La historia que les voy a contar es sobre una dama que me ha motivado a seguir adelante y que admiro por su esfuerzo y valentía. Es y será una persona importante que llevaré en el corazón, quizás no sea tan reconocida hasta ahora, pero sin ninguna duda es impresionante en lo que ha destacado a lo largo de su vida.

Ella es oriunda del corregimiento de Peñas Chatas, en el distrito de Ocú, provincia de Herrera. Vivió en una casa de quincha, con sus ocho hermanos, su madre y su abuela; recuerda que diariamente tenían que levantarse temprano para buscar agua en una quebrada que quedaba a diez minutos de su casa. 

Luego de desayunar, se iba caminando a la escuela, ubicada a quince minutos, atravesando potreros donde había vacas y toros; muchas veces se tenía que desviar del camino para poder pasar.

En el sitio no había energía eléctrica. Ya después de haber terminado la jornada escolar, debía ir a buscar leña para cocinar; además, vendía chances y le lavaba ropa a otras personas, todo para el sustento diario, que en ese entonces era mucho.

Con todas las limitaciones, la protagonista de esta historia logró terminar sexto grado, pero no pudo seguir estudiando, porque la escuela donde asistía solo llegaba hasta el nivel primario; la secundaria quedaba muy lejos y era de difícil acceso. Tampoco tenían recursos para pagar un carro que la transportara a ella y a sus hermanos.

Al cumplir la mayoría de edad se trasladó a la ciudad de Panamá a buscar un mejor futuro para seguir adelante, allí consiguió trabajo y un lugar donde vivir. También comenzó a estudiar en una escuela nocturna, por ser mayor de edad. Allí, en el Instituto Nacional de Panamá, estudió seis años y obtuvo un Bachiller en Ciencias, luego entró a la Universidad de Panamá, en la Facultad de Humanidades y a la vez fue ayudante de la Biblioteca Simón Bolívar. 

Se graduó, después tuvo un hijo y siguió laborando hasta que el pequeño cumplió los cinco años, porque no tenía quién lo cuidara. Ahora, ese muchacho sigue los pasos de su madre para ser alguien en la vida.

Sí, la mujer de la que les he estado hablando es mi mamá y me siento orgulloso de ella, ya que ahora tiene seis años de tomar cursos de aprendizaje en la Embajada Cultural del mismo colegio en el que se graduó en la nocturna y en donde yo estoy y formo parte de la agrupación folclórica Nido de Águilas.

Y aquí termino la gran historia de esa mujer perseverante y sabia, quien anhela que vuelva a habilitarse la escuela nocturna, ya que sabe que hay personas que la necesitan, tal como ella en su momento. Espera que se pueda volver a recuperar ese legado que se dejó para que persista en otras generaciones. 

Sin duda alguna esta es una historia digna de admirar, para tomar de ejemplo; no coloco el nombre de la protagonista, porque así ella lo desea y merece ser respetado ese derecho inigualable.