Transcurría el año de 1974, exactamente el 17 de noviembre, cuando llegó al mundo una mujer para  alumbrar la vida de muchos, con un gran propósito y con la luz y valor que siempre la caracterizan.

Es brillante, tiene la capacidad de alcanzar todo lo que se propone y el corazón más grande para amar a todo el que la rodea. Ledda Paz es la mujer más fuerte y determinada que conozco, ha luchado por su familia y por mantener los mejores valores. Se ha ganado el papel más importante en mi vida y en la existencia de muchos.

Desde una corta edad, Ledda se ha encargado del cuidado de sus hermanos menores y del apoyo a su padre en todas las circunstancias, no solo como una admirable hija sino también como un ejemplo para los demás. Asimismo, ha destacado en distintos ámbitos que le han permitido crecer como profesional y como ser humano, derribando cualquier obstáculo y luchando por alcanzar sus metas y aspiraciones.

Su trabajo y perseverancia le permitieron convertirse en una reconocida ingeniera industrial, que ha desarrollado habilidades administrativas y de búsqueda de soluciones a nivel empresarial, sin descuidar a su familia.

En el 2002 le dio la bienvenida a su primer motor de vida y el motivo para seguir creciendo: su hijo. A pesar de encontrar muchos tropiezos en el camino, Ledda decidió seguir cursando una maestría para superarse mientras cuidaba a su hijo y le brindaba el amor más puro. Aunque estudiar y trabajar no era tarea fácil, ella nunca se rindió y decidió continuar con su preparación para procurar a su retoño todo lo que deseaba.

Tres años después, se convierte en madre por segunda vez, con más cariño para dar y el objetivo de forjar a otro ser humano de bien y de quien sentirse orgullosa. Por azares del destino, poco tiempo después se convierte en madre soltera, lo que la transforma en una mujer aún más fuerte y con deseos de progresar por sus retoños, criarlos y educarlos con amor y respeto. Por consiguiente, es una persona con una rutina muy cargada; a pesar de ello, pretextar un regreso cansada del trabajo, nunca fue una opción. Volver a su hogar era verla con una sonrisa y gran emoción de conversar con sus pequeños sobre su día. “Mis hijos son lo más importante y valioso que tengo”, suele decir.

Ledda, un ejemplo de madre, hija y hermana. Es una líder que no se ha dejado vencer y ha trabajado siempre para desarrollarse como persona, por su bienestar y el de sus retoños. No cabe duda de que es un motivo de inspiración para las mujeres que luchan día a día por educar a los suyos y convertirlos en agentes de cambio para la sociedad.

Hoy en día podemos seguir los pasos de una mujer que luchó por los derechos humanos, por la paz de su pueblo y por dignificar a sus ancestros. Es una dama guatemalteca que nació en una familia campesina maya. Durante su niñez y juventud careció de recursos económicos y fue víctima de violencia y discriminación racial.

La situación no pintaba nada bien. Con tan solo cinco años empezó a trabajar en fincas de familias ricas y tradicionales, ayudaba a sus padres para poder salir adelante. Se dice que quien lucha por los derechos humanos está condenado a la muerte, esto ella lo sabía muy bien, mas esa posibilidad no la detuvo para combatir contra la desigualdad social que viven los descendientes del pueblo maya. Rigoberta Menchú decidió salir de su terruño en Chimel, municipio de San Miguel Uspantán, departamento de El Quiché, Guatemala para poder ser escuchada e involucrarse en diversas causas sociales, culturales y políticas.

Participó en foros internacionales para denunciar las desigualdades económicas y sociales que ella había sufrido desde pequeña, mientras que los pueblos originarios, desde hacía siglos. En México contribuyó a la elaboración de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas y en 1992 fue galardonada en Suecia con el Premio Nobel de la Paz.

La valiente dama sigue luchando para promover el diálogo y la justicia social en distintas partes de su país y en el mundo. Nos da un claro ejemplo de superación, perseverancia, entrega y confianza. Gracias a su aporte nos podemos dar cuenta de que ningún sueño es imposible de alcanzar, si se lucha mucho por él.

