Trabajo y esfuerzo digno de admirar

Quiero contar la historia de una mujer que me ha inspirado por su deseo de superación, gallardía, entusiasmo, perseverancia y sencillez al actuar, ella es mi mamá.

A sus 22 años, la vida le da su mayor regalo y su más grande reto. Sin experiencia alguna, joven incapaz de llevarlo a cabo, pero decidida en triunfar y salir adelante. Toma el reto sin titubear, tomada de la mano de Dios escucha esa palabra que dice Dios no da prueba que no podamos soportar.

Un 22 de septiembre, nací yo con apenas 4 libras de peso, pequeño e indefenso lleno de aparatos y monitores. Mi salud era monitoreada a cada instante, los pronósticos de vida para mí eran casi nulos.

Ella, llena de amor por mí, pero sin poderme tocar, llora su corazón y sus lágrimas no paran de correr por sus mejillas, mientras aquellos galenos corren a través de los pasillos de aquel frío, blanco y gigante hospital para salvarme y marcar el paso de la primera de 6 operaciones que he tenido a lo largo de mi vida y más de 18 incisiones quirúrgicas, comenzando en mi cabeza, bajando por mi barriga y terminando casi en la punta de los dedos de mis pies.

Sus estímulos y su gran amor me convirtieron en el joven que hoy en día soy.  Sigue de muy cerca cada paso que doy y me anima a esforzarme y a querer ser una persona creativa.

A raíz de todos estos problemas de mi salud, nace en mi mamá el deseo de ayudar, aconsejar y llevar alegría a muchos niños. En ese momento mis padres dan inicio al Festival de la Alegría, comprometidos con la niñez y la adolescencia llevan comida, donaciones, ropa, juguetes y sobre todo una palabra de aliento a niños, jóvenes y adultos.

A mami le gusta mucho trabajar con los niños; me enseña y la ayudo, es muy ingeniosa y no escatima en dar el todo por el todo para hacer reír y sentir bien a los niños.

Le gusta trabajar con globos, pintar caritas y es una bailarina innata.

El Festival de la Alegría demora tres días, y hay que prepararlo todo con anticipación, ella elabora las cartas para llevarlas a la Policía de la Niñez, a los representantes y a todos los colaboradores.

En la mañana se trabaja directamente con los niños, es casi como un enorme cumpleaños, la alegría retumba por todas las calles y mi mamá se emociona al escuchar sus fuertes voces gritar y cantar una y otra vez.  Al caer la noche todo se ilumina, cual feria en un parque, ella sabe hacer un buen trabajo con los niños.

Una anécdota es que mi mamá antes de iniciar cada festival me prepara como su mano derecha, cuenta conmigo y yo con ella, somos un gran equipo.

Terminados los tres días celebramos con unas ricas hamburguesas, después de todo el esfuerzo valió la pena, esa mujer digna de admirar, es mi mamá.

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