La primera vez que vi su retrato le pregunté a mi madre el nombre de la mujer en la pintura: «Es Frida Kahlo, una inspiración del arte”, respondió.

En ese momento empecé a investigar sobre ella. Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón fue una pintora que nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, México. La temática de sus obras gira en torno a su biografía y a lo que ella llamaba su «propio sufrimiento”. Es la autora de 150 obras, principalmente autorretratos, en las que dejó plasmadas las dificultades que tuvo en su vida. En México es considerada un ícono pop.

En 1993 dio a conocer sus pinturas en Francia gracias a una invitación de André Breton, quien afirmaba que su obra era «surrealista”. Aunque Kahlo solía decir que este término no era para ella: «Pensaron que era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté sueños. Pinté mi propia realidad”, aclaró a sus críticos, según el Museo de Arte Moderno.

Conocí sobre la triste historia de su accidente en el tranvía el 17 de septiembre de 1925; su columna vertebral quedó partida en tres partes, sufrió fracturas en sus costillas, clavícula y tres en el hueso pélvico. Este suceso le causó un dolor crónico e hizo que Frida llevara un corsé de yeso toda su vida. Atrapada en su cama, surgió su amor por la pintura, y realizó sus primeras obras mientras sufría las tormentosas recuperaciones.

Un dato curioso de esta artista es que, cuando era niña, luchó con un caso grave de polio que le dejó varias discapacidades. Según Frida, la enfermedad hizo que su pierna derecha fuera más delgada que la izquierda, por lo cual la cubría con sus largas faldas.

En 1929 contrajo matrimonio con Diego Rivera, aunque también sostuvo aventuras con otras personas de ambos sexos. Con su esposo compartió un vínculo creativo, odio, un divorcio en 1939 y luego de un año volvieron a contraer nupcias. Gracias a esta relación, Frida creó el “Autorretrato con collar de espinas y colibrí”, obra que llama mi atención por su significado, ya que el collar de espinas representa la corona de Cristo, mostrando la humillación y el sufrimiento que ella padeció. El colibrí es un símbolo del folclore mexicano que significa la suerte en el amor. El gato negro es un amuleto de mala suerte. El mono puede tener muchos contextos, pero para Kahlo era el amor que no recibía de su marido, también puede ser el hijo que nunca tuvo debido a su condición física.

Muchas de las obras reconocidas de Frida tienen inspiración en sus experiencias personales, bastante dolorosas, como su tormentoso matrimonio, abortos involuntarios y procedimientos médicos complejos. Sus retratos representaban toda esa tortura, tanto física como psicológica, que padecía la pintora.

La curiosa ropa que lucía esta creadora mexicana, y que podemos apreciar en muchas de sus obras, también la hacían auténtica. Según un artículo de CNN en Español, Kahlo mezcló intencionalmente la moda occidental con la vestimenta tradicional indígena para hacer una declaración política sobre identidad cultural, nacionalismo y feminismo.

Para muchos, Kahlo era una artista adelantada a su tiempo, pensamiento que comparto, pues era una visionaria e incluso una rebelde que revolucionó la cultura con sus pinturas. Evidenció que una obra expresa mucho y que su verdadera belleza no es el trazo, ni el color, sino su historia. Para mí Frida es un ejemplo, pues demostró que ni siquiera una incapacidad es impedimento para cumplir los sueños.

Recuerdo las largas charlas que tenía con mi padrastro los fines de semana, después de comer y habernos relajado, acerca de cualquier tema que nos interesara. De lo que más solíamos hablar era acerca de la ciencia y de sus figuras más destacadas. Una de las que más me atrajo fue Marie Curie.

Lo más seguro es que la conozcas o hayas escuchado de ella por los importantes logros a lo largo de su carrera. Como un interesado en el tema, puedo contarte un poco sobre quién fue esta gran mujer que revolucionó la química y la física, ganadora de dos Premios Nobel.

Marie Salomea Sktodowska-Curie nació en Varsovia, Polonia, el 7 de noviembre de 1867. Mejor conocida como Marie Curie, fue una física y química a quien, desde muy pequeña, su padre le inculcó disciplina, pasión por las ciencias y valores. Era la menor de cinco hermanos en una familia muy culta, pero de pocos recursos. Siendo aún muy niña, su hermana mayor y su madre fallecen de tuberculosis, y, si bien esto le afectaría gravemente, no fue lo suficientemente contundente como para derribarla, pues continuó siendo una excelente alumna, la mejor de su clase.