Al inspirarme en Rigoberta Menchú, me pude dar cuenta de que todas las mujeres somos capaces, que podemos lograr que una o muchas personas confíen en nuestras habilidades; que el hecho de ser mujer no te hace más o menos que nadie. Debemos aprender a superar los obstáculos que día con día se nos presentan, depende de nosotros hasta dónde vamos a llegar. El límite es el cielo. 

Es una mujer que continúa alzando su voz para que los derechos humanos sean respetados. «Mujer que lucha no se rinde«, esta es la frase que le inspiró para poder salir al mundo a pelear por ella y por los de su pueblo.  Al ser galardonada con el Nobel, Rigoberta Menchú dijo las palabras siguientes: Considero este premio, no como un galardón hacia mí en lo personal, sino como una de las conquistas más grandes de la lucha por la paz, por los derechos humanos y por los derechos de los pueblos indígenas, que a lo largo de estos 500 años han sido divididos y fragmentados y han sufrido genocidio, la represión y la discriminación».

Rigoberta Menchú Tum, me doy cuenta de que lo más importante es que los derechos de los pueblos indígenas no sean violados, que sean respetados y escuchados.  “La paz no se trata de silenciar con los fusiles. Se trata de un proceso de transformación social”.   Si lo crees, lo puedes lograr; ella nos brinda el ejemplo de que es posible alcanzar lo que anhelamos en la vida con esfuerzo y dedicación, siempre y cuando estés dispuesto a ser la persona que marque la diferencia.

El 13 de marzo del 2020 la pandemia del COVID-19 sacudió al mundo, de manera que se vieron afectados ámbitos sociales, culturales, políticos y  educativos. Millones de personas sufrieron abruptos cambios en sus vidas, entre ellos, los trabajadores de los distintos centros educativos del planeta: el personal administrativo, los maestros y los alumnos que tuvieron que adaptarse al incierto panorama.

Una de esas heroínas fue mi madre, Mariela García, quien ha sido docente del Colegio Boston Bilingüe desde 2007. Ella es una mujer que superó innumerables obstáculos durante la educación a distancia o mayormente conocida en inglés como homeschooling.

A la edad de diecisiete años, Mariela se graduó como secretaria bilingüe, en el mismo centro educativo donde labora actualmente. Antes de que su vocación fuera ser educadora, realizó muchas ocupaciones, las cuales le ayudaron a crecer en el ámbito profesional; por ejemplo, fungió como secretaria de gerencia y recepcionista. Todas estas experiencias expandieron sus conocimientos administrativos y sociales.

Transcurría el año 2007 cuando decidió retomar el área profesional luego de un receso para cuidar de sus dos hijas. Solicitó al colegio donde se graduó que la contrataran o recomendaran con alguna empresa, pero las sorpresas de la vida… Pasaron dos días cuando recibió una llamada del establecimiento formativo donde la motivaban a probar y aplicar sus conocimientos en el área de inglés para enseñar a los alumnos del nivel primario. Aceptó sin imaginarse que era el comienzo de una nueva aventura llena de amor, vivencias, alegrías y, sobre todo, mucho aprendizaje.

Durante todos estos años ha mejorado sus técnicas de enseñanza y se dio cuenta de que su verdadera vocación estaba en el corazón de los pequeños, en esas aulas donde se emprenden proyectos maravillosos.

Por supuesto, en esos años se capacitó; pudo obtener su certificación por parte de la Universidad de Cambridge, el cual demuestra su suficiencia como maestra de inglés. Ha tenido la oportunidad de enseñar en distintos niveles: preprimaria, primaria, básico y diversificado donde ha experimentado diferentes vivencias y el amor de sus alumnos.

Mariela es descrita por sus estudiantes como una maestra inteligente, carismática, creativa, responsable, paciente, fuerte y capaz de sobrepasar y resolver cualquier inconveniente que se le atraviese. Por supuesto, es una excelente madre.

Tras realizar un arduo trabajo capacitándose, con el objetivo de optimizar la educación en esta nueva realidad marcada por una crisis sanitaria, su vocación la motivaba a la búsqueda de herramientas para brindar un mejor servicio a sus alumnos, quienes se ganaron su corazón.

