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por Dylan Sánchez

“Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos”.

El poema “Los nadies” de Eduardo Galeano fue inspiración para Francia Márquez, ella lo quiso transformar en política, ya que su ascenso al poder es el aterrizaje de los llamados “nadies” de Colombia.

Francia, la primera vicepresidenta afro en el gobierno colombiano, nació hace poco más de cuarenta años en Yolombó, una de las avenidas de Suárez, municipio de Colombia, en el que abunda la desigualdad, donde solo por la clase social o el color de piel se desprecia a su gentilicio.

Francia ha conocido el miedo en persona, el miedo de no saber qué llevarle de comer a sus dos hijos, ya que sus padres desaparecieron. El miedo de las amenazas constantes de muerte, pues en su país se mata a los activistas ambientales. También llegó a ser minera artesanal y le tocó pelear contra mineros ilegales, porque estaban acabando con el río de su «tierrita» y esto podría provocar el desplazamiento de la zona a sus paisanos.

Conocí su historia gracias a que la vi en acción cuando pasaban en el noticiero cómo ella sola lideraba un grupo de 80 mujeres por más de 350 kilómetros hacia Bogotá, para exigirle al Estado que sacara a los mineros que llegaban gracias a los paramilitares. Fue asombroso saber que por tan increíble acto consiguió el Premio Medioambiental Goldman (2018) considerado un Nobel de medio ambiente. Así se fue haciendo un nombre, muy importante y respetado en Colombia.

Es increíble el hecho de saber cómo desde adolescente Francia Márquez se fue formando como líder cuando descubrió su orgullo por ser negra, dejó de alisar su cabello y se vinculó al proceso de identidades negras.

Aunque es una mujer de admirar, sus posiciones políticas no las comparte una parte de la población, porque dice las cosas tal cual las piensa. Ella misma cuenta que suele ser desconfiada y que espera poder hacer algo para cambiar el Gobierno.

Una vez subió al poder junto al presidente Gustavo Petro, su importancia como feminista tomó valor, pero también dejó en evidencia un racismo muy fuerte en el país, ya que la han comparado físicamente con monos y la han menospreciado; no obstante, ella ha seguido adelante.

La vicepresidenta ha dicho cosas que ya han ido al debate público y que por supuesto no le gusta escuchar a muchos detractores: habla de un país muy clasista, racista y patriarcal; de cómo conoció el feminismo desde la vida misma, de cómo las mujeres sin tener nada tratan por todos los medios de sacar adelante a sus hijos para que no se acuesten con el estómago vacío o que no sean raptados por los actores armados.

A pesar de todas las dificultades, Francia Márquez ha demostrado que una mujer como ella, que nunca tuvo recursos económicos y que ha sido ninguneada por su color de piel y su género, puede valerse y hacerse sentir como persona.

 Por: Jesús Quintero

Herminia Díaz era mi abuela, nació en 1945 en un pequeño pueblo en Llano de Piedras, provincia de Los Santos. En su casa siempre escaseaba el dinero y, por ende, todos trabajaban para suplir las necesidades básicas. Esto hizo que ella fuera una persona educada y con muchos valores morales.

Cuando creció, Herminia quería ser doctora, pero debido a que en ese tiempo las condiciones eran más difíciles y no alcanzaba el dinero para pagar una universidad y cumplir su sueño, se desanimó y terminó trabajando en el campo con sus hermanos.

En el camino conoció a una enfermera que le enseñó a suturar heridas y a clasificar los tipos de medicina para usar en las personas, esto le sirvió de incentivo para improvisar una pequeña estafeta vial de operaciones, debido a que el lugar era recóndito y el hospital estaba muy lejos; de hecho, los pacientes eran trasladados en carreta, y eso era muy lento para las necesidades de emergencia de la comunidad.

Cada vez más aumentaba el deseo de Herminia de lograr su anhelo y comenzó a ayudar a las personas con muchas necesidades de atención. Estaba firme en su decisión de colaborar con la parte médica o con todo problema de salud que tuvieran los pobladores. Su experiencia le sirvió para asistir en los partos de las mujeres, incluso de áreas vecinas.

