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Ellen Gould Harmon White (26 de noviembre de 1827 – 16 de julio de 1915) fue una cristiana estadounidense cuyo liderazgo ayudó al establecimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Elena de White, como también se le conoce, fue además una escritora prolífica. En 1851 publicó su primera obra. Escribió sobre educación y salud, entre otros temas. Leía mucho, se dio cuenta de que estudiar a otros colegas le ayudaba en su propia redacción, mientras presentaba las verdades que Dios le revelaba en visiones.

Durante el transcurso de su vida escribió unos 5000 artículos para revistas y más de 100 libros. No recibió enseñanza básica, no tuvo la oportunidad de asistir al colegio. Jamás imaginó que lograría redactar tanto. Al leerla es sorprendente la firmeza de sus relatos. También admiro sus vivencias y sus fuentes de inspiración.

De sus libros, mis favoritos son: El conflicto de los siglos, Patriarcas y profetas, Eventos de los últimos días. Estas obras, inspiradas por Dios y escritas con sabiduría, son motor de vida y aprendizaje para tantos lectores. Sus publicaciones han transformado muchas almas, ya que hablan de Dios, consejos de vida y cómo actuar de manera sabia. En sus páginas encuentro esa orientación necesaria para encaminarme por el lado correcto.

Elena era amorosa, un ejemplo a seguir y siempre dispuesta a ayudar a las personas. Promovió el vegetarianismo, así como la temperancia y la evangelización, hábitos de vida que ella practicó.

Su historia y sus libros son de gran inspiración y motivación. Fue una mujer de fe y tuvo un buen corazón. Fue admirable, ya que padeció dificultades físicas y espirituales, pero salió adelante en todos los aspectos de su vida. La humildad fue una de sus virtudes, y su trato hacia los demás la hicieron una persona especial.

Escribió que “la verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial y a usar cuerdamente lo que es saludable”. Recordaba que los malos hábitos y cuerpos malsanos no pueden servir a Dios con  fervor, perseverancia y pureza, como sí lo pueden hacer las personas puras de almas y vigorosas. Un organismo enfermo afecta al cerebro, comentaba. Con la mente servimos al Señor, la cabeza es la capital del cuerpo. Me impresiona cómo sus textos incitan a evaluar nuestras conductas y someternos a la voluntad de Dios.

Sus libros también giran en torno a las profecías bíblicas, en particular a las del libro de Apocalipsis, que a la larga son un reflejo histórico y escatológico de la lucha entre Dios, el Cordero, su santuario y la verdadera adoración, versus el dragón, sus estratagemas y la falsa adoración impuesta por él. Expresaba cómo actuar a través de estos mensajes y el resultado era convivir mejor con nuestros semejantes.

Para mí es gratificante escribir de esta gran mujer, escritora prolífica y humilde profeta, cuya pluma inspirada nos ayuda a entender de una forma más clara el mundo en el que vivimos. Sus libros también permiten comprender mejor el amor de Dios al entregar a su hijo para que la raza humana tenga esperanza de salvación.

Una niña llamada Sofía Rivera tenía sueños de convertirse en alguien importante y ser libre. Pero bien pronto experimentó calamidades, necesidades y dificultades.

Su papá era alcohólico y la mamá era abusada por él. Al ver lo que sucedía con sus padres creó en su mente un mundo de fantasía, bloqueando todo lo malo que vivía. Prefería imaginarse un hogar lleno de amor, pero la realidad era otra: una desilusión muy grande que le provocaba un corazón herido, donde albergaba dolor y resentimiento.

Se empeñaba en creer que había algo diferente esperándola, era su anhelo desde lo profundo de su ser. Al cumplir diez años sufrió la pérdida de su padre. Le dolió, porque lo amaba a pesar de su adicción y de que era un maltratador.

Su madre le decía que era el peor hombre que había. Pero él la trataba de manera muy especial. La mamá estaba llena de odio y de ira que a menudo descargaba contra ella, por lo que se refugiaba en su papá. Así que al morir, de cierta forma se sintió desprotegida y llegó a pensar que nada tenía sentido en la vida.

Al pasar los años, los ocho hermanos fueron creciendo junto a su madre soltera, después dos de ellos se hicieron independientes. Los que quedaron en casa continuaron juntos en medio de muchas necesidades, por la escasez económica que había en el hogar.

