Mi nombre es Ruth Raudales, nací el 28 de julio de 1980 en la ciudad de Guaimaca, en el municipio de Francisco Morazán. Tuve una infancia muy bonita, donde mis padres y mis hermanos mayores me cuidaban y me llenaban de mucho amor. Crecí en medio de la naturaleza, escuchando cada amanecer el maravilloso canto de las aves y el murmullo de ríos y arroyos que rodeaban mi cálido hogar.

Cuando alcancé los seis años, mis padres (con el deseo de que sus hijos se preparen académica y personalmente) decidieron trasladarse a la capital de Honduras, Tegucigalpa. Aquel fue un proceso difícil porque tuve que adaptarme a un ambiente totalmente diferente. Ingresé al kínder en 1986 y resultó muy complicado socializar con mis compañeros, era víctima de acoso por pertenecer a la Iglesia Menonita, quienes se distinguen por su vestimenta. Fui excluida y objeto de burla, pero superé la situación gracias a la seguridad que me infundieron en mi familia y al apoyo de mi maestra.

Estuve en la escuela primaria entre 1987 y 1992. La cursé de manera exitosa con la ayuda de mis progenitores. Al finalizar cada jornada escolar, llegaba a mi casa a realizar mis deberes y luego ayudaba a mi madre a preparar ricas golosinas para la venta, pues siempre me enseñaron el valor de aprender y trabajar para lograr superarme. Así ingresé a secundaria, asistiendo de lunes a viernes, y los fines de semana iba a la Iglesia con mi madre y mi hermana.

Para el nivel Medio, entre 1993 y 1995, decidí estudiar Secretariado Ejecutivo Bilingüe, una carrera con duración de cuatro años. Durante el tercer año de esta formación, en el trayecto hacia el colegio, conocí a una persona del sexo opuesto, también estudiante, quien me propuso su amistad para posteriormente cortejarme. No correspondí, pero quedamos como amigos, sin darme cuenta de que me convertí en su obsesión.

Cierto día, en horas de la tarde, este joven llegó a mi casa. Yo estaba en compañía de mi madre y hermana. Él se paró frente a mí y me hizo tres preguntas.

—¿Me tienes miedo?

—No, no te tengo miedo —respondí—, ¿por qué te voy a tener miedo?

—¿A tu familia le tienes miedo?

—No, ¿por qué les voy a tener miedo?

—¿Quieres ver a Dios?

Interrogante que no me dejó responder, pues en ese momento él comenzó a dispararme y me impactaron tres proyectiles mientras yo le gritaba que no lo hiciera. Luego se disparó en el abdomen y salió corriendo de la casa. Ambos nos encontramos en la sala de emergencia del Hospital Escuela, donde los médicos nos prestaron auxilio. Sin embargo, él no sobrevivió. Atravesé un proceso de tratamientos médico-quirúrgicos, dolorosos y difíciles para mí y la familia, que gracias a Dios logramos superar.

Este suceso cambió radicalmente mi vida, pues aparte de atravesar el daño físico, acompañado de insultos y amenazas por parte de la familia del fallecido, también enfrenté un proceso legal, pero logré salir adelante. Luego me reincorporé a mis estudios y me gradué.

Actualmente soy una mujer muy bendecida. Culminé mis estudios universitarios, obtuve una licenciatura y laboro en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Además, tengo dos hijos varones y disfruto pasar tiempo de calidad con mi maravillosa familia. Agradezco cada día a Dios por el milagro de la vida y a mis padres por inculcarme valores que fueron necesarios para ser la mujer de éxito que hoy soy. Espero seguir cumpliendo el propósito que Dios me dio y por el cual sigo aquí.