Aún sigo con la duda de si lo que soñamos es parte de momentos que predicen nuestro futuro, o si por el contrario son acontecimientos del pasado, o hasta vivencias de algún ancestro. De todas maneras, sea cual sea la verdad, siempre supe que todo lo que aparece en mis sueños me hace cuestionar mi presente.
Era un 28 de octubre de 2020, a las 12:05 a. m. pensé: «Ha llegado mi cumpleaños». Ese día fue ajetreado. Recibí varias felicitaciones y me costó dormir por todas las emociones. Como si fuera poco, había comido bastante dulce, pero me dispuse a descansar. Apagué todas las luces, puse el aire acondicionado lo más frío posible y rellené mi cama de almohadas para estar cómodo; cerré los ojos…
Pero sentí que casi de inmediato había despertado. La sensación era extraña. Noté que estaba en el suelo, en la esquina de una sala. Inmediatamente vi una escena de abuso doméstico por parte de un padre; la víctima parecía ser su hija.
Observé bien y no tardé ni diez segundos en percatarme de que esa pequeña era mi abuela, Cristobalina Velásquez. Me sorprendí y me di cuenta de que estaba soñando. Traté de salir de la casa de forma sigilosa, pero de todas formas no reparaban en mi presencia, me había convertido en una especie de fantasma. De todas formas abandoné la vivienda y de inmediato estaba en otra escena, en una escuela, donde volví a ver a mi abuela. Esta vez era víctima de bullying, no por un niño, sino por un profesor. Escuché los regaños e incluso la misma correa del pantalón del docente al golpear a mi abuela. Quería saber qué ocurría y por qué soñaba esto, presentí en ese instante las duras circunstancias que había vivido aquella mujer.
De repente desperté, encendí mi celular y eran apenas las 3:30 a. m. Aún me acordaba de lo que había soñado en detalle. Esto era nuevo y me emocionaba contárselo a ella. Volví a cerrar los ojos, ahora estaba en una casa en la ciudad de Panamá. Fui a la cocina y encontré a mi abuela otra vez. Estaba junto a un hombre, mi abuelo. Se veían contentos y llevaban muchos materiales de construcción, iban a edificar lo que hoy es la casa donde la mayoría de mi familia materna se crio. Ella sonreía, parecía feliz con este proyecto.
Desperté, ya eran las 9:00 a. m. Vi el celular y noté que tenía varias llamadas perdidas, justamente de mi abuela. La llamé enseguida. Le conté todo lo que soñé, y ella por su parte dijo que la noche anterior era la primera vez en años que no soñaba. Me sorprendió su comentario, ya que pensé que esas teorías de sueños compartidos eran falsas, pero aparentemente alterné el ciclo de sueño con mi abuela, donde yo pasé a ser simple espectador de su existencia.
Reconocí y aprecié el valor que tuvo mi abuela para salir adelante, incluso con obstáculos en su contra. Abuso doméstico y acoso escolar fueron algunas de las malas experiencias que ella transformó en motivación para progresar, convertir su vida en algo provechoso y demostrar, tanto a aquellos que la perturbaron como a otros que la amaron (como mi abuelo), que no hay ningún motivo para no levantarse al caer.