La situación en esa familia era difícil, algunas personas sin escrúpulos les trataban sin piedad, recibieron humillaciones que les provocaron baja autoestima; estaban convencidos de que no eran valiosos.

La niña se hizo adolescente. A los dieciséis años se enamoró de un hombre que de momento representaba aquella salida que tanto necesitaba. Se fue con él y tuvieron cuatro hijos (tres varones y una chica). Al inicio todo parecía bien, pero con el transcurrir de los años empezó para ella la misma pesadilla experimentada en casa de su madre.

Su esposo se volvió alcohólico, la maltrataba, lo que la motivó a tomar decisiones importantes. No estaba dispuesta a permitir que sus pequeños vivieran esa calamidad, entonces decidió separarse y buscó ayuda espiritual en una congregación religiosa, algo de gran bendición para su vida.

En la Iglesia le brindaron apoyo, también mucha oración que le permitió recuperar la confianza en sí misma y en los demás. Y a su nueva vida también volvió el amor, al conocer a un caballero cristiano… ¡Era tan diferente a su experiencia anterior! Se enamoró y decidió rehacer su faceta sentimental con él, quien era padre de tres (dos mujeres y un hombre). Los dos disfrutaban participar de las actividades religiosas, había mucha paz en su casa, la convivencia en familia era maravillosa, y fruto de esa relación nací yo.

Mi mamá es una mujer digna de admirar, luchadora, humilde, paciente, siempre educa con amor y fe. Con frecuencia nos dice: “La victoria se logra con Dios”.

Quiero contar la historia de una mujer que me ha inspirado por su deseo de superación, gallardía, entusiasmo, perseverancia y sencillez al actuar. Ella es mi mamá.

Con veintidós años, a Jennifer Velásquez la vida le dio su mayor regalo y a la vez su más grande reto. Sin experiencia alguna, la joven decidió asumir tamaña prueba, y no titubeó. Tomada de la mano de Dios escucha esa palabra que dice nuestro Señor: «Él no da prueba que no podamos soportar».

Un 22 de septiembre nací con apenas cuatro libras de peso, pequeño e indefenso, lleno de aparatos y monitores. Mi salud era vigilada a cada instante, mis pronósticos de vida eran casi nulos.

Ella, llena de amor por mí, pero sin poder siquiera tocarme, llora desde su corazón y sus lágrimas no paran de recorrer sus mejillas, mientras aquellos galenos corren por los pasillos de aquel frío, blanco y gigante hospital para salvarme y marcar el paso de la primera de seis operaciones que he tenido a lo largo de mi vida. Son más de dieciocho incisiones quirúrgicas, comenzando en mi cabeza, bajando por mi barriga y terminando casi en la punta de los dedos de mis pies.

Sus estímulos y su gran cariño me convirtieron en el joven que hoy día soy. Todavía sigue muy de cerca cada paso que doy y me anima a esforzarme y a querer ser una mejor persona siempre.

A raíz de todos estos problemas de salud, surge en mi mamá el deseo de ayudar, aconsejar y llevar alegría a otros. En ese momento mis padres dan inicio al Festival de la Alegría. Comprometidos con la niñez y la adolescencia llevan comida, donaciones, ropa, juguetes y, sobre todo, una palabra de aliento a chicos, jóvenes y adultos.

A mami le gusta trabajar con los más pequeños; me enseña y la ayudo, es muy ingeniosa y no escatima en darlo todo para hacer reír y sentir bien a esos niños. Ama trabajar con globos, pintar caritas y es una bailarina innata.

El Festival de la Alegría dura tres días, y hay que prepararlo todo con bastante anticipación. Ella elabora las cartas para llevarlas a la Policía de la Niñez, a los representantes de corregimiento y a otras autoridades.

En la mañana se trabaja directamente con los niños. De forma que parece como un enorme cumpleaños.  La alegría retumba por todas las calles y mi mamá se emociona al escuchar por parte de los pequeños sus fuertes voces, gritos y cantos una y otra vez.  Al caer la noche todo se ilumina, como si fuera una feria dentro de un parque de diversiones. Ella sabe hacer un buen trabajo.

Una tradición es que mi mamá antes de iniciar cada festival me prepara como su mano derecha, cuenta conmigo y yo con ella, somos un gran equipo.

Terminamos los tres días de arduo trajín compartiendo unas ricas hamburguesas; después de todo, el esfuerzo valió la pena. Una mujer digna de admirar y llena de amor para compartir con los demás, ¡esa es mi mamá!

