momento el hombre había regresado con ella, pues estaba ilusionado con ser papá, le prometió esta vez sí la apoyaría en todo lo que pudiera.

El tiempo pasó, la relación se formalizó y todo parecía bien encaminado hasta que él la engañó, lo que motivó una separación. Se divorciaron después de que tuvieron juntos tres hijos, y aunque esa ruptura le dolió mucho a ella, volvió a desmostar la firmeza de su carácter, dispuesta también a superar esta difícil etapa.

Ella continuó sus estudios y logró ser una exitosa abogada, un ejemplo para sus hijos. Cada vez que ve al mayor de ellos sonríe, pues es un milagro que esté vivo.

Wendy siguió adelante y es feliz junto a su familia, como lo soñó de niña. Ella agradece a Dios por todo lo obtenido, por darle las fortalezas necesarias para superar todas las adversidades, hasta sentirse feliz y realizada.

Un día estaba comiendo palomitas acarameladas con una gaseosa sabor a uva cuando me puse a pensar en cómo sería mi futuro. A menudo medito sobre eso. Escuchaba música de mi agrado mientras reflexionaba en cómo podía lograr esos sueños que tengo. Sé, porque lo he visto, que hay mucha competencia en el mundo laboral. Entonces, analizaba que allá afuera hay miles de personas queriendo lograr lo mismo que yo, y surgía la pregunta: ¿Podré alcanzar mis metas o no?

Ese día recuerdo que mi madre quería que le bajara el volumen a la radio, me invitó para que la acompañara a ver por televisión las anécdotas de Adriana Macías. Me senté para conocer más sobre este personaje de la vida real, además de que me encantan esos momentos de convivencia con mamá. Todo comenzó perfecto, tenía la curiosidad de saber quién era la persona; al momento de escuchar sus experiencias, anécdotas y frases muy motivadoras quedé realmente sorprendida.

Se trata de una mujer que nació sin brazos, pero su condición no ha sido una limitante en su vida. Utiliza sus pies para todo: cocinar, escribir e incluso tocar el violín… Me inspiró mucho su actitud, me intrigaba saber cómo pudo lograr todo lo que anhelaba, seguramente enfrentaría burlas y muchos otros desafíos.

En ese momento recapacité, a manera de pregunta: «¿Cómo es posible que yo, que no tengo una discapacidad, que gracias a Dios me envió completa pueda dudar por un momento de ser capaz de alcanzar eso que quiero? A partir de allí cada vez que me llega una de esas crisis existenciales, solo reviso algunas de las frases de Adriana. Siento que todo lo que ella habla, y cómo lo dice, es realmente inspirador.

Es mexicana, escritora, abogada y excelente conferencista. Sus lemas son muy motivadores, entre mis favoritos está: “No te enojes, recuerda que la gente no te hace cosas, la gente hace cosas, tú decides si te afectan o no». Cuando leí este pensamiento me dije a mí misma: «Eso es verdad, Lisseth, está en tus manos decidir si lo que te dicen te afecta o no».

¿Por qué pienso en la superación personal? Porque a mi edad también enfrento situaciones difíciles, ya sean económicas o personales. Por momentos tengo experiencias poco placenteras, por ejemplo cuando los compañeros en el colegio me hacen sentir incómoda, también algún pequeño defecto físico que pueda tener… Todas estas vivencias llegan a desmotivarme, pero sé que debo tener presente que, aunque hay personas que no me apoyan, también existen muchas otras que quieren lo mejor para mí.

Y esas que están de mi lado se convierten en la luz en mi camino. Saber que están allí para apoyarme me hace muy feliz. Una de ellas es Adriana Macías. A pesar de que no nos conozcamos, sus experiencias han entrado de forma poderosa en mi vida; ella me inspira y se ha ganado mi completa admiración.

Les recomiendo sus libros de superación, son interesantes, los he leído y me han ayudado a tener una mejor perspectiva de mi futuro. Espero que tú nunca te rindas, que pase lo que pase siempre te digas a ti mismo: “Yo puedo”, así como lo hacen otras personas con tal vez menos virtudes o facultades físicas.

