Forjando un destino en la educación, ejercitando la fe
Era la más pequeña entre sus nueve hermanos, conviviendo en medio de la pobreza y un hogar disfuncional. Carente de un ambiente familiar que le llenara de amor, de seguridad y de esperanza, de tener días mejores. Así creció mi madre, viendo cómo le arrebataba a la vida un poco de felicidad, con la firme convicción de que al final, encontraría una luz que le guiara a forjar un destino prometedor.
Termina su primaria con mucho esfuerzo, sin que pudiera ingresar a la secundaria como todos sus compañeros; pues se le explicó que al no tener un padre responsable no podía sufragar sus gastos escolares. Parecía seguir la suerte de sus seis hermanas: convertirse en madre muy pronto.
Con una inmensa tristeza, no podía comprender a su corta edad, por qué tanta miseria y tantas limitaciones, al punto de no poder educarse, si se suponía que la educación, era el puente para transformar su vida. Transcurrieron dos años y no se presentaba la oportunidad de ingresar al colegio, pero su sueño no moría, buscaba la forma de convencer a su madre de matricularla, pero las excusas variaban cada vez. “Las muchachas van al colegio a enamorarse”, decía visiblemente molesta su madre.
Una mañana, en los alrededores, a inicios de un nuevo año lectivo, ve salir a su madre y como siempre acostumbraba, le suplicaba, por tan solo le regalara una falda y una camisa para asistir al colegio. El plan de Dios era perfecto, él no la había olvidado. Jamás olvidará ese día, lo cuenta con lágrimas en sus ojos; allí estaba su madre, con una bolsa transparente que le permitió observar a los lejos, el regalo más grandioso que le hubiesen dado en toda su vida. Allí estaba una camisa celeste, una falda azul y un par de medias. ¡Sueño cumplido! Así inició a escalar sus primeros peldaños.
Llegó el gran día, su primer día de clases, llena de expectativas, pero también de temores. Entre otros esfuerzos, le tocaba lavar todos los días su único uniforme y terminar de secarlo muchas veces en su cuerpo, pero valía la pena o copiar extensos textos en la biblioteca para pasarlos en limpio en casa. Quería absorber cuanto conocimiento impartieran sus docentes por lo que se ganó su cariño y respeto. Pero muy pronto, otra amenaza se presentaba, pues su madre le aclaró que solo llegaría a su tercer año, ya que no podía seguir sufragando sus gastos. Nada la detendría, Dios la guiaba y ponía a su lado ángeles que le ayudaban. Así fue como su profesora de historia, viendo su situación económica, introduce una solicitud de becas a su favor, siendo seleccionada y asegurando así sus tres años restantes de secundaria. Ella lo define como su primer milagro. Su vida universitaria, se logró gracias a las becas recibidas y al final, conoce a mi padre, quien le ayudó a lograr sus sueños.
De sus doce hermanos, solo mi madre logró estudiar y darle un giro a su vida, poniendo a Dios en primer lugar y a la educación como un agente de transformación: mi madre es un ejemplo para toda su familia y sobre todo para mí, pues me inspira a luchar por mis sueños, no importa las barreras que debamos enfrentar. Si estamos de la mano de Dios, seguro lo lograremos. Sólo debemos ser perseverantes y mantenernos sujetos a su voluntad, pues su tiempo es perfecto. Ella es la Magistrada en Derecho y Ciencias Políticas Alicia Cepeda de Bonilla, esa es mi madre y mi mayor inspiración.