Nota del editor

El siguiente relato es una interpretación de la difícil e inspiradora vida de Carlina Ramírez López (1931-2005), una madre que, a pesar de las limitaciones, sacó adelante a sus hijos.

Soy una madre sacudida por la muerte de varios de mis hijos, cada experiencia más dolorosa que la anterior; pero, a pesar de ello, me propuse que estas circunstancias no afectaran a mis hijos que seguían vivos y que necesitaban de mí. No fue fácil.

Todos pasamos momentos dolorosos, que siempre se presentan de diferentes formas para cada quien, lo importante es no ceder ante la pena. Para mí, fueron mis múltiples pérdidas, aunque siempre he intentado que eso no afecte a mis seres queridos.

Mi vida inicia en el año 1931, el 11 de enero. Vivía con mis padres y mis cinco hermanos en una casa de Manizales, en Colombia. Éramos una familia muy humilde, a los hijos mayores les tocaba ir a ayudar a mi padre en su trabajo para poder traer comida. Ni mis hermanos ni yo pudimos estudiar. Así transcurrió gran parte de mi vida.

Poco después del Año Nuevo, mi padre Juan Bautista murió. Eso complicó todo, nuestra ya mala situación económica decayó aún más. Pasó un tiempo hasta que conocí a un hombre humilde, pero trabajador, y más adelante decidimos casarnos para tener nuestro propio hogar.

Después de dos años de la boda, mi marido Luis y yo nos llevamos la sorpresa de que venía en camino nuestro primer hijo. Fue un momento de alegría al recibir la noticia, pero después la realidad nos golpeó como si nos cayera un balde de agua fría, al darnos cuenta de que no teníamos los recursos para darle la vida llena de comodidades, como deseábamos.

Se llegó el momento de su nacimiento y así, sin meditarlo y sin importar todas las necesidades, en un abrir y cerrar de ojos ya teníamos catorce hijos. Diez niños y cuatro niñas.

Éramos una familia muy pobre, lo que causó muy mala salud en mis hijos e incluso unos presentaban  desnutrición. Solo recordarlo me parte el alma y me vuelve añicos el corazón.

Al poco tiempo, una de mis hijas menores ya