Muchas veces estamos tan acostumbrados a lo rutinario que perdemos el rumbo y no disfrutamos de la vida. Eso pensó Juancho hasta que pisó la Feria de Veraguas. 

A Juancho le surgió la oportunidad de visitar a la familia de su novia, Mariana, en Santiago -una ciudad en el centro de Panamá-, en el momento preciso: estaba muy cansado de lo mismo. Cuando llegó el día de viajar, estaba tan emocionado que no pudo dormir bien. Y es que es un chico cien por ciento citadino.

Después de casi tres horas y media llegaron a Santiago, por carretera. Él estaba nervioso, ya que nunca pensó en ir tan lejos y mucho menos conocer a los padres de su novia.

Estando allí se enteró de que había arrancado la famosa Feria de Veraguas, en un pueblito llamado Soná, a una hora de Santiago. Realmente estaba emocionado por disfrutar esa experiencia tan diferente a la monotonía de la capital, pero no imaginaba qué tan divertida sería.

Él y su novia entraron a la feria y lo primero que hicieron fue ir a los quioscos. Los había con ventas de plantas, dulces, trajes típicos, y música por todos lados. Le llamaron la atención las artesanías con motivos indígenas y sus acabados deslumbrantes. Estaba sorprendido con el detalle de los diseños que evocaban la belleza de la flora y fauna panameñas. Algunos representaban diferentes especies endémicas del Istmo, como la rana dorada, que se encuentra en el Valle de Antón y en el Parque Nacional de Campana.

Otros locales eran de comida, el ambiente estaba lleno de olores que abrían el apetito. Se decidió por un puesto donde el menú era arroz con guandú y coco, plátano maduro y pollo guisado. Le gustó tanto que lamentó ya no tener espacio en el estómago para repetir. Pero no dejó pasar la oportunidad de tomarse una chicha.

Después entró a una exhibición de ganado. No estaba acostumbrado a tener estos animales tan cerca, de modo que quedó fascinado. En eso, unas personas pasaron y accidentalmente lo empujaron. Él se apoyó sobre las ancas de una vaca y esta le soltó una masa verdosa y húmeda en los zapatos. En definitiva, esto no era parte del recorrido: ¡caca fresca! La pena lo invadió y en ese momento quería encontrar a Mariana. La rastreó rápidamente con la sita hasta que se dio cuenta que se acercaba con una linda joven que por su corona resultó ser la reina de la festividad. La reina venía hacia él, y él con caca de vaca en los zapatos. Antes de que eso sucediera escapó.

Mientras buscaba con qué limpiarse encontraba puestos con artesanías impresionantes donde gente del campo exponía su trabajo. No podía ni mirarlos porque tenía la sensación de que la gente se apartaba de él por el terrible olor. Después de un rato por fin resolvió el asunto, pero no le fue fácil caminar con las medias mojadas.

Días después, en la ciudad, pensaba en que se daría la oportunidad de seguir conociendo lugares de Panamá y disfrutar de las bellezas del país. Por supuesto, tenía la certeza de que siempre habría una anécdota curiosa que recordar, como la caca en los zapatos justo cuando vas a conocer a una reina.