La primera vez que visité la Universidad de Panamá, quedé impresionado por la variedad de estatuas de personajes importantes que hay por todo el campus, figuras tanto nacionales como internacionales. Pero una en particular llamó mi atención. Me refiero a la escultura en memoria de Clara González.
Cuando empecé a indagar sobre su historia, me provocó un sentimiento muy emotivo, ya que descubrí que le tocó pelear en medio de una sociedad que la estigmatizaba por el solo hecho de ser mujer. Pero ella se empeñó en hacer cambiar aquel pensamiento generalizado, y al final esa lucha se convirtió en su gran legado, asegurándole un lugar de mérito en la historia panameña.
Ella consiguió algo sin precedentes en el año 1922 (casualmente escribo estas líneas al celebrarse 100 años de aquel acontecimiento), al convertirse en la primera mujer en graduarse como licenciada en Derecho en Panamá.
Al principio de mi investigación sobre Clara González, pensé que graduarse como abogada había sido su único logro, pero consultando variadas fuentes pude conocer otras hazañas, como sus campañas en pro de los derechos igualitarios de género, donde su propósito era obtener la visibilidad que tanto necesitaban las mujeres en muchos ámbitos públicos.
Por ejemplo, en 1922, junto a otras activistas, formó un movimiento feminista denominado Renovación, que buscaba una mayor participación de damas en la vida pública, incluyendo el derecho al voto femenino.
También me impactó que, aunque se graduó de abogada, no podía ejercer la profesión, porque la Constitución de Panamá no se lo permitía: solo los hombres tenían ese privilegio. Ella se unió a los esfuerzos para que esto cambiara. Finalmente, en el año 1925 se le permitió a Clara González ejercer la abogacía.
Aunque existen otras batallas y momentos destacados de su biografía, personalmente tengo uno favorito que se dio en aquel lejano 1929, cuando alcanzó un logro para las mujeres latinoamericanas, ya que obtuvo un doctorado en Leyes, siendo la primera mujer de la región en conseguir este grado educativo. Y lo hizo nada menos que en la prestigiosa Escuela de Leyes de la Universidad de Nueva York, donde fue a estudiar gracias a una beca… ¡Qué orgullo para Panamá!
De vuelta al país, continuó peleando por las mujeres. Se agitó en la vida política. Ejerció los cargos de viceministra de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública. En 1951, después de la creación del Tribunal Tutelar de Menores, se convirtió en la primera mujer en acceder al cargo de jueza de menores.
Gracias a estos aportes y al cambio de mentalidad de las nuevas generaciones, poco a poco la sociedad panameña pudo abrir nuevos espacios para que las mujeres pudieran desempeñarse en posiciones antes restringidas para ellas.
La trayectoria de Clara González es un gran referente en la lucha por la igualdad de género, una lucha con avances, pero que todavía sigue vigente en nuestra sociedad.
Como cualquier ser humano, Clara tendría un cierre en su ciclo de vida. Eso ocurrió en 1990, año en el que falleció a causa de una grave enfermedad. La muerte no deja de ser conmovedora, le pone punto final a la historia activa de las personas, pero marca también el momento de reconocer sus logros y evaluar su legado. En el caso de Clara González, su partida fue un punto y seguido, pues hoy es admirada, recordada y reconocida. Lograr abrir espacios en el ámbito de los derechos a las mujeres panameñas y latinoamericanas, sigue causando ecos a nivel internacional.
Con su ejemplo de vida, las féminas que sufren opresión, discriminación por género o violación a sus derechos pueden confirmar que, con dedicación y esfuerzo, sí se puede encontrar esa luz de esperanza al final del túnel oscuro.
Sin duda alguna, Clara González fue y seguirá siendo una gran defensora de las mujeres.