La niña con ojos color naturaleza
La realidad nunca fue color de rosa y, si necesitamos contar una historia de valor y firmeza, basta con un simple vistazo a tu alrededor. Si hablamos de mujeres fuertes, no es requisito buscarlas en las noticias o que todos hablen de ellas, ya que el claro ejemplo de fortaleza es a quien llamamos “mamá”.
Aún recuerdo los días en los que, emocionada, iba donde mi madre a pedir que me contara sus anécdotas. Siempre preferí dejar la televisión a un lado y estar en aquel ambiente cálido comiendo galletas mientras la escuchaba.
La noche lluviosa del 19 de septiembre de 1979 vino al mundo una pequeña niña con hermosos ojos color naturaleza, llamada Hazel Magali Zepeda Lara, quien desde muy pequeña tuvo que aprender que la vida no es fácil. A los diez días de nacida, su madre presentó una infección muy peligrosa por su episiotomía, por lo que tuvo que ser ingresada al hospital y dejar sola a la bebé.
En ausencia del padre, quien trabajaba lejos del hogar para llevar pan a la mesa, la recién nacida era cuidada por su madrina, solo por las tardes debido a su trabajo. La bebé se quedaba sola toda la noche en casa, desde las 6:00 p. m. hasta el siguiente mediodía.
A veces la vida te pone obstáculos y no fue la excepción con esta niña, quien a sus tres años vivió su primer sismo. Luego experimentaría tres más. En el de junio de 1982 sufrió varios golpes debido a unas tablas que le dejaron marcas físicas: “Los terremotos son unos de mis grandes miedos, me invaden ataques de pánico que me impiden moverme, y me producían aún más temor cuando tú y tu hermano eran bebés, de no poder reaccionar y que les pasara algo”, comenta mi madre sobre este trauma.
A los diecinueve años la vida le presentó otro obstáculo, tenía que decidir entre su familia o su futuro. Sus padres no la dejaban ir a estudiar a otro lugar y ella se embarcó en la aventura de independizarse. Este nuevo reto tuvo su grado de dificultad, ya que no era fácil mantener un trabajo para subsistir y sacar su carrera. De hecho, se tuvo que cambiar de una ingeniería a una licenciatura por falta de tiempo.
Al final, se vio obligada a dejar sus estudios, a las malas comprendió que sin ayuda no saldría adelante con su carrera. En ese empleo, que ahora recuerda con mucho cariño gracias a sus compañeros, también sufrió acosos y sobreexplotación. “Fue uno de los momentos más lindos, pero a la vez horribles de mi vida. Mis amigas, compañeras y el amor de mi vida hicieron de esa etapa algo maravilloso, pero mis jefes me hacían quedarme hasta tarde trabajando y cuando no había nadie más en la empresa se aprovechaban de mí», revela.
Otra decisión difícil fue dejar su estilo de vida para mudarse de departamento, ya que empezaría otra etapa: se uniría en santo matrimonio con su novio, con quien se conoció desde que tenía dieciséis años. La pareja fue creciendo y madurando. Siete años sembraron su amor hasta el día en que llegaron al altar. Se escucha como un cuento de hadas, ¿cierto? Pero luego vinieron tiempos amargos al enterarse de que había una baja probabilidad de tener hijos. Fueron tres largos años de peleas y lágrimas, ya que el sueño de la mujer con ojos color naturaleza era ser madre. Finalmente, logró quedar embarazada de mí, y siete años después dio a luz a mi hermano.
La vida requiere valor. Si quieren conocer a una mujer fuerte, tal vez solo tienen que decir: “Mamá, ¿podrías contarme tu historia?”.