Ellen Gould Harmon White (26 de noviembre de 1827 – 16 de julio de 1915) fue una cristiana estadounidense cuyo liderazgo ayudó al establecimiento de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Elena de White, como también se le conoce, fue además una escritora prolífica. En 1851 publicó su primera obra. Escribió sobre educación y salud, entre otros temas. Leía mucho, se dio cuenta de que estudiar a otros colegas le ayudaba en su propia redacción, mientras presentaba las verdades que Dios le revelaba en visiones.

Durante el transcurso de su vida escribió unos 5000 artículos para revistas y más de 100 libros. No recibió enseñanza básica, no tuvo la oportunidad de asistir al colegio. Jamás imaginó que lograría redactar tanto. Al leerla es sorprendente la firmeza de sus relatos. También admiro sus vivencias y sus fuentes de inspiración.

De sus libros, mis favoritos son: El conflicto de los siglos, Patriarcas y profetas, Eventos de los últimos días. Estas obras, inspiradas por Dios y escritas con sabiduría, son motor de vida y aprendizaje para tantos lectores. Sus publicaciones han transformado muchas almas, ya que hablan de Dios, consejos de vida y cómo actuar de manera sabia. En sus páginas encuentro esa orientación necesaria para encaminarme por el lado correcto.

Elena era amorosa, un ejemplo a seguir y siempre dispuesta a ayudar a las personas. Promovió el vegetarianismo, así como la temperancia y la evangelización, hábitos de vida que ella practicó.

Su historia y sus libros son de gran inspiración y motivación. Fue una mujer de fe y tuvo un buen corazón. Fue admirable, ya que padeció dificultades físicas y espirituales, pero salió adelante en todos los aspectos de su vida. La humildad fue una de sus virtudes, y su trato hacia los demás la hicieron una persona especial.

Escribió que “la verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial y a usar cuerdamente lo que es saludable”. Recordaba que los malos hábitos y cuerpos malsanos no pueden servir a Dios con  fervor, perseverancia y pureza, como sí lo pueden hacer las personas puras de almas y vigorosas. Un organismo enfermo afecta al cerebro, comentaba. Con la mente servimos al Señor, la cabeza es la capital del cuerpo. Me impresiona cómo sus textos incitan a evaluar nuestras conductas y someternos a la voluntad de Dios.

Sus libros también giran en torno a las profecías bíblicas, en particular a las del libro de Apocalipsis, que a la larga son un reflejo histórico y escatológico de la lucha entre Dios, el Cordero, su santuario y la verdadera adoración, versus el dragón, sus estratagemas y la falsa adoración impuesta por él. Expresaba cómo actuar a través de estos mensajes y el resultado era convivir mejor con nuestros semejantes.

Para mí es gratificante escribir de esta gran mujer, escritora prolífica y humilde profeta, cuya pluma inspirada nos ayuda a entender de una forma más clara el mundo en el que vivimos. Sus libros también permiten comprender mejor el amor de Dios al entregar a su hijo para que la raza humana tenga esperanza de salvación.

Una niña llamada Sofía Rivera tenía sueños de convertirse en alguien importante y ser libre. Pero bien pronto experimentó calamidades, necesidades y dificultades.

Su papá era alcohólico y la mamá era abusada por él. Al ver lo que sucedía con sus padres creó en su mente un mundo de fantasía, bloqueando todo lo malo que vivía. Prefería imaginarse un hogar lleno de amor, pero la realidad era otra: una desilusión muy grande que le provocaba un corazón herido, donde albergaba dolor y resentimiento.

Se empeñaba en creer que había algo diferente esperándola, era su anhelo desde lo profundo de su ser. Al cumplir diez años sufrió la pérdida de su padre. Le dolió, porque lo amaba a pesar de su adicción y de que era un maltratador.

Su madre le decía que era el peor hombre que había. Pero él la trataba de manera muy especial. La mamá estaba llena de odio y de ira que a menudo descargaba contra ella, por lo que se refugiaba en su papá. Así que al morir, de cierta forma se sintió desprotegida y llegó a pensar que nada tenía sentido en la vida.

Al pasar los años, los ocho hermanos fueron creciendo junto a su madre soltera, después dos de ellos se hicieron independientes. Los que quedaron en casa continuaron juntos en medio de muchas necesidades, por la escasez económica que había en el hogar.