Los factores que intervenían en la mejora de la enseñanza en tiempos de pandemia iban aumentando, por lo que ella siempre trataba de encontrar nuevas herramientas para que el desarrollo y la formación de sus alumnos fueran siempre los mejores.

En sus palabras expresa que no hay un solo día que no agradezca a Dios por haberle dado el chance y el privilegio de trabajar con futuros profesionales, esperando haber dejado una huella y tocado sus corazones.

Inspiradora, heroína, personaje a seguir… Me pongo a pensar en muchas mujeres en mi entorno que han hecho tantas proezas, sin embargo, existe una que es fuerte, única y un regocijo: mi madre.

Reina Elizabeth León nació el 6 de enero de 1971, en la colonia Aida, en Sonsonate. Fue criada por sus padres: Reina Elizabeth y León Díaz. Su madre, quien no tenía estudios, se sostenía con un puesto de venta sencillo y humilde.

En la escuela, la joven tuvo la oportunidad de ser abanderada, una distinción importante por ser alumna destacada. Anhelaba estudiar una licenciatura en Derecho, pero en 1991 cambió de idea y empezó la carrera de Licenciatura en Ciencias de la Educación, en la Universidad de Sonsonate.

Comenzó a ejercer durante los primeros dos años de su carrera, con poco conocimiento, pero con mucho interés de enseñar. Su primer trabajo fue un interinato en el Centro Escolar Cantón Las Tablas, en Sonsonate. Al principio tuvo barreras para lograr su sueño, pero fue adquiriendo experiencia en cada escuela donde tenía la oportunidad de trabajar.

En 1993 inició su segunda carrera de docencia en la Universidad Doctor Manuel Luis Escamilla, donde obtuvo su título un año después. Mientras tanto, seguía con su licenciatura, la cual terminó en 1995.

Luego de tres años llega a su vida su primogénito. Para Reinita, como le dice su madre, fue un reto, ya que el niño empezó a tener problemas de salud. Esta valiente mujer tuvo que sacrificarse y darle las mejores atenciones al pequeño, fue la mejor mamá para su hijo en esos momentos.

Después nació su segundo retoño, y con él otra historia para ella. Tuvo que poner en práctica sus habilidades como enfermera y doctora, además de lidiar con sus propios problemas de salud.

A pesar de todas las adversidades, esta heroína goza su vida, tanto personal como laboral. Tiene una carrera y dice que aprende mucho de sus estudiantes de zonas rurales, a quienes ayuda y les ofrece la mejor enseñanza. Para ella, no hay carrera más especial que la de docente. También le toca luchar por sus hijos, sus dos tesoros, pero siempre recibe el apoyo y cariño de todos.

Reina Elizabeth León es una mujer ejemplar para sus hijos y para quienes la rodean. Es un orgullo y un privilegio tener como madre a esta mujer grandiosa que ha logrado salir adelante en su vida.

 

Si hablas con Milka Aleida Rodríguez, te darás cuenta de que es una carismática señora a quien el buen carácter le sobra. Tiene 68 años, se dedica a su familia y reconoce que la cocina no es su pasión, pero asegura que su comida complace a quien la pruebe. 

Ha hecho mucho por los demás, como organizar diversas fiestas navideñas para los niños de la Iglesia o ayudar a los pacientes de hemofilia, un trastorno hemorrágico hereditario en el cual la sangre no se coagula de manera adecuada.

Tuvo una hermosa infancia por allá por los años 1950, bajo el resguardo de su hermano mayor, Alejandro, debido a que sus padres tenían que trabajar mucho fuera de casa; la señora Lucía era enfermera y el señor Alejandro, comerciante.

Vamos a saltarnos varios años hasta llegar a finales de la década de 1970, cuando su primer hijo, Carlos, se golpeó jugando y un gran hematoma brotó de su frente, algo que nuestra protagonista no había visto nunca. Luego de ser examinado muchas veces, fue diagnosticado con la enfermedad de Von Willebrand, muy similar a la hemofilia. 

Para estos mismos tiempos, con la reactivación de la Asociación Panameña de Hemofilia, de la mano de la doctora Bélgica Moreno, se comenzó a educar a los padres con hijos que padecían de esta afección. Ahí la señora Milka aprendió de sus mentores sobre la enfermedad que se había diagnosticado no solo a su primer hijo, sino también a su segundo retoño, Michael, y a ella misma.