Constantemente pasamos por etapas complicadas, sí, pero es necesario recordar que el sol sale incluso después de la peor tormenta. Y cuando llegan esos tiempos difíciles, podemos motivarnos con algún referente, como Adriana Macías.

¿Qué simbolizan las mujeres? Cada quien se puede responder, pero recordemos que ellas son inteligentes, empoderadas, fuertes, independientes y dispuestas a cambiar el mundo desde sus propias vivencias. En este caso te hablaré de una dama muy especial, mi mamá. Su vida tiene muchas anécdotas que contar, que me inspiran a escribir sobre ella.

Mi mamá da lo mejor de sí misma, siempre velando por los mejores intereses de las personas que ama, y enseñando con el ejemplo. Es una emprendedora. Recuerdo cuando inició su proyecto de elaboración de piñatas, no sabía qué nombre colocarle y pidió mi opinión, pensé en la alegría que ella provoca y le dije: «¡Ya sé, mamá, ya sé!, se debe llamar Chispita de Sorpresas», una idea de la cual estoy orgullosa.

La señora Dureyda Garrido siempre honra su palabra, aunque se tenga que quedar despierta toda la noche. La admiro mucho por su tenacidad, veo cómo se desvela estudiando o trabajando, buscando lo mejor para los suyos y cumpliendo con sus clientes. Como ella dice: «Haz las cosas como quisieras que las hagan contigo, poniéndole amor a lo que haces, aprendiendo más cada día». Y eso no significa que ella no haya pasado momentos difíciles, pero siempre con la cabeza en alto, luchando de forma valiente, pase lo que pase.

Aunque nos corrige fuerte, sé que lo hace porque nos ama. Mi mamá me tuvo a temprana edad, mi llegada complicó su realidad, pues tenía que atenderme, y al mismo trabajar y dar su mayor esfuerzo en la universidad. Decidió dejar los estudios para laborar y cuidarme, pero nunca renunció a sus metas.  Años después entró nuevamente a la facultad y se graduó el 25 de junio de 2022 como Técnico Superior en Psicopedagogía con Énfasis en Necesidades Educativas Especiales. Con su ejemplo me ha demostrado que no debo rendirme a pesar de las circunstancias y que siempre debo seguir soñando.

Ahora estudia la Licenciatura de Psicopedagogía y también trabaja. Siempre alegre y enfocada en varios principios de vida como este:  “El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un obsequio, por eso se llama presente para que rías, vivas y cantes, pero, sobre todo, para que seas feliz”.

Esa es mi mamá, una mujer que inspira con todos sus esfuerzos, guerras y batallas. Por eso te aconsejo: siempre aprecia a tu madre por los sacrificios que hizo por ti, acuérdate de que solo tienes una, no olvides cuando te dice «levántate, tú puedes» y que, por encima de todo, ella te amará toda la vida.

Daniela Álvarez fue Señorita Colombia en 2011. Nació el 24 de mayo de 1988, en Barranquilla. Es presentadora y modelo. Me inspiró a seguir adelante a pesar de las pruebas que enfrentemos. Su vida me impactó de tal manera, que entendí que todo tiene un propósito. Ella me hace recordar la importancia de ser fuerte sin importar las dificultades, de luchar por mis sueños y de levantarme con más fuerza que antes cuando caiga.

Su vida cambió de un momento a otro y de manera radical, a raíz de un chequeo médico donde le detectaron una masita en su abdomen que debía ser retirada. Tras una operación, encontraron el pequeño bulto pegado a su aorta, pero al quitarlo la arteria se cerró. Enseguida tuvo que ser intervenida una segunda vez para colocarle un injerto, el cual su cuerpo rechazó. Después vino una tercera cirugía con otro tipo de injerto.

La arteria aorta quedó muy bien, pero sufrió una isquemia y sus dos piernas se vieron afectadas. Esto la llevó a una cuarta operación que buscaba que llegara sangre a sus pies, pero no fue suficiente. Todo esto la condujo a la más dura decisión: entrar a una quinta intervención para amputar su pierna izquierda.

