Hasta el fin de los tiempos

Ella es una mujer que nació para ser escrita, su valentía y virtud basta para plasmarla en mi obra infinita Alexander Solano.         

La historia de Melva Pinzón empezó a la edad de 13 años, ya que a esa prematura edad perdió a su madre y quedó bajo el cuidado de su padre, a pesar de eso, siempre fue una chica risueña y aunque algunos días la abrazara la tristeza, decidió juntar sus pedazos rotos para crear una obra, y ser arte en ruinas, mientras lograba reconstruirse.  

Y así fue creciendo, hasta llegar a la etapa en donde pudo obtener su diploma en el bachiller de Comercio con énfasis en Contabilidad, para luego empezar a trabajar en una casa de familia, donde se dedicó a limpiar y cuidar niños. Luego, a los 20 años, el destino la sorprendió con su primer amor, el padre de su primera hija: Kirian Montenegro. 

Sin embargo, después del nacimiento de Kirian la relación se fracturó, así que Melva tuvo que continuar con su vida y tomar la decisión de que el padre se encargara de la pequeña, mientras ella trabajaba. Era una labor en conjunto para criar una niña sana y con buena autoestima; cada 15 días Mel les visitaba y llevaba lo necesario para el sustento de su niña, a pesar de que viviesen a unos cuantos kilómetros de distancia. 

Al pasar el tiempo se dio la oportunidad de conocer a un nuevo chico, ya que decía que el hecho de que las cosas hayan sido difíciles antes no quiere decir que siempre lo serán. Entonces, formó un hogar con él y quedó en gestación, pero a los dos meses del embarazo contrajo varicela, enfermedad que complicó el proceso de nacimiento del bebé; sin embargo, logró nacer, aunque con una parálisis cerebral, así que el hijo llamado Bolívar necesitaba rehabilitación.  

Melva llevó al niño al Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE), lugar en donde además le brindaron la oportunidad de poder laborar como trabajadora manual durante cuatro años. 

En base a esa experiencia, tomó la iniciativa de ingresar a la universidad para poder especializarse en educación especial, decisión que le permitió trabajar en el IPHE como asistente de maestra, atendiendo a niños con necesidades especiales como su hijo Bolívar. 

Melva tiene 26 años de laborar en esa institución, allí atiende a unos 13 niños y luego se traslada a casa para cuidar a su hijo, quien a pesar de los pronósticos médicos, llegó a los 30 años. Cuando ella está ocupada, su hermana y una muchacha cuidan de él.  

A pesar de lo difícil que puede ser ejercer esta responsabilidad, Melva está agradecida de tener a Bolívar, tanto es así que al momento de entrevistarla dijo: “Cuidaré a mi pequeño hasta el fin de los tiempos, porque no conozco de obstáculo ni de barreras que me limiten, ya que el amor de madre no entiende de imposibles”.

Por esto y por más, la señora Melva Pinzón es una mujer que nació para ser inmortalizada en una obra, ella es una dama que inspira. 

 

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