Después de las capacitaciones de rigor, podemos destacar el arduo trabajo de esta dama junto con otros enfermos, familiares y personal de enfermería. Entre varias mujeres hicieron hasta lo imposible por llegar a personas con hemofilia a lo largo y ancho del país y protestaron ante las autoridades de turno para garantizar más medicamentos para aquellos pacientes necesitados. Luego de las manifestaciones, su voz fue escuchada y pudo tocar a los que toman las decisiones desde el Estado para lograr sus nobles objetivos.

Siendo promotora de la Fundación Panameña de Hemofilia, obtuvo diversos logros, como el de adjuntar al país a la Federación Mundial de Hemofilia, logrando un avance general en áreas como la adquisición de factores de coagulación.

Lastimosamente, luego de tanta lucha y logros, el esposo de esta dedicada señora fue diagnosticado con cáncer en el estómago y ella no pudo continuar con sus labores en la fundación que, poco a poco y con mucho trabajo, fue construyendo. Al día de hoy, mi querida abuelita Milka aún es muy apreciada por la comunidad de pacientes de hemofilia, así como por nuestra propia familia.

 “La mejor vida no es la más duradera, sino aquella que está repleta de buenas acciones”. Esta frase de Marie Curie sin dudas destaca a mi abuela Perla Cattan de Attia, pues su amor por el prójimo era inigualable.

Nació en la ciudad de Panamá, en una familia muy trabajadora. Se crio en la ciudad junto a sus padres Sara y Salvador Cattan. Cursó la primaria en el Colegio María Inmaculada y la secundaria en el Instituto Alberto Einstein, siendo una de las primeras promociones de aquella escuela. Su mamá nació en David, provincia de Chiriquí, una persona que amaba a su tierra y forjó en los suyos un sentimiento de “patriotismo familiar”. 

Luego de graduarse de secundaria, Perla conoció a Víctor Attia y unieron lazos matrimoniales. Él nació en la provincia de Colón y, al comprometerse con mi abuela, se mudaron para allá. Mi abuelo fue uno de los primeros en iniciar el negocio de vender ropa en la Zona Libre de Colón, en la tienda llamada Cohen y Attia.

Mi abuela participó en muchas de las colectas de parte de la comunidad judía que se enviaban a aquellas personas necesitadas de la provincia caribeña y todo el país. Su intención era vivir en la ciudad de Panamá, no solo porque su familia habitaba ahí, sino porque quería una mejor educación para sus hijos.

En el año 2003, la señora Perla se convierte en la presidenta del departamento de donaciones de la comunidad Shevet Ahim, llamado Wizo. Cuentan mis padres que estaba muy preocupada, nunca descansaba hasta saber que todas las donaciones eran exitosamente recibidas. Realizó acciones que parecían imposibles, con tremenda humildad, nunca revelando datos personales de los necesitados.

Una de las cosas que hizo fue ir de local en local en las empresas de la Zona Libre de Colón para conseguir donaciones con el fin de construir una escuela en Israel. Asimismo, apoyó en las causas de lo más necesitados de la población y aportó donativos al Hospital del Niño y al Instituto Oncológico Nacional, donde iba a entregar los presentes y además compartía con las personas sus penas, tristezas y daba aliento a los pacientes.

En marzo de 2009, a sus 59 años de edad, se empezó a sentir mal, una afección que probablemente apuntaba al bazo; la familia estaba muy preocupada. Ella era una mujer luchadora y, al preguntarle su
estado, solo respondía: “Yo estoy bien. ¿Cómo están mis nietos y familiares?”. Los doctores no determinaron el problema a tiempo, cuando descubrieron de qué se trataba, ya era tarde.

En abril del 2009 mi abuela falleció, dejando un vacío muy grande en nuestra familia y en nuestra comunidad. Doña Perla siempre decía: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”,  frase muy conocida en la Biblia, y no me cabe la menor duda de que la cumplió al máximo.

