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«Nadie puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas. Cada uno debe trabajar para su propia mejora». Esa reflexión pertenece a Marie Curie, una física y química oriunda de Polonia, nacida el 7 de noviembre de 1867. Su infancia transcurrió en Varsovia, en el seno de una familia de maestros, donde era la menor de cinco hermanos. Su padre, al igual que su abuelo, era profesor de Física y Matemáticas y su madre también se dedicaba a la docencia.

Desde niña, Marie mostró gran interés y capacidad para estudiar. En un lugar donde las mujeres tenían prohibido hacerlo, ella decidió romper todas las reglas e irse a formar en una escuela clandestina en la que cualquiera podía entrar, llamada la «Universidad Flotante». Sin embargo, se cansó de tener que esconderse para poder hacer lo que amaba: aprender. Unos rumores que escuchó de que había una universidad en Francia que aceptaba mujeres, la llevó a tomar la decisión de emprender un largo viaje, junto a su hermana, para entrar a La Sorbona.

Marie desde muy pequeña amó los metales y los magnetos, a tal punto que tendía a pasarse todo el día analizando estos junto a otros minerales. Lo que más le gustaba hacer con ellos era incinerarlos, para luego derretirlos y filtrarlos y entonces quedarse toda la noche despierta viéndolos brillar. Con estos juegos y su curiosidad descubrió dos elementos radioactivos a los cuales llamó Radio y Polonio, el último llamado así por su ciudad de origen. Gracias a estos descubrimientos se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel; y no una sola vez.

Sin embargo, en ninguna de las dos ocasiones quiso ir a recibirlos. Como científica, fue nombrada directora del Instituto de Radio de París, en 1914. Además, gracias a ella se fundó el Instituto Curie.

Se casó con Pierre Curie, el cual estaba tan obsesionado con el trabajo de su esposa que dejó de lado el suyo, para ayudarla. Con él tuvo dos hijas: Irène Joliot-Curie y Ève Curie. El 19 de abril de 1906 su esposo tuvo un accidente cuando una carroza lo arrolló y terminó matándolo, lo que sumió a Marie en una profunda tristeza. A pesar de eso, ella no se detuvo y continuó haciendo lo que más quería: seguir investigando.

Lamentablemente, el 4 de julio de 1934 la científica falleció en Passy, Francia, debido a una anemia plástica, provocada por la alta exposición a los elementos radiactivos con los que trabajaba. Los restos de Marie Curie y su esposo descansan en el Panteón de París.

Toda su vida pudo dedicarse a los trabajos que más adoraba. Fue la primera profesora de la Universidad de París y la única en recibir el Nobel, tanto en Física como en Química, lo que nos deja bien claro que no se debe subestimar el poder de una mujer. Ahora es recordada con respeto y admiración por su valentía y por todos sus grandes descubrimientos científicos.​

La vida es nuestro lienzo.

Inspiración poética, psicóloga y, más que todo, mujer. Persona que deja huella por donde pasa. Marca la diferencia en cualquier espacio, grande o pequeño, al plasmar su camino a temprana edad, haciendo lo que en verdad quería hacer. Ella es Olga Francia Elena Lara D’Soto.

Nación en la ciudad de Azua, en la República Dominicana, el 16 de septiembre de 1953. Cantautora que cautivó a su público con canciones como Te quiero mucho todavía y Cuando llegue mi invierno, entre otras. Letras con grandes emociones y mensajes.

Olga Lara es una de las cantantes solistas con más trascendencia y con mayor número de premios que ha obtenido en la República Dominicana. Estas son sus distinciones: El Dorado, cinco veces (1980, revelación del año; 1982, 1984 y 1985, cantante del año; 1984, merengue «Mi Vida»). El premio Casandra, otorgado por la Asociación de Cronistas del Arte (ACROARTE), en cuatro ocasiones (1985 y 1987, cantante del año; 1987 y 1995, espectáculo del año) y El Gordo del Año, tres veces (1983, 1984, 1985).

La pregunta es, ¿qué la inspiró? Dice que lo primero que la propulsó fue el amor por la música y de allí aparecen las letras que compone. Fascinada por el ser humano y su comportamiento, estudió Psicología haciéndole ver los complejos matices del alma.  

Aparte de cantante y escritora, Olga es bondadosa y humanitaria. Imparte conferencias y talleres en los que aborda temas psicológicos, además de su labor voluntaria en varios hogares de niños y jóvenes en situación de riesgo en nuestro país.