Finalmente, terminaría sus estudios básicos e intentaría hacer los superiores; sin embargo, debido al gran machismo de la época, en su país había una ley que impedía a las mujeres asistir a la universidad. Esto no detendría a Marie, cuyo sueño era estudiar en París, específicamente en La Sorbona. Así fue como ideó un plan: trabajar para costearle los estudios a su hermana Bronia, quien luego le retribuiría de la misma forma. Esta estrategia tuvo éxito y Marie obtuvo la licenciatura con la mejor nota en Física y la segunda mejor en Matemáticas.

Un día, a Marie Curie le dijeron que se reuniera con un científico de nombre Pierre Curie para que le ayudase en sus investigaciones. Lo que ella no esperaría jamás es que se terminarían enamorando y luego casándose, en 1895. Junto a su esposo hicieron una de las más grandes duplas de la historia de la ciencia, logrando hazañas importantes. Gracias a un aparato hecho por Pierre, Marie pudo investigar la piedra pechblenda a mayor detalle, notando ciertas particularidades que posteriormente le llevarían a encontrar un nuevo elemento llamado Polonio (nombre en honor a su país); además de hacer dos de las más grandes contribuciones a la historia de la ciencia: la radioactividad, un fenómeno atómico con muchos usos (uno de los cuales es encontrar nuevos elementos) y el posterior descubrimiento de otro elemento nuevo al que llamó Radio.

Debido a sus grandes éxitos científicos, Marie fue nominada, junto con su marido Pierre, al Premio Nobel de Física. En la ceremonia de entrega, ella fue totalmente ignorada y, ante esta situación, Pierre decidió no aceptar el galardón haciendo reconsiderar la decisión del comité del premio. Finalmente, Marie pudo recibir el galardón, convirtiéndose en la primera mujer en conseguir el Premio Nobel de Física.

Su marido murió en 1906, durante una noche de lluvia, al cruzar la calle, se resbaló y la rueda de un coche le atravesó el cráneo. El fallecimiento de su esposo deprimiría mucho a Marie, quien se refugiaría en su laboratorio. Tiempo después, encontraría en su primera hija Irene el sustituto de labor perfecto y junto a ella siguió realizando sus investigaciones. En 1911 obtuvo un segundo Premio Nobel en química debido al descubrimiento del Polonio y el Radio, convirtiéndose así en la primera persona en la historia en lograr tal hazaña.

Marie e Irene trabajaron durante la Primera Guerra Mundial tratando a los heridos en lo que se conocía como las pequeñas Curie, unas diminutas ambulancias equipadas con rayos X que permitían conocer la situación del paciente con más facilidad.

Marie Curie muere en 1934 a causa de una anemia aplásica, producto de una sobreexposición a la radioactividad. Como dato curioso, la científica dormía con una ampolla de sales de radio en la cabecera de la cama.

Puedo decir que Curie es una gran inspiración para todo aquel que conozca su historia, fue una mujer sin límites a quien no le importaron las creencias machistas de la época y decidió seguir sus sueños.

Además de darme otro deseo: viajar a París, Francia, y poder visitar el instituto Curie fundado por ella.

Recuerdo una tarde, cuando me encontraba viendo una serie de televisión que incluía entre sus temas el segregacionismo de los años 60, que me pregunté: ¿Quiénes fueron las personas que influyeron en la lucha contra el racismo? Investigando, encontré a una valiente mujer que se alzó por sus derechos: Rosa Parks.

El 4 de febrero de 1913 nació Rosa Louise McCauley Parks, en Tuskegee, Alabama, Estados Unidos. Su padre era James McCauley, un carpintero, y su madre, Leona McCauley, maestra.

Parks vivió sus primeras experiencias con la discriminación en su infancia, le tocó ver cómo su abuelo salía de su casa con una escopeta mientras los miembros del grupo terrorista Ku Klux Klan marchaban calle abajo. También durante sus estudios, ya que asistió a una escuela de segregación racial y, de primer a sexto grado tuvo que ir caminando porque los niños negros no podían viajar en autobús, como lo hacían los blancos.

Con dieciséis años abandonó sus estudios para poder atender a su abuela y a su madre enfermas, no pudo retomarlos, pero consiguió trabajo como costurera en una fábrica de camisas de Montgomery.

En 1932 contrajo matrimonio con Raymond Parks, un barbero de profesión y miembro activo de la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People). Así fue como Rosa Parks se involucró activamente en asuntos de derechos civiles. En 1949 se convirtió en asesora de esta asociación.

