El sabor a amor de la abuela

El 22 de febrero de 1954, en La Chorrera, nació la abuela Manuela. Para entonces, ella vivía en un campo lleno de árboles, montañas y diversión, pero se tuvieron que mudar para que en 1961 fuera a la primaria en la escuela San Francisco De Paula, a primer grado, porque en ese tiempo no había preescolar.

Después de pasar de primero a sexto grado, en 1967 debía entrar a la secundaria, específicamente en la Pedro Pablo Sánchez en La Chorrera. “Todo se complicó”, dijo, pero la abuela se esforzó bastante y no bajó sus calificaciones.

En 1972 llegó el día que estaba esperando con ansias, su graduación, y ese mismo mes le llegó una carta que decía “Está aceptada en la Universidad Nacional de Panamá”. Manuela estaba muy emocionada, lastimosamente, tuvo que dejar los estudios por unas dificultades que tenía. 

Tan pronto como pudo, Manuela regresó a la universidad y fue ahí donde conoció a un joven llamado David Sakata Bejarano, a quien llamaré con el cariño de la abuela, por supuesto, “el abuelo”. Ya iban para el sexto mes de novios, cuando el abuelo le propuso matrimonio y ese mismo año, 1975, se casaron, específicamente el 21 de junio. ¡Qué emoción!.

En 1979, Manuela comenzó a trabajar en una aseguradora, por dos años, pero sentía que aún faltaban cosas en su vida.

El 12 de junio de 1982 tuvo su primera hija, mi madre Manuela. Luego le siguieron los demás hijos, que por cierto, dos nacieron en Panamá y dos en Perú, la tierra del abuelo David Sakata. 

En 2004 aquello que le faltaba en su vida se hizo realidad, los abuelos abrieron un restaurante peruano; a la abuela le gustaba mucho esta clase de comida y además el amor de su vida era peruano. Y allí nació su último y amado hijo, que además de amistades les traería bienestar al hogar: el restaurante La Jarana.

En 2006 llegó un dolor profundo a la abuela, quedó viuda, su amor y compañero falleció, pero siguió adelante; su trabajo y la venida de sus nuevos nietos: Mia, Emma, Juan y por supuesto yo, la llenaron de felicidad.

En 2020 La Jarana tuvo que cerrar debido a la pandemia, pero volvió a abrir sus puertas en el año 2021 y todos volvimos a sentir los maravillosos olores peruanos y es que, la abuela no sabía qué hacer con su tristeza, sus ojos reflejaban dolor profundo y la familia era su único soporte. Suelo recordar El Apanado, plato delicioso que al salir del horno se expandía el olor por todo el restaurante…

Pero aún mi abuela Manuela no se rinde y a sus 68 años de edad se emociona al volver a servir sus platos peruanos, herencia del amor del abuelo y para sus mejores clientes en este país que lo recibió con amor, Panamá.

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