Después de tanto tiempo atendiendo personas y recibiendo diversos casos como heridas por caídas o riñas, Herminia se convirtió en una enfermera sin haber acudido a un centro universitario.

Posteriormente se casó con un pueblerino quien le fue fiel hasta su último aliento, tuvieron 22 hijos y lo más gratificante fue que tuvo la oportunidad de estar en cada parto de sus hijas.

La abuela recibió todo el afecto del pueblo de Llano de Piedras, ya que fue una persona muy bondadosa y respetuosa con todos. Ella asistió más de 80 partos, una cifra increíble para alguien sin una carrera médica; y es que, aprendió tantas cosas a lo largo de su vida y nunca se negó a ayudar, por más grande que fuese el problema.

Siendo una adulta mayor estuvo en el programa de televisión Esa cabellera blanca, que reconoce a madres panameñas que hicieron acciones increíbles en su ciudades o pueblos. Al principio se rehusaba porque decía que no era merecedora de ese mérito, pues había personas más importantes. Aun así, participó y ganó el premio principal, que le permitió tener una nueva casa y un lugar más tranquilo para vivir.

La abuela Herminia falleció en el 2013 y dejó de herencia su inspiración: no importa de dónde vengas, siempre podrás cumplir tus metas, si lo sueñas y te lo propones. Ella me enseñó que no es relevante la magnitud de los problemas y que nunca es tarde para empezar.

por Said Ortega

La proactividad se proclama con características peculiares como el autoconocimiento, la asertividad, la creatividad y la visión de un futuro. Personas líderes influyentes con aquella marcada actitud se vuelven ejemplo por su talento para plantear los problemas como oportunidades y lograr convertir los fracasos en aprendizaje.

Stefany Dayan Peñalba, joven panameña de 29 años de edad, es oriunda de Arraiján, provincia de Panamá Oeste. Desde muy pequeña aprendió a agradecer por cada detalle. Materializar sus ideas en desarrollo social, ambiental y comunitario le ha permitido ser una persona conocida. Su cálida sonrisa, mirada de seguridad y convincente manera de hablar transmiten inspiración entre quienes la siguen.

“Trabajar, recorrer y conocer me ha ayudado a ser una mujer mucho más agradecida que valora lo que Dios y la vida le ha dado”, dice Stefany.  Su constancia en los estudios la convirtió en estudiante destacada a lo largo de su vida escolar, la cual culminó en el colegio Stella Sierra, mismo que representó en actividades culturales.

En su familia es la primera y única abogada, cuenta con especialidades en: Gestión Pública y Gerencia Política, así como Transiciones Ecológicas y Cambio Climático para América Latina (ambas de carácter internacional). También tiene un postgrado en Docencia Superior y actualmente estudia Derecho Administrativo. “Para mí la educación ha sido el pilar fundamental para poder salir adelante y tener las herramientas que el mercado exige”, asegura.

En su vida profesional, dentro de la administración del Estado, tuvo la oportunidad en el año 2016 de capacitar a los 679 representantes y 81 alcaldes en temas de descentralización y gestión de proyectos. Para 2019, preparó a jueces de paz (antes llamados corregidores) de todo el país para la aplicación y ejecución de la Ley 16 del 2016, que instituye la Justicia Comunitaria de Paz y otras disposiciones.

“Siento que Dios tiene el control y yo solo soy un instrumento para lograr su voluntad”. Voluntad que transmite mediante la Fundación Gran Corazón, en la que colabora con el objetivo de brindar asistencia alimenticia y servicios integrales a la población más vulnerable y en situación de riesgo, a través de herramientas educativas, culturales y deportivas.

Stefany también me inspiró para redactar la crónica “Sello natural sin firma patrimonial” durante el segundo ciclo del programa #500Historias, pues ella fue quien inició el movimiento Alianza Verde Por Panamá. “La educación ambiental es el objetivo fundamental del movimiento, promoviendo el conocimiento y la concienciación ante la evidente problemática ambiental”, explicó.

