La abuela de 500 historias

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Colón, la Tacita de Oro, 1932. En la ciudad de una fuerte presencia estadounidense, Irma Matilde Villalobos juega con sus amigas después de las clases. Al cabo de un rato, vuelve a su casa, la número 25 de la calle Quinta, para encontrarse con una de las tragedias que marcaría su vida: su mamá murió de un derrame cerebral. Eso resume su infancia: unos días alegres y otros no tanto. 

Irma es mi abuela. Ojos azules, piel blanca, cabello corto, dorado como el oro. Lee el diario La Prensa todas las mañanas y me llama siempre. “¡Ani, Ani!”, vocifera y constantemente tiene una historia que contar. “La ciudad se sentía como una familia, un club, todos se conocían”, me dice mi abuela sobre el orgullo de ser colonense. Ella, toda su vida extremadamente sociable, salía con sus amigas a jugar tenis y nadar en la piscina en el Hotel Washington. 

Antón, provincia de Coclé. Se conocen dos personas en una procesión del Cristo Negro de Esquipulas, encuentro que cambiará sus vidas por completo. “¡Nos echó macuá!”, dice mi abuela. Se ríe: En otras palabras, la hechizaron, recuerda. ¿Quién? Mi abuelo. Ella ya le había puesto el ojo a este caballero muy elegante gracias a su hermano, Jorge, pues los dos eran compañeros de baloncesto. Tras enamorarse, en 1956 se casaron y tuvieron tres hijos, Ricky, Julio y Ana Matilde. 

Mi abuela también tuvo muchos logros profesionales por su perfecto inglés, que aprendió en el Colegio Saint Mary. “Me preparó de punta a punta”, destaca sobre su escuela. Pudo trabajar en el Canal de Panamá apenas salió de la secundaria. 

Más adelante en su carrera, fue una de las primeras mujeres en el puesto de supervisora de las esclusas. “Hacía turno nocturno con los obreros. ¡Ufff! Hasta trabajaba catorce horas seguidas como si nada, feliz”, comenta. En su empleo hizo muchas amistades y mantenía muy buenas relaciones con todos los compañeros. Gracias a su talento, se ganó una beca para estudiar en Chicago, Estados Unidos, y pudo capacitarse aún más en su área. 

Cuando se jubiló, tuvo que ser recontratada por sus capacidades y conocimientos, porque no podían encontrar a una persona con el nivel de experiencia de ella. También fue integrante de diversos clubes sociales de ayuda social, que hasta el día de hoy se mantienen en contacto, como el Club de Jardinería de Las Cumbres, La Medalla Milagrosa y La Asociación de Esposas de Ingenieros del Canal. “Algunas veces hacíamos bazares con el fin de recolectar ropa, íbamos a iglesias en El Chorrillo para donar recursos a las monjas que cuidaban de los niños, también organizábamos bingos y desfiles de sombreros para recaudar fondos”, comparte. 

No puedo dejar aparte su pasión por las artes escénicas, un amor que transmitió a su familia. Con mi abuelo y otras personas fundó el Teatro en Círculo, que hasta el día de hoy está en pie en la ciudad capital. En esta sala tengo hermosos recuerdos de ver obras con mi familia, asistir a ensayos de los montajes e ir a ver la acción tras los bastidores. Después de las funciones, felicitar a los actores y conocerlos.

Este perfil no resume ni una mitad de todas las anécdotas que mi abuela tiene para contar. Pero les pude dar una introducción de su noble, inspiradora y valiente historia. 

Para Pita.

De parte de tu nieta, Ana Lucía.

2 comentarios
  1. nalvaradod
    nalvaradod Dice:

    Ana Lucía, me quedo sin palabras leyéndote. Tu amor por tu abuela ha quedado muy plasmado -y de una manera muy, muy hermosa- en tu perfil. Además debo felicitarte porque tu texto es tremendo, tiene datos y citas muy buenas.
    Me gusta también los ritmos con los que escribiste. Cuando me dices “no la subestimes”, por ejemplo, me integras muy bien a tu texto, tanto que me siento un personaje más. Además, regularmente recomiendo no escribir en presente pero el segundo párrafo -donde hablas de la Tacita de Oro- justificas muy bien por qué hablas en ese tiempo y no en pasado. Construiste muy bien la escena.
    Ahora bien, creo que debes cuidar el exceso de comas. En el segundo párrafo también debes hacer un ajuste cuando dices que su infancia se parece y no se parece a la tuya. El lector no encontrará en los párrafos siguientes una respuesta a ese comentario que haces, así que creo que puedes eliminar la idea si no la explicarás en algún momento.
    Otra cosa: tu abuela es tu personaje, así que me gustaría escucharla más. Incluye frases de ella en tu texto, cosas que te cuente, aunque sean cortitas: cómo se sintió el día en que se jubiló, cómo recuerda el momento en que conoció a tu abuelo en la procesión… te servirán para enriquecer el texto.

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