No llegue allí deseándolo o esperándolo, sino trabajando por ello

Su nombre es Graciela Valdés Zamudio, nació en Bocas del Toro, Panamá, un 23 de agosto de 1955; tuvo una infancia maravillosa junto a sus padres y a sus dos hermanos.  Su papá era un pequeño comerciante de Changuinola.

Para un mayor aprendizaje académico, su familia la envió a estudiar en la provincia de Chiriquí, allí estudió su primer año en el Colegio Félix Olivares Contreras. Posteriormente, se mudó a la provincia de Panamá, ya que en aquel entonces, el padre tuvo problemas económicos y su familia decidió empezar desde cero. Y fue ahí donde inició su segundo año en la secundaria, en Chorrera, en el Colegio Pro Amelio.

Posteriormente, se mudaron al centro de Panamá, en Río Abajo, calle Octava y fue matriculada en un colegio cercano para cursar su tercer año. La casualidad hizo que muriera su madre, dejándola huérfana.  Ese hecho marcó mucho su vida, porque su madre le decía: “si yo algún día llegara a morirme, no creo que llegues a ser alguien en la vida, porque tu padre es demasiado dócil, muy complaciente.” Su madre dudaba muchísimo de que Graciela llegase a prosperar.

El día después de que la señora dejaba este mundo, un 28 de julio de 1975, durante el entierro, Graciela le prometió a su madre fallecida que iba a prosperar, a superarse y a estudiar con dedicación, hasta que sintiera orgullo de su hija. Fue en ese momento que aquella promesa marcó su vida para siempre, y luego de terminar sus estudios de tercer año, con su temprana edad, Graciela seguía empeñada en el estudio, con tanto empeño que muchas veces, tocaba quedarse en las casas de algunos familiares, ya que su padre se tuvo que regresar a Bocas del Toro, por cuestiones de trabajo.

La jovencita   llegó al cuarto año con esfuerzo demostrado en sus excelentes calificaciones. Se le veía ir y venir todos los días a pie, cansada, cargando libros pesados al hombro y con el mismo viejo y desteñido uniforme. Ella, con suma responsabilidad y conciencia del ahorro, lograba dividir la poca mesada que le daba su padre. Cuando se graduó, tomó la decisión de continuar estudios en Chiriquí.

Ese día, Graciela le preguntó a su padre si le daba permiso para irse a superar, y él, sin titubeos, terminó a apoyándola… Para ella, iniciar esta nueva etapa de su juventud, prácticamente sola en David, fue algo muy difícil. Tal vez porque no estaba preparada ni acostumbrada a tramitar todos sus papeles, sin que su madre no la acompañase. A estas alturas de su vida, pensaba, “extraño a mi mami, pero tengo que jugármela sola”. Quedarse en un cuartito que compartía con     una amiga de su madre, muchas veces hacer magia para que la plata le llegara hasta fin de mes y esa situación de inseguridad, la llevó a ahorrar en una cuenta, lo poco que le quedaba de cada mesada.

Cuando se graduó del bachillerato, el padre fue orgulloso a su fiesta de graduación y al día siguiente, tomó sus maletas, y tras despedirse de su padre, decidió que su nuevo destino era la ciudad de Panamá. Cuando llegó se fue a vivir con la novia de su hermano, y consiguió un puesto en el departamento administrativo en una empresa llamada panadería Santa Ana,.

Tras matricularse en la facultad de Contabilidad de la Universidad de Panamá, para esta aguerrida mujer, los primeros años de estudio fueron muy difíciles. Sin embargo, la vida le concedió el placer de conocer a una persona que se convirtió en su amiga incondicional.

A los dos años, Graciela consiguió un apartamento y se fue a vivir con su amiga. Así pasaron las verdes y las maduras, había días en que se quedaba hasta las doce de la noche estudiando.  Su heroicidad consistía en que a su corta edad, combinaba sus responsabilidades como estudiante universitaria y su desempeño en una firma de abogados.

Posteriormente, pasó el tiempo hasta que el amor llegó a su vida de una manera dulce e inesperada. Se enamoró de quien fuera su único novio y padre de su hija; Graciela, siendo ya una profesional exitosa, creó su propia firma de contadores, y al mismo tiempo, era la auditora de su empresa. Así estuvo trabajando por más de 15 años.

En 1997, la aspiración de conseguir una casa se hizo realidad. Ya no solo administraba un hogar, también formaba parte de una asociación: era           socia de unos contadores, ya tenía cierta jerarquía.

Al año siguiente, consiguió comprar su primer carro y condujo por primera vez. Llegar a concretar estos sueños, siendo además, una madre soltera, en medio de una sociedad machista no resulta tan sencillo. Ya en el año 2004, Graciela se comió el mundo, este fue su mejor año económicamente; sin embargo, su hermano casado y con cuatro hijas se fue a vivir a su residencia, con la desdicha de que su esposa murió  junto a su quinta hija recién nacida. Esta fue una de las peores noticias que le afectaron emocionalmente.  A Graciela no le quedó más remedio que aceptar la tutela y convertirse en el único amparo de las cuatro niñas.

En 2007 se integraba a otra empresa, a la que dedicó siete años de trabajo ininterrumpido y exitoso, hasta que se jubiló. Luego, decidió comprar una casa en David para reunirse con sus nietas y su hija; en esta ciudad fundó dos empresas que muestran su dedicación al trabajo. Cuando alguien curioso le pregunta cómo ha sido posible llegar a beber en la copa del éxito, ella contesta: “a mi madre le agradezco todo lo que soy; escuchen los consejos de una madre, en sus palabras hay fe de vida, experiencia y sabiduría”.

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