La historia de esta joven abogada, como la de muchas mujeres, podría ser contada en libros. Con una marcada valentía y entrega Stefany se dirige a la juventud con el siguiente mensaje: “¡Somos jóvenes protagonistas o no somos nada! Hago un llamado, debemos ser jóvenes en acción, con fuerza, entusiasmo y pasión; futuro y garantía de nuestro país”.

Por: Geneby Rodríguez / Juan D. Arosemena

Claire Boucher es una mujer visionaria, preciosa en todo su ser y talentosa en el medio musical. Ella me ha inspirado con sus canciones a ser mejor persona. Sus letras, aunque pueden parecer insignificantes e irrelevantes, en realidad son más que simples oraciones y párrafos para escuchar y olvidar, son composiciones profundas que esconden una historia detrás y llegan a tocar corazones. 

Denoto que Claire utiliza sus canciones, videos, vestuario y demás para expresar emociones o hechos ocurridos en su vida. Es canadiense de nacimiento y está profesionalmente enfocada en el ámbito musical, especialmente en el canto, la escritura de canciones y la producción musical.

Recientemente ha sacado un video en promoción a su próximo álbum musical, referente a una novela japonesa sobre un chico con un demonio que le entrega un libro con el que puede asesinar a quien quiera. El personaje maligno le da ojos de Shinigami (Dios de la muerte en la cultura nipona) al muchacho, para poder ver los nombres de las personas y escribirlo en su libreta de la muerte. La relevancia de este aspecto es demostrar que con una pequeña llave se le puede otorgar poder máximo a alguien, sin tomar en cuenta si hará algo correcto o usará aquella ventaja para destruir a los demás.

La discografía de Claire cuenta con amplia cantidad de proyectos y aportes a otros artistas. Algunos discos reconocidos son Visions, Art Angels y Miss Antrhopocene. Si nos enfocamos en las canciones, podemos encontrar que en estos álbumes la artista se basa en temas sociales o vivencias negativas que tuvo a lo largo de su vida. Ella ha sido fuente de inspiración para sus millones de seguidores, desde jóvenes hasta adultos.

Grimes, seudónimo con el que es mejor conocida a nivel global Claire, le ha dado a sus fanáticos un claro ejemplo de cómo no hay que seguir los estándares que nos imponen las redes sociales. Ella, con su estilo único nos demuestra que ser auténtico o diferente a lo común es mucho mejor que solo divagar en personalidades vacías que no aportan mucho más que inseguridades como individuos.

El nombre de su hijo X Æ A-12, con el magnate Elon Musk, también nos brinda claras luces de su personalidad, pues ella se diferencia del resto de las celebridades. Es una madre que no se obsesiona en dar una imagen falsa de sí misma, se muestra lo más transparente que puede en sus actividades y mantiene una estabilidad al no meter al mundo en sus situaciones más íntimas con sus amigos y su familia.

Para mí Claire es una hermosa mujer que, con los cambios físicos que se hace, demuestra que no es malo modificar nuestros cuerpos si uno se va a sentir bien; sin embargo, resalta que solo debemos pensar en nuestros sentimientos, nada más que en eso.

Por esto, Grimes es motivo de inspiración en mi vida personal, para no dejarme llevar por no encajar en algún requisito que imponga la sociedad para ser “linda” o “querida”.

“No hay que esperar el tren, hay que hacer que el tren llegue” (Clara González).

En una de las áreas más pobres del país, en Remedios, provincia de Chiriquí, nació Clara González, el 11 de septiembre de 1898. Originaria de una familia muy humilde, hija de una indígena de la etnia Ngäbe Buglé y un ebanista español, fue testigo de injusticias como la explotación y el maltrato a los nativos. Siendo niña sufrió abandono por parte de sus padres y una trágica experiencia: la pérdida de su inocencia.

Clara se trasladó a Soná, provincia de Veraguas y debido a su situación económica trabajó como criada en casa de una familia adinerada. Ella era una mujer pequeña, medía metro y medio, pero se le describe como una persona amable y decidida, que dedicó toda su vida a defender los derechos de los débiles.

Considerada como una adelantada para su tiempo, pensaba en cambiar la realidad que se presentaba, por lo que luego de obtener el título de maestra, que era lo único a lo que podía aspirar en aquella época, decidió seguir su sueño e inscribirse en la Universidad de Panamá, cuya sede, en ese entonces, estaba en donde es hoy el Instituto Nacional.