Tanto es el respeto que hay en la República Dominicana por esta artista, que aún persiste la costumbre de usar la expresión “Olga Lara, otra cosa”. Otro aspecto que hace a esta mujer única e inigualable no es sólo su voz cálida, alucinante, que delata un corazón puro y sereno, sino que interpreta sus canciones desde el amor y la pasión.

Olga Lara es genuina y dice lo que piensa sin agredir a terceros. En una entrevista de televisión con Iván Ruiz, del Show del Mediodía, dijo que no cambiaría sus experiencias vividas por ser alguien joven de nuevo.

Ella también es escritora. Ama tanto la poesía que ha publicado dos poemarios. El primero titulado Cosas del alma, enfocado en el crecimiento y la superación personal, con énfasis en el contexto terapéutico.

El segundo es Tras la barrancas. La inspiración de esta obra empieza en la pandemia a causa del coronavirus, y está dedicado a los médicos, enfermeras, trabajadores sociales y todos los involucrados que sirvieron y ofrecieron amor en tiempos tan oscuros. 

Olga Lara es una mujer que marcó y marcará una amplia franja de colores en una pared blanca.

«Algo formidable que vio la vieja raza…

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán».

Caupolicán, Rubén Darío (poeta nicaragüense, 1867-1916).

Cuenta la historia de los yalcones, grupo indígena de los Andes colombianos, un relato de su heroína. Abriéndose paso al primitivo mundo que la envolvía con su aura, esta mujer fue llamada Guaitipán. Merodeaban sombríamente rumores de advenimientos terribles. Augurios de un destino de certera destrucción. En el aire revoloteaba el Ángel de Muerte. Eran españoles. Era el siglo XVI. 

Pedro Añazco, perro calvo, era un marinero explorador en currículo, pero su legítima labor era el sicariato. En 1538 fue designado por el conquistador Sebastián Belalcázar, otro mercenario, a una misión habitual. Debía fundar una villa en Timaná para favorecer los oficios y correspondencias entre Popayán y el Magdalena. Aquella alimaña sabía a lo que iba. Desde que llegó trató con los líderes, hombres ingenuos, para imponer tributos y recados. En aquel entonces, una mujer imperturbable y vigorosa era una de las cacicas. Los colonizadores la nombraron después como la Gaitana. Era Guaitipán. 

Cuando Añazco llegó, rehusó negociar con ella por ser mujer. Por lo que decidió convocar a su joven hijo. Se llamaba Timanco. Como cacique, era segundo en el mando tras su madre. Añazco no contaba con la reverencia y orgullo de Timanco. Este, fiel a su madre, rechazó dar palabras donde el español quiso hablar con los caciques. El joven murió esa misma noche.

Pedro Añazco y sus hombres llegaron al aposento de Guaitipán y asesinaron a su hijo a sangre fría. Ella lo presenció todo. La noticia del crimen corrió por toda la colonia como las aguas caudalosas del río Magdalena. Hubo temor y sumisión candorosa hacia los españoles por parte de los nativos. Fue un escarmiento efectivo, pensaron los europeos. Cabe resaltar que Añazco no contaba con el grito de ultratumba de una madre herida. El llanto amargo de la opresión que expresa una revolución estrepitosa.

Días más tarde, como si fuese irreal, ella logró reunir a más de seis mil indígenas aguerridos. Atacaron de madrugada a Pedro Añazco con ella a la cabeza de las «tropas». El español andaba completamente desguarnecido, junto con diecinueve hombres despistados. Dieciséis de ellos fueron muertos y tres huyeron hasta Timaná llevando consigo la noticia del desastre. Añazco cayó en manos de sus enemigos. Al ser entregado a la Gaitana (su nueva identidad como guerrera), esta mandó a que le arrancaran los ojos con la punta de una flecha. Ella misma, sin escrúpulo, lo paseó por los pueblos atado del cuello hasta morir paulatinamente.

Poco después, la Gaitana dispuso de todas las comunidades posibles. Ella misma encabezó la guerra contra los europeos en Huila y en toda Colombia. La noticia que antes había amedrentado a los oriundos, les proporcionó ímpetu para alzarse contra sus opresores. La imperturbable mujer de acero nos deja una enseñanza indeleble. Es deshonroso permanecer tiesos ante la opresión de verdugos y asalariados. La historia de la Gaitana es un llamado fervoroso a la revolución.