Tuve el honor de conocer a mi abuela por tres años. Quizás no me acuerde de mucho, pero las enseñanzas que me cuentan de ella me dejan sin palabras.

A nivel comunitario fue reconocida con una placa en homenaje a los “pilares de nuestra comunidad”. Esta distinción fue dada a mi abuelo, a quien también admiro y respeto, en el Centro Cultural Hebreo de la comunidad Shevet Ahim, en el año 2013. Para ese entonces, mi abuela tenía cuatro años de fallecida.

Quiero finalizar este escrito instando a las personas a seguir este camino, a preocuparse por el prójimo y mantener siempre la humildad, sin importar la situación en la que se encuentren.

      

        

         

        

          

            



Es agosto del año 2008, una pequeña niña de tan solo cuatro añitos está viendo los Juegos Olímpicos de Pekín y queda fascinada con todas las atletas haciendo volteretas, giros y rutinas de baile con sus atuendos de colores brillantes y bellísimos. Tan agraciadas y fuertes lucían todas, que debía ser divertido poder volar igual que ellas, ¿no?

Enfrente del televisor, esta pequeña expresa por primera vez su encanto por la gimnasia, desde entonces esa niña desea danzar en el aire y dar cuantas piruetas quisiera. Ella es Hillary Heron, quien justamente tuvo la suerte de nacer en una casa repleta de entusiastas del deporte, especialmente del béisbol; es la nieta del difunto Karl Heron, mejor conocido como Chico Heron, que fue un notable beisbolista y técnico de la Selección Nacional de Béisbol de Panamá.

Sus padres siempre entendieron y compartieron el amor por el deporte con ella, y jamás le faltó el apoyo para que pudiera crecer en su disciplina. El mismísimo 2008 en que vio la categoría de gimnasia de los Juegos Olímpicos comenzó a practicar. Al siguiente año ya estaba compitiendo junto a otras atletas.

Ahora nos transportamos a junio de 2021. Estamos en Río de Janeiro. Hillary Heron participó en el Campeonato Panamericano de Gimnasia Artística, en el evento de bóveda, ¡y obtuvo la medalla de plata! Un año después, ocurren los Juegos Bolivarianos, la atleta viajó a Valledupar (Colombia), representando a Panamá con su talento, y ganó tres medallas de bronce, en los eventos de bóveda, equipo y all around. ¡Además de una medalla de plata en piso!

Ese año de 2021, en octubre, nuevamente compitió, esta vez en los Juegos Sudamericanos, en Asunción, Paraguay, consiguiendo medalla de plata en el evento de bóveda y bronce en piso. Hillary regresó al Istmo con grandes logros que fueron reflejo de su dedicación y entusiasmo, y más que nada, recompensa por su disciplina.

“La gimnasia para mí es como estar en mi casa, voy y me divierto, mis papás no tienen que obligarme a ir todos los días, es algo que me apasiona y es muy bonito”, comenta Hillary Heron. El salón lleno de vigas es su hogar, un refugio para su mente, un lugar donde sabe que pertenece y expresa lo que siente y piensa. Además, es un deporte tan bello, que se puede considerar arte.

La célebre gimnasta no solo es devota al deporte, sino que también balancea su vida deportiva con la universidad, su familia y amigos. Se graduó con honores de la secundaria y está comenzando la carrera de Psicología.

Hillary continuó entrenando y mejorando durante años, conservando siempre su amor por el deporte gimnástico; y con esto ha logrado traer medallas y gran reconocimiento a nuestro país. Cada vez que representa a la patria en campeonatos, deja a nuestra bandera en alto y brinda gran orgullo a los corazones de quienes la apoyan.

Finalmente, hay que recordar que este solo es el inicio de su vida, tanto personal como deportiva. La joven atleta todavía tiene muchos años por delante para seguir creciendo y superándose. Muchos años más para continuar inspirando a los niños y niñas panameños, para que ellos también se dediquen a perseguir sus metas, al igual que ella lo está haciendo.

«Difícil no significa imposible, con disciplina y perseverancia puedes cumplir tus sueños», otra reflexión que nos regala Hillary Heron.