Wendy era una niña amable y risueña. Se divertía jugando con sus hermanas en el jardín de su casa, soñaba con ser de mayor una exitosa profesional, tener un esposo e hijos para vivir feliz con su familia. Pero no todo fue como ella lo esperaba.

Creció hasta convertirse en una hermosa chica, muy dedicada a sus estudios. Un día una muchacha llegó al pueblo y se instaló como vecina de Wendy, quien luego de un tiempo le presentó a un joven que la visitaba.

Así fue como Wendy conoció al muchacho con el que se comprometió. En cuestión de meses ya estaba embarazada. Pero cuando le contó al chico, él huyó sin querer admitir responsabilidades con ella y el bebé en camino. Su corazón se quebrantó. Contó lo ocurrido a su familia, quienes la apoyaron.

Tuvo que dejar sus estudios para concentrarse en el bienestar de su criatura, hubo un tiempo en que se sintió muy sola e inútil, tenía la necesidad urgente de hacer algo, así que buscó un trabajo. Encontró uno de medio tiempo en un hotel, tuvo muchas amigas en su empleo, pero al parecer a la líder no le agradaba Wendy.

En cierta ocasión se encontraba limpiando el piso de una de las habitaciones cuando entró la mujer, esta vio fijamente el lugar y empezó a desordenar, tiró todo al suelo; después de dañar el trabajo hecho, dijo a Wendy, de forma prepotente: «Este cuarto está mal arreglado. ¿Qué rayos se supone que hiciste? ¡No arreglaste nada, todo está mal, vuelve a hacerlo!».

Cuando la mujer se retiró, Wendy empezó a llorar. Al escuchar esta historia me pregunté: «¿Cómo es posible que esa mujer le pudiera hacer eso a otro ser humano? ¿Cómo es posible que actuara de tal forma y sin compasión, viendo su condición de embarazada?».

Justamente, por su embarazo y su necesidad económica Wendy se vio obligada a seguir trabajando allí,  hasta que renunció para dar a luz a su hijo.

El bebé nació con problemas respiratorios, los médicos le dijeron que era probable que muriera a los meses de nacido. Esta noticia la impactó a ella y al padre de la criatura. Para ese momento el hombre había regresado con ella, pues estaba ilusionado con ser papá, le prometió esta vez sí la apoyaría en todo lo que pudiera.

El tiempo pasó, la relación se formalizó y todo parecía bien encaminado hasta que él la engañó, lo que motivó una separación. Se divorciaron después de que tuvieron juntos tres hijos, y aunque esa ruptura le dolió mucho a ella, volvió a desmostar la firmeza de su carácter, dispuesta también a superar esta difícil etapa.

Ella continuó sus estudios y logró ser una exitosa abogada, un ejemplo para sus hijos. Cada vez que ve al mayor de ellos sonríe, pues es un milagro que esté vivo.

Wendy siguió adelante y es feliz junto a su familia, como lo soñó de niña. Ella agradece a Dios por todo lo obtenido, por darle las fortalezas necesarias para superar todas las adversidades, hasta sentirse feliz y realizada.

Un día estaba comiendo palomitas acarameladas con una gaseosa sabor a uva cuando me puse a pensar en cómo sería mi futuro. A menudo medito sobre eso. Escuchaba música de mi agrado mientras reflexionaba en cómo podía lograr esos sueños que tengo. Sé, porque lo he visto, que hay mucha competencia en el mundo laboral. Entonces, analizaba que allá afuera hay miles de personas queriendo lograr lo mismo que yo, y surgía la pregunta: ¿Podré alcanzar mis metas o no?

Ese día recuerdo que mi madre quería que le bajara el volumen a la radio, me invitó para que la acompañara a ver por televisión las anécdotas de Adriana Macías. Me senté para conocer más sobre este personaje de la vida real, además de que me encantan esos momentos de convivencia con mamá. Todo comenzó perfecto, tenía la curiosidad de saber quién era la persona; al momento de escuchar sus experiencias, anécdotas y frases muy motivadoras quedé realmente sorprendida.

Se trata de una mujer que nació sin brazos, pero su condición no ha sido una limitante en su vida. Utiliza sus pies para todo: cocinar, escribir e incluso tocar el violín… Me inspiró mucho su actitud, me intrigaba saber cómo pudo lograr todo lo que anhelaba, seguramente enfrentaría burlas y muchos otros desafíos.