Según un artículo publicado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, la historia de Rosa es la de «una mujer segregada por la doble violencia del machismo y el racismo, de una luchadora inalcanzable».

Pero, se preguntarán: ¿Qué fue lo que hizo esta mujer para convertirse en una pionera en la lucha por los derechos de las personas de color? ¡Los invito a que sigan leyendo!

El 1 de diciembre de 1995, Parks regresaba de su trabajo en Montgomery, abordó el autobús y se sentó en los lugares permitidos para personas consideradas de color; conforme el vehículo recorría su ruta, los asientos comenzaron a llenarse y algunas personas blancas quedaron de pie. Al percatarse, el conductor detuvo la marcha y les pidió a tres mujeres negras que se levantaran (según las normas en ese tiempo, las personas negras tenían que ceder su asiento si había personas blancas de pie), entre ellas se encontraba Parks, quien se negó incluso cuando el chofer la amenazó con denunciarla. Finalmente, Parks fue arrestada y condenada por desobedecer el ordenamiento municipal.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, menciona en una publicación que Rosa dijo que no se levantó “porque estaba cansada”, pero no físicamente sino de ser tratada como una ciudadana de segunda.

Luego del arresto de Parks, se desató una protesta que consistía en que las personas consideradas negras no usarían los autobuses. Esta población representaba un 70% de los usuarios. Las autoridades pensaron que la acción duraría muy poco tiempo, sin embargo, se extendió 381 días, por lo que la ley tuvo que ser cambiada. En noviembre de 1956 el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaraba inconstitucional la segregación racial en los autobuses y los usuarios podían sentarse donde quisieran.

“No tenía idea de lo que mis acciones podían provocar”, dijo Parks al darse cuenta de lo que había logrado y lo que la llevó a convertirse en la madre del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos. La NAACP le concedió en 1979 su galardón más importante, la Medalla Spingarn, y en 1996 el presidente Bill Clinton le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad.

Murió a los 92 años, en octubre de 2005, fue velada en el Capitolio de Washington. Se convirtió en la primera mujer afroamericana en recibir este honor, concedido solo a 28 personas en la historia estadounidense.

“Mi abuelo y mi madre me dieron el espíritu de libertad… me enseñaron que no tenía que sentirme inferior a nadie por mi color de piel”, expresó alguna vez Rosa Louise McCauley Parks.

Cuando mencionaron mujeres que inspiran, una de las primeras que se me vino a la mente fue la hija de Michael Jackson y Debby Rowe, una gran influencia para mí, ya que a pesar de haber pasado por una fuerte depresión en la que creía que su vida no tenía ningún sentido, pudo salir adelante y mantenerse firme.

Paris Michael Katherine Jackson nació el 3 de abril de 1998 en California, Estados Unidos. Su vida siempre estuvo en el ojo público, incluso antes de nacer, pero esto no fue impedimento para que tuviera una infancia convencional mientras vivía con su famoso padre, uno de los artistas más influyentes y exitosos del siglo XX, considerado como el Rey del Pop. Paris no tuvo ningún contacto con su madre por más de una década, ya que Debby decidió renunciar a la custodia de sus dos hijos, Prince y Paris, después de haber manifestado que había engendrado solo para que Michael se convirtiera en padre y que el título de madre se ganaba, pero ella no había hecho nada para ello.

Vivió la mayor parte de su infancia en el rancho de su padre, Neverlad, junto a su hermano mayor Prince Joseph Jackson Jr. y su hermano menor Prince Michael Jackson ll, nacido mediante un vientre de alquiler.

Cuando Paris y sus hermanos pequeños salían a la calle con su padre, utilizaban diferentes máscaras para ocultar su rostro de la prensa, era la única forma en la que no los reconocieran; pero esto hacía que la niña se sintiera confundida, no entendía por qué debía usarlas.

El 25 de junio de 2009 fallece Michael Jackson a causa de una sobredosis de propofol, medicamento que utilizaba para tratar su insomnio, dejando un gran vacío en la familia Jackson y en todo el mundo. Al ser tan unida a su padre, Paris nunca se recuperó completamente de su pérdida, aseguró en una entrevista para Rolling Stone que, si ya había perdido lo más importante en su vida, podría sobrellevar cualquier cosa mala que le pasara.

Luego de estos sucesos, se mudó junto con sus hermanos a la casa de su abuela Katherine Jackson. Había dicho que junto a su padre llevaba un estilo de vida muy saludable, pero en la nueva vivienda ya no había reglas, por lo que empezó a subir de peso, situación que al principio no le molestó hasta que un primo la llamó «gorda» y empezó un proceso de autodestrucción.