Antes de llegar a ser la compositora hispana más influyente del mundo, Erika Ender luchó ocho meses en Miami, Estados Unidos, buscando trabajo. Se quedó con tan solo 13 dólares en su cuenta de ahorros y todas sus tarjetas de crédito estaban bloqueadas.

Antes de que Erika llegara a ser la que escribió éxitos para Daddy Yankee, Luis Fonsi y Gloria Trevi, entre otros artistas famosos, una disquera le dijo que no, que sus canciones eran muy femeninas, como si eso fuera un defecto. Pero como sabemos, nada la detuvo para ser una panameña que triunfa y abre caminos a otros, y que cree en el poder de la música para tocar vidas.

Conocí a Erika cuando fui a uno de sus conciertos sin saber quién era realmente, pero al salir terminé fascinada con la gran persona que es y, sobre todo, con su apoyo a la niñez y juventud de Panamá.

El 21 de diciembre de 1974 nació en el Istmo esta talentosa mujer, que desde pequeña demostró sus aptitudes artísticas. Escribía canciones desde los ocho años. Su sueño a partir de entonces era cantar y componer, anhelo que persiguió sin parar. Como ella bien dice: “Realmente yo estoy haciendo de adulta lo que yo jugaba de niña”.

Cuando cumplió dieciséis años ganó un concurso de poesía intercolegial. Más adelante incursionó como locutora y presentadora de televisión.

Erika nunca dejó de luchar, tampoco de ser humilde. Ella quería ser compositora en “un mundo de hombres”, como ha recordado más de una vez.

Para lograrlo, se mudó a Miami, la ciudad más importante para los artistas latinos, pero estando ahí ocurrió una tragedia: al mes entraron a su casa en Panamá y le robaron todo. Con la mente en positivo lo tomó como una señal de que se había ido al lugar correcto. Empezó a hacer de todo para conseguir dinero, se convirtió en presentadora de Discovery Channel, hizo campañas publicitarias y nunca dejó de escribir canciones que continuó enviando a las disqueras, ocultando que era una mujer quien los había escrito, y cuando el sencillo tenía éxito mostraba su verdadera identidad.

Desde Miami, a finales de los 90 Ender escribió la versión en inglés del éxito “A puro dolor”, de Omar Alfanno, con el que hizo su gran debut dentro de Estados Unidos, en los Billboard americanos, según comentó la propia artista en su cuenta de Instagram. Su historia musical se fue nutriendo y en 2017 nació su colaboración en “Despacito” con Luis Fonsi, sencillo que logró siete certificados Guinness World Records y que llevó a la cantautora a la cúspide.

Actualmente es la mujer hispana más destacada en la industria de la composición y lo dicen todos los premios que ha obtenido. “Yo no hago esto pensando en el negocio, yo hago esto pensando en que una canción tiene la capacidad de tocar millones de vidas, que te den felicidad o te identifiques con ellas, porque la música tiene poder”, dijo una vez.

Erika es filántropa y al no poder tener hijos decidió dejar algo en los demás. Por eso creó Talenpro, un programa en el que usa su poder para promover el talento de los demás y rodearse de jóvenes que considera como sus hijos. 

Esta talentosa y sensible panameña me dejó un mensaje muy motivador: que toda circunstancia o caída tiene un porqué, que hay que sacar de cada vivencia lo positivo, no detenernos ante los obstáculos y nunca olvidar lo que somos y de dónde venimos. Sí, la misma Erika que tras ocho meses en Estados Unidos buscando oportunidades, se quedó con 13 dólares en la cuenta y con las tarjetas topadas.

Petita Escobar Jaramillo. No podemos hablar del folclor de nuestro país sin mencionar este nombre.

Ella fue la pionera de lo que hoy conocemos como el Ballet Folklórico de Panamá y fue una de las artistas que proyectó a nivel internacional nuestras danzas tradicionales. Como educadora, siempre se interesó en el conocimiento, desarrollo y divulgación de la cultura y costumbres istmeñas a través de la expresión artística.

Fue profesora de biología y química, título que obtuvo en la Universidad de Panamá y que desempeñó durante veintinueve años. Pero lo hizo sin abandonar su motivación y manteniendo siempre un interés personal en el folclor, lo que le llevó a prepararse y organizar, en 1949, el primer conjunto típico de Chiriquí en la Escuela de La Concepción. Luego de dos años fundó el conjunto folclórico del Instituto Nacional de Panamá, uno de los que más influencia ha tenido en el país y que aún se mantiene activo.

