«Nadie puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas. Cada uno debe trabajar para su propia mejora». Esa reflexión pertenece a Marie Curie, una física y química oriunda de Polonia, nacida el 7 de noviembre de 1867. Su infancia transcurrió en Varsovia, en el seno de una familia de maestros, donde era la menor de cinco hermanos. Su padre, al igual que su abuelo, era profesor de Física y Matemáticas y su madre también se dedicaba a la docencia.
Desde niña, Marie mostró gran interés y capacidad para estudiar. En un lugar donde las mujeres tenían prohibido hacerlo, ella decidió romper todas las reglas e irse a formar en una escuela clandestina en la que cualquiera podía entrar, llamada la «Universidad Flotante». Sin embargo, se cansó de tener que esconderse para poder hacer lo que amaba: aprender. Unos rumores que escuchó de que había una universidad en Francia que aceptaba mujeres, la llevó a tomar la decisión de emprender un largo viaje, junto a su hermana, para entrar a La Sorbona.
Marie desde muy pequeña amó los metales y los magnetos, a tal punto que tendía a pasarse todo el día analizando estos junto a otros minerales. Lo que más le gustaba hacer con ellos era incinerarlos, para luego derretirlos y filtrarlos y entonces quedarse toda la noche despierta viéndolos brillar. Con estos juegos y su curiosidad descubrió dos elementos radioactivos a los cuales llamó Radio y Polonio, el último llamado así por su ciudad de origen. Gracias a estos descubrimientos se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel; y no una sola vez.
Sin embargo, en ninguna de las dos ocasiones quiso ir a recibirlos. Como científica, fue nombrada directora del Instituto de Radio de París, en 1914. Además, gracias a ella se fundó el Instituto Curie.
Se casó con Pierre Curie, el cual estaba tan obsesionado con el trabajo de su esposa que dejó de lado el suyo, para ayudarla. Con él tuvo dos hijas: Irène Joliot-Curie y Ève Curie. El 19 de abril de 1906 su esposo tuvo un accidente cuando una carroza lo arrolló y terminó matándolo, lo que sumió a Marie en una profunda tristeza. A pesar de eso, ella no se detuvo y continuó haciendo lo que más quería: seguir investigando.
Lamentablemente, el 4 de julio de 1934 la científica falleció en Passy, Francia, debido a una anemia plástica, provocada por la alta exposición a los elementos radiactivos con los que trabajaba. Los restos de Marie Curie y su esposo descansan en el Panteón de París.
Toda su vida pudo dedicarse a los trabajos que más adoraba. Fue la primera profesora de la Universidad de París y la única en recibir el Nobel, tanto en Física como en Química, lo que nos deja bien claro que no se debe subestimar el poder de una mujer. Ahora es recordada con respeto y admiración por su valentía y por todos sus grandes descubrimientos científicos.