Paris habló muy poco sobre el tema y confesó haber sido abusada sexualmente durante su adolescencia por un completo desconocido. Además, sentía que no encajaba entre sus compañeros de estudio, ya que estaba recibiendo mucho acoso en Internet por personas que ni siquiera conocía.

Por ese tiempo, la chica atravesó una adicción a las drogas acompañada con una fuerte depresión debido al odio que sentía hacia ella misma; pensaba que no merecía seguir viviendo. La poca estabilidad emocional la llevaría a autolesionarse, al punto de que a la edad de quince ya había intentado suicidarse.

Para tratar de ayudarla, su familia la internó en una escuela terapéutica en Utah. En el documental This is Paris (2020) confesó que allí había sido sometida junto a otros estudiantes a un abuso extensivo que le había dejado estrés postraumático. Relataba haber sido víctima de abuso verbal, sexual y físico.

A pesar de todos los problemas, Paris pudo salir de ese mundo y convertirse en una versión mucho más fuerte, su pasado la ha impulsado a no rendirse y a tener una mejor salud mental. También ha encontrado más alegría y formas de sobrellevarlo como la música, la práctica de afirmaciones y la terapia.

Actualmente, Paris es conocida como cantante, modelo y actriz. En 2017 apareció en la portada de la revista Rolling Stone. También ha mejorado la relación con su madre. Según la revista People, en 2013 se reconciliaron por teléfono, ya que se enteró de que le habían detectado cáncer de mama y decidió apoyarla.

Reveló que no ha sido fácil atravesar por todo ese camino de autoaceptación, debido a que la gente crea rumores falsos sobre ella o su familia. La artista se ha dedicado a influenciar a las personas en el amor propio y en sentirse cómodas consigo mismas.

Decidí escribir sobre Paris Jackson porque estoy segura de que quienes estén pasando por esta misma lucha se podrán identificar con muchos aspectos de su vida, y este relato puede ser una motivación para no rendirse.

 

 

Un día, viendo las redes sociales, apareció la historia de una mujer que me llamó la atención. Una dama fascinante, que me transmitió admiración por su belleza exterior y su humildad y que luchó para mostrarse como realmente era…

¿Pero quién es esa mujer sobresaliente que conmovió a muchos corazones como el mío? Es Diana Frances Spencer, conocida como Lady Di.

Diana nació el 1 de julio de 1961 en Sandringham, Reino Unido, siendo la hija menor de lord Spencer y de lady Frances Roche.

Desde su timidez, siempre buscó los colores del arcoíris hasta lograr el brillo personal que tenía dentro. Demostró que nunca hay que rendirse, que aunque la vida nos presente momentos difíciles, siempre hay una oportunidad de cambiar. Así lo hizo ella, a través de sus obras de caridad, del impacto en el ámbito social, pero, sobre todo, en su vida personal. Sus acciones han transcendido en el tiempo y la geografía, ya que son vistos como ejemplos alrededor del mundo.

Evidenció que una princesa puede llorar, reír a carcajadas y disfrutar de un día con sus hijos y con los demás, sin distinción alguna.

A los dieciséis años conoció el amor de su vida, el príncipe Carlos, y despertó la simpatía de los británicos por su belleza. No se esperaban todo lo que llegó a construir esta princesa con el amor.

Lady Di se mostraba como una madre cariñosa e involucrada en la crianza de sus hijos, los príncipes William y Harry. Admiro la educación y los valores humanistas que les enseñó, realizaba junto a ellos actividades que no eran típicas de la monarquía, con la firme determinación de que tuvieran una infancia normal. Les inculcó obligaciones, los llevaba a centros de tratamiento para enfermos y albergues para necesitados para que conocieran de cerca la situación de las personas sin recursos; y también se divertían como una familia convencional. 

Me sorprende su faceta solidaria, a través del activismo; su carisma y sencillez, sumado a su glamur, porque nunca dejó de ser ella misma. Uno de sus últimos compromisos fue el apoyo a la erradicación de las minas antipersonas, campaña internacional que obtuvo el Premio Nobel de la Paz, en 1997.

El 31 de agosto de 1997 el mundo tuvo que decir adiós precipitadamente a Lady Dy, una mujer que, con tan solo 36 años, había conquistado los corazones de todos gracias a una solidaridad sin precedentes en un miembro de la casa real.

La princesa Diana sigue siendo admirada y recordada como la Princesa del Pueblo, un ejemplo que debemos seguir.