Su camino no fue fácil, en una carrera donde el predominio masculino estaba presente, todos los días tenía que vestirse de hombre y utilizaba el sombrero de su hermano para entrar a la facultad de Derecho, por lo cual sufrió bullying de parte de sus compañeros.

En su tesis de graduación “La mujer ante el derecho panameño”, presentó un análisis detallado sobre la situación en que se encontraban las mujeres en la sociedad. Cuando se graduó, en 1922, se convirtió en la primera abogada panameña; sin embargo, tuvo que esperar dos años para ejercer su profesión hasta que se aprobó la Ley 55, que otorga ese derecho por igualdad de género.

Ese mismo año, motivada por su afán de superación, Clara fundó el Movimiento Feminista Renovación junto a Sara Sotillo, Elida Campodónico de Crespo, Rosa Navas, entre otras damas, con el objetivo de trabajar por una sociedad más igualitaria.

¿Quién le dio el voto a la mujer? La conquista al voto femenino fue una lucha incansable por décadas para obtener los mismos derechos sociales, económicos y políticos que los hombres. Clara fue una de las propulsoras de este logro.

Gracias a sus méritos académicos, Clara González recibió una beca en 1927 y viajó a Estados Unidos, donde obtuvo un doctorado en leyes en la Universidad de Nueva York, siendo la primera latinoamericana en alcanzarlo.

Durante los siguientes años, la activista panameña presentó la ley para la creación del Tribunal Tutelar de Menores y fue elegida como la primera jueza de menores, cargo que ejerció por trece años. En tanto, en 1946 surgió la Constitución Política donde se reconoció a la mujer en igualdad de condiciones con el hombre.

En la historia de nuestro país, han existido mujeres que han impactado con su liderazgo, empoderamiento y valentía, desde Rufina Alfaro, Clara González, Sara Sotillo y muchas más. Lamentablemente, en la actualidad todavía tenemos que seguir luchando por la igualdad de género, erradicar los femicidios y la violencia de todo tipo, por lo que debemos seguir el ejemplo de perseverancia de Clara González, ya que es una mujer que inspira.

Por: Adriana Mendoza

 

Esta bella historia es de la persona más especial, luchadora y guerrera que conozco: mi madre.

Desde pequeña recibió maltrato emocional y físico, rechazo y problemas en casa; sin embargo, soñaba con desarrollar actividades como tocar violín y piano, escribir o destacarse en la oratoria. Quería demostrar su capacidad, pero sus padres rechazaron esas ideas; para ellos eso solo lo podían hacer las personas pudientes.

Adriana Aguilar no se rindió y luchó a pesar del rechazo y la falta de apoyo. No le fue fácil, porque sus padres tenían adicciones y aunque para muchos esto era otra limitante, para ella no.

Estudió desde pequeña en escuela pública, donde tuvo buenos promedios. Luego ingresó a un plantel privado y se destacó en concursos de lectura y oratoria. Siempre trató de aprender todo lo que pudo.

En la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena se preparó como educadora. Fue presidenta de los graduandos de su promoción, tuvo muchas responsabilidades y al mismo tiempo pudo mantener su promedio entre los mejores; aparte de que cuidaba sus valores morales, lo cual es primordial para ella.

A Adriana le tocó luchar con el cáncer de su madre y el golpe económico que tuvo su familia; no obstante, no se desenfocó de su futuro deseado. Recuerda que algo que le taladraba el corazón era cuando veía a sus compañeras con sus madres durante las visitas en el internado donde residía. Dicha escena le hacía recordar que la suya tal vez estaba en un hospital con una mala condición de salud.

En ocasiones sentía que ya no podía más, pero no se rindió y siguió luchando contra todo lo que podía destruir su concentración. Muestra de ello es que ha logrado obtener muchos títulos universitarios, cursos y seminarios en el área de la educación, por su constancia y dedicación. Eso la ayudó a entender que valió la pena el sacrificio.