En ese momento recapacité, a manera de pregunta: «¿Cómo es posible que yo, que no tengo una discapacidad, que gracias a Dios me envió completa pueda dudar por un momento de ser capaz de alcanzar eso que quiero? A partir de allí cada vez que me llega una de esas crisis existenciales, solo reviso algunas de las frases de Adriana. Siento que todo lo que ella habla, y cómo lo dice, es realmente inspirador.

Es mexicana, escritora, abogada y excelente conferencista. Sus lemas son muy motivadores, entre mis favoritos está: “No te enojes, recuerda que la gente no te hace cosas, la gente hace cosas, tú decides si te afectan o no». Cuando leí este pensamiento me dije a mí misma: «Eso es verdad, Lisseth, está en tus manos decidir si lo que te dicen te afecta o no».

¿Por qué pienso en la superación personal? Porque a mi edad también enfrento situaciones difíciles, ya sean económicas o personales. Por momentos tengo experiencias poco placenteras, por ejemplo cuando los compañeros en el colegio me hacen sentir incómoda, también algún pequeño defecto físico que pueda tener… Todas estas vivencias llegan a desmotivarme, pero sé que debo tener presente que, aunque hay personas que no me apoyan, también existen muchas otras que quieren lo mejor para mí.

Y esas que están de mi lado se convierten en la luz en mi camino. Saber que están allí para apoyarme me hace muy feliz. Una de ellas es Adriana Macías. A pesar de que no nos conozcamos, sus experiencias han entrado de forma poderosa en mi vida; ella me inspira y se ha ganado mi completa admiración.

Les recomiendo sus libros de superación, son interesantes, los he leído y me han ayudado a tener una mejor perspectiva de mi futuro. Espero que tú nunca te rindas, que pase lo que pase siempre te digas a ti mismo: “Yo puedo”, así como lo hacen otras personas con tal vez menos virtudes o facultades físicas.

Constantemente pasamos por etapas complicadas, sí, pero es necesario recordar que el sol sale incluso después de la peor tormenta. Y cuando llegan esos tiempos difíciles, podemos motivarnos con algún referente, como Adriana Macías.

¿Qué simbolizan las mujeres? Cada quien se puede responder, pero recordemos que ellas son inteligentes, empoderadas, fuertes, independientes y dispuestas a cambiar el mundo desde sus propias vivencias. En este caso te hablaré de una dama muy especial, mi mamá. Su vida tiene muchas anécdotas que contar, que me inspiran a escribir sobre ella.

Mi mamá da lo mejor de sí misma, siempre velando por los mejores intereses de las personas que ama, y enseñando con el ejemplo. Es una emprendedora. Recuerdo cuando inició su proyecto de elaboración de piñatas, no sabía qué nombre colocarle y pidió mi opinión, pensé en la alegría que ella provoca y le dije: «¡Ya sé, mamá, ya sé!, se debe llamar Chispita de Sorpresas», una idea de la cual estoy orgullosa.

La señora Dureyda Garrido siempre honra su palabra, aunque se tenga que quedar despierta toda la noche. La admiro mucho por su tenacidad, veo cómo se desvela estudiando o trabajando, buscando lo mejor para los suyos y cumpliendo con sus clientes. Como ella dice: «Haz las cosas como quisieras que las hagan contigo, poniéndole amor a lo que haces, aprendiendo más cada día». Y eso no significa que ella no haya pasado momentos difíciles, pero siempre con la cabeza en alto, luchando de forma valiente, pase lo que pase.

Aunque nos corrige fuerte, sé que lo hace porque nos ama. Mi mamá me tuvo a temprana edad, mi llegada complicó su realidad, pues tenía que atenderme, y al mismo trabajar y dar su mayor esfuerzo en la universidad. Decidió dejar los estudios para laborar y cuidarme, pero nunca renunció a sus metas.  Años después entró nuevamente a la facultad y se graduó el 25 de junio de 2022 como Técnico Superior en Psicopedagogía con Énfasis en Necesidades Educativas Especiales. Con su ejemplo me ha demostrado que no debo rendirme a pesar de las circunstancias y que siempre debo seguir soñando.

Ahora estudia la Licenciatura de Psicopedagogía y también trabaja. Siempre alegre y enfocada en varios principios de vida como este:  “El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un obsequio, por eso se llama presente para que rías, vivas y cantes, pero, sobre todo, para que seas feliz”.