¿Sabemos escuchar a los demás? ¿Qué pasa cuando algún familiar nos desea contar de su vida? Cuando prestamos atención, siempre podemos aprender algo, por eso, les quiero compartir la historia de mi madre, que me dejó mucho en qué pensar.

Era otro día más en el departamento de San Vicente, en El Salvador; pero no uno cualquiera para la familia Andrade Durán: el 30 de agosto de 1973 nació la nueva integrante de la familia, mi madre Dora María, quien creció en el pueblo de Santa Clara. Pasó nueve años de su infancia en su queridísimo San Vicente, pero, debido a la situación que afrontaba el país debido al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (o guerrilla FMLN), ella y su familia de siete, compuesta por su abuela, su madre, su hermana mayor y sus tres hermanos mayores tuvieron que mudarse a la capital, San Salvador. Allí residieron por tres años.

Después se fueron al departamento de Sonsonate, donde creció y a los diecisiete años decidió estudiar bachillerato en uno de los colegios que tiene este bonito departamento. Se graduó en 1992 como parte de la promoción de Salud del Colegio Centro América.

En 1993 ingresó a la Universidad Nacional de El Salvador para estudiar su licenciatura en Fisioterapia y Terapia Ocupacional. Le pregunté por qué le llamó la atención esa profesión y me contó que se sintió inspirada por el caso de su amado sobrinito: el niño tenía cáncer de encéfalo, el cual le llegó a provocar una parálisis facial; ella recordaba las terapias que el pequeño recibía y, lo que más la impresionó fue que su carita volvió a su estado normal. Lastimosamente, el pequeño no pudo con su enfermedad.

En el 2000 se graduó y al año siguiente se casó con su actual compañero de vida, Henry Joaquín Martínez Lobo. Dos años más tarde tuvieron un par de gemelos. Siete años después, en 2009, se unió una integrante más a esta familia.

Todo iba muy bien en el hogar; incluso, en diciembre de 2019 la familia realizó un viaje de una semana a Houston, Texas. Una bonita experiencia.

Sin embargo, a inicios de 2020 Dora María recibió una lamentable noticia: padecía de cáncer de mama. El 15 de febrero se operó y afortunadamente los doctores no consideraron necesario amputarle el seno. Durante todo ese año se sometió a radioterapias y quimioterapias hasta que le notificaron que ya estaba recuperada.

En 2021 le detectaron cálculos en la vesícula. La operaron, pero, por una mala praxis, se le notaba un terrible cambio físico: durante cinco días su piel lucía muy amarillenta y su estómago demasiado inflamado. Los especialistas decían que eran parte de los efectos secundarios de la operación, que se le quitarían con el tiempo, y le recomendaron que tomara medicinas para el dolor. Terminaron internándola en el Hospital Militar, la intervinieron de emergencia, la recuperación parecía exitosa, pero todo se complicó: se le bajó la presión arterial y no dormía lo suficiente, por lo que sus órganos no respondían adecuadamente; también corría el riesgo de sufrir un paro cerebral o respiratorio. Ante la situación, los médicos decidieron inducirle un coma.

Mi mami expresó cómo se sintió en ese estado: “Veía lugares tan preciosos, eran unos bellos jardines, podía percibir aromas de comida y de las flores, escuchar riachuelos y las olas del mar. Son sueños de los que no deseas despertar”. Es curioso, pero cuando abrió sus ojos, de lo primero que se acordó fue de mi gato.

Dora María pasó por tantas cosas difíciles y demostró ser una mujer muy fuerte. Actualmente, sigue batallando con las enfermedades, pero se mantiene positiva. Esta historia la había oído muchas veces, pero cuando le pregunté y la escuché, pude ver la expresión de sus ojos y entendí que puedo aprender mucho de su pasado, presente y futuro.

             

El 18 de febrero de 2018 recuerdo ver a mi padre en el borde de mi cama mientras me despertaba. Me miró y con sus ojos llorosos mencionó las palabras: “Ella falleció”. Tengo pocas imágenes de mi infancia, pero a ella la recuerdo muy bien, su nombre era Teresa de Jesús Lara, conocida como Margot y nació el 29 de septiembre de 1950. Era alguien muy cercano a mi familia.

La madre de Margot trabajaba en una casa donde su jefa siempre pasaba tiempo con la niña, hasta que un día dijo que se iría. Cleren, la dueña de la vivienda le pidió que le dejara a la niña, ya que ella pasaba vagando por las calles, y así estaría mejor la pequeña. Entonces, Margot fue adoptada por aquella mujer, y llegó a ganarse su cariño.