Ella ama el baile, es muy alegre, a pesar de haber pasado por tanto. El 13 de junio de 2020, en la Clínica Cardioinfantil, en Bogotá, le realizaron la amputación. La exreina contó con el apoyo de todos sus familiares y médicos, en especial de su hermano Ricardo Álvarez; enfrentó un proceso difícil, sabiendo que debía interrumpir muchas de las actividades que amaba, al menos por un tiempo, mientras se recuperaba y se adaptaba a su nueva realidad.

Hoy en día puede volver a bailar, es la joven feliz de siempre y lucha por sus sueños. Su tesón y voluntad para alcanzar lo que se propone parecen no tener límites. Ese proceso lo superó con fe y fortaleza de la mano de sus familiares, en especial de su madre, su pareja y su hermano. Pudo progresar con medicamentos y tratamientos, sin lamentarse por la pérdida de una pierna y viendo la vida de manera distinta.

Al ver su experiencia, me animo a vivir como si no hubiese un mañana, dando todo de mí en cada mínima acción, sabiendo que las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro. Daniela es un ejemplo porque nos hace ver que los obstáculos más difíciles pueden vencerse. “Nada te queda grande, guerrera de mil batallas”, son palabras de su madre, Sandra Vásquez.

Daniela Álvarez es alguien que me inspira a mí y a muchos jóvenes con la misma condición que ella. Creó la Fundación El Nogal, en Bogotá, dirigida a ayudar personas con discapacidades físicas y de escasos recursos económicos, dándoles esperanza. Sin duda, ella es un ser maravilloso que no se doblega ante los desafíos de la vida y se sobrepuso a su propia pérdida, es una mujer sin limitaciones.

En Puerto Armuelles, provincia de Chiriquí, nació Ivonne Marisol Torres Atencio, cuarta hija de seis que tuvo la pareja conformada por María Félix Atencio y Eliodoro Torres. Niña soñadora que, con esfuerzo y talento, se convertiría en una destacada científica panameña.

Desde pequeña destacó en los estudios. Cursó primer grado en la escuela República de Haití, luego estuvo de segundo a quinto grado en Villa Catalina y terminó su primaria en Nuevo Arraiján, provincia de Panamá Oeste. Los traslados a estos diferentes planteles fueron a causa de las mudanzas familiares. Después hizo todo su primer ciclo en Nuevo Arraiján.

Ivonne sentía afinidad hacia las Matemáticas, pero fue cuando escogió Bachillerato en Ciencias, en la Escuela Secundaria Pedro Pablo Sánchez, de La Chorrera, donde materias como Química y Biología le llamaron la atención. Sabía que se inclinaría por una carrera en el área de las ciencias de la salud, pero nunca pensó en Medicina.

Cuando terminó su bachillerato se ganó una beca para realizar sus estudios universitarios, por las excelentes notas que tenía. En el momento de realizar los exámenes de admisión ingresó a Odontología, pero como era por cupo tuvo que esperar un semestre más. Dentro de las opciones en el área que deseaba también estaba Farmacia, carrera que desarrolló.

En el tercer año de la carrera veía la materia de Farmacología, dictada en la Facultad de Medicina. Allí fue que experimentó una mayor inspiración por las ciencias exactas, a tal punto que hizo su tesis de grado y más tarde, al graduarse con honores, la invitaron a participar como profesor asistente e inició su carrera como docente de manera parcial. A la par trabajaba en una farmacia hospitalaria en la que ganó experiencia y descubrió otra dinámica de trabajo.

Hizo su maestría en Ciencias Biomédicas y luego, con una beca doctoral, realizó sus estudios en Farmacología en Barcelona (España), durante cuatro años. Cuenta que durante su preparación tuvo personas que la inspiraron, respaldaron y orientaron. Pero quien la llevó por el camino de la docencia y la investigación fue Melita Rodríguez, catedrática en Farmacología, quien fue su directora de tesis de grado.

Posteriormente, Ivonne realizó una maestría en el área de su especialidad y también la profesora Melita Rodríguez fue su directora de tesis, con quien además publicó un artículo en una revista científica.