Consiguió un trabajo en la comarca Guna Yala, a pesar de que los niños no hablaban español buscó la manera de comunicarse con ellos y lo logró: aprendió a preguntar los nombres en dulegaya (lengua guna) y poco a poco pudo enseñarles a leer, escribir y muchas conocimientos más necesarios en su desarrollo.

Para ello se valió de recursos como mímicas, dibujos y repeticiones. Tocaba o señalaba objetos e imágenes y les preguntaba ¿Igui nuga? (¿cómo se llama?). Los niños le respondían en su lengua natal y ella les indicaba el significado en español. Tuvo que adaptarse a un lugar completamente diferente de donde ella venía, que era Puerto Armuelles, provincia de Chiriquí, pero gracias a todo ese esfuerzo y lucha, actualmente es profesora y trabaja en una escuela como maestra de grado, también en la Universidad Cristiana de Panamá, en la Universidad Internacional Mahanaim y en el Instituto Bíblico Virtual de la Iglesia Cuadrangular.

Adriana se siente orgullosa de sí misma por haber superado cada uno de los obstáculos y demostrar que no hay límites, pues manifiesta que estos son fundados con excusas y que, si en realidad queremos ser alguien en la vida, tenemos que batallar. “Solo es para valientes, hija, porque no va a ser fácil, es luchar contigo y no dejarte confundir”, señaló.

Casi finalizando la entrevista recalcó que a pesar de que no contemos con el apoyo de nuestros padres debemos trazarnos metas, proyectos y vencer todo temor de fracasar; «de lo contrario, nunca te podrás dar cuenta si pudiste ser una persona exitosa en la vida”.

“Hija, si tienes sueños no debes rendirte, lucha por conseguirlos y siempre marcarás la diferencia”, culminó.

 

 

 

 

En la historia mundial, la mujer ha estado marcada por la desigualdad y la inequidad, ocasionando que tenga poca participación en escenarios políticos, económicos, deportivos y sociales.

El fútbol es considerado uno de los deportes más populares —quizás el más popular— del mundo y donde hay mayor desigualdad de género. La historia de este deporte ha tenido una mirada en su mayoría masculina; sin embargo, se han dado algunos pasos para romper esta brecha de exclusión.

Keisilyn Gutiérrez es una joven panameña y futbolista profesional quien participó en las selecciones
sub-20 y mayor de Panamá.Toda la vida ha tenido el deporte en sus venas y en la actualidad es un ejemplo de inspiración para muchas jóvenes que desean empezar en este ambiente. 

“Desde pequeña me ha tocado jugar con los niños, no había mujeres cercanas que jugaran fútbol. Por suerte siempre he tenido unos padres que me apoyan en todo, siento que ese es el principal motivo de mi ascenso en este deporte, sin ellos, esta sería otra historia”, destaca Keisilyn.

Para la joven de veinticinco años lo más complicado de pertenecer a esta industria es salir de ese estatus impuesto por la sociedad, donde las mujeres no deben practicar esta actividad. “Siempre he sido criticada por jugar el deporte que amo, las amigas de mi madre me decían que el fútbol era para hombres y que debía dedicarme a otra cosa”, resalta. Pero la valentía y entusiasmo de la joven le han ayudado a sobrepasar ese tipo de situaciones y perseguir su sueño.

La joven, quien estudia para ser profesora de Educación Física, menciona que uno de los momentos más importantes de su carrera como futbolista fue cuando hizo su primer gol con la selección canalera. «Fue un sueño que desde niña siempre quise cumplir y lo logré; vestir el emblema nacional fuera de mi país es un honor que no todas tenemos”.

Hablando sobre goles, la anotación más importante de su carrera fue cuando marcó contra el Tauro F. C. “Ese día se jugaba la final, los nervios estaban a flor de piel, las probabilidades de perder eran muchas y ya se estaba acabando el partido, pero la manera como controlé el balón para luego realizar una finta, hizo que marcara uno de mis mejores goles; fue inolvidable la sensación de esa noche y la alegría que sentí”, recuerda orgullosa. 

Sin dudas, el fútbol le ha abierto muchas puertas a Keisilyn, a quien le han llegado distintas ofertas en el extranjero, pero su objetivo primordial es terminar su carrera universitaria; de hecho, enfatiza sobre la importancia de la educación en su vida.