Esa es mi mamá, una mujer que inspira con todos sus esfuerzos, guerras y batallas. Por eso te aconsejo: siempre aprecia a tu madre por los sacrificios que hizo por ti, acuérdate de que solo tienes una, no olvides cuando te dice «levántate, tú puedes» y que, por encima de todo, ella te amará toda la vida.

Daniela Álvarez fue Señorita Colombia en 2011. Nació el 24 de mayo de 1988, en Barranquilla. Es presentadora y modelo. Me inspiró a seguir adelante a pesar de las pruebas que enfrentemos. Su vida me impactó de tal manera, que entendí que todo tiene un propósito. Ella me hace recordar la importancia de ser fuerte sin importar las dificultades, de luchar por mis sueños y de levantarme con más fuerza que antes cuando caiga.

Su vida cambió de un momento a otro y de manera radical, a raíz de un chequeo médico donde le detectaron una masita en su abdomen que debía ser retirada. Tras una operación, encontraron el pequeño bulto pegado a su aorta, pero al quitarlo la arteria se cerró. Enseguida tuvo que ser intervenida una segunda vez para colocarle un injerto, el cual su cuerpo rechazó. Después vino una tercera cirugía con otro tipo de injerto.

La arteria aorta quedó muy bien, pero sufrió una isquemia y sus dos piernas se vieron afectadas. Esto la llevó a una cuarta operación que buscaba que llegara sangre a sus pies, pero no fue suficiente. Todo esto la condujo a la más dura decisión: entrar a una quinta intervención para amputar su pierna izquierda.

Ella ama el baile, es muy alegre, a pesar de haber pasado por tanto. El 13 de junio de 2020, en la Clínica Cardioinfantil, en Bogotá, le realizaron la amputación. La exreina contó con el apoyo de todos sus familiares y médicos, en especial de su hermano Ricardo Álvarez; enfrentó un proceso difícil, sabiendo que debía interrumpir muchas de las actividades que amaba, al menos por un tiempo, mientras se recuperaba y se adaptaba a su nueva realidad.

Hoy en día puede volver a bailar, es la joven feliz de siempre y lucha por sus sueños. Su tesón y voluntad para alcanzar lo que se propone parecen no tener límites. Ese proceso lo superó con fe y fortaleza de la mano de sus familiares, en especial de su madre, su pareja y su hermano. Pudo progresar con medicamentos y tratamientos, sin lamentarse por la pérdida de una pierna y viendo la vida de manera distinta.

Al ver su experiencia, me animo a vivir como si no hubiese un mañana, dando todo de mí en cada mínima acción, sabiendo que las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro. Daniela es un ejemplo porque nos hace ver que los obstáculos más difíciles pueden vencerse. “Nada te queda grande, guerrera de mil batallas”, son palabras de su madre, Sandra Vásquez.

Daniela Álvarez es alguien que me inspira a mí y a muchos jóvenes con la misma condición que ella. Creó la Fundación El Nogal, en Bogotá, dirigida a ayudar personas con discapacidades físicas y de escasos recursos económicos, dándoles esperanza. Sin duda, ella es un ser maravilloso que no se doblega ante los desafíos de la vida y se sobrepuso a su propia pérdida, es una mujer sin limitaciones.

En Puerto Armuelles, provincia de Chiriquí, nació Ivonne Marisol Torres Atencio, cuarta hija de seis que tuvo la pareja conformada por María Félix Atencio y Eliodoro Torres. Niña soñadora que, con esfuerzo y talento, se convertiría en una destacada científica panameña.

Desde pequeña destacó en los estudios. Cursó primer grado en la escuela República de Haití, luego estuvo de segundo a quinto grado en Villa Catalina y terminó su primaria en Nuevo Arraiján, provincia de Panamá Oeste. Los traslados a estos diferentes planteles fueron a causa de las mudanzas familiares. Después hizo todo su primer ciclo en Nuevo Arraiján.

Ivonne sentía afinidad hacia las Matemáticas, pero fue cuando escogió Bachillerato en Ciencias, en la Escuela Secundaria Pedro Pablo Sánchez, de La Chorrera, donde materias como Química y Biología le llamaron la atención. Sabía que se inclinaría por una carrera en el área de las ciencias de la salud, pero nunca pensó en Medicina.

Cuando terminó su bachillerato se ganó una beca para realizar sus estudios universitarios, por las excelentes notas que tenía. En el momento de realizar los exámenes de admisión ingresó a Odontología, pero como era por cupo tuvo que esperar un semestre más. Dentro de las opciones en el área que deseaba también estaba Farmacia, carrera que desarrolló.