La situación en esa familia era difícil, algunas personas sin escrúpulos les trataban sin piedad, recibieron humillaciones que les provocaron baja autoestima; estaban convencidos de que no eran valiosos.

La niña se hizo adolescente. A los dieciséis años se enamoró de un hombre que de momento representaba aquella salida que tanto necesitaba. Se fue con él y tuvieron cuatro hijos (tres varones y una chica). Al inicio todo parecía bien, pero con el transcurrir de los años empezó para ella la misma pesadilla experimentada en casa de su madre.

Su esposo se volvió alcohólico, la maltrataba, lo que la motivó a tomar decisiones importantes. No estaba dispuesta a permitir que sus pequeños vivieran esa calamidad, entonces decidió separarse y buscó ayuda espiritual en una congregación religiosa, algo de gran bendición para su vida.

En la Iglesia le brindaron apoyo, también mucha oración que le permitió recuperar la confianza en sí misma y en los demás. Y a su nueva vida también volvió el amor, al conocer a un caballero cristiano… ¡Era tan diferente a su experiencia anterior! Se enamoró y decidió rehacer su faceta sentimental con él, quien era padre de tres (dos mujeres y un hombre). Los dos disfrutaban participar de las actividades religiosas, había mucha paz en su casa, la convivencia en familia era maravillosa, y fruto de esa relación nací yo.

Mi mamá es una mujer digna de admirar, luchadora, humilde, paciente, siempre educa con amor y fe. Con frecuencia nos dice: “La victoria se logra con Dios”.

Quiero contar la historia de una mujer que me ha inspirado por su deseo de superación, gallardía, entusiasmo, perseverancia y sencillez al actuar. Ella es mi mamá.

Con veintidós años, a Jennifer Velásquez la vida le dio su mayor regalo y a la vez su más grande reto. Sin experiencia alguna, la joven decidió asumir tamaña prueba, y no titubeó. Tomada de la mano de Dios escucha esa palabra que dice nuestro Señor: «Él no da prueba que no podamos soportar».

Un 22 de septiembre nací con apenas cuatro libras de peso, pequeño e indefenso, lleno de aparatos y monitores. Mi salud era vigilada a cada instante, mis pronósticos de vida eran casi nulos.

Ella, llena de amor por mí, pero sin poder siquiera tocarme, llora desde su corazón y sus lágrimas no paran de recorrer sus mejillas, mientras aquellos galenos corren por los pasillos de aquel frío, blanco y gigante hospital para salvarme y marcar el paso de la primera de seis operaciones que he tenido a lo largo de mi vida. Son más de dieciocho incisiones quirúrgicas, comenzando en mi cabeza, bajando por mi barriga y terminando casi en la punta de los dedos de mis pies.

Sus estímulos y su gran cariño me convirtieron en el joven que hoy día soy. Todavía sigue muy de cerca cada paso que doy y me anima a esforzarme y a querer ser una mejor persona siempre.

A raíz de todos estos problemas de salud, surge en mi mamá el deseo de ayudar, aconsejar y llevar alegría a otros. En ese momento mis padres dan inicio al Festival de la Alegría. Comprometidos con la niñez y la adolescencia llevan comida, donaciones, ropa, juguetes y, sobre todo, una palabra de aliento a chicos, jóvenes y adultos.

A mami le gusta trabajar con los más pequeños; me enseña y la ayudo, es muy ingeniosa y no escatima en darlo todo para hacer reír y sentir bien a esos niños. Ama trabajar con globos, pintar caritas y es una bailarina innata.

El Festival de la Alegría dura tres días, y hay que prepararlo todo con bastante anticipación. Ella elabora las cartas para llevarlas a la Policía de la Niñez, a los representantes de corregimiento y a otras autoridades.

En la mañana se trabaja directamente con los niños. De forma que parece como un enorme cumpleaños.  La alegría retumba por todas las calles y mi mamá se emociona al escuchar por parte de los pequeños sus fuertes voces, gritos y cantos una y otra vez.  Al caer la noche todo se ilumina, como si fuera una feria dentro de un parque de diversiones. Ella sabe hacer un buen trabajo.

