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El feminismo propugna un cambio en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer. Muchas mujeres estaban cansada  del abuso hacia ellas,  pero fue a finales del siglo XIII, cuando Guillermine de Bohemia planteo crear una iglesia solo para mujeres. Otras rescatan como parte de la lucha feminista a las predicadoras y brujas (ver brujas), pero es recién a mediados del siglo XIX cuando comienza la lucha organizada y colectiva. Las mujeres participaron en grandes acontecimientos históricos del siglo como el renacimiento. Es a partir del sufragismo cuando reivindican su autonomía.

La lucha de la mujer comienza a tener finalidades precisas a partir de la Revolución Francesa, ligada a la ideología igualitaria y racionalista del Iluminismo, y a las nuevas condiciones de trabajo surgidas a partir de la Revolución Industrial. Olimpia de Gouges, en su “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” (1791), afirma que los “derechos naturales de la mujer están limitados por la tiranía del hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la naturaleza y la razón”.

Olympe de Gouges es el seudónimo de Marie Gouze, escritora, dramaturga, panflestista y filósofa política francesa. Como otras feministas de su época, militó a favor de la abolición de la esclavitud.

En 1792 Mary Wollstonecraft escribe la “vindicación de los derechos de la mujer”, planteando demandas inusitadas para la época: igualdad de derechos civiles, políticos, laborales y educativos, y derecho al divorcio como libre decisión de las parte. En en siglo XIX, Flora Tristán vincula la reivindicaciones de la mujer con las luchas obreras. Publica dn 1842 La Unión Obrera, donde presenta el primer proyecto de una Internacional de trabajadores. Sobrina de un militar peruano, residió un tiempo en Perú, y su figura es reivindicada especialmente por el feminismo latinoamericano. En 1903 se crea la woman’s Social an Political Union, dirigida por Emmiline Pankhurst, organizo actos de sabotaje y manifestaciones violentas, propugnando la unión de las mujeres más allá de sus diferencias de clase. Declarada ilegal en 1913, sus integrantes fueron perseguidas y encarceladas.

Aunque hubo aportes esenciales por parte de Alexandra Kolontai, también el socialismo estaba teñido de una ideología patriarcal.

El feminismo actual es encontrar estrategias adecuadas para articular sus luchas con otros movimientos más amplios, de mujeres, derechos humanos, etc…, para impulsar las transformaciones que requiere la sociedad actual.

 

Todas estas mujeres y más han luchado año tras año contra el machismo y desigualdad de género. Aún en la actualidad se lucha contra esto, pero gracias a estas y más mujeres que lucharon contra ello en el pasado hoy en día tenemos derecho a votar, estudiar, trabajar y valernos por nosotras mismas. Es por eso que son mujeres admiradas y respetadas en la actualidad. Gracias a ellas que tuvieron la voluntad, fuerza, esperanza y agallas.

Hoy en día las mujeres son más fuertes, más valientes y no se callan. A pesar en que algunos países todavía este mucho el machismo, pero en algún momento también saldrán del machismo y capitalismo.

A diario sexualizan a las niñas, adolescentes y mujeres, viven con el temor de ser acosadas, secuestradas o violadas. A pesar de tener derechas, pareciera que en algunos casos no, ya que aún sigue el machismo y un hombre tiene más razón que una mujer. Todos los días las mujeres son más juzgadas que admiradas.

A pesar de todo lo malo que viven las mujeres, que vivimos. Nos reconocemos, admiramos y apoyamos entre nosotros.

En una tarde oscura y lluviosa estaba con mi abuela escuchando la radio y el locutor decía que en Estados Unidos despegaba un cohete espacial con una tripulación valiente; pero lo que más me asombró fue cuando mencionó que en ella iba una mujer. En ese momento me pregunté quién habría sido la primera dama en llegar al espacio.

Esta es la historia de una de las féminas más increíbles del mundo, porque para muchos era imposible lo que ella logró, para otros, una hazaña. Se trata de Valentina Tereshkova, la primera en llegar al espacio.

