—Pero abuela, ¿qué fue exactamente lo que la motivó a marcar la diferencia en la sociedad, respecto a la población femenina? —pregunté, ajustando la sábana que cubría nuestros pies, esperando con curiosidad su respuesta.
—Ah, bueno, hay un incidente específico que recuerdo claramente hasta el día de hoy, aunque sucedió ya hace casi 60 años —dijo, acomodándose como si fuera a comenzar una larga historia.
Así inició su relato:
Mi madre iba a dar a luz a su quinta hija, mi hermana menor, y todos estábamos en el hospital de la pequeña ciudad de Savarkundla (India) esperando los primeros llantos del bebé. Caminaba por el pasillo cuando de repente escuché un alboroto en un cuarto cercano. Resultó que la familia en la habitación contigua a la nuestra también esperaba una hija, lo que explicaba su ansiedad. Me detuve cerca de ellos sin querer invadir su privacidad, pero tampoco pude detener mi curiosidad.
«¡Felicidades! ¡Han sido bendecidos con una niña!», escuché.
La voz de la enfermera resonó en el pasillo del hospital mientras sostenía un pequeño bulto rosado para que todos lo vieran. Se podía cortar la tensión con un cuchillo tan pronto como esas palabras no deseadas salieron de su boca.
Tener una niña significaba casarla a una temprana edad, lo que supondría trabajar más duro para pagar una dote que solo traía tensión en las familias.
«Lo sabía, debíamos haber alimentado a la madre con más semillas de coco. Ya había hablado con el sacerdote y él había garantizado un hijo», murmuraba enojada la abuela culpando a la madre del género del bebé.
Hasta ese momento, solo había escuchado hablar de esas situaciones. Aquel incidente fue una revelación y provocó un impulso ardiente de ayudar a las mujeres en todos los aspectos, para demostrar a la sociedad que ellas eran tan capaces como los hombres.
—Entonces fue en ese momento cuando decidió que quería ayudar a las personas, en especial a las mujeres —interrumpí a mi abuela en su relato—. Pero ¿cómo lo hizo?, ¿cómo logró impactar a una sociedad predominantemente machista siendo mujer?
Ella siguió su narración:
Mientras crecía con mis otras cuatro hermanas, mis padres se aseguraron de que tuviéramos acceso a una educación adecuada, que me enseñó todo lo que sé hoy y me llevó a esta posición donde fácilmente puedo dedicar mi vida a ayudar a los demás. Sin una formación óptima, no estaría en ninguna parte. Me di cuenta de esto después de completar mi maestría. Llegué a comprender lo privilegiada que era. También descubrí que el 95% de las niñas del pueblo en el que vivía en aquel momento no contaban con esa oportunidad.
Esto se debía principalmente a que las mujeres se casaban jóvenes y dedicaban su vida a las tareas del hogar. Las familias sentían que no tenía sentido educar a sus hijas y gastar su dinero en niñas que no les iban a ser útiles, por lo que las mujeres fueron incapaces de ganar dinero y valerse por sí mismas, incluso cuando estaban en problemas.
Teniendo en cuenta lo anterior, decidí construir tres escuelas para niñas con educación gratuita, con el fin de alentar a las familias a educar a sus hijas. Quería ver a las mujeres triunfar en la vida, lograr sus metas y alcanzar sus objetivos.
Sin embargo, la educación no era el único factor que estaba considerando. En esos tiempos las mujeres tampoco recibían tratamientos adecuados en el sector de la salud. Entonces, hace un par de años, junto a un grupo comenzamos una organización e inauguramos nuestro primer hospital. Es gratuito y promete el mejor tratamiento a todos los pacientes, sin prejuicios. Se ejecuta completamente con donaciones de diferentes personas y ha ayudado a millones a recibir atención médica digna. Si no hay una buena salud, entonces no tiene sentido la educación.
Hasta ahora no me había dado cuenta del impacto total que tenía mi abuela Chandrika Kamdar Ghelani en la sociedad, específicamente en su pueblo. Esto me hizo mirarla con una luz distinta, un nuevo respeto y valor. Ella es una mujer de poder, y también lo son todas las féminas cuando les dan los recursos necesarios para brillar.