Una tradición es que mi mamá antes de iniciar cada festival me prepara como su mano derecha, cuenta conmigo y yo con ella, somos un gran equipo.

Terminamos los tres días de arduo trajín compartiendo unas ricas hamburguesas; después de todo, el esfuerzo valió la pena. Una mujer digna de admirar y llena de amor para compartir con los demás, ¡esa es mi mamá!

Vanessa destacaba en su comunidad. Tenía el cabello dorado, lo llevaba corto. Eso la hacía lucir diferente al resto, no solo en la apariencia y estilo sino en su personalidad. Entre sus particularidades está que ella tenía interés en el cerebro humano, por lo que no fue casualidad que estudiara psicología. 

Creció en el Golfo de Montijo, Veraguas. A lo largo de sus años escolares solo se enfocó en obtener buenas calificaciones. 

En el año 1998, a principios de su segundo año de secundaria, le ofrecieron una beca que pagaría todas las cuotas de una nueva escuela, sin embargo se vio obligada a rechazarla. Ella provenía de una familia muy tradicional, donde las mujeres dedicaban sus vidas a servir a los hombres, no estaban destinadas a pensar por sí mismas. Mientras que los hombres tenían derecho a hacer lo que quisieran y cuando quisieran.

Esa realidad hizo que Vanessa tuviera una perspectiva diferente sobre las conductas tradicionales de hombres y mujeres en su comunidad. Ella creía que cualquiera podía hacer lo que quisiera sin importar su género o situación económica general.

“Las mujeres pertenecen a la casa y los hombres son de la calle. No tienes nada que hacer ahí afuera, Vanessa”. Esas palabras empalaban a Vanessa por el pecho. No podía ser que su madre creyera arduamente en eso.

“Te casarás y tendrás muchos hijos”, le solían decir.  Vanessa no quería eso. Pero, ¿qué quería ella? Ni ella misma lo sabía. Solamente quería salir de ese “hueco” al que llamaba hogar.

Aquel respeto que sentía por sus padres se iba desvaneciendo de tantos abusos a los que la exponían junto a sus hermanas y hermanos. Llegó a pensar que sus padres eran solo los seres que le dieron la vida, nada más.

Escapar de la tradición

 Ella prometió nunca forzar alguna creencia en alguien, ni en ella misma. Con todos esos sentimientos, la fría madrugada del 8 de octubre del año 2002 se dijo:. “Me quiero ir de aquí y más nunca volver” y se fue de Veraguas, rumbo a la ciudad. 

Dios siempre fue una parte de su vida durante los años que permaneció en Veraguas, pero las situaciones en las que estuvo en la ciudad de Panamá hicieron que se alejara de Él. Nada la preparó para lo que iba a vivir ahí. 

Vanessa tuvo que ganarse la vida haciendo trabajos de limpieza y cuidando ancianos o niños. Le tocó vivir en barrios alejados. 

En esos andares conoció a una amiga que la ayudó a conseguir un trabajo más estable, y le dio un lugar para dormir. Sin embargo, hubo un punto donde consideró volver a Veraguas, pero ella no se quería rendir tan fácilmente. 

Los frutos

Si un día vuelve, no será con las manos vacías, pensaba para sí. Trabajó y trabajó hasta poder pagar una universidad. Poco después, logró graduarse en la carrera de psicología. 

Por un tiempo trabajó en una compañía donde le asignaron un puesto como psicóloga y durante esas jornadas estuvo expuesta a muchos sentimientos que emanaban de los empleados que ella atendía. “Era como ver una película, muchas películas, y a veces perdía el sentido de la mía”, decía. 

Unos años más adelante, durante el 2014, ella ya tenía su vida hecha. Tenía 2 hijas y un maravilloso esposo que la apoyaría en cualquier decisión que tomará. 

El reencuentro

De alguna manera, una de las hermanas de Vanessa logró contactarla después de 12 años. 

“Dije que no volvería”, repetía Vanessa una y otra vez.

“Papá y Mamá no tienen nada de comer, fijate, no te quedes de brazos cruzados”, insistía su hermana.

Vanessa estaba sorprendida por la preocupación de su hermana hacia sus padres a pesar del maltrato que habían vivido.

