Hay momentos en los que siento que odio a mi propia madre. ¿Por qué? Por mis caprichos. Casi toda mi vida estuve «cabreando» a mi mamá y todavía lo hago. Pero llegan esos instantes en los que pienso: «Debería ponerme en su lugar», y es ahí cuando me digo a mí misma que estoy siendo injusta con ella. Les comparto su historia.

Cai Li nació en febrero de 1974 en Guangzhou, China. Proveniente de una familia humilde, tuvo seis hermanos; ella era la penúltima. Entre todos combatieron la escasez de recursos de su  infancia. Me cuenta que cuando empezó a ir la escuela, a los seis años, debía caminar por 30 minutos para llegar al colegio, ya que su hermana mayor era la que podía utilizar la bicicleta.

Recuerda que con solo siete años ya le tocaba ayudar en la cocina, prendía fuego con madera porque no contaban con una estufa. Dos años después trabajó en el campo con los adultos utilizando maquinaria peligrosa. Eso era un riesgo para los niños. De hecho, en una ocasión su hermana, mi tía, casi pierde un dedo.

Menciona también que hubo momentos de tanta escasez donde le tocó pelear por el alimento, al extremo de salivar la comida para que nadie más la probara. 

Tuvo que soportar castigos, porque los suyos le exigían que trabajara más, que rindiera a la par de ellos.  Las reprimendas variaban: era golpeada con un palo, la ponían a laborar horas extra o la sacaban de su hogar haciéndola dormir en otra casa. 

En noveno grado, Cai decidió no seguir con sus estudios, no le apasionaba la escuela. Continuó con su vida trabajando en el campo hasta que conoció a su futuro esposo. Se casaron en 1992 y tuvieron un hijo. Sin embargo, años después, él le falló siendo infiel, lo que motivó que apareciera la palabra divorcio.

Esto la dejó devastada. Quedó sola con su pequeño, luchó para sobrevivir y sacarlo adelante. La situación se complicaba, pero ella siempre buscaba la manera de continuar. Decidió trasladarse a Panamá para aliviar su soledad y buscar una mejor situación económica. Con la ayuda de su familia, dejó a su único retoño bajo la supervisión de sus exsuegros y emprendió el largo viaje con miras a un futuro mejor.

Llega al Istmo, comienza a trabajar como empleada del supermercado de su hermana mayor y mantiene contacto frecuente con el hijo que había dejado en China. Frente al negocio había un restaurante, allí conoce al dueño con el que entabla una relación sentimental y tiene otros dos hijos. Con mi papá, once años mayor que ella, formalizan un hogar, es así que llego al mundo. Al tiempo vino mi hermano a Panamá, por insistencia de mi madre. 

Lamentablemente, años después, nuestra familia sufrió una crisis económica, que fue el principal detonante para frecuentes discusiones entre mis padres, y eso era noche tras noche. El ambiente en el hogar ya no era de paz y armonía como antes. Yo optaba por meterme en mi cuarto a llorar y esperaba que se calmaran los ánimos para salir. Sentía que mi casa estaba por derrumbarse.

Vagamente, recuerdo que mi madre, en medio de esa situación, solía ir al casino en busca de un desahogo. Yo veía muy mal esto, debido a la situación financiera que atravesábamos. Pero ahora comprendo que en realidad era su forma de escapar de todo el estrés que la consumía en el hogar.

Cinco años más tarde, por su espíritu luchador, ella busca apoyo en sus hermanos. Le prestan dinero y con eso pudo comprar un negocio en Nuevo Arraiján, en Panamá Oeste, donde vivimos en la actualidad.

Sigue el trabajo diario, pero la paz ha vuelto. Cuando contemplo a mamá veo una mujer persistente, virtuosa, emprendedora… Así es ella, se ha demostrado a sí misma, y al mundo, que se puede salir adelante viniendo de menos a más. 

 
1 comentario
  1. adielbonillam
    adielbonillam Dice:

    Muy bonita tu crónica, Nicole… muy cargada de nostalgia y de sentimientos humanos.

    Pero es importante que tenga un título, porque aquí se envió sin título.

    Solo diría que hay una parte que le podrías más provecho… cuando dices:

    Ella empezó la escuela a los 6 años o cuando ayudaba en la cocina a los 7 y en el campo a la corta edad de 9.

    Sería interesante para el lector si explicas brevemente cómo era ir a la escuela en China. Cómo una niña de 7 años se las ingeniaba para cocinar, o ir a trabajar al campo rodeada de adulos.

    Pero en general planteas muy bien los sentimientos variados que puede tener una adolescente mientras cuenta la historia de tu madre. Felicidades.

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