Así como Ivonne ha tenido mentores, ella ha sido inspiración para otros. Al respecto cuenta esta anécdota: “Un día fui al hospital para ser atendida, cuando llegó mi turno vi un rostro familiar, pensé que era cosa mía, pero el médico dijo: ‘¡Tiempo sin verla, profesora Ivonne!’. En ese momento sentí una gran emoción al ver que sembré un árbol que dio frutos en él”.

Su mayor consejo es que hagas lo que te gusta y te apasiona. «Trabajar con vocación es lo más gratificante, algunas veces las recompensas no son inmediatas, pero llegan, porque el esfuerzo vale la pena».

Ivonne recomienda que creas en ti y tengas perseverancia en tus estudios, sacarles el mayor provecho y estar orgulloso de tu esfuerzo, no importa si nadie lo nota en el momento, igual estarás avanzando y los frutos serán visibles para los que te rodean.

Panamá ha sido tierra de mujeres muy talentosas que han llenado de orgullo a nuestro país. Aquí quiero recordar a una de ellas: Rosa María Britton.

¿Quién fue? Doctora en Medicina con especialización en Ginecología. También fue una escritora muy reconocida a nivel nacional e internacional por sus quince obras que pertenecían a diversos géneros literarios, como el cuento, la novela, el ensayo y el teatro.

Con sus novelas ganó en tres ocasiones el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró, el más importante reconocimiento literario en Panamá; también otras tres distinciones en ese género en el extranjero. En materia de relatos, obtuvo otro Ricardo Miró y cuatro más fuera de nuestras fronteras. Logró también un premio César como escritora del año en Estados Unidos, entre muchos otros logros.

Ese talento plasmado en sus escritos es digno de admirar. Disfruto al leer sus obras y me produce un sentimiento de pertenencia cada uno de los triunfos que obtuvo.

Fue enviada a estudiar a Cuba en un proyecto de internado organizado por monjas, donde terminó su bachillerato. Continuó su aprendizaje en la Universidad de La Habana, pero la inestabilidad política en la isla la llevaron a cambiar su ruta de formación hacia Madrid (España), donde se graduó de Medicina y Cirugía. Me imagino que fue algo muy estresante esa transición, pero el objetivo estaba bien definido: lograr el conocimiento necesario y terminar sus estudios superiores.

Cuando estudiaba en la Universidad Complutense de Madrid conoció a quien sería su esposo, el ingeniero estadounidense Carl Britton. Se fueron a vivir a Estados Unidos. En California llevó a cabo su internado y su especialización en Ginecología, Obstetricia y Cirugía Oncológica. Más tarde ejerció la profesión médica en Nueva York.

Interesante cada uno de los éxitos que obtuvo en el extranjero, destacando y mostrándose siempre orgullosa de ser panameña. Decidió regresar a su país natal luego de veintitrés años, en compañía de su familia. Su esposo obtuvo un trabajo en la Comisión del Canal y ella continuó su servicio médico, logrando integrarse en el Hospital Santo Tomás, donde destacó por su dedicación y esfuerzo.

Es impresionante ver cómo, a pesar de tener una vida cómoda en otro país, se mueve con su esposo y sus hijos y continúa dando su servicio a los demás en Panamá. También hay que destacar que no dejó apagar su otra pasión, la escritura, incursionando en distintas vertientes. Su familia la inspiraba. De alguna manera todas las vivencias que tenía con ellos las expresaba en sus obras.

En 1982 publicó su primer libro Ataúd de uso donde quedó de manifiesto su talento en la literatura. Sus amigos y compañeros la animaron a participar en el concurso Ricardo Miró, y cuál fue su sorpresa al ganar el premio; esa fue la puerta que le abrió la senda a muchos otros premios y reconocimientos.

Esta es una mujer que inspiró a través de las letras, por medio de sus vivencias, y también con su servicio en el ámbito de las ciencias. En definitiva, Rosa María Britton es un personaje digno de admirar y recordar.