 Pero padres, ¿padres son, no?, se dijo a sí.  Así que decidió dar apoyo económico. Incluso accedió a dar una visita junto con su propia familia, pero nada la preparó para lo que iba a ver de vuelta en el Golfo de Montijo.

Toda la casa estaba sucia y en muy mal estado, incluyendo infestaciones de bichos y de gusanos. Vanessa odiaba los gusanos desde que tenía memoria. Eso hizo que Vanessa sintiera cierta obligación de cooperar para mantener a sus padres y ayudar para mantener las propiedades en buen estado.

Pero volver a Veraguas fue un encuentro con el pasado. “A veces, hay experiencias que se llevan lo malo y lo bueno de una vida.” y es interesante ver qué regresa hacia nosotros después de cierto tiempo.

Ayudar al prójimo

En 2016, Vanessa empezó a ayudar a los que pertenecían al Golfo de Montijo, ya que afortunadamente tenía buenos ingresos. Cooperaba con las familias para traer alimentos o mandarlos, incluso para comprar artículos que necesitaban.

A diferencia suya, los otros hermanos de Vanessa nunca dieron la cara, suponiendo que el Golfo de Montijo era algo que ellos querían olvidar. Ella perdonó y olvidó, no tenía sentido quedarse con ese resentimiento.

En 2019, su esposo falleció de cáncer y fue un gran impacto tanto para ella como para sus hijas, poco después apareció la pandemia del COVID-19. Eso detuvo sus visitas al Golfo de Montijo.

Mientras, se preocupaba a menudo por lo que cuando levantaron restricciones y se flexibilizó el distanciamiento social, ella no tardó en planear su próxima ida.

Para mí, ella es más que una muchacha que quería ayudar. Es alguien que estaba destinada a algo mucho más grande pese a las limitaciones que impusieron sus padres. Vanessa es mi madre a quien admiro y respeto infinitamente por, no solo criarme a mí y a mis hermanas, sino por ser capaz de superar situaciones sin ningún tipo de ayuda y tener la empatía que le faltó a los demás.

Hasta el día de hoy mi hermana, mi mamá y yo visitamos ese lugar apartado, de donde vino mi mamá, de un rincón de Veraguas.




TEXTO CORREGIDO

Caminaba inmersa en mis pensamientos mientras trataba de encontrar el nombre de la mujer que sería la luz inspiradora y la razón principal de mis primeras notas como escritora novel. Apenas la vi acercarse, no tuve duda, la había encontrado, Heydhy Caballero de González, mi directora. Enseguida mi cabeza se llenó de preguntas curiosas: ¿Qué retos se deben superar para llegar a ser rectora? ¿Qué significa la excelencia para la profesora Heydhy?

Me puse a investigar y quise conocer qué apreciaciones tenían los padres de familia, docentes y estudiantes sobre esta mujer que, en lo particular, me parecía genial. Todos respondieron con el mismo entusiasmo: es un buen ser humano, lleno de virtudes, sobre todo, de valores.

Por esas casualidades del destino, la profesora González visitó esa tarde el aula del séptimo A, nivel que cursaba. El motivo principal de este encuentro fue dar la bienvenida a todos los chicos de la clase. La directora, de una manera muy sencilla y jovial exhortó a todos los presentes a estudiar con ahínco y mostró empatía al remontarse a su vida escolar.

Recuerdo que mencionó sus raíces veragüenses e inició la plática comentando que provenía de una familia humilde de varios hermanos; también indicó que siempre quiso ser maestra y que la ausencia de recursos para comprar libros y zapatos no fueron impedimento para lograr sus sueños.  En broma comentó que solo tenía un par de zapatos y que, por el uso constante, se le hizo un hoyo en la suela, lo cual complicaba arrodillarse en la iglesia.

Con una risa en los labios agregó que su primer sueldo fue para comprarle zapatos a todos en su familia. Su carisma es único, logró que todos riéramos con ella y confieso que, además, de una manera sabia, hizo que recibiéramos el mensaje sobre la importancia de los estudios y la constancia cuando se quiere lograr una meta.

La profesora Heydhy es una profesional comprometida, graduada de maestra en la Escuela Normal de Santiago Juan Demóstenes Arosemena, cuna de formadores en Panamá. Su amor por la docencia la llevó a especializarse en la asignatura de Español y desde 2013 es la directora del Centro Educativo Guillermo Endara Galimany, colegio de renombre nacional y ganador de primeros lugares en concursos como el de Excelencia Educativa y Oratoria.