Exigente en su trabajo y con todo el profesionalismo y la responsabilidad que le caracterizaba al frente del Conjunto Ritmos de Panamá, nació la idea de llevar nuestros bailes tradicionales a grandes escenarios introduciendo técnicas como el ballet y la danza moderna, así como otros estilos musicales. Entonces, cambió el nombre de la agrupación a Ballet Folclórico Ritmos de Panamá, considerado por decreto presidencial como la agrupación folclórica oficial del Estado panameño.

En 1968 se modifica el nombre al de Ballet Folklórico Nacional, y con eso vino una intensa agenda fuera del país. Incluyó bailes como el ritual chamánico, el reto de zapateadores y el gallo y la gallina, siendo este última uno de las más emblemáticos. Las técnicas de danza moderna se hacen presente en bailes como el candombe de los negros cimarrones, el zaracundé y la danza de balsería.

Petita trataba de contar una historia en cada número, y se convirtió probablemente en la primera coreógrafa folclórica inédita del país.

Su intenso trabajo fue mermando y sus apariciones disminuyeron a causa de la diabetes. A pesar de todas las dificultades que enfrentó debido a su enfermedad, mostró hasta el día de su muerte (el 5 de agosto de 1994) amor por lo que hacía. Petita Escobar Jaramillo dejó una huella imborrable en el folclor nacional.

Durante años ha habido discriminación y desigualdad de género. Es un hecho que antes las personas no creían en una mujer líder o en una ocupando y realizando las mismas tareas laborales que históricamente realizaba el hombre. Pero, el domingo 2 de mayo de 1999, una dama ganó las elecciones presidenciales en Panamá. Su nombre: Mireya Moscoso.

Mireya nació el 1 de julio de 1946 en Pedasí, provincia de Los Santos. A los dieciocho años se casó con el médico, diplomático y político panameño Arnulfo Arias Madrid, quien por entonces tenía 63 y llegó a ser tres veces presidente del Istmo (en 1940, 1949 y 1968). Moscoso comenzó su carrera política en 1964, con la campaña de la última presidencia de su esposo.

Después de que Arnulfo Arias falleciera, en Estados Unidos, Mireya fue nombrada su heredera política y así decidió participar en las elecciones presidenciales de 1994, en la que salió victorioso Ernesto Pérez Balladares. Esta derrota significaría el inicio para ella: regresó al campo y agradeció a todos los que la ayudaron en su primer intento. Comenzó su proceso de reorganización y maximizó sus esfuerzos para conseguir la anhelada victoria.  

Y en 1999 lo consiguió. El 42% de los votantes la apoyó. Esta hazaña la convirtió en la primera —y hasta ahora única— presidenta del país.

«Aspiro a que más mujeres se atrevan a correr y que se apoyen las unas a las otras, que no se descalifiquen y que sean sus mejores aliadas, algo que no recibí durante mi inicio en la política», mencionó en una ocasión la expresidenta.

Pero no piensen que todo le fue fácil. Moscoso reconoce regularmente en entrevistas que ganarse el respeto de los ciudadanos fue un trabajo complicado. En comparación con un hombre, las mujeres, incluyéndola, tienen que esforzarse el doble o hasta el triple para prosperar.

«Las barreras nunca me detuvieron, me atreví a correr a un puesto político y sabía que tendría que lidiar con muchos aspectos negativos, así como ataques injustos y machistas. Creo que lo más importante es nunca ver una barrera al frente, sino superarla y enfocarse», indicó una vez.

En su gobierno, Mireya Moscoso construyó un museo para niños en la ciudad capital, reconstruyó y equipó el Hospital Santo Tomás, que hoy en día es uno de los principales centros de salud pública del país, así como el Hospital José Domingo de Obaldía, moderno nosocomio ubicado en la provincia de Chiriquí.

Sin duda, Mireya Moscoso es una inspiración para nuestra sociedad y es digno ejemplo de todo lo que puede llegar a ser una mujer.