Algunas de sus obras más leídas son: El señor de las lluvias y el viento, ¿Quién inventó el mambo?, Esa esquina del paraíso, Banquete de despedida, Laberintos de orgullo y Suspiros de fantasmas.

Falleció el 16 de julio de 2019 a causa de cáncer. Fue ese mismo año que mi madre me habló de Rosa María Britton. Una mujer que, aunque ya no esté con nosotros, sigue siendo fuente de inspiración mediante sus obras literarias y su ejemplo de vida.

 Isabela Barranco creció en una pequeña familia que vivía en Betania, en la ciudad capital. Su casa estaba en el medio, hacia la cima de una montaña. Había muchos vecinos y todos eran muy unidos. Con sus amigos jugaban, reían y se divertían. Ella guarda esos gratos recuerdos.

Su papá trabajaba en el Canal de Panamá y su mamá tenía un pequeño salón de belleza en su casa. Estudió toda su etapa escolar en el Instituto Panamericano, su alma mater, hasta graduarse en 1991.

Cumplió a cabalidad con todo lo que un padre espera de un hijo. Fue buena estudiante, por lo que hizo su práctica profesional de bachiller en el Citibank. Seguido, estudió mercadeo en la Universidad Santa María La Antigua, graduándose en 1995. No se detuvo en su formación, pues dos años más tarde obtuvo un postgrado en Alta Gerencia en la Universidad del Istmo. Su último trabajo, antes de emprender su propio negocio, fue en la Asociación Panameña de Crédito, desde 1998 hasta el 2008.

Para el 2007 contrajo nupcias con Roberto Gomes. En el año 2009 tuvo a su primera hija, Isabela Sofía. 

Nueva experiencia

Luego de tomarse un tiempo, decidió emprender su propio negocio. Ella quería algo diferente e innovador. Aunque hasta el momento había seguido un patrón socialmente establecido, era hora de algo distinto.

Un factor importante a considerar era que le gusta mucho viajar. Tomó esos dos años para visitar ferias donde las grandes empresas exponían sus negocios, con el fin de conocer lo que se estaba ofreciendo en el mercado internacional y así poder hacer una propuesta atractiva para el público panameño. 

Después de muchas horas de trabajo, investigación y concretar ideas, creó junto a su esposo Smile Factory, un lugar para el entrenamiento familiar. 

En el 2011 nació su segundo hijo, Manuel. Para ese tiempo, Isabela y Roberto estaban haciendo los trámites para poner en marcha su proyecto. Encontraron un lugar cerca de Albrook, en una plaza comercial. El 15 de noviembre de 2012 abrió sus puertas el local.

Años después, en 2015, Smile Factory hizo una alianza con Chess Logistic para impartir clases de ajedrez. Isabela escuchó los beneficios de este deporte para los niños y le interesó demasiado. Después de años de entrenamiento y clases con excelentes profesores, los chicos de ese centro han ganado varios torneos.

Cambio de estrategia

Para marzo del 2020 había muchos proyectos en marcha entre la pareja de esposos, pero de manera repentina llegó el COVID-19. Se cerraron las escuelas y se restringió la circulación de personas. Fue la situación más difícil para todos los pequeños y microempresarios, como ella. Isabela estaba enfrente de una dimensión desconocida, tanto en el ámbito personal como el empresarial. Nadie sabía qué era el nuevo coronavirus. Las informaciones del Gobierno y las organizaciones de salud mostraban que no iba a durar poco tiempo, un panorama nefasto para todos. 

Isabela y Roberto analizaron cómo mantener activa una de las ramas de negocio de la empresa, las clases de ajedrez. En menos de tres días las lecciones presenciales se convirtieron en virtuales. A esto le llamaríamos “resiliencia empresarial”.

El momento más crítico de Smile Factory fue el cierre del local en julio de 2020. Era una decisión que no solo le afectaba a ella sino también a los que trabajaban allí y a sus hijos, porque lo veían como una segunda casa. Sin mirar atrás, la empresa continuó con las clases en línea por más de dos años. 