La directora tiene la habilidad de ponerse en el lugar de los demás, es una persona que vela por todos en la escuela, más allá de lo educativo. En todas las actividades que propone se ve reflejado ese toque especial, que son los valores como parte de la formación integral de los estudiantes.

En el año 2018, en la revista digital Panamá Oeste 20/20, manifestó que el Concurso Nacional de Excelencia Educativa «es la oportunidad de evaluar y de reconocer las fortalezas y debilidades que nos permitirán ir hacia la excelencia educativa”. Es notorio ver el gran empeño y dedicación con la que realiza su trabajo.

—Pero abuela, ¿qué fue exactamente lo que la motivó a marcar la diferencia en la sociedad, respecto a la población femenina? —pregunté, ajustando la sábana que cubría nuestros pies, esperando con curiosidad su respuesta.

—Ah, bueno, hay un incidente específico que recuerdo claramente hasta el día de hoy, aunque sucedió ya hace casi 60 años —dijo, acomodándose como si fuera a comenzar una larga historia. 

Así inició su relato:

Mi madre iba a dar a luz a su quinta hija, mi hermana menor, y todos estábamos en el hospital de la pequeña ciudad de Savarkundla (India) esperando los primeros llantos del bebé. Caminaba por el pasillo cuando de repente escuché un alboroto en un cuarto cercano. Resultó que la familia en la habitación contigua a la nuestra también esperaba una hija, lo que explicaba su ansiedad. Me detuve cerca de ellos sin querer invadir su privacidad, pero tampoco pude detener mi curiosidad.

«¡Felicidades! ¡Han sido bendecidos con una niña!», escuché. 

La voz de la enfermera resonó en el pasillo del hospital mientras sostenía un pequeño bulto rosado para que todos lo vieran. Se podía cortar la tensión con un cuchillo tan pronto como esas palabras no deseadas salieron de su boca.

Tener una niña significaba casarla a una temprana edad, lo que supondría trabajar más duro para pagar una dote que solo traía tensión en las familias.

«Lo sabía, debíamos haber alimentado a la madre con más semillas de coco. Ya había hablado con el sacerdote y él había garantizado un hijo», murmuraba enojada la abuela culpando a la madre del género del bebé. 

Hasta ese momento, solo había escuchado hablar de esas situaciones. Aquel incidente fue una revelación y provocó un impulso ardiente de ayudar a las mujeres en todos los aspectos, para demostrar a la sociedad que ellas eran tan capaces como los hombres.

—Entonces fue en ese momento cuando decidió que quería ayudar a las personas, en especial a las mujeres —interrumpí a mi abuela en su relato—. Pero ¿cómo lo hizo?, ¿cómo logró impactar a una sociedad predominantemente machista siendo mujer?  

Ella siguió su narración:

Mientras crecía con mis otras cuatro hermanas, mis padres se aseguraron de que tuviéramos acceso a una educación adecuada, que me enseñó todo lo que sé hoy y me llevó a esta posición donde fácilmente puedo dedicar mi vida a ayudar a los demás. Sin una formación óptima, no estaría en ninguna parte. Me di cuenta de esto después de completar mi maestría. Llegué a comprender lo privilegiada que era. También descubrí que el 95% de las niñas del pueblo en el que vivía en aquel momento no contaban con esa oportunidad.

Esto se debía principalmente a que las mujeres se casaban jóvenes y dedicaban su vida a las tareas del hogar. Las familias sentían que no tenía sentido educar a sus hijas y gastar su dinero en niñas que no les iban a ser útiles, por lo que las mujeres fueron incapaces de ganar dinero y valerse por sí mismas, incluso cuando estaban en problemas. 

Teniendo en cuenta lo anterior, decidí construir tres escuelas para niñas con educación gratuita, con el fin de alentar a las familias a educar a sus hijas. Quería ver a las mujeres triunfar en la vida, lograr sus metas y alcanzar sus objetivos.