En Panamá tenemos talento de sobra, solo faltan oportunidades. Keisilyn Gutiérrez es un ejemplo de constancia y es inspirador su trayectoria para convertirse en una exponente del fútbol femenino en Panamá que, lastimosamente, siempre ha sido la sombra del masculino. Pero, es hora de que cambien las cosas, y Keisilyn junto a otras destacadas deportistas están esforzándose para lograrlo. 

«Ella es una mujer que nació para ser escrita. Su valentía y virtud bastan para plasmarla en mi obra infinita» (Alexander Solano).         

La historia de Melva Pinzón empezó a los trece años, ya que a esa prematura edad perdió a su madre y quedó bajo el cuidado de su padre; a pesar de eso, siempre fue una chica risueña y, aunque algunos días la abrazara la tristeza, decidió juntar sus pedazos rotos para crear una obra, ser arte en ruinas, mientras lograba reconstruirse.

Y así fue creciendo, hasta llegar a la etapa en donde pudo obtener su diploma de Bachiller de Comercio con Énfasis en Contabilidad, para luego empezar a trabajar en una casa de familia, donde se dedicó a limpiar y cuidar niños. A los veinte años el destino la sorprendió con su primer amor, el padre de su primogénita Kirian Montenegro.

Sin embargo, después del nacimiento la relación se fracturó, así que Melva tuvo que continuar con su vida y tomar la decisión de que el padre se encargara de la pequeña mientras ella trabajaba. Era una labor en conjunto para criar una niña sana y con buena autoestima; cada quince días Mel los visitaba y llevaba lo necesario para el sustento de su hija, a pesar de que viviesen a unos cuantos kilómetros de distancia. 

Al pasar el tiempo se dio la oportunidad de conocer a un nuevo chico, ya que decía que el hecho de que las cosas hayan sido difíciles antes no significaba que siempre lo serían. Entonces, formó un hogar con él y quedó embarazada, pero a los dos meses de gestación contrajo varicela, enfermedad que complicó el nacimiento del bebé y le provocó una parálisis cerebral.  

El pequeño Bolívar necesitaba rehabilitación y Melva lo llevó al Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), lugar donde además a ella le brindaron la oportunidad de poder laborar como trabajadora manual durante cuatro años. 

A partir de esa experiencia, tomó la iniciativa de ingresar a la universidad para poder especializarse en educación especial, decisión que le permitió trabajar en el IPHE como asistente de maestra, atendiendo a niños como su hijo. 

Melva tiene veintiséis años de laborar en esa institución, allí atiende alrededor de trece niños y luego se traslada a casa para estar con  Bolívar, quien a pesar de los pronósticos médicos llegó a los treinta. Cuando ella está ocupada, su hermana y una muchacha cuidan de él.  

A pesar de lo difícil que puede ser ejercer esta responsabilidad, Melva está agradecida de tenerlo, tanto es así que al momento de entrevistarla dijo: “Cuidaré a mi pequeño hasta el fin de los tiempos, porque no conozco de obstáculo ni de barreras que me limiten, ya que el amor de madre no entiende de imposibles”.

Por esto y por más, la señora Melva Pinzón es una mujer que nació para ser inmortalizada en una obra, ella es una dama que inspira. 

 

Mi inspiración es mi hermana Génesis Bernal, una de las mejores personas, pues me enseñó que todo se debe apreciar. En muchas ocasiones, los humanos cometemos el error de no valorar nada; sin embargo, ella promueve en la familia el valor del agradecimiento, porque cada día la vida es más complicada. 

Génesis posee otras cualidades que la hacen muy increíble y es que, sin importar qué tan mal esté, siempre te podrá escuchar y tendrá un consejo para ti.

Quizás muchas personas piensen que escribir sobre mi hermana es algo aburrido. Sé que no todos hablarán de alguien cercano. Seguramente, muchos destacaron a figuras públicas o alguien conocido, pero existe algo sumamente inspirador en el solo hecho de saber que ella siempre está conmigo, sea en las buenas o en las malas. Todavía no sé cómo le hace, pues dentro de su aflicción no duda en seguir de pie ayudando a los demás.