Hoy, con mucha alegría, tras vencer este gran reto, los esposos se esfuerzan en ofrecer herramientas para fortalecer el desarrollo de niños y adolescentes a nivel internacional, dando clases de ajedrez, dibujo, emprendimiento y programación en modalidad virtual.

Después de la experiencia de diez años con Smile Factory, Isabela es fiel creyente del trabajo colaborativo. De hecho, emprendió una nueva alianza estratégica con Ajedrez Criollo, en conjunto con su socio de más de siete años, Roberto Sánchez, quien es campeón nacional de ajedrez.

Esto nos demuestra que, si tú crees en lo que haces, puedes llegar muy lejos. Isabela tiene frases claves que definen su vida: “Querer es poder”, “Lo que tú piensas, tú lo sientes; y lo que tú sientes, tú lo vives”. Ahora sé que con dedicación y trabajo duro todo es posible.

Catherine Kay Stuart nació el 10 de septiembre de 1975. Fue criada en la ciudad de Panamá, en el área de El Dorado. Desde chiquita era muy creativa y mostraba mucho interés hacia la costura, crear maquetas y dibujar. Tenía un verdadero talento. 

Pasaron los años. Estaba convencida de que quería ser diseñadora de interiores, pero todos le decían que se arrepentiría de esta decisión, ya que supuestamente esa profesión no generaba muchos ingresos. A pesar de los comentarios negativos de la gente, ella siguió. No le importaba el dinero, el diseño es lo que amaba y se prometió a sí misma que no se rendiría.

En 1998 Catherine obtuvo su primer trabajo diseñando muebles para una compañía. Disfrutaba mucho este empleo, pero su sueño era hacer algo propio. 

Luego de dos años nació su primera hija, Emily. Ella describe este día como “el más feliz de su vida”. No residía en la casa más grande ni tampoco tenía millones de dólares en el banco, pero era feliz con su pequeña familia en su reducido apartamento.  

A finales de 2005 se enteró de su segundo embarazo. Fue cuando decidió que ya era hora de arriesgarse y hacer su propia empresa, en vista de que su familia estaba creciendo. Así, renunció a su trabajo y empezó a preparar un emprendimiento junto a su mejor amiga y su esposo. Aún embarazada instauró su primera empresa llamada Emily & Co., dedicada a diseños de interiores. 

La diferencia entre esta compañía y las otras es que Catherine tuvo la ingeniosa idea de crear un equipo de trabajadores que incluía plomeros, ebanistas, electricistas, etc. De esta forma podía tener una mejor organización. Poco después, el 9 de septiembre de 2006, una noche antes de su cumpleaños, nació su segundo hijo, a quien llamó Aarón. 

Con el paso de los meses le llegaron diferentes proyectos. Al inicio eran pequeños, como cuartos o salas de estar, pero luego sus contratos se volvieron más y más grandes. Ya no solo hacía casas o apartamentos, ahora también restaurantes y locales la contrataban.

Luego de varios años vio el avance de su establecimiento y el éxito que iba alcanzando. Estaba muy contenta, pero quería más, así que en el 2007 pasó a su segunda empresa, Fabulous Scrunchies, la que se destaca por tener scrunchies o colas de cabello bastante suaves y con colores llamativos. Aunque esta no era tan demandada por los clientes como la anterior, Catherine lo hacía como pasatiempo y pensaba que no afectaría a alguien si lo volvía un negocio.

Tan solo un mes después de su nueva incursión se enteró de su tercer embarazo. Estaba muy asustada, ya que no sabía si podía hacerse cargo de tres niños. Pero siguió adelante. 

El 27 de agosto del 2008 nació Paulina y la mujer seguía aterrada. Según sus hijos, Catherine siempre hacía juegos caseros y procuraba sacar tiempo para estar con ellos, ya que no quería que fueran criados por otra persona. Esas rutinas dieron forma a la frase: “La mejor madre que podemos pedir”, expresada por ellos mismos. 