Sin embargo, la educación no era el único factor que estaba considerando. En esos tiempos las mujeres tampoco recibían tratamientos adecuados en el sector de la salud. Entonces, hace un par de años, junto a un grupo comenzamos una organización e inauguramos nuestro primer hospital. Es gratuito y promete el mejor tratamiento a todos los pacientes, sin prejuicios. Se ejecuta completamente con donaciones de diferentes personas y ha ayudado a millones a recibir atención médica digna. Si no hay una buena salud, entonces no tiene sentido la educación. 

Hasta ahora no me había dado cuenta del impacto total que tenía mi abuela Chandrika Kamdar Ghelani en la sociedad, específicamente en su pueblo. Esto me hizo mirarla con una luz distinta, un nuevo respeto y valor. Ella es una mujer de poder, y también lo son todas las féminas cuando les dan los recursos necesarios para  brillar.

Wendy era una niña amable y risueña. Se divertía jugando con sus hermanas en el jardín de su casa, soñaba con ser de mayor una exitosa profesional, tener un esposo e hijos para vivir feliz con su familia. Pero no todo fue como ella lo esperaba.

Creció hasta convertirse en una hermosa chica, muy dedicada a sus estudios. Un día una muchacha llegó al pueblo y se instaló como vecina de Wendy, quien luego de un tiempo le presentó a un joven que la visitaba.

Así fue como Wendy conoció al muchacho con el que se comprometió. En cuestión de meses ya estaba embarazada. Pero cuando le contó al chico, él huyó sin querer admitir responsabilidades con ella y el bebé en camino. Su corazón se quebrantó. Contó lo ocurrido a su familia, quienes la apoyaron.

Tuvo que dejar sus estudios para concentrarse en el bienestar de su criatura, hubo un tiempo en que se sintió muy sola e inútil, tenía la necesidad urgente de hacer algo, así que buscó un trabajo. Encontró uno de medio tiempo en un hotel, tuvo muchas amigas en su empleo, pero al parecer a la líder no le agradaba Wendy.

En cierta ocasión se encontraba limpiando el piso de una de las habitaciones cuando entró la mujer, esta vio fijamente el lugar y empezó a desordenar, tiró todo al suelo; después de dañar el trabajo hecho, dijo a Wendy, de forma prepotente: «Este cuarto está mal arreglado. ¿Qué rayos se supone que hiciste? ¡No arreglaste nada, todo está mal, vuelve a hacerlo!».

Cuando la mujer se retiró, Wendy empezó a llorar. Al escuchar esta historia me pregunté: «¿Cómo es posible que esa mujer le pudiera hacer eso a otro ser humano? ¿Cómo es posible que actuara de tal forma y sin compasión, viendo su condición de embarazada?».

Justamente, por su embarazo y su necesidad económica Wendy se vio obligada a seguir trabajando allí,  hasta que renunció para dar a luz a su hijo.

El bebé nació con problemas respiratorios, los médicos le dijeron que era probable que muriera a los meses de nacido. Esta noticia la impactó a ella y al padre de la criatura. Para ese momento el hombre había regresado con ella, pues estaba ilusionado con ser papá, le prometió esta vez sí la apoyaría en todo lo que pudiera.

El tiempo pasó, la relación se formalizó y todo parecía bien encaminado hasta que él la engañó, lo que motivó una separación. Se divorciaron después de que tuvieron juntos tres hijos, y aunque esa ruptura le dolió mucho a ella, volvió a desmostar la firmeza de su carácter, dispuesta también a superar esta difícil etapa.

Ella continuó sus estudios y logró ser una exitosa abogada, un ejemplo para sus hijos. Cada vez que ve al mayor de ellos sonríe, pues es un milagro que esté vivo.

Wendy siguió adelante y es feliz junto a su familia, como lo soñó de niña. Ella agradece a Dios por todo lo obtenido, por darle las fortalezas necesarias para superar todas las adversidades, hasta sentirse feliz y realizada.

Un día estaba comiendo palomitas acarameladas con una gaseosa sabor a uva cuando me puse a pensar en cómo sería mi futuro. A menudo medito sobre eso. Escuchaba música de mi agrado mientras reflexionaba en cómo podía lograr esos sueños que tengo. Sé, porque lo he visto, que hay mucha competencia en el mundo laboral. Entonces, analizaba que allá afuera hay miles de personas queriendo lograr lo mismo que yo, y surgía la pregunta: ¿Podré alcanzar mis metas o no?