Ella es el símbolo de la prosperidad y la belleza afroamericana. Ella es el estándar de los estándares de lo que se llama trabajo arduo. Ella, ella es Madame C. J. Walker.

Vino al mundo el día 23 de diciembre del año 1867 en Luisiana (Estados Unidos). Hizo su primera aparición ante los ojos ciegos del mundo moderno, ella que era la primera de su familia en nacer libre. Eran su tez negra, cabello crespo y ojos color negro azabache lo que pronto todos verían en las latillas más famosas de productos capilares de los años venideros.

Su verdadero nombre era Sarah Breedlove, fue una mujer de hierro que trabajó día y noche lavando ropa a mano para proveer el dinero de los estudios y sustento de su única hija, Aleila Walker. Al mismo tiempo, se veía a sí misma como una empresaria estadounidense exitosa en todos los ámbitos.

Fue una pionera en los productos de cuidado para el cabello de las mujeres afroamericanas de su comunidad, los cuales muy pronto se comercializaron a nivel estatal y continental, dándole así el reconocimiento que la llevaría a ser un icono al que admirar dentro de la sociedad de Estados Unidos.

A pesar de su constante dedicación y esfuerzo en su trabajo, siempre hubo personas que tenían el objetivo de sabotear sus productos y darle mala fama como emprendedora. Annie Turnbo Malone fue uno de los personajes más difíciles con los que tuvo que lidiar. Le ofrecía tratamientos para su cabello a cambio de que Sarah le lavara la ropa, pero cuando esta renunció a su oficio de lavandería e inició una nueva carrera como creadora de productos capilares, Annie decidió tomar cartas en el asunto. Esta misma mujer, luego de haberse enterado de que Sarah había usado la fórmula base de su producto para el crecimiento capilar, se empeñó en hacerle la vida imposible; puso a sus conocidos en contra de Madame C. J. Walker para hacerla caer de su pedestal. Un perfecto ejemplo de esto, un día en la casa donde Sarah vivía y recibía a sus clientes fue presa de las llamas por un incendio sin explicación; a raíz de esta tragedia, Annie aprovechó la oportunidad y acogió a las clientas de su rival en su propio salón.

A pesar de los constantes intentos de Annie Turnbo Malone de sabotear su negocio, Sarah nunca cedió a rebajarse a su nivel y jugar sucio, aun cuando muchos la acusaron de estar envuelta en asuntos ilegales. Sin embargo, para mala suerte de sus difamadores, su trabajo y récord hablaron por sí solos ante los grandes comerciantes de la época, logrando dar una buena impresión frente a los mismos y, por consiguiente, permitiendo que firmara contratos favorables para el progreso de su empresa.

Por su perseverancia, Sarah Breedlove, quien murió en 1919, logró ascender y alcanzar lugares donde nadie hubiera imaginado que una mujer afroamericana en el pasado podría llegar.

Emily Dickinson nació el 10 de diciembre de 1830 en Amherst, Massachusetts (Estados Unidos), en una familia acomodada y culta. Su padre, Edward Dickinson, era un abogado miembro del Congreso mientras que su madre, Emily Norcross, se dedicó al cuidado del hogar y la crianza de Emily y sus dos hermanos (Austin, el mayor, y Lavinia, la pequeña).

Siempre fue una estudiante ejemplar y se le dio muy bien escribir, pero lo que más le gustaba era leer sobre astronomía y botánica. Emily sabía todos los nombres de las estrellas, plantas y flores que podía ver desde el jardín de su casa. De hecho, al principio quería ser jardinera hasta que se topó con el libro Jane Eyre, de Charlotte Bronte. Al llegar a la última página ya no tenía dudas de que se iba a dedicar a escribir. 

A pesar de su inspiración inicial, su trabajo se inclinó casi completamente hacia la poesía, pues esta le permitía expresar mejor sus sentimientos. Plasmando lo que sentía, sin filtros y sin importarle lo que los demás opinaran de ese «mundo secreto» que se fabricó, Emily transformó totalmente la literatura del siglo XIX. Aunque sus obras eran increíbles, al inicio pocas personas entendieron la mirada de esta mujer que vivió en el aislamiento y la reclusión.