Desde muy pequeña fue una aficionada a las alturas. Trabajaba en una fábrica textil y, pasados los años, cuando ya estaba madurando, sus padres la apoyaron para que hiciera su primer salto en paracaídas. Esa fue la afición que la llevó a incorporarse a la Fuerza Aérea Soviética y ser una cosmonauta. Aunque ha pasado mucho tiempo, Valentina ha sido la única mujer en ir sola al espacio.

En la mañana del 16 de julio de 1963, Valentina, a sus veintiséis años, se puso su traje espacial para inscribirse en la historia. Sus compañeros, deslumbrados, la llamaron Chaika (gaviota en ruso) y la felicitaron. Una vez  que estaba todo listo, la acompañaron a la plataforma de despegue y empezó su viaje. Al abandonar la órbita terrestre lo primero que dijo fue: «Veo en el horizonte una raya azul, es la Tierra, ¡qué hermosa!».

Valentina despegó a bordo del Vostok 6, duró 70 horas en el espacio y dio más de 48 vueltas a la Tierra, un logro impresionante. Pero, en el solitario viaje no todo fue fácil, sufrió muchos mareos y jaquecas, lo que nos lleva a pensar en su valor y determinación.

A su regreso ya no era una persona común, sino una leyenda. Fueron muchos los que quedaron impactados con su hazaña.

A finales de los años 70 otras mujeres fueron al espacio y Valentina deseó volar otra vez. Se sometió a varias pruebas y no todo salió como quería, no había superado los exámenes médicos; sin embargo, no todo fueron malas noticias, en este proceso conoció al doctor Yuliy y nació entre ellos tanto cariño y amor que se casaron. Desgraciadamente, el esposo falleció, en 1999.

Luego de estas experiencias, se fue a vivir en una casa pequeña en el campo. Durante las noches de soledad soñaba con su aventura espacial y una vez dijo: “Si tuviera dinero, viajaría otra vez al espacio, aunque sea como turista e incluso volaría a Marte aunque solo fuera con billete de ida”.

Hoy día Valentina es un ejemplo y la reconocemos como una persona que logra lo que se propone. Es fácil hablar de no rendirse y perseverar, pero requiere de mucho valor, como el que tuvo la astronauta rusa.

Esta es la inspiración de las mujeres que siempre siguen adelante con lo que aman y desean, principalmente aquellas que quieren ser astronautas y saben que no es fácil. Valentina es una mujer luchadora que nos deja un hermoso legado: nada es imposible, si te esfuerzas.

Y tú, querido lector, cuando te propongas cumplir esa meta, lo lograrás como lo hizo esta dama, quien nunca perdió la fe, aunque fuera tropezando en su camino, pues eso la iba fortaleciendo. Solo debes tener presente que todo llega en su momento a quien sabe esmerarse y esperar.

De cabello rizado, reconocida en América Latina por algunas canciones de su autoría como Despacito, y sobre todo distinguida por su talento como cantante. Erika Ender nació el 21 de diciembre de 1974 en ciudad de Panamá, tiene ascendencia brasileña y estadounidense, lo que ha sido una parte importante en su carrera, ya que gracias a su linaje aprendió los idiomas inglés y portugués.

Empezó su sueño de cantautora desde los nueve años, cuando ya se encontraba escribiendo algunas canciones y tenía claro qué quería.

Participó en un programa de televisión llamado Sábado Sensacional, de Venezuela, en el cual debutó como solista. También estuvo en un concurso de poesía representando a su colegio a los dieciséis años.

Pero el camino hacia sus sueños y metas no fue fácil. Ender empezó a buscar una oportunidad, así que acudió a varios productores de música para presentar sus demos; pero, en cada lugar que visitaba le daban un no por respuesta.

En marzo de 1998, a la edad de veintitrés años, decidió tomar un vuelo hacia la ciudad de Miami, en los Estados Unidos. Ese momento marcó el inicio del éxito para la panameña, pues empezó a componer algunos temas musicales como solista y también junto a otras personas.

Al año siguiente se convirtió en alguien importante dentro del mundo de la música. Productores de Sudamérica y México querían que algunas de sus canciones fueran interpretadas por artistas de esas latitudes, lo que efectivamente sucedió porque Erika entregó algunas de sus composiciones para ellos.

