Todos en algún momento fuimos inocentes, reímos sin pensar, disfrutamos los momentos… Es lo normal siendo niños, ¿no? Jamás pensamos en la perversión que puede existir en el mundo hasta que llegamos a verla o vivirla, pero algunos pequeños sufren, sufren sin imaginar.

¿Acaso es normal padecer en plena niñez? ¿Qué hace a una infancia feliz o infeliz? Desde jóvenes algunos viven una realidad llena de una inmensa tristeza, algo así como un infierno; pero la vida apenas inicia para algunos. Las personas se hacen fuertes o son obligadas a serlo a partir del dolor.

La vida de una mujer no es fácil, tampoco la de un hombre; todos tenemos una historia diferente. Teresa ha demostrado que no importa la barrera, por más fuerte que sea, puede superarse. Su vida ha sido una lucha constante, una agonía. Así fue cuando tuvo que avanzar por tierra, lodo, piedras y ríos esperando un hijo; o cuando le tocó caminar en la completa oscuridad y bajo el inmenso cielo del que caían grandes gotas de agua, siempre buscando la forma de salir adelante.

El hecho de perder aquello que su madre siempre le decía que no debía entregar a cualquier hombre, por parte de su misma familia, ¿la hace culpable? Por un momento pensó en rendirse, esa noche se convirtió en la mujer más triste del mundo y odió a la humanidad; ver aquella sangre bajo sus muslos la hizo sentir sucia y humillada, mientras que por su mente pasaba el terrible deseo de disparar a aquel demonio que le robó su inocencia. Sus alas fueron robadas y su alma encadenada.

¿Es aquí donde terminó?, ¿su hora llegó? Cualquiera en esa situación pensaría: “No puedo, ¿cómo vivir de esta manera? Mi vida perturbada y mi cuerpo tomado como carne no me dejarán seguir”. Pero ella no.

En esa noche, en ese instante, no dejó su vida ahí. Incluso con esas cadenas que le torturaban su mente siguió adelante. ¿Quién es ella? Una mujer que, por más que quisiera llorar y romperse en el frío suelo donde una parte de ella murió, no lo hizo; alguien que tras vivir tanto tiempo en la oscuridad obtuvo la fuerza para detener las lágrimas y que, creyendo en el paraíso y los finales felices, no se detuvo en el bosque tóxico lleno de bestias.

Hay veces que una mujer debe luchar tanto que no tiene tiempo de vivir de verdad. Teresa, al verse en el espejo vacía, sin brillo en los ojos y desamparada, siguió su existencia para hoy estar leyendo acerca de ella.

Hay situaciones que matan el espíritu y fallecemos inclusive respirando. Teresa siempre nos hará recordar que a veces morimos por dentro para aprender a valorar la vida.

Y tú, ¿estás vivo?