La llamaban la Loca en el Altillo o la Dama Blanca. Escribió sobre la vida, la muerte, el amor, la amistad y la naturaleza. Su obra está repleta de los nombres de flores que ella tan bien conocía, como por ejemplo los poemas «1098″, «1650» y «1779″ en los cuales comparaba a las flores y las distintas plantas con situaciones y personas de su entorno. No estaba para nada de acuerdo con la sociedad machista que la rodeaba y cómo las mujeres lo tenían muy difícil no solo para escribir, sino para el resto de las actividades que se creían propias de los hombres. Esta problemática también está reflejada en su obra. 

Tuvo un amor secreto, pero acabó muy mal, entonces decidió algo que nadie entendió, pero que la hizo feliz. Se encerraba en su habitación, usaba solo vestidos de color blanco y se dedicaba a escribir, a escribir y a escribir. Así hizo por 15 años y dio como resultado casi 2000 textos redactados en cuadernos que guardaba en los cajones de su cómoda. Por medio de este método, Emily obtuvo la grandiosa inspiración de poemas tan famosos como «La esperanza es la cosa con plumas», «¡No soy nadie! ¿Quiénes sois?», «Porque no podía parar por la muerte», entre otros.

Así fue como, por medio de su literatura, Emily Dickinson influyó de una gran manera, y a pesar de que no fuera feliz en sus relaciones amorosas y no pudiera ejercer la carrera de botánica como era su sueño, esos conocimientos y lecciones previas le ayudaron a tener exitosos escritos. Aunque antes de morir, a sus 53 años, había pedido a su hermana Lavinia que todos sus escritos fueran quemados una vez falleciera, sus obras se publicaron gracias a ella, quien recopiló todos los poemas que encontró.

Al día de hoy sus trabajos son reconocidos por todo el mundo, mostrando los frutos de su esfuerzo, como ella solía decir: «La buena suerte no es casual, es producto del trabajo; así, la sonrisa de la fortuna tiene que ganarse a pulso».

Hace más de 178 años la República Dominicana perdió un astro. Una mujer que tenía un temple de acero, una genuina heroína de Quisqueya. Su nombre fue María Trinidad Sánchez y su historia trasciende a su consabida confección de nuestra bandera.

La protagonista de esta historia nace el 16 de junio de 1794, en la ciudad de Santo Domingo. Hija de Fernando Raimundo Sánchez e Isidora Ramona. Poco se sabe de su infancia y juventud, y penosamente solo es conocido su parentesco con su sobrino, el prócer Francisco del Rosario Sánchez.

Una mujer que aparentemente no era relevante, se convertiría en la chispa que encendió la más noble de las luchas en toda la historia dominicana la gloriosa noche que vistió a mi país de soberanía y libertad, la noche del 27 de febrero de 1844.

Y no solo por el hecho de fue parte de los ilustres revolucionarios que con todo empeño se esforzaron por cumplir su juramento de hacer realidad la idea de una patria “libre e independiente de toda nación extranjera”, sino que ella fue quien cargó la pólvora entre sus faldas para disparar el trabuco, ese grito por la liberación de un ”pueblo intrépido y fuerte” que reclamaba la soberanía hurtada.

Pero la labor de esta heroína no terminó esa noche porque su celo por la naciente República Dominicana perduró, como el cuidado de las madres por sus hijos, más allá de aquel glorioso día de febrero. Puesto que la maldad y la avaricia en las sombras y en el poder conspiraban contra la nueva nación, ella y otros trinitarios se unieron para salvaguardar los intereses de la patria frente a una inminente anexión. Pero su heroísmo fue apagado —tras el grito “Dios mío, cúmplase en mí tu voluntad y sálvese la República Dominicana”—, por una bala mediante su fusilamiento, el 27 de febrero de 1845.

Dejó un legado contundente de que la causa nacional no es apta solo para los hombres, como trinitaria probó que los ideales son más que pensamientos vanos, son ideas valiosas que deben ser ejecutadas en nombre de “la santísima, augustísima e indivisible Trinidad de Dios omnipotente”.

María Trinidad Sánchez pagó el precio que hoy nos da la honra y el orgullo de ser llamados dominicanos.

«Sabía que me iban a disparar, pero no quise parar mi campaña (contra la influencia talibán y a favor de la educación). Estaba preparada para que me dispararan» (Malala Yousafzai).

Con este pequeño fragmento que la activista pakistaní escribió en su libro Yo soy Malala podemos tener una imagen completa del carácter de esta increíble joven quien, con apenas diecisiete años, cambió por completo su mundo y el nuestro.

Pero ¿quién es? ¿Por qué es tan importante? ¿En qué sentido transformó la sociedad? ¿Cómo lo hizo? Para responder a esto, tenemos que comenzar por el principio.