Ender también colaboró escribiendo dos éxitos para el cantante Chayanne, Candela y ¡Ay, mamá!, junto a Donato Poveda.

También estuvo en una orquesta donde se encontraba Rubén Blades con sus gira llamada “La rosa de los vientos». Apareció en la revista People en Español. Compuso canciones para una gran lista de cantantes, entre ellos el rapero Daddy Yankee, el puertorriqueño Luis Fonsi y el ganador de cinco premios Grammy, Gilberto Santa Rosa.

Como cantante ha interpretando sus canciones llenas de sentimiento como el tema Cómo hubiera sido, que tiene un gran significado para ella, ya que en 2009 fue hospitalizada debido a unos fibromas benignos en su útero. Erika tuvo que ser operada, pero perdió la oportunidad de ser madre. Un proceso que, según contó, la inspiró para abrir la Fundación Puertas Abiertas, donde se motiva a los jóvenes, por medio del concurso Talenpro, a ser mejores seres humanos usando sus habilidades.

En sus treinta años de trayectoria es la primera mujer panameña en ganar un Grammy. Además, fue galardonada con premios como el Horizon y Humanitarian Awards. Hoy cuenta con cuatro álbumes llamados Hoje a festa, Panamá mía, Tatuajes y MP3-45.

                                                                                                  

Esta es la historia de Dafni Mora, una doctora panameña que lleva años abriéndose camino en uno de los tantos terrenos de la vida dominados por los hombres, y que por eso ha sido reconocida.

Es profesora especial eventual en el Departamento de Energía y Ambiente de la Facultad de Ingeniería Mecánica en la Universidad Tecnológica de Panamá. Entre sus investigaciones más destacadas están “Explorando el comportamiento de los ocupantes en los edificios” y “Variables de comportamiento y patrones de ocupación en el diseño y modelado de edificios de consumo de energía casi nulo”.

No cabe duda de lo preparada que está. De hecho, habla también inglés e italiano. Es la persona detrás del Laboratorio Especializado en Soluciones Energéticas Pasivas y Confort en Edificaciones (LESEPCE), cuyo objetivo es fortalecer el talento humano en las áreas de uso racional de la energía e implementación de técnicas de bajo consumo. Por eso ganó el Premio Nacional L’Oréal – UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” 2021. Su aspiración no es solo ayudar a nuestro país a ser más consciente sobre el uso de la energía, sino también apoyar en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Es la inspiración personificada, y resume la vida de miles de panameñas: trabaja, se dedica a la investigación y al mismo tiempo ejerce su papel de madre. Es un gran ejemplo de perseverancia, lucha, superación y tenacidad. Su historia nos recuerda que se deben construir más oportunidades para las mujeres.

El mundo va en avance y los problemas que enfrentamos nos han demostrado que todos y todas debemos aportar las soluciones. Ella pudo, y debemos aspirar a que las demás también puedan.

La luchadora se veía en el espejo, tenía el rostro empapado y le caían gotas de sudor y agua sobre el pecho. Jadeaba mientras colocaba su mano derecha con los nudillos enrojecidos sobre su herida.

Pensó en que deseaba tener la medalla y en la reacción de orgullo de su padre. Respiró hondo, caminó por los pasillos, por primera vez en años sentía escalofríos. Gheeta Phogat tenía veintidós años cuando llegó a as Olimpiadas de Mancomunidad de 2010, donde enfrentaría a la australiana Emily Bensted. Ya en el ring, cayó en cuenta de todo lo que significaba: estaba allí por su país, por su padre, por su familia. Y cuando ganó se convirtió en historia: nadie más había llegado a ese punto. Ella es la primera mujer india en conseguir una medalla de oro en lucha libre.

Gheeta nació en un pueblo humilde y pequeño en la India. Vino al mundo el 15 de diciembre de 1988. En su comunidad todas las niñas estaban destinadas a ser solo la triste esposa de un hombre anciano; pero su padre Mahavir no quería eso para ella. Él, un antiguo luchador con medallas, se ilusionó con tener un hijo varón con quien compartir su pasión. Pero pese a que intentó de todo, el destino nunca lo oyó: tuvo tres niñas. De todas, Gheeta se parecía mucho a él: cabello negro y ondulado, piel morena ligeramente bronceada, pómulos sobresalientes y con forma de V.

El señor Mahavir se resignó cuando entendió que con sus hijas bastaba. Pero una pelea entre chiquillos lo cambió todo. Siendo niñas, Gheeta y su hermana Babita se enfrentaron a su primo después de la escuela. Él las llamó débiles y ellas le mostraron que no lo eran. Su mamá se quejó de que las hermanas Phogat eran unas mal portadas, demasiado fuertes para ser niñas. El señor Mahavir quedó asombrado por lo que habían hecho sus hijas, así que decidió que era hora de enseñarles a luchar, pese a que su esposa se opuso.

A la madrugada siguiente los tres despertaron temprano y se fueron al campo, entre los maizales, aun con la queja de las niñas. Era momento de aprender el arte de la lucha libre. Un día, dos o tres rápidamente se convirtieron en semanas, luego en meses y en años. A fuego lento, Gheeta desarrolló su destreza.

Una tarde se encontraba con su papá en una arena de lucha para jóvenes de quince hasta dieciocho años y él le propuso un reto: enfrentarse a un adolescente con mucha más fuerza. La chica quedó perpleja ante ello y su padre le agarró del hombro mientras le recordaba su agilidad, destreza y potencia.

Siempre que tenía a su padre a su lado podía lograr lo mejor. Así fue como, pese a los chismes de su pequeño pueblo, de las burlas de las vecinas por su cabello corto y su musculatura, obtuvo el éxito: los periódicos pusieron su nombre en la portada, la acompañaron de una foto en plena victoria, tras vencer a Emily Bensted, con el titular “La primera mujer en ganar medalla de oro”. Era Gheeta. Ella abrió las puertas a otras deportistas que batallan contra la cultura de machismo en India.

La historia de Gheeta Phogat nos deja la enseñanza de que, a pesar de las opiniones de los demás, debemos seguir nuestras aspiraciones, guiados por quienes nos aman y apoyan.

Erika María Ender Simoes nació el 21 de diciembre de 1974 en la ciudad de Panamá, y como gran parte de los istmeños es el resultado de una mezcla singular: hija de un estadounidense y una brasileña. De pequeña, gracias a que se desarrolló en un ambiente multicultural, se enganchó con la música. Desde ese entonces escribe canciones y compone melodías.

A los dieciocho años, estando en la universidad, la escogieron para participar en el Festival OTI de la Canción con una pieza escrita por ella llamada “Mar adentro”. Había ganado el Festival Nacional de la Tamborera como mejor intérprete con la canción “Panamá la verde”. Fue presentadora y productora en un canal de televisión, donde entrevistó a personalidades como los cantantes Gilberto Santa Rosa y Shakira. Se unió a la orquesta del cantautor Rubén Blades y participó en presentaciones de su álbum La rosa de los vientos.

Se mudó a Miami, Estados Unidos. Fue presentadora del programa Vida en línea, de Discovery Channel. En 2000 coescribió junto con Donato Póveda los temas “¡Ay, mamá!” y “Candela”, interpretados por Chayanne, que la hicieron ganadora del premio American Society of Composers, Authors and Publishers en la categoría mejor canción pop balada del año.

Ender es todo lo que nos podemos imaginar y todavía nos quedamos pequeños. Es compositora de pop latino y reguetón, de baladas románticas, salsa, música regional mexicana y rock. Ha colaborado en 200 álbumes, de los cuales más de 40 han estado en listas de éxitos. Hasta llegó a ingresar al Salón de la Fama de los Compositores Latinos. Ganadora de múltiples premios y distinciones, entre los que se encuentra el Grammy a la canción del año, con el sencillo “Despacito”, que fue un éxito en 2017. Su video musical superó los siete billones de vistas en Youtube.

Al recibir el Grammy, reconoció su agradecimiento porque la vida le permitió hacer lo que tanto le gusta. “Llevo 25 años haciendo lo que amo, y me ha llenado de cosas maravillosas”, exclamó la panameña, que intenta compartir sus triunfos con los más jóvenes desde la fundación Puertas Abiertas —dedicada a erradicar la explotación infantil— y TalenPro (Talento con propósito), una competencia que se transmite una vez al año en televisión, y que mezcla entretenimiento, cultura, valores y responsabilidad.

Erika canta con todo su corazón, conectando de inmediato con su audiencia mediante sus canciones. Crea una montaña rusa de sentimientos en su público y sabe cómo hacerse inolvidable. Sin duda, es una de las mujeres panameñas que más historia ha hecho en el mundo, ha batido récords y creado nuevos y exitosos caminos. Ella es evidencia de que todo es posible, y demuestra que para alcanzar los sueños, además de talento se requiere trabajo y conciencia.

La esgrima es un deporte elegante y competitivo, que consiste en dos contrincantes que intentan llegar a su rival con un arma blanca. Se define como el “arte de defensa y ataque con una espada”. Te pido que te pongas en guardia y me acompañes a ver la inspiradora historia de una esgrimista sin comparación.

Beatrice Vio, apodada Bebe, nació el 4 de marzo de 1997 en Venecia. Desarrolló su amor por la esgrima a los cinco años, y protagonizó la clasificación nacional a los seis. A los doce era parte de un grupo de niños exploradores, en el cual se daban apodos. A ella se le asignó Fénix Ascendente, en referencia a las majestuosas aves de la mitología griega que pueden morir, arder y volver a vivir.

Pero ¿por qué este apodo?

Para responder esto debemos retroceder hasta el 2008, cuando Beatrice fue internada a un hospital debido a un caso de meningitis, donde describe su experiencia como un duelo entre su enfermedad y ella. Según Bebe, las personas que más estaban sufriendo eran sus familiares, quienes al no poder quedarse acompañándola todas las noches, se despedían de ella con un “arrivederci,” aunque ella no entendía si eso era un hasta pronto o adiós para siempre.

Para salvar su vida, a Beatrice le amputaron ambos brazos. Aunque le garantizaron que después de eso estaría sana, la realidad es que poco tiempo después volvió a enfermar y esta vez le amputaron las piernas.

¿Cómo podrías vivir una vida sin brazos o piernas, tus principales herramientas para el día a día?

Después de esta difícil experiencia, Beatrice estuvo en rehabilitación por un par de meses. Una vez terminó le tocó reaprender cómo vivir y cómo volver a lo que le gustaba: la esgrima. Y así lo hizo, solo que esta vez en silla de ruedas. Resurgió como lo haría la mítica ave fénix.

El tiempo pasó y Bebe consiguió llegar a lo que ella describe como el paraíso: participar en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro de 2016. Combate tras combate, escaló hasta la gran final donde se enfrentaría a Zhou Jingjing, una colega que representaba a China.

La contienda comenzó, el primero en alcanzar 15 puntos se llevaría el oro. Bebe consigue los primeros puntos contra Zhou. La lucha avanza hasta el 12 a 7, hasta que, en un movimiento brusco, el florete de Zhou pasa por encima de la máscara y azota la parte trasera de la cabeza de Beatrice. El golpe la desconcertó, el dolor era intenso, pero Bebe no se daría por vencida por nada del mundo. Con una sonrisa en su rostro, la atleta siguió compitiendo y avanzó el marcador a 14 a 7, poniendo a todos en el borde de sus asientos.

El momento para el que Bebe había combatido toda su vida estaba frente a sus ojos: en un chasquido, el marcador pasó de 14-7 a 15-7. El mundo para ella se paralizó. La multitud gritaba y las lágrimas de felicidad empezaron a brotar. Beatrice lo logró: había conseguido el oro manteniéndose invicta. Ahí su apodo volvió a tener sentido: el mundo había visto la determinación del fénix ascendente.

Un soleado 9 de noviembre de 1984, a las diez de la mañana, nació Sheeana Castillo. Al convertirse en una joven de personalidad justa y recta, preocupada por exigir sus derechos y los de otras personas, decidió estudiar leyes, pues se veía como una gran y reconocida abogada en un futuro no muy lejano. Su determinación la llevó a noches de estudio en vela, sin fiestas que disfrutaban otros jóvenes; pero era parte de los sacrificios que supuso escoger la carrera de Derecho.

Todo esfuerzo tiene una recompensa, y la suya fue trabajar por el cumplimiento de las leyes en su país. Un día de labores de Sheeana implica tratar con casos familiares, civiles, migratorios y acusatorios. Su principal objetivo, cuenta, es dejar satisfechos a sus clientes al solucionar sus casos de forma oportuna y eficaz.

Recuerda uno de los casos más impactantes que trató: el cliente fue referido por un consorcio de contadores. Él, que ya había sido estafado en varias ocasiones, cansado decidió buscar ayuda rápida y contrató a una persona que le habían recomendado. Un día el cliente vino a la provincia de Chiriquí a comprar unas grúas, que estaban secuestradas, pero él no lo sabía. Contrató a la abogada quien le impidió meterse en un lío mayor, estafado y obligado a pagar la suma de 20 000 dólares.

Pero no solo se trata de asesorar, orientar y representar a sus clientes en asuntos legales, sino también de impulsar el Imperio de la Ley, para que la sociedad obedezca las leyes, ya que en muchos casos la gente las asume a su manera y para su conveniencia.

Ella ha visto muchos casos donde no se implementa la justicia para nada, y lo peor es que hay personas que lo ven y no mueven ni un dedo para impedirlo, como dijo Albert Einstein: «El mundo no será destruido por quienes hacen el mal, sino por aquellos que observan sin hacer nada».

Seguimos viviendo en un mundo donde las personas dicen “eso no es mi asunto”, pero con el tiempo se convertirá en el problema de todos, si no hacemos algo para impedirlo. Porque hoy puede ser otro, pero mañana, tú o yo. Cumplir la ley permite la justa, pacífica y civilizada convivencia entre los seres humanos, y Sheeana hace su mejor esfuerzo por conseguirlo.

Hay un dicho que describe a mi bisabuela Esther de una manera impresionante: “El que persevera, alcanza”. Ella fue una guerrera de primera clase, siempre nos decía que uno en la vida tiene que luchar hasta alcanzar su objetivo final, sin importar los obstáculos que tenga

Esther nació en Líbano, en 1936, y falleció en el año 2020, con 84 años. Allá se casó con un señor llamado Ezra Khezrie, tuvieron dos hijas, una llamada Sophie y la otra Shelly, mi abuela. 

Mi bisabuela emigró a la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, en 1964, con el objetivo de poder dar a la familia una mejor vida, con más comodidades y oportunidades. En 1967 nació un tercer hijo llamado Gaby.

El bisabuelo Ezra abrió una tienda departamental, donde trabajó muy duro para mantener a la familia. Mi bisabuela lo ayudaba mucho en la parte administrativa, ella se encargaba de toda la logística.

Esther era una mujer de negocios y fue importante en la economía de la familia. Cuando pudieron ahorrar dinero, ella decidió dónde invertirlo, pues conocía bien cómo era el negocio de bienes y raíces. Y tuvo mucha suerte, ya que los terrenos que compró hoy valen mucho dinero. 

También se encargó de educar, mantener y darle amor a Gaby, el tercer hijo, y le consiguió un socio de trabajo para que pudiera empezar su propia compañía llamada Enchanté, una tienda de accesorios de casa, que actualmente —y gracias a Dios— es una de las más reconocidas en todo Nueva York. 

Mi bisabuela vivía en la calle de Ocean Parkway, una de las avenidas más famosas de Brooklyn, conocida como la calle de los sirios.  Allí se encargó de cuidar a sus hijos en la casa y también asistía a mi bisabuelo en su negocio. Era una señora multitarea, un don único que tenía.

Luego de un largo tiempo en Estados Unidos, cuando sus dos hijas se casaron con panameños, se tuvieron que mudar al Istmo. Mi bisabuela vivió años muy difíciles, cambiarse de país no fue fácil para ella, pero luchaba hasta el final sin rendirse. 

Panamá le gustó mucho, amaba las calles, los restaurantes y, sobre todo, ir a jugar cartas con sus amigas en el casino. También le encantaba ver cómo mi bisabuelo invertía en la bolsa de valores.

Amaba todo lo que tenía que ver con las comidas, era muy buena cocinera, ya que tenía las mejores profesoras en Líbano: su mamá le enseñó, y ella a mi abuela y a mi tía abuela. La manera como preparaba los alimentos era algo de otro mundo, su mejor plato era el arroz con frijoles (lo que se le llamaba en Líbano como fasoulie), que sabía a gloria, era mi preferido. 

Mi bisabuela Esther es un ejemplo a seguir. Era una mujer llena de historias, sonrisas y buenas cualidades a quien le gustaba ayudar a todo el mundo, ya fuese con una sonrisa o económicamente. Ella pasó todas sus cualidades a sus hijas, les enseñó cómo ser féminas de buenas acciones, a luchar hasta el final y, lo más importante, aprender a agradecer por todo lo que tienen. ¡Ella era lo máximo!

«Algo formidable que vio la vieja raza…

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán».

Caupolicán, Rubén Darío (poeta nicaragüense, 1867-1916).

Cuenta la historia de los yalcones, grupo indígena de los Andes colombianos, un relato de su heroína. Abriéndose paso al primitivo mundo que la envolvía con su aura, esta mujer fue llamada Guaitipán. Merodeaban sombríamente rumores de advenimientos terribles. Augurios de un destino de certera destrucción. En el aire revoloteaba el Ángel de Muerte. Eran españoles. Era el siglo XVI. 

Pedro Añazco, perro calvo, era un marinero explorador en currículo, pero su legítima labor era el sicariato. En 1538 fue designado por el conquistador Sebastián Belalcázar, otro mercenario, a una misión habitual. Debía fundar una villa en Timaná para favorecer los oficios y correspondencias entre Popayán y el Magdalena. Aquella alimaña sabía a lo que iba. Desde que llegó trató con los líderes, hombres ingenuos, para imponer tributos y recados. En aquel entonces, una mujer imperturbable y vigorosa era una de las cacicas. Los colonizadores la nombraron después como la Gaitana. Era Guaitipán. 

Cuando Añazco llegó, rehusó negociar con ella por ser mujer. Por lo que decidió convocar a su joven hijo. Se llamaba Timanco. Como cacique, era segundo en el mando tras su madre. Añazco no contaba con la reverencia y orgullo de Timanco. Este, fiel a su madre, rechazó dar palabras donde el español quiso hablar con los caciques. El joven murió esa misma noche.

Pedro Añazco y sus hombres llegaron al aposento de Guaitipán y asesinaron a su hijo a sangre fría. Ella lo presenció todo. La noticia del crimen corrió por toda la colonia como las aguas caudalosas del río Magdalena. Hubo temor y sumisión candorosa hacia los españoles por parte de los nativos. Fue un escarmiento efectivo, pensaron los europeos. Cabe resaltar que Añazco no contaba con el grito de ultratumba de una madre herida. El llanto amargo de la opresión que expresa una revolución estrepitosa.

Días más tarde, como si fuese irreal, ella logró reunir a más de seis mil indígenas aguerridos. Atacaron de madrugada a Pedro Añazco con ella a la cabeza de las «tropas». El español andaba completamente desguarnecido, junto con diecinueve hombres despistados. Dieciséis de ellos fueron muertos y tres huyeron hasta Timaná llevando consigo la noticia del desastre. Añazco cayó en manos de sus enemigos. Al ser entregado a la Gaitana (su nueva identidad como guerrera), esta mandó a que le arrancaran los ojos con la punta de una flecha. Ella misma, sin escrúpulo, lo paseó por los pueblos atado del cuello hasta morir paulatinamente.

Poco después, la Gaitana dispuso de todas las comunidades posibles. Ella misma encabezó la guerra contra los europeos en Huila y en toda Colombia. La noticia que antes había amedrentado a los oriundos, les proporcionó ímpetu para alzarse contra sus opresores. La imperturbable mujer de acero nos deja una enseñanza indeleble. Es deshonroso permanecer tiesos ante la opresión de verdugos y asalariados. La historia de la Gaitana es un llamado fervoroso a la revolución.