Era una mañana del mes de diciembre del 1946. En un pequeño y aislado pueblo llamado Río Hondo, en la provincia de Los Santos, nace Etilvia, una niña de una belleza única tal cual una aurora boreal. Ella se crio juntos con sus siete hermanos, su infancia fue feliz, le gustaba jugar con muñecas de tuza y su madre le confeccionaba vestidos con retazos de tela.

A los quince años las cosas cambiaron para Etilvia. Su madre comenzaría a trabajar de maestra en una escuela no muy lejos de casa. La joven se encargó de sus hermanos, debía estar pendientes de ellos, cocinar, ayudarlos en las tareas, cuidarlos cuando enfermaran, etc.

Pasado el tiempo, sus hermanos crecieron y tomaron compromiso.    

Etilvia, como toda mujer, deseaba tener una mejor vida para ella, a la edad de veinte decide irse sola a Panamá, exactamente a El Chorrillo, donde una tía por parte de mamá; lo único que le pudo ofrecer fue un pequeño cuarto donde solo le cabía su cama y una pequeña estufa eléctrica. Allí estuvo cinco años.

Como prácticamente toda su adolescencia se dedicó a cuidar a sus hermanos, aprendió a cocinar demasiado bien. Ella le sacaba provecho a su habilidad, la contrataban para actividades y ganaba dinero preparando sus especialidades (arroz con pollo, sopa de carne y espaguetis en salsa verde). Gracias al dinero que generaba pudo terminar su escuela y conseguir un cuarto un poco más grande.

Después se mudó a La Chorrera donde conoció a José Barrios, de quien se enamoró a primera vista. Al pasar los años se casaron y luego de tres meses de haberse unido se dio cuenta de que estaba embarazada de mellizos, pero su esposo decidió abandonarla.

A Tita, como la conocían los amigos y seres queridos, no le fue tan bien en su nuevo lugar. Viendo que ya no la contrataban para cocinar en actividades ni juntas, más que estaba embarazada, tomó la decisión de irse a vivir con unos de sus hermanos que vivía en Tortí de Chepo y se dedicaba a confeccionar sandalias. Durante los meses de gestación aprendió a hacer cutarras de cuero.

Cuando sus mellizos tuvieron cinco años se regresó a su antigua casa de madera ubicada en La Chorrera. Con lo que aprendió junto a su hermano, Etilvia comenzó a confeccionar cutarras de colores con pedazos de tela. Gracias a este oficio y a los contratos de cocina pudo educar a sus hijos.

Ella se caracterizaba por ser una mujer amorosa con todo el mundo. No había una persona a quien no tratara con ternura; tenía una sonrisa que iluminaba el cielo.

Cada persona que iba a su casa no se podía ir sin probar su deliciosa comida. Mi tía Etilvia fue una mujer que me inspiró, ya que no se rindió y a pesar de todo siempre buscó la manera de salir adelante. Etilvia era madre de dos hijos, murió el 20 de octubre del 2022, y sé que desde el cielo está cuidándonos con su luz.