Malala Yousafzai nació el 12 de julio del año 1997, en el seno de una familia pakistaní. Cuando tenía diez años, un grupo de talibanes tomaron el control sobre su región. Ellos estaban convencidos de que las niñas no debían ir al colegio y su objetivo era excluir de forma sistemática a las mujeres y a las niñas de las principales actividades de la vida pública. Por estas creencias, Malala se puso en acción para defender sus propias convicciones y desde el inicio defendió el derecho a la educación de las niñas. «Mi objetivo es que la voz de las niñas sea escuchada», afirmó con firmeza durante una de sus intervenciones ante las Naciones Unidas.

A los once años comenzó a hacer diferentes campañas protestando por el acceso a la educación para las niñas, pero cuando tenía dieciséis ocurrió la tragedia.

El 9 de octubre del 2012, Malala regresaba de la escuela junto con dos amigas y estuvo a punto de perder la vida, un grupo de talibanes dispararon contra ella a quemarropa. Sus dos amigas resultaron heridas durante el ataque, pero la joven activista se llevó la peor parte, dos balas atravesaron su cabeza. Muy pocos pensaron que esta chica iba a poder sobrevivir, pero luego de siete días en coma, milagrosamente comenzó a recuperarse; los médicos estaban sorprendidos por su fortaleza y entereza.

“Los terroristas pensaban que podrían alterar mis objetivos y frenar mis ambiciones, pero nada cambiará mi vida excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza. La fuerza, el poder y el valor nacieron», declaró Malala tras recuperarse del atentado. Luego fue reconocida a nivel mundial como símbolo de la lucha por la educación de las mujeres”

Después de su recuperación médica, nuestra protagonista se trasladó a Europa y comenzó a hacer campañas de alcance global en defensa de los derechos de las niñas y las mujeres. Gracias a esto, en 2014, a la edad de diecisiste años, recibió el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose en la persona más joven en recibir este galardón.

Actualmente, Malala Yousafzai pasa sus días en Inglaterra o bien dando conferencias alrededor del planeta, continuando tan firme como siempre en su defensa por los derechos de las mujeres y las niñas. Esta reflexión lo deja claro: “Estoy entregada a la causa de la educación y creo que puedo dedicarle mi vida entera. No me importa el tiempo que me lleve. Me concentro en mis estudios, pero lo que más me importa es la educación de cada niña en el mundo, así que empeñaré mi vida en ello y me enorgullezco de trabajar en pro de la educación de las niñas”.

«Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte» (Minerva Mirabal).

El jeep fue encontrado al borde de un acantilado el 25 de noviembre de 1960. Los cuerpos de Minerva, María Teresa y Patria Mirabal Reyes yacían en el coche. El chofer Rufino de la Cruz se encontraba también dentro del vehículo. Los cuerpos estaban inmóviles, y las valientes Mariposas se habían ido. No obstante, sus vidas marcaron la sociedad de aquel entonces y lo siguen haciendo en la actualidad. 

Nacida el 12 de marzo de 1926, en Ojo de Agua, Salcedo, República Dominicana, Minerva Mirabal era la tercera en la familia Mirabal Reyes, después de Patria y Bélgica Adela (Dedé). Desde muy joven se vio atraída por la literatura y la filosofía; al graduarse de bachiller, obtuvo un título en Letras y Filosofía. Se casó con Manolo Tavárez, y juntos fueron padres de Minou y Manuel. Tener una familia no fue una responsabilidad que los contuvo de participar de forma activa en contra de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, quien estuvo en el poder desde 1930 hasta 1961.

La joven pareja participó del Movimiento Revolucionario 14 de Julio, una iniciativa civil que buscaba derrocar al militar y político Trujillo. Posteriormente se unieron a esta causa libertaria las hermanas de Minerva, Patria y María Teresa, formando el trío conocido como las Mariposas. 

En mayo de 1960 fueron sentenciadas a tres años de prisión por «atentar contra la seguridad del Estado Dominicano», resolvió la dictadura. Fueron puestas en libertad a finales de ese mismo año, aunque sus cónyuges siguieron en la cárcel.

Las hermanas Mirabal fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960. Recorrían la carretera La Cumbre, entre Santiago y Puerto Plata, junto al conductor del vehículo, Rufino de la Cruz. Cerca del puente Marapica se hallaron los restos, en ese trayecto que las llevaba de regreso a casa. Las Mariposas volvían de visitar a los esposos de Patria y Minerva en la fortaleza de Puerto Plata, donde estaban encarcelados. 

