Ella se acerca al espejo para ver su rostro, pero no se siente real. Sus manos tiemblan y el reflejo se ve cada vez más difuso. Lágrimas corren por sus mejillas y caen en forma de gotas al suelo. Baja la cabeza, pues se han mojado sus pies. Vuelve a asomarse al espejo, sin embargo, ya no observa a la misma mujer, sino a una cansada y desmotivada, alguien en blanco y negro, sin colores.

Los colores son vida para ella, le dan un escape del mundo incoloro en el que vive, aunque matices grises van tapando su perspectiva. Así se sintió así por buena parte de sus mañanas, solo algo le ayudaba a seguir adelante: su pasión por el arte y la esperanza de que todo podía mejorar.

El arte la hizo navegar en el mundo de lo desconocido, y fue una manera de expresar lo que sentía sin juicio previo, sin la mirada que ve cada defecto, sin el dedo acusador de la sociedad.

Con trazos de pintura representaba sus emociones y descubrió que sentía mucha inseguridad, desconfianza, confusión, molestia… Aunque todo avanzaba, ella se percibía en el mismo lugar.

Hablo de una joven llamada Mary, que recién empezaba su escuela secundaria y estaba llena de temores. Siempre había sido una estudiante brillante con notas perfectas, mas inconscientemente tomaba su buen rendimiento como su valor personal, quería cumplir las expectativas de los demás. Era la forma en la que se sentía realizada, cumpliendo eso que todos esperaban de ella.

Poco a poco su rendimiento iba superando el anterior, pero a ese mismo ritmo crecía su miedo a no cumplir las esperanzas fijadas en ella. Finalmente llegó el colapso, era demasiada la exigencia personal y comenzó a darse cuenta de que para su subconsciente todo esfuerzo era insuficiente. La única forma de validación la encontraba en la escuela, por eso se aferraba tanto a ella.

Notó que casi todas las personas tienen creencias que no son reales. Y así vamos por la vida, asumiendo que hay algo malo con nosotros, cuando quizá todo depende de cómo pensamos sobre lo que nos rodea.

El arte fue un vehículo muy útil para su introspección. Ha pintado varias ideas coloridas que luego vende a seres conocidos, pero sin decir el mensaje, pues opina que cada uno debe elegir el significado de la obra, así le dan voz a los colores y no se vuelve algo impuesto.

Ahora ella quiere sacar todos esos sentimientos atascados en las personas, que se vuelven más fáciles de traducir en una pintura. El arte es otra manera de aflorarlos y no reprimirlos, como le ocurrió.

Hoy esa joven tiene dieciocho años, se acerca al espejo para ver su reflejo y ya no lo ve difuso, se puede apreciar a ella claramente. Todo es a color, no hay ningún matiz gris, aunque mira en sus ojos toda su trayectoria hasta el presente. Observa su yo del pasado y se da cuenta de que no hay nada más inspirador que conocerse a sí misma.

2 comentarios
  1. adielbonillam
    adielbonillam Dice:

    Es muy interesante el tema que has escogido, Mary, aunque aún parece inconcluso. Eso no quiere decir que debas idearte un final, necesariamente (podría ser también un final abierto).

    Sin embargo, es importante acentuar un poco más el momento cuando el arte entra en escena.

    Dice: “El arte la hizo navegar en el mundo de lo desconocido”. ¿Cómo fue ese momento cuando se atrevió a dejar llevarse por el arte? Puedes contar un poco.

    Contar, por ejemplo, cuando las pinceladas pasaron del misterio de lo desconocido a la fascinación de la expresión sin crítica, de la libertad de expresarse sin temer a algún reproche. Ese momento de tu escrito es muy bueno, y puedes potenciarlo describiendo un poco más esa transición.

    Luego el final es tu decisión: una escena cerrada, o mostrar – como está – el sinsentido de un avance aparente, pero un retroceso en el ser interno.

    Tengo mucha emoción por volver a leer tu texto.

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