En el tercer año de la carrera veía la materia de Farmacología, dictada en la Facultad de Medicina. Allí fue que experimentó una mayor inspiración por las ciencias exactas, a tal punto que hizo su tesis de grado y más tarde, al graduarse con honores, la invitaron a participar como profesor asistente e inició su carrera como docente de manera parcial. A la par trabajaba en una farmacia hospitalaria en la que ganó experiencia y descubrió otra dinámica de trabajo.

Hizo su maestría en Ciencias Biomédicas y luego, con una beca doctoral, realizó sus estudios en Farmacología en Barcelona (España), durante cuatro años. Cuenta que durante su preparación tuvo personas que la inspiraron, respaldaron y orientaron. Pero quien la llevó por el camino de la docencia y la investigación fue Melita Rodríguez, catedrática en Farmacología, quien fue su directora de tesis de grado.

Posteriormente, Ivonne realizó una maestría en el área de su especialidad y también la profesora Melita Rodríguez fue su directora de tesis, con quien además publicó un artículo en una revista científica.

Así como Ivonne ha tenido mentores, ella ha sido inspiración para otros. Al respecto cuenta esta anécdota: “Un día fui al hospital para ser atendida, cuando llegó mi turno vi un rostro familiar, pensé que era cosa mía, pero el médico dijo: ‘¡Tiempo sin verla, profesora Ivonne!’. En ese momento sentí una gran emoción al ver que sembré un árbol que dio frutos en él”.

Su mayor consejo es que hagas lo que te gusta y te apasiona. «Trabajar con vocación es lo más gratificante, algunas veces las recompensas no son inmediatas, pero llegan, porque el esfuerzo vale la pena».

Ivonne recomienda que creas en ti y tengas perseverancia en tus estudios, sacarles el mayor provecho y estar orgulloso de tu esfuerzo, no importa si nadie lo nota en el momento, igual estarás avanzando y los frutos serán visibles para los que te rodean.

Panamá ha sido tierra de mujeres muy talentosas que han llenado de orgullo a nuestro país. Aquí quiero recordar a una de ellas: Rosa María Britton.

¿Quién fue? Doctora en Medicina con especialización en Ginecología. También fue una escritora muy reconocida a nivel nacional e internacional por sus quince obras que pertenecían a diversos géneros literarios, como el cuento, la novela, el ensayo y el teatro.

Con sus novelas ganó en tres ocasiones el Concurso Nacional de Literatura Ricardo Miró, el más importante reconocimiento literario en Panamá; también otras tres distinciones en ese género en el extranjero. En materia de relatos, obtuvo otro Ricardo Miró y cuatro más fuera de nuestras fronteras. Logró también un premio César como escritora del año en Estados Unidos, entre muchos otros logros.

Ese talento plasmado en sus escritos es digno de admirar. Disfruto al leer sus obras y me produce un sentimiento de pertenencia cada uno de los triunfos que obtuvo.

Fue enviada a estudiar a Cuba en un proyecto de internado organizado por monjas, donde terminó su bachillerato. Continuó su aprendizaje en la Universidad de La Habana, pero la inestabilidad política en la isla la llevaron a cambiar su ruta de formación hacia Madrid (España), donde se graduó de Medicina y Cirugía. Me imagino que fue algo muy estresante esa transición, pero el objetivo estaba bien definido: lograr el conocimiento necesario y terminar sus estudios superiores.

Cuando estudiaba en la Universidad Complutense de Madrid conoció a quien sería su esposo, el ingeniero estadounidense Carl Britton. Se fueron a vivir a Estados Unidos. En California llevó a cabo su internado y su especialización en Ginecología, Obstetricia y Cirugía Oncológica. Más tarde ejerció la profesión médica en Nueva York.

Interesante cada uno de los éxitos que obtuvo en el extranjero, destacando y mostrándose siempre orgullosa de ser panameña. Decidió regresar a su país natal luego de veintitrés años, en compañía de su familia. Su esposo obtuvo un trabajo en la Comisión del Canal y ella continuó su servicio médico, logrando integrarse en el Hospital Santo Tomás, donde destacó por su dedicación y esfuerzo.