Pero nada es color de rosas, Cleren enfermó y al poco tiempo falleció. El padre adoptivo tenía otra familia, y de esa otra relación con su esposa había nacido una hija un año mayor que Margot. Tras la muerte de su amante, decidió llevar a la huérfana a su otro hogar, ya que no podía cuidarla debido a su trabajo. Allá no fue recibida con los brazos abiertos, la nueva madrastra incluso hizo que su hija pensara que la niña era la culpable del abandono y la infidelidad del padre, haciendo que Margot se ganara el odio de su hermanastra.

Cuando iba creciendo, Margot desarrolló un gusto por la costura, el bordado, la pintura y el dibujo. Así nació su deseo de ser modista y llegar a ser muy reconocida, que todos adoraran su trabajo y que al verlo sintieran admiración. Esto la motivó a hacer talleres de confección para personas de bajos recursos, ayudándolas a que siguieran adelante y cumplieran sus sueños.

A los veintidós años quedó embarazada de un hombre que, al enterarse, la dejó. Su padre la echó de la casa y ella quedó devastada, pero encontró fuerzas en su hijo, quería que no le faltara nada. Al ver esta situación, su hermanastra la acogió en su casa, pero no era más que una sirvienta, hacía la limpieza y cuidaba de sus dos sobrinos, su pago era vivir con su pequeño bajo ese techo. Allí crio a los tres niños, que eran muy unidos, no obstante, esa conexión acabó un día. El hijo de Margot contrajo matrimonio e hizo a un lado a su madre y a su familia, influenciado por su esposa.

Margot idealizó a un hijo perfecto y amoroso, pero esto nunca fue así, el joven la rechazó y nunca estuvo para ella, ni en su sufrimiento de muerte.

Aún recuerdo que cuando era pequeña hice muchas cosas con ella, me mostró sus obras y cómo las hacía, también las veces que me sacaba para ir a posadas. Incluso se me viene a la mente lo que no me gustaba de ella: antes de entrar a su casa me preguntaba una tabla de multiplicar, y si la respondía bien podía pintar a su lado. El amor al arte es un gusto que adquirí con ella y lo sigo practicando en su memoria.

Cuando yo tenía ocho años, a ella le comenzó un dolor en el estómago, pero era algo pasajero, o eso pensó, hasta que las molestias se hicieron más fuertes. Su sobrino mayor habló con una doctora, una amiga de su tía, quien le diagnosticó cáncer, pero él no quería que ella supiera para que siguiera siendo fuerte. Le dijo que era una simple bacteria en el intestino y Margot recuperó sus fuerzas; sin embargo, con el tiempo la combatió la enfermedad. Falleció el 18 de febrero de 2018, a sus 72 años.

Su hijo llegó a su entierro, pero ¿para qué? Se notaba que solo estaba ahí por compromiso. Todos los demás, amigos, familiares y gente que ella había ayudado se compadecieron de ver a una mujer tan buena en una tumba con flores blancas.

Parece un final triste, pero no lo es. Margot puedo cumplir su anhelo: hacer que las personas adoraran su arte. Alcaldías, iglesias y gente de otros países han querido tener su trabajo. Las personas que la conocían siguen recordándola al decorar la cuadra donde viven, ya que ella implementó esta tradición como una forma de unión. La gran mayoría siempre pensaremos en esta mujer como alguien que nuca se rindió, que siempre estuvo feliz y, por mi parte, lo haré con admiración y felicidad, ya que me inspiró a querer ser como ella. Esta crónica es un regalo en su memoria.

Pienso en ella, en su forma de ser y en toda la admiración que se ganó tanto con los más pequeños como con los más grandes. Cuando pidieron escribir sobre una mujer inspiradora, desde el principio supe que tenía que ser sobre ella, darle las gracias por todo lo que hizo por mí y mostrar un poco de su
vida…


Nacida en Sonsonate, el 29 de abril de 1931, es mi mayor motivación en el ámbito del estudio. Me refiero a Elba Graciela González de Barrientos, mi abuela, llamada cariñosamente por muchos como la Niña Elbita. Hija de María Esther Herrera de González y José Miguel González, tuvo cinco hermanos, cuatro mujeres y un hombre.

Mujer luchadora, educadora, esposa, madre y abuela que será recordada por muchos. Docente de primer ciclo, laboró en diferentes instituciones educativas de Sonsonate, entre ellas la escuela de varones de San Julián, el Centro Escolar Salvador Díaz Roa, el Centro Escolar República de Haití y el Colegio La Santísima Trinidad.

