Una travesía de verano en La Guaira

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La familia Alvarado Pimentel, por invitación del tío Rodrigo, realizó un viaje de aproximadamente tres horas y media desde Capira hasta La Guaira, provincia de Colón.

La primera parada fue la bahía de Puerto Lindo, en la Costa Arriba de la provincia caribeña, específicamente en el Linton Bay Marina, puerto deportivo donde pude apreciar embarcaciones de todo tipo, como veleros y yates lujosos con bandera estadounidense y canadiense. Las naves estaban identificadas con nombres curiosos como “Los compadres” y “Doña Gloria”.

Linton Bay Marina está a tan solo 49 kilómetros de distancia de la ciudad de Colón y a 105 millas de la ciudad de Panamá. Gracias a su biodiversidad de flora, fauna y aguas cristalinas, el lugar fue elegido para desarrollar un proyecto que alternara el paisaje natural con los monumentos históricos, como es el caso de Portobelo, que sigue maravillando a miles de turistas en el sector (La Estrella de Panamá, 2021).

Tío Rodrigo nos recibió con una amplia sonrisa. Él es de complexión grande, pelo corto, ojos pequeños y piel blanca. Rodri, como le decimos de cariño, es administrador del Tropic Bar Restaurant, el local es relativamente nuevo y forma parte del puerto. Allí degustamos una deliciosa comida, acompañados siempre de la agradable brisa marina.

Retomamos la ruta y finalmente llegamos a La Guaira, desde ahí abordamos una lancha con destino a isla Grande. Durante la travesía escuché a mis hermanas reír emocionadas, lo cual resultaba contagioso y saltó a mi mente la pregunta: ¿Por qué no habíamos descubierto todo esto antes? Un pequeño rancho sirvió de alojamiento temporal durante nuestra visita al sitio.

Disfrutamos de la playa de arena blanca y agua libre de contaminación. En esta isla destacan el servicio hotelero, el comercio de alimentos y la presencia de autoridades como la Junta Comunal. También se puede apreciar el funcionamiento del Centro de Conservación, Rehabilitación y Reproducción Zoo del Istmo, especialistas en el estudio de fauna exótica y en peligro de extinción como el puma, las guacamayas, los loros, los venados y los perezosos. La gran mayoría de las personas que visitan el zoológico exclaman: “¡Es una belleza! ¡Qué impresionante y loable labor!”. Todo esto le da a isla Grande un carácter de autosuficiencia.

Nos despedimos con nostalgia de esta belleza natural y regresamos a la marina donde tío Rodrigo nos recibió nuevamente en el restaurante mientras prestaba servicio a los clientes.

Allí decidimos pasar el resto de la tarde, charlamos con algunos familiares y amigos de mamá con los que no había tenido contacto en mucho tiempo. La cena fue una pizza tradicional al estilo del lugar y con la sazón única del tío. Pasamos un momento ameno y nos despedimos agradecidos por todas las atenciones de Rodri.

De vuelta, el cielo nos abrazó con un manto estrellado y una luna imponente. Así se sellaba esta fascinante travesía.

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