Uno de sus mayores pilares para seguir adelante es Dios y luego sus dos hijos. De adolescente no le fue bien y llegó a tocar fondo, pero supo cómo levantarse y seguir adelante. Dentro de su lucha por actuar de la forma correcta está poder brindar un poco de lo que no tiene a aquellas personas que lo necesitan. 

Génesis, siendo una vendedora inmobiliaria, ha salido adelante aun sin conocer a su padre, puesto que abandonó a la madre cuando le contó del embarazo. Al pasar los años, esta experiencia la ha motivado a ser esa hermana amorosa que brinda cariño, a ser desmedida con el afecto que da a los niños, quizás por eso es tan importante en mi vida, pues ha sido una guerrera junto a su madre.

Hay circunstancias en la vida que te hacen sentir inferior; sin embargo, al ver a su madre luchar sola por ella, Génesis ha sido una niña, adolescente y adulta ejemplar y ha sabido transmitir a sus seres queridos buenos valores. Enseña que siempre se debe luchar por ser mejores personas y buscar la manera de no cometer los mismos errores del pasado. Ella te invita a soñar y a hacer los sueños realidad.

 

Por: Iris Rivera 

María Pío Valdés de Rivera, mejor conocida como Agustinita (por su padre llamado Agustín), fue una persona muy humilde. Desde muy temprana edad sabía que el tiempo no debía perderse, más cuando vienes de una familia que tiene pocas oportunidades.   

Mi abuela estaba llena de muchos valores. De pequeña vivía en la provincia de Veraguas y buscaba trabajos para mantener a su familia. Por muchos años colaboró en casas de familia y en la iglesia, principalmente ayudaba a la comunidad católica, la cual le brindó muchas oportunidades que la guiaron a ser muy solidaria. Luego, se mudó a Tocumen, donde conoció a quien fue su esposo.   

Agustinina salió adelante de una gran manera, formando un círculo familiar de cuatro hijos, uno de ellos, mi padre. Hacía labores sociales como cuidar enfermos, brindar comida a la gente necesitada, contribuir con ofrendas para los niños, entre otras. No quería que vivieran lo mismo que ella de niña: tener que buscar un trabajo para comer y sobrevivir.   

Después de un tiempo, pasó muchas adversidades que la llevaron a la tristeza: la muerte de su hija Iris, de veintisiete años, fue una de esas; no obstante, este evento desafortunado no hizo que se quedara estancada y la ayudó a amar aún más a los suyos.   

Pasaban los años y Agustinita veía crecer a sus nietos, agradeciendo siempre a Dios por darle la posibilidad de ver hasta dónde sus hijos llegaban.   

Ella te apreciaba sin importar cómo eras o si provenías de otra familia. Una gran demostración fue el cariño que tenía hacia mi mamá. Mi madre me contó que cuando se iba a las cuatro de la mañana para el trabajo, mi abuelita despertaba minutos antes para hacerle café y la obligaba a tomárselo para que no se fuera con el estómago vacío. Mientras mi madre trabajaba, mi abuela cuidaba a mi hermana y aseaba la casa, para que cuando llegara solo fuera a descansar.   

Todo cambió cuando yo nací, pues Agustinita empezó a presentar la enfermedad de Alzheimer, que se agravó al cabo de cinco años. Yo tenía unos nueve y la veía muy triste siempre que me acercaba, no podía moverse ni hablar. La razón es que me llamo Iris, como su hija fallecida. En el 2015, a sus 74 años, mi abuelita se mudó con mi tío para recibir una mayor atención médica. 

Fue un 12 de abril cuando llegué de la escuela con mi hermana y vimos a mi papá sentado en el sillón:  

—Papá, ¿qué te pasó?, ¿por qué lloras? —preguntamos.  

—Su abuelita Agustina ha fallecido…  

Corrimos a abrazar a mi padre. 

Es cierto que no conocí mucho a mi abuelita, pero con los relatos que me han contado mis padres de su vida puedo saber que era una persona muy especial e inspiradora, y a pesar de que falleció cuando yo era muy niña, siempre será un ser que recordaré.