Me siento muy afortunada de haber tenido su apoyo en mi aprendizaje. Si no me quedaba algo claro sobre mi tarea, tenía esa ventaja sobre los demás, ya que, por sus habilidades como docente, sabía cómo explicarme de la manera más cariñosa posible. Uno de los recuerdos que siempre quedará marcado en mi corazón era cuando me decía que, una vez tuviera mis calificaciones, se las llevara para premiar mi rendimiento académico, dándome dinero como recompensa a mi esfuerzo.


Compartió su vida durante 48 años con el también docente Rafael Antonio Barrientos Marticorena, procreando dos hijas, María de Lourdes y Carolina Antonieta. También fue la mejor abuela que sus nietos, Fernando Valle y Elsie Carrillo, hayan podido tener.


En su juventud vivía con sus padres y sus hermanos en el barrio El Ángel, ahí creció y asistió a la Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles, donde se formó como ferviente católica, dejándome como herencia este amor por las las tradiciones religiosas. Al unir su vida con Rafael vivió en la colonia H. de Sola y finalmente adquirieron su casa propia en la colonia Aida, donde transcurrió el resto de su vida, la de sus hijas y sus nietos.

Amante de las costumbres sonsonatecas, una de ellas la Semana Santa, y fiel devota de Jesús
Nazareno y la Virgen María. Le encantaba pasar tiempo con su familia y se entretenía cuidando de sus perritos.

Pero su refugio era su hermoso y pequeño jardín, que contenía una variedad de plantas, algunas adquiridas con su dinero y otras obsequiadas por sus hermanas Vina y Gloria, quienes sabían de su afición. Tenía jacintos, su hermosa sábila, una deliciosa parra de lorocos, la olorosa mata de orégano y su amada rosa; pero había una con la que tenía una conexión muy especial y que era su favorita, su bella y preciada pascua.


A finales de julio del 2016 una parte de ella se fue a un viaje sin retorno, el corazón de su amado esposo dejó de latir a causa de un infarto. Esta pérdida fue inesperada para toda la familia, pero más para ella, y sus mayores apoyos fueron sus hijas y sus nietos. Después de este suceso, la Niña Elbita encontró calma en su colorido vergel, pero poco a poco fue perdiendo las capacidades para poder cuidarlo.

Debido a su delicado estado de salud, y por estar pendiente de ella, nadie tuvo el tiempo para atender aquel edén y poco a poco se fue marchitando, resintiendo la ausencia de quien con tanto amor lo había conservado.


Un día después del Día del Maestro de 2018, el cielo se tornó de color gris, la señora Elba partió a reunirse con su amado esposo a un lugar de descanso, y estoy segura de que ellos dos nos cuidan desde las estrellas.

De todas las plantas en el jardín, solo una había logrado sobrevivir a esta gran batalla, su pascua; sin embargo, ese 23 de junio, su rojiza flor se marchitó como si hubiera decidido acompañar a su amiga a ese viaje a la eternidad.

El 31 de diciembre de 1963, en Santa Ana, nació Andrea de los Ángeles Grande, mujer luchadora cuya madre fue su gran ejemplo.

Estudió en varias instituciones, entre ellas el Colegio San Vicente de Paúl y el Colegio San Antonio. Cuando estaba cursando sexto grado su padre abandonó el hogar, entonces la niña y su mamá tuvieron que irse a vivir a El Congo, Santa Ana.

Al poco tiempo se mudaron a Sonsonate y luego al municipio de Sonzacate. En octavo grado se vio obligada a dejar sus estudios y ayudar a su madre y su hermana menor, Carmen Elena.

A los diecinueve años conoció a José María Lobo Vega, con quien tuvo dos hijos, José María Lobo Grande y Rafael Humberto Lobo Grande. Lastimosamente, la pareja se separó.

Cuando su primogénito tenía seis años, Andrea tomó una decisión muy importante: junto a sus hijos emigró a Guatemala donde vivieron por un tiempo, a los años se fueron a vivir a México y allí permanecen en la actualidad.

En 2014 su lucha se convirtió en un lazo rosa, pues le detectaron cáncer de mama. No sólo su cabello empezó a caer, sino también el ánimo; pero sus hijos demostraron gran amor y empatía hacia ella al pelarse la cabeza, para hacerle sentir que no estaba sola.

En todo este largo y duro proceso tuvo una operación para extirparle el cáncer y perdió un seno. Fue duro, pero era apenas el comienzo. Luego de las quimioterapias fue dada de alta.