Ese día recuerdo que mi madre quería que le bajara el volumen a la radio, me invitó para que la acompañara a ver por televisión las anécdotas de Adriana Macías. Me senté para conocer más sobre este personaje de la vida real, además de que me encantan esos momentos de convivencia con mamá. Todo comenzó perfecto, tenía la curiosidad de saber quién era la persona; al momento de escuchar sus experiencias, anécdotas y frases muy motivadoras quedé realmente sorprendida.

Se trata de una mujer que nació sin brazos, pero su condición no ha sido una limitante en su vida. Utiliza sus pies para todo: cocinar, escribir e incluso tocar el violín… Me inspiró mucho su actitud, me intrigaba saber cómo pudo lograr todo lo que anhelaba, seguramente enfrentaría burlas y muchos otros desafíos.

En ese momento recapacité, a manera de pregunta: «¿Cómo es posible que yo, que no tengo una discapacidad, que gracias a Dios me envió completa pueda dudar por un momento de ser capaz de alcanzar eso que quiero? A partir de allí cada vez que me llega una de esas crisis existenciales, solo reviso algunas de las frases de Adriana. Siento que todo lo que ella habla, y cómo lo dice, es realmente inspirador.

Es mexicana, escritora, abogada y excelente conferencista. Sus lemas son muy motivadores, entre mis favoritos está: “No te enojes, recuerda que la gente no te hace cosas, la gente hace cosas, tú decides si te afectan o no». Cuando leí este pensamiento me dije a mí misma: «Eso es verdad, Lisseth, está en tus manos decidir si lo que te dicen te afecta o no».

¿Por qué pienso en la superación personal? Porque a mi edad también enfrento situaciones difíciles, ya sean económicas o personales. Por momentos tengo experiencias poco placenteras, por ejemplo cuando los compañeros en el colegio me hacen sentir incómoda, también algún pequeño defecto físico que pueda tener… Todas estas vivencias llegan a desmotivarme, pero sé que debo tener presente que, aunque hay personas que no me apoyan, también existen muchas otras que quieren lo mejor para mí.

Y esas que están de mi lado se convierten en la luz en mi camino. Saber que están allí para apoyarme me hace muy feliz. Una de ellas es Adriana Macías. A pesar de que no nos conozcamos, sus experiencias han entrado de forma poderosa en mi vida; ella me inspira y se ha ganado mi completa admiración.

Les recomiendo sus libros de superación, son interesantes, los he leído y me han ayudado a tener una mejor perspectiva de mi futuro. Espero que tú nunca te rindas, que pase lo que pase siempre te digas a ti mismo: “Yo puedo”, así como lo hacen otras personas con tal vez menos virtudes o facultades físicas.

Constantemente pasamos por etapas complicadas, sí, pero es necesario recordar que el sol sale incluso después de la peor tormenta. Y cuando llegan esos tiempos difíciles, podemos motivarnos con algún referente, como Adriana Macías.

¿Qué simbolizan las mujeres? Cada quien se puede responder, pero recordemos que ellas son inteligentes, empoderadas, fuertes, independientes y dispuestas a cambiar el mundo desde sus propias vivencias. En este caso te hablaré de una dama muy especial, mi mamá. Su vida tiene muchas anécdotas que contar, que me inspiran a escribir sobre ella.

Mi mamá da lo mejor de sí misma, siempre velando por los mejores intereses de las personas que ama, y enseñando con el ejemplo. Es una emprendedora. Recuerdo cuando inició su proyecto de elaboración de piñatas, no sabía qué nombre colocarle y pidió mi opinión, pensé en la alegría que ella provoca y le dije: «¡Ya sé, mamá, ya sé!, se debe llamar Chispita de Sorpresas», una idea de la cual estoy orgullosa.

La señora Dureyda Garrido siempre honra su palabra, aunque se tenga que quedar despierta toda la noche. La admiro mucho por su tenacidad, veo cómo se desvela estudiando o trabajando, buscando lo mejor para los suyos y cumpliendo con sus clientes. Como ella dice: «Haz las cosas como quisieras que las hagan contigo, poniéndole amor a lo que haces, aprendiendo más cada día». Y eso no significa que ella no haya pasado momentos difíciles, pero siempre con la cabeza en alto, luchando de forma valiente, pase lo que pase.