Los cuerpos yacían destrozados en el fondo de un barranco, en el interior del carro en el que viajaban. Se dice que funcionarios del Servicio de Inteligencia Militar del Estado (SIM) hicieron una emboscada y rodearon el carro de las hermanas y, después de ahorcarlas, las metieron dentro del automóvil que posteriormente lanzaron por un precipicio. De tal modo, al ser descubiertas se creería que ellas se habían desviado del camino y que habían sufrido un accidente. 

Este asesinato provocó gran descontento en el corazón de los dominicanos, quienes ya desde hacía tiempo habían empezaron a germinar un descontento e inconformidad hacia el régimen de Trujillo. Ese gobierno tiránico acabó con el asesinato del dictador el 30 de mayo de 1961. 

La marca que dejaron las Mirabal impactó de tal modo en la sociedad que, en su memoria, cada 25 de noviembre (día de su muerte) se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta fecha fue aprobada por Naciones Unidas, el 7 de febrero del 2000. 

Las Mariposas fueron asesinadas, pero vivirán por siempre en el alma de los dominicanos y de todos los que conocen sobre ellas. 

Diana Spencer nunca imaginó que llegaría a ser uno de los íconos más importantes de Inglaterra. Tenía una energía y un espíritu que la llevó a ayudar a los más desfavorecidos de su país y del mundo. Demostró cómo, a pesar de la oscuridad de nuestra humanidad, existía, al menos en su alma, algo de bondad. El hecho de ser princesa le abrió las puertas de la élite global y de los pueblos, pero poco a poco descubrió que hay sentimientos que ni la monarquía puede comprar. 

Todo comenzó cuando, en julio de 1981, Diana se unió a la realeza inglesa mediante el enlace matrimonial con el príncipe Carlos III, el heredero de la Corona británica.  En su momento, fue un tema controversial. Era difícil entender cómo un príncipe de sangre real se había casado con una joven que ciertamente no pertenecía a su clase. No obstante, solo fue cuestión de tiempo para que el público se enamorara de la nobleza de la joven y todos la conocían como Lady Di. Todo fue alegría cuando en 1982 la princesa dio a luz a su primogénito Guillermo de Gales, siguiéndole Enrique duque de Sussex, en 1984. 

Aunque la pareja no había mostrado su verdadera realidad ante el público. A partir de 1986, la prensa sensacionalista británica comenzó a divulgar los indicios de una posible crisis matrimonial. Había rumores sobre dramas e infidelidades entre la pareja. Después de todo, ser princesa no era tan sencillo.

En diciembre de 1992, se confirmó el divorcio entre Diana Spencer y Carlos III. Para firmar los papeles usó un famoso vestido, bautizado como «el de la venganza». Un hermoso traje de encaje, corto y negro, el cual generó bastante polémica entre el sector más conservador, que lo juzgó como inapropiado para una ocasión tan sensible como la aprobación de un documento que daba por acabado un matrimonio.

Este cambio marcó el comienzo de una nueva vida para Diana, un reflejo de esa nueva libertad era que ya no estaba obligada a seguir ciertas normas y costumbres de la monarquía, aunque quedaban distintos problemas personales que la Corona le había ocasionado.

Nacida el 1 de julio de 1961, a sus 36 años la hermosa princesa escapó de su prisión de oro. No obstante, su vida hallaría un final insospechado en un accidente automovilístico, ocurrido en París (Francia), mientras intentaba escapar de las cámaras de los paparazzis junto a su amante, Dodi Al-Fayed, donde ambos perdieron la vida.

Fue una desgracia que impactó dentro y fuera de su país, pues su dulce personalidad le había ganado un puesto en los corazones de muchos. Su muerte para algunos sigue siendo una incógnita, exponiendo a los habitantes de la casa real como posibles responsables de dicho accidente en el que, por casualidad, todos dentro del auto murieron, menos su guardaespaldas.

La princesa Diana fue ejemplar, por su transparencia y humanidad. No tuvo un final feliz como en cualquier cuento de hadas, esos de castillos y princesas. El caso de Lady Di muestra la rigidez y la complejidad del sistema monárquico. Ella nos enseñó cómo una mujer con una personalidad bien definida, puede ser relevante para el planeta entero, dejando una huella de gran valor en la historia.