Esta es la historia de la panameña más influyente de todo el siglo XX: Reina Torrez de Araúz, la antropóloga que creó la mayor parte de los museos que existen en Panamá y que defendió hasta el último de sus días nuestro derecho a ver y entender nuestro pasado.
Comenzó su vida laboral con solo veintidós años, al regresar de Argentina con una licenciatura en Antropología, profesorado en Historia y un certificado de Técnico en Museos por la Universidad de Buenos Aires, en 1955. Su primer trabajo como antropóloga fue en el Instituto Indigenista Americano, en 1957. Se concentró en el estudio de las características de los pueblos indígenas panameños en su propio ambiente, mediante visitas de campo a selvas y serranías de Panamá. Este trabajo teórico y de investigación documental le ayudó a realizar un registro fotográfico y detallado de la cultura de estos grupos.
“América indígena”, su primer ensayo sobre los indígenas chocoes del Darién, fue publicado en 1958 y le abrió el camino a su primera participación en foros científicos internacionales durante el XXXIII Congreso de Americanistas, en Costa Rica.
La meta era “estudiar con detenimiento a los gunas continentales, observar la dispersión de los chocoes y calibrar el empuje de los colonos chiricanos y azuerenses ante la pasividad del grupo afro de histórica estirpe”, dijo al momento de organizar una expedición al Tapón del Darién junto a investigadores de la National Geographic, cuando en aquel entonces se demostraría que era posible atravesar la selva en un vehículo a motor. Reina llevó a cabo la gira junto a su esposo, el profesor Amado Araúz, con quien tuvo tres hijos.
Tras la travesía fundó el Centro de Investigación Antropológicas de la Universidad de Panamá, con el propósito de realizar estudios en todos los campos posibles de la ciencia humana. Para 1965 creó dos cátedras en la casa de estudios superiores, Prehistoria de Panamá y Etnografía de Panamá, pues la pionera quería que los estudiantes conocieran la diversidad étnica del Istmo.
Cinco años más tarde es nombrada directora del Museo Nacional de Panamá y encargada de la Dirección de Patrimonio Histórico del entonces Instituto Nacional de Cultura. Por su trayectoria como docente, en 1974 se convirtió en la primera mujer panameña en ser formalmente miembro de número de la Academia Panameña de Historia.
Reina Torres fundó el Museo del Hombre Panameño, que años más tarde sería reubicado en la Plaza 5 de Mayo y renombrado Museo Antropológico Reina Torres de Araúz, en su honor. Además, impulsó la creación de espacios culturales como el Museo del Parque Arqueológico El Caño, el Museo de la Nacionalidad, el Museo de Arte Religioso Colonial, el Museo Afroantillano de Panamá, el Museo de Ciencias Naturales y el Museo de Historia de Panamá.
También luchó por preservar y rescatar las piezas históricas panameñas. Así, cuando en 1979 (tras dos años de la firma de los Tratados Torrijos-Carter) el gobernador de la Zona del Canal de Panamá, Harold Parfitt, retiró la locomotora 299 del primer ferrocarril transcontinental para enviarla a un museo industrial en Nueva Jersey (Estados Unidos), Torres estuvo en desacuerdo, pues esta había sido incluida previamente dentro del patrimonio histórico nacional. Indignada, describió la acción como «una negación efectiva a las declaraciones conjuntas de ratificación de la soberanía total panameña».
A principios de la década de 1980 su vida dio un giro drástico. Su primogénito Oscar, de veintitrés años, fue operado de apendicitis aguda y más tarde le diagnosticaron un cáncer en estado avanzado. Días después a ella le descubrieron cáncer de seno. Su hijo falleció mientras ella estaba bajo los efectos de la primera dosis de quimioterapia.
A pesar de todo, Reina continuó escribiendo su noveno libro, “La colonia escocesa en Darién”, y siguió con las gestiones por regresar a Panamá algunos bienes patrimoniales que se encontraban en el extranjero.
El 26 de febrero de 1982, a la edad de 49 años, la doctora Reina Cristina Torres de Araúz dejó este mundo. Ahora su cuerpo descansa en paz en el Museo del Hombre Panameño. La revista National Geographic la agregó como “una de las 20 mujeres más importantes”. Por eso, y otras razones, ella es una de las féminas que cambiaron la historia.