Aunque nos corrige fuerte, sé que lo hace porque nos ama. Mi mamá me tuvo a temprana edad, mi llegada complicó su realidad, pues tenía que atenderme, y al mismo trabajar y dar su mayor esfuerzo en la universidad. Decidió dejar los estudios para laborar y cuidarme, pero nunca renunció a sus metas.  Años después entró nuevamente a la facultad y se graduó el 25 de junio de 2022 como Técnico Superior en Psicopedagogía con Énfasis en Necesidades Educativas Especiales. Con su ejemplo me ha demostrado que no debo rendirme a pesar de las circunstancias y que siempre debo seguir soñando.

Ahora estudia la Licenciatura de Psicopedagogía y también trabaja. Siempre alegre y enfocada en varios principios de vida como este:  “El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un obsequio, por eso se llama presente para que rías, vivas y cantes, pero, sobre todo, para que seas feliz”.

Esa es mi mamá, una mujer que inspira con todos sus esfuerzos, guerras y batallas. Por eso te aconsejo: siempre aprecia a tu madre por los sacrificios que hizo por ti, acuérdate de que solo tienes una, no olvides cuando te dice «levántate, tú puedes» y que, por encima de todo, ella te amará toda la vida.

Daniela Álvarez fue Señorita Colombia en 2011. Nació el 24 de mayo de 1988, en Barranquilla. Es presentadora y modelo. Me inspiró a seguir adelante a pesar de las pruebas que enfrentemos. Su vida me impactó de tal manera, que entendí que todo tiene un propósito. Ella me hace recordar la importancia de ser fuerte sin importar las dificultades, de luchar por mis sueños y de levantarme con más fuerza que antes cuando caiga.

Su vida cambió de un momento a otro y de manera radical, a raíz de un chequeo médico donde le detectaron una masita en su abdomen que debía ser retirada. Tras una operación, encontraron el pequeño bulto pegado a su aorta, pero al quitarlo la arteria se cerró. Enseguida tuvo que ser intervenida una segunda vez para colocarle un injerto, el cual su cuerpo rechazó. Después vino una tercera cirugía con otro tipo de injerto.

La arteria aorta quedó muy bien, pero sufrió una isquemia y sus dos piernas se vieron afectadas. Esto la llevó a una cuarta operación que buscaba que llegara sangre a sus pies, pero no fue suficiente. Todo esto la condujo a la más dura decisión: entrar a una quinta intervención para amputar su pierna izquierda.

Ella ama el baile, es muy alegre, a pesar de haber pasado por tanto. El 13 de junio de 2020, en la Clínica Cardioinfantil, en Bogotá, le realizaron la amputación. La exreina contó con el apoyo de todos sus familiares y médicos, en especial de su hermano Ricardo Álvarez; enfrentó un proceso difícil, sabiendo que debía interrumpir muchas de las actividades que amaba, al menos por un tiempo, mientras se recuperaba y se adaptaba a su nueva realidad.

Hoy en día puede volver a bailar, es la joven feliz de siempre y lucha por sus sueños. Su tesón y voluntad para alcanzar lo que se propone parecen no tener límites. Ese proceso lo superó con fe y fortaleza de la mano de sus familiares, en especial de su madre, su pareja y su hermano. Pudo progresar con medicamentos y tratamientos, sin lamentarse por la pérdida de una pierna y viendo la vida de manera distinta.

Al ver su experiencia, me animo a vivir como si no hubiese un mañana, dando todo de mí en cada mínima acción, sabiendo que las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro. Daniela es un ejemplo porque nos hace ver que los obstáculos más difíciles pueden vencerse. “Nada te queda grande, guerrera de mil batallas”, son palabras de su madre, Sandra Vásquez.

Daniela Álvarez es alguien que me inspira a mí y a muchos jóvenes con la misma condición que ella. Creó la Fundación El Nogal, en Bogotá, dirigida a ayudar personas con discapacidades físicas y de escasos recursos económicos, dándoles esperanza. Sin duda, ella es un ser maravilloso que no se doblega ante los desafíos de la vida y se sobrepuso a su propia pérdida, es una mujer sin limitaciones.