Con el tiempo le dieron una grandiosa noticia: había vencido al cáncer después de largos meses que se sentían eternos. Sus cuidados, sufrimiento, sacrificios y esfuerzos habían dado su fruto.

Pero, en el año 2015 le hicieron una cirugía en uno de sus ojos, producto de la cual quedó ciega temporalmente. Con ayuda de los médicos pudo recuperar nuevamente su visión.

Andrea ha podido sobrellevar todos los obstáculos, siendo marcada por el cáncer. Es una heroína, no usa capa ni tiene superpoderes, ella lleva un lazo rosa y una gran sonrisa. Sin duda alguna sus luchas la han convertido en la mujer que es ahora, fuerte e inspiradora.

Me enorgullece decir que a mi corta edad he podido convivir con esta grandiosa mujer y no cabe duda alguna de que es un gran ejemplo para seguir, una mujer que inspira.

La realidad nunca fue color de rosa y, si necesitamos contar una historia de valor y firmeza, basta con un simple vistazo a tu alrededor. Si hablamos de mujeres fuertes, no es requisito buscarlas en las noticias o que todos hablen de ellas, ya que el claro ejemplo de fortaleza es a quien llamamos “mamá”.

Aún recuerdo los días en los que, emocionada, iba donde mi madre a pedir que me contara sus anécdotas. Siempre preferí dejar la televisión a un lado y estar en aquel ambiente cálido comiendo galletas mientras la escuchaba.

La noche lluviosa del 19 de septiembre de 1979 vino al mundo una pequeña niña con hermosos ojos color naturaleza, llamada Hazel Magali Zepeda Lara, quien desde muy pequeña tuvo que aprender que la vida no es fácil. A los diez días de nacida, su madre presentó una infección muy peligrosa por su episiotomía, por lo que tuvo que ser ingresada al hospital y dejar sola a la bebé.

En ausencia del padre, quien trabajaba lejos del hogar para llevar pan a la mesa, la recién nacida era cuidada por su madrina, solo por las tardes debido a su trabajo. La bebé se quedaba sola toda la noche en casa, desde las 6:00 p. m. hasta el siguiente mediodía.

A veces la vida te pone obstáculos y no fue la excepción con esta niña, quien a sus tres años vivió su primer sismo. Luego experimentaría tres más. En el de junio de 1982 sufrió varios golpes debido a unas tablas que le dejaron marcas físicas: “Los terremotos son unos de mis grandes miedos, me invaden ataques de pánico que me impiden moverme, y me producían aún más temor cuando tú y tu hermano eran bebés, de no poder reaccionar y que les pasara algo”, comenta mi madre sobre este trauma.

A los diecinueve años la vida le presentó otro obstáculo, tenía que decidir entre su familia o su futuro. Sus padres no la dejaban ir a estudiar a otro lugar y ella se embarcó en la aventura de independizarse. Este nuevo reto tuvo su grado de dificultad, ya que no era fácil mantener un trabajo para subsistir y sacar su carrera. De hecho, se tuvo que cambiar de una ingeniería a una licenciatura por falta de tiempo.

Al final, se vio obligada a dejar sus estudios, a las malas comprendió que sin ayuda no saldría adelante con su carrera. En ese empleo, que ahora recuerda con mucho cariño gracias a sus compañeros, también sufrió acosos y sobreexplotación. “Fue uno de los momentos más lindos, pero a la vez horribles de mi vida. Mis amigas, compañeras y el amor de mi vida hicieron de esa etapa algo maravilloso, pero mis jefes me hacían quedarme hasta tarde trabajando y cuando no había nadie más en la empresa se aprovechaban de mí», revela.

Otra decisión difícil fue dejar su estilo de vida para mudarse de departamento, ya que empezaría otra etapa: se uniría en santo matrimonio con su novio, con quien se conoció desde que tenía dieciséis años. La pareja fue creciendo y madurando. Siete años sembraron su amor hasta el día en que llegaron al altar. Se escucha como un cuento de hadas, ¿cierto? Pero luego vinieron tiempos amargos al enterarse de que había una baja probabilidad de tener hijos. Fueron tres largos años de peleas y lágrimas, ya que el sueño de la mujer con ojos color naturaleza era ser madre. Finalmente, logró quedar embarazada de mí, y siete años después dio a luz a mi hermano.

La vida requiere valor. Si quieren conocer a una mujer fuerte, tal vez solo tienen que decir: “Mamá, ¿podrías contarme tu historia?”.