Dosis de amor
Una tarde de juegos, Yanina Ballestero se encuentra con sus primas, es la más chica de todas, juegan y ríen mientras sus abuelos y madres conversan. Uno de sus más preciados recuerdos le devuelve el anhelo de ser niña una vez más.
No es de extrañar que se haya vuelto en la madre y esposa más cariñosa, comprensiva y trabajadora. Cada día se levanta a las 3 de la mañana, llega a su trabajo a las 7 y cumple una jornada de 8 horas. Al llegar del trabajo guía, prepara, trabaja y juega con su hija de 5 años, ayudándola con las tareas de la escuela. Ella es enfermera obstetra, madre, hija, esposa, un amor y un ángel.
Su tez blanca es decorada con pequeños lunares y pecas, con una estatura un poco chica de 159 cm, una larga cabellera castaña oscura y profundos ojos marrones. Su corazón alberga la empatía que cada día proporciona a las madres y niños que atiende.
Sus abuelos fueron un pilar fundamental para elegir la carrera de enfermería que ama con cada célula de su cuerpo, pero que no recomienda a los demás, por las noches en vela, el sacrificio social y mental, las lesiones físicas y el dolor de pacientes perdidos. Tener que presenciar la desgarradora mirada de dolor de una madre al enterarse del fallecimiento de su hijo.
Cuando camina por los pasillos de la sala de emergencias, recuerda cuando andaba con sus compañeros en la Universidad de Panamá. Todos empezaron en el mismo nivel con el conocimiento mínimo de enfermería, pero con el sueño y esperanza de un día convertirse en lo que siempre han querido, y poder ayudar a muchas personas. Sus profesores eran estrictos y con una diversidad de caracteres, principalmente porque la carrera de enfermería requiere mucha disciplina, esfuerzo, sacrificio y dedicación.
Una anécdota jocosa que recuerda a menudo la compartió con una compañera. Un día debían asistir a una reunión con el personal médico, pero ni una de las dos comprendió donde debían ir. Al llegar al hotel, las recibieron con mucha cordialidad y las guiaron a una sala de eventos. Después de unas horas se percataron que no conocían a las personas presentes, y esa no era la reunión en la que deberían estar. No pudieron hacer mucho al comprender la situación. Por esto se quedaron conversando, riendo y comiendo en el evento. Convirtiéndose en una historia muy graciosa de contar y compartir.
Esta maravillosa mujer es Yanina Ballestero, nacida el 1 de febrero de 1980 en la Ciudad Capital. Su madre Olga Ballestero junto a sus padres criaron, educaron y guiaron a que se convirtiera en la admirable mujer que es ahora. Inició sus estudios de enfermera en 1999, a los 19 años, y se graduó en el 2003. Actualmente sigue ejerciendo de enfermera con 16 años de experiencia en atención primaria, a pesar de haber visto muchos casos, buenos y malos, sigue tratando a sus pacientes con la mejor actitud, compartiendo sus sentimientos y dolores.