Es impresionante ver cómo, a pesar de tener una vida cómoda en otro país, se mueve con su esposo y sus hijos y continúa dando su servicio a los demás en Panamá. También hay que destacar que no dejó apagar su otra pasión, la escritura, incursionando en distintas vertientes. Su familia la inspiraba. De alguna manera todas las vivencias que tenía con ellos las expresaba en sus obras.

En 1982 publicó su primer libro Ataúd de uso donde quedó de manifiesto su talento en la literatura. Sus amigos y compañeros la animaron a participar en el concurso Ricardo Miró, y cuál fue su sorpresa al ganar el premio; esa fue la puerta que le abrió la senda a muchos otros premios y reconocimientos.

Esta es una mujer que inspiró a través de las letras, por medio de sus vivencias, y también con su servicio en el ámbito de las ciencias. En definitiva, Rosa María Britton es un personaje digno de admirar y recordar.

Algunas de sus obras más leídas son: El señor de las lluvias y el viento, ¿Quién inventó el mambo?, Esa esquina del paraíso, Banquete de despedida, Laberintos de orgullo y Suspiros de fantasmas.

Falleció el 16 de julio de 2019 a causa de cáncer. Fue ese mismo año que mi madre me habló de Rosa María Britton. Una mujer que, aunque ya no esté con nosotros, sigue siendo fuente de inspiración mediante sus obras literarias y su ejemplo de vida.

Hace cuatro años junto a mi familia hicimos un viaje inolvidable a mi país natal, Nicaragua, para visitar a mis abuelos, tíos y primos paternos, que teníamos mucho tiempo sin ver.  

Al principio disfrutamos bastante, fuimos a parques, ríos, playas. También llegamos donde mis bisabuelos paternos: ella tenía 98 años y él 99… ¡Yo estaba feliz de poder conocerlos! A ambos los cuidaba mi tío. 

Pero en los días que estuvimos por allá, mi bisabuelo murió. Todos estaban muy tristes, y más mi bisabuela, ni siquiera quería comer. Fue tal el impacto de esta noticia para ella, que no volvió a sonreír. Tristemente, seis días después, ella falleció también.

Mi bisabuela tenía dos perros y varias plantas que alguien de la familia siguió cuidando, pero al parecer fue en vano, pues poco tiempo después los animales murieron y las matas se secaron.

Cuando estábamos en el aeropuerto para tomar el vuelo a Panamá, las autoridades del aeropuerto no me dejaron abordar el avión, porque al ser nicaragüense y carecer de residencia en Panamá, necesitaba un tiquete de ida y vuelta; y no lo tenía. Por suerte, mis padres y hermanos son panameños. 

Mi papá había perdido el trabajo y no contaba con dinero en ese momento para comprar el boleto que me hacía falta. Así que mi familia tomó el vuelo hacia Panamá, y yo me quedó allí solo. Antes de irse habían llamado a mi tío para que viniera a socorrerme, pero él vivía lejos del aeropuerto. La espera fue de casi doce horas, me alegré mucho al volver a ver a mi tío y a mis primos, pero aún sentía un poco de tristeza por todo lo ocurrido, y por la separación que se tuvo que dar. 

Estuve un año más sin poder ir a Panamá porque mis padres seguían desempleados, y me contaban que apenas conseguían para la comida. Pero si en Panamá llovía, en Nicaragua no escampaba… la situación económica en casa de mi tío también era bastante precaria. 

No sé cómo, pero finalmente mis padres recolectaron dinero suficiente para que mi madre pudiera ir a  buscarme. Recuerdo que ese día que llegamos a casa, en Panamá, nos encontramos con que no había nada para comer. Pero la verdad es que para mí eso era algo secundario: yo estaba feliz de volverme a reunir con mi familia. 

Ante la difícil situación, mis padres tuvieron la acertada idea de ir a la iglesia. Mientras orábamos en el culto por ayuda, veía a mi madre llorar y eso me causaba mucho dolor. Pero al poco tiempo llegó la bendición de Dios. Mis padres consiguieron empleo, y les pagaban muy bien. Mis abuelos maternos, que estaban más jóvenes y vivían en Costa Rica, vinieron a cuidarnos mientras papá y mamá laboraban.

Gracias a todas las oraciones que hicimos en familia, las condiciones de mis tíos en Nicaragua también mejoraron. Desde entonces no hemos vuelto a pasar una etapa de tanta carestía como aquella. Ahora tenemos todo lo necesario para llevar una vida digna. ¡Y todo eso lo hizo mi Dios!