Sus vidas eran una maravilla. Las empresas de Catherine iban bien, la familia era feliz y no les faltaba absolutamente nada… Hasta el 2020, cuando el COVID-19 llegó a Panamá. El trabajo empezó a bajar por motivo de la cuarentena total a raíz del coronavirus, pero de alguna forma ella se mantuvo positiva ante todo y pensó en maneras de sacar algo bueno de esto, así que se inscribió en clases de diseño digital. 

Ahora hacía sus propuestas desde la computadora y cuando los sitios empezaron a abrir retomó su trabajo. Aunque el proceso de recuperación fue lento, lo logró y su empresa tuvo aún más éxito gracias a que ahora podía mostrar los diseños digitalmente, en 3D, a sus clientes, y de esta forma hacer cualquier cambio necesitado.

Catherine nunca se ve a sí misma como la mejor madre, pero según su hija Paulina, siempre ha llenado su casa con amor y música, que va desde Shakira hasta Sandra Sandoval. Eso, por supuesto, a la par de sus incansables esfuerzos. 

“Mientras me guiaba a través de estos increíbles catorce años, no sé si alguna vez se dio cuenta de que la persona que más quería ser yo, era ella”, resalta Paulina. Actualmente, Catherine y su familia viven felices.

Cuando me propusieron investigar sobre la vida de María Carter, jamás imaginé que se tratara de una mujer tan amada en su barrio y por muchas personas a nivel nacional.

El nombre que aparecía en su cédula era Maud Catherine Carter, pero fue más conocida por su característico nombre de batalla: María Carter «Pantalones». Y cuando uno indaga más sobre su existencia, confirma que fue una persona ejemplar en muchos aspectos.

Dama con una trayectoria digna de admirar, una dirigente comunitaria que iluminó con su entrega y ejemplo a los que la conocieron. Aquí te cuento parte de su historia.

Ella vivió las facetas de esposa, madre, viuda, profesora de Educación Física, atleta, servidora social, política, solidaria, mujer de fe y, sobre todo, un extraordinario ser humano. Fue hasta los 84 años que un cáncer de páncreas nos arrebató a la querida Maud Catherine.

Antes de eso, durante su juventud, por el año 1944, estudiaba y aprovechaba su cultura gringa para vender periódicos de casa en casa en la antigua Zona del Canal. Cuando terminaba la jornada solía bajar en patines hasta El Chorrillo con sus acostumbrados pantalones cortos, de allí vino su apodo de María Carter «Pantalones».

Recorría cada calle de su querido barrio, palpando de cerca las necesidades de su gente. Organizaba actividades a lo largo del año para llevar algo de felicidad, en especial a los niños y a los adultos más necesitados.

Con el paso de los años, sus capacidades físicas mermaron, pero nunca su vocación de servir a los demás. Por 54 años consecutivos organizó fiestas de Navidad a los huérfanos del Asilo de la Infancia. Era común verla detrás de políticos, empresarios y líderes religiosos tratando de conseguir las donaciones necesarias para llevarle alegría a estos niños. Y después también en otras partes de Panamá.

Por esas injusticias que a veces conlleva la vida, su hijo, Carlos Jesús Nieto, rememora que cuando tuvo cáncer «nadie se acordó de ella». «No queríamos dinero, solo que nos ayudaran con los trámites en la Caja del Seguro Social y en el Instituto Oncológico», relata.

Al hijo de María Carter todavía le retumba en la memoria la sentencia del médico que atendió a su madre: «Ella tiene cáncer terminal, se va a morir en tres semanas, llévesela para su casa».

Pocos la visitaron en su lecho de enferma. En la escasa lista resaltaba el expresidente Ricardo Martinelli y su esposa Marta Linares, quienes ayudaron a la familia para agilizar el trámite de reingreso de María Carter al Instituto Oncológico Nacional cuando empeoró. Pero una vez llegó, nunca despertó… Se decretó su muerte el 3 de abril de 2013, a las 7:00 p. m.

Su cuerpo se fue; sin embargo, su memoria sigue vigente en la mente de los habitantes de El Chorrillo, quienes la recuerdan con sus acostumbrados pantalones cortos y sus patines o después con su paso maduro, siempre repartiendo felicidad.