La mujer que logró cautivar mi inspiración para que realizara esta crónica fue mi abuela Eneida, una señora de 79 años, cariñosa, perseverante y amable. Proveniente de un campo del distrito de Ocú, en la provincia de Herrera, el lugar más bello de esa región… un pueblito humilde, pero hermoso, llamado Chupampa.
Mi abuela Eneida es la tercera de siete hermanos, por ser de las mayores tuvo que cumplir con las obligaciones del hogar y ayudarle a su mamá, ya que era una familia muy grande.
La época cuando nació fue difícil, pues las mujeres del hogar, a cierta edad, debían saber hacer de todo, y ella no se quedó atrás. Desde los nueve años ya cocinaba, ayudaba a lavar la ropa en el río, trapeaba, limpiaba los trastes.
Tuvo la suerte y la oportunidad de asistir a la escuela, pero solo hasta sexto grado, es lo que se veía en esos tiempos, puesto que los centros educativos o estaban muy distantes o no había dinero para seguir. Creo que en el caso de mi abuela pudo haber sido ambas. No obstante, el tiempo que estuvo allí aprendió muchas cosas, aunque luego de las clases debía soportar a su papá quien llegaba cansado del trabajo y era muy estricto.
Mi abuela siempre se ha caracterizado por gustarle bailar y por sus creencias religiosas. Una de las habilidades que más me encanta de ella es cómo prepara su famoso puré de papas con salchicha guisada, ya que lo hace diferente, en todos los sentidos. Tiene una receta especial: le agrega las salchichas y lo mezcla con vegetales, dándole un sabor extraordinario y único.
Este recuerdo me hace imaginar su textura suave, pero no demasiado, lo suficiente como para degustar sin parar; lo más delicioso es ese toque que le da cuando lo acompaña con la salsa especial y secreta. La verdad es que para mí su comida tiene un sabor original.
Yo admiro a mi abuelita porque, a pesar de lo dura que pudo haber sido su niñez y todas aquellas dificultades que se le presentaron, siempre ha sido un ejemplo de amor para la familia y de perseverancia para lograr lo que uno se proponga en la vida. Ella me inspira a luchar y seguir mis sueños, y ¡qué mejor manera que escribiendo una crónica sobre ella!
Gracias, abuela, por ser ese ingrediente que me faltaba y dejarme ese legado lleno de amor.