Nota del editor
El siguiente es un texto reflexivo, donde la autora se inspiró en situaciones cotidianas de diversas mujeres a su alrededor.
Cuando eres niña sueñas con cómo será tu vida de adulta, sueñas con el amor épico que vivirás, la profesión y carrera que tomarás, la casa que tendrás, los hijos que amarás, un esposo que te adorará tanto como tú a él, en fin, sueñas con una vida plena y feliz.
Pero a medida que creces te das cuenta de que la realidad puede ser muy distinta a lo que imaginaste, y que no siempre podrás tener todo lo que deseas.
No pudiste entrar a la carrera que anhelabas porque donde vivías no había dónde estudiarla. Tampoco pudiste ir a una universidad en otra parte del país, pues era una opción muy costosa. Por lo tanto, tuviste que estudiar algo que nunca te llamó la atención y que ni siquiera te apasiona.
Con el tiempo confirmas que la vida laboral, incluso haciendo lo que amas, es complicada. Pero si no te gusta tu trabajo, la situación se torna todavía más complicada, especialmente cuando debes dividir tu tiempo en dos empleos.
Te levantas a las 3:00 a. m. para dejar la comida lista. Sales, te enfrentas al tranque diario en la carretera, que puede durar entre dos y cuatro horas, e incluso con todo ese esfuerzo llegas tarde al trabajo. Regresas a tu casa, no a descansar, que va, sino a ocuparte de los quehaceres del hogar. Lo mismo ocurre el fin de semana, solo que esta vez tienes que viajar a otra provincia y regresar el domingo en la madrugada, con sueño, cansada, pero no puedes relajarte, debes realizar las labores domésticas. Te preguntas: ¿Será que existe un momento para descansar en paz? «Cuando me muera sucederá», te respondes a ti misma.
El amor, tan difícil de encontrar, algún día llegará. No tenías que preguntar más, encontraste a un hombre… ¡Y vaya hombre! Pisaba el suelo por el que caminabas, te amaba con todo su ser, era completamente tuyo. Se enamoraron tanto que decidieron casarse y tuvieron dos hijas.
Pero ¿qué pasa si los años van apagando la llama y todo se va deteriorando? El amor parece destinado a morir. Hay desconfianza. Ahora él ha decidido hacer caso a los rumores que han inventado de ti. Pero a pesar de todo, todavía lo amas. Quieres pensar que algún día volverá a ser el hombre del que te enamoraste, el que tanto amaste y que sigues amando.
Tu cuerpo no es igual al que tenías con veinte años, ahora tienes estrías, los senos y las nalgas ya no están tan firmes, tu piel va envejeciendo, el cabello se te está cayendo, y todo te duele. Ya no te sientes bonita, querida, o poderosa, especialmente si la persona a tu lado te lo confirma, probablemente no de boca, pero notas las señales, sabiendo que él ya no te desea ni te encuentra atractiva.
Tú miras a otras mujeres envidiando su apariencia actual, su juventud, a veces incluso criticándolas mientras añoras sentirte especial y querida por alguien. Entonces surgen esas preguntas matizadas de reclamos… ¿Si doy todo de mí, por qué no puedo ser el todo de alguien? ¿Por qué solo me amas por mi cuerpo? ¿Por qué me desechas como una bolsa de basura apenas ves mi celulitis? ¿Por qué si me esfuerzo por arreglarme solo recibo críticas, como… ‘llevas mucho maquillaje’?
Bueno, por lo menos tienes dos hijas, que son la luz de tu vida, los pilares de tu alma. Por ellas estás dispuesta a hacer cualquier sacrificio, incluido querer darles una familia funcional a costa de tu felicidad, o eso es lo que tú crees. Tal vez eso es lo mejor para ti, creer que de alguna manera todo se arreglará de forma mágica y volverán a ser como antes, aunque eso pudiera causar más daño del que crees.
Por tus hijas aguantarías todo lo que te venga encima, desde sus comportamientos tiernos, divertidos y abrumadoramente hermosos, hasta los despectivos que van surgiendo con su adolescencia. “Son adolescentes, ya se les pasará”. Pero eso no justifica ninguna de sus acciones, son adolescentes, con la edad suficiente para tener empatía por los demás.
«Relájate mujer», algo que te dice tu esposo con frecuencia. «Relájate, acuéstate, duerme, descansa, tómate una cerveza, una copa de vino». ¿Relajarme? Hace mucho tiempo que no hago eso, y cómo hacerlo, si nadie me ayuda con nada. Le muestro al mundo la versión más dura y fuerte de mí, haciendo creer que puedo con todo, pero por dentro me estoy desmoronando poco a poco, se desvanece todo lo que queda de mí.