Regresábamos del trabajo de mi madre, cuando ella recibió una llamada en su celular, algo que le parecía raro por la hora. Era un número desconocido. Le pregunté por la persona en el teléfono, pero me ignoró hasta que la conversación terminó.
—Es tu tía Madelen —dijo.
—¿Madelen?, no sabía que tenía una tía llamada así —contesté
Se reunirían en un restaurante cercano.
Cuando llegamos vi una mujer joven, morena, baja, con ojos oscuros y cabello lacio. Ella me saludó como si nos hubiéramos visto antes, yo era muy pequeño para recordar aquel encuentro. Me recibió alegre, así que respondí de igual manera. Hablaron sobre el trabajo, yo me aburrí y me retiré a jugar. Luego me dijeron que mi tía se iba a quedar un tiempo con nosotros, no sabía el porqué.
Al día siguiente, cuando salí de la escuela, mi mamá estaba con mi tía, dijeron que íbamos de compras. Visitamos un montón de tiendas que ignoraba que existían, eran de repostería y cocina. Mi tía Madelen Figueora le había pedido ayuda a mi madre para llevar a cabo la inauguración de su local; deseaba que la conocieran por lo que le gustaba hacer. La pastelería es su especialidad, prácticamente sabe hacer de todo por la pasión y el tiempo que le ha dedicado a su vocación.
Desde los catorce años fue aprendiendo los principales conocimientos de la mano de su abuela y su mamá. Esto le ayudó en la universidad donde comenzó a hacer brownies y dulces pequeños que vendía para ganar dinero entre sus compañeros de clases y así darse sus gustos, incluso llegó a tener un fondo para pagar sus estudios.
Durante ese tiempo con nosotros aprendí más sobre mi tía. La primera vez que llegué a probar algo hecho por ella realmente era muy delicioso. Era evidente que le gustaba hacerlo, su dedicación al hornear o cocinar se le notaba a leguas. Estudió Gastronomía, claramente siempre tuvo inclinación hacia la repostería y los banquetes.
El lugar donde ubicaría su establecimiento estaba en el corregimiento de Natá, por lo tanto, era necesario mover todo lo comprado en la ciudad de Panamá hacia la provincia de Coclé. Al llegar, el sitio era grande, aunque sucio y sin luz. Todos los que habíamos ido a ayudar estábamos confundidos al ver la emoción de mi tía. Ella visualizaba cómo iba a ser todo, y en efecto, quedó exactamente como lo había imaginado: las neveras en su lugar, las paredes pintadas y la mercancía ordenada, todo iba bien… hasta que la cuarentena a causa del coronavirus disminuyó las ventas y el alquiler del sitio subió. Ya no pudo pagar más y tuvo que cerrar el negocio.
A pesar de este duro golpe, se las arregló para mantenerse estable, y poco a poco volvió a surgir, trabajando desde su casa y encargándose también de hacer las entregas. Actualmente, es la misma de hace unos años, mantuvo su éxito, su reconocimiento, sus ventas y su espíritu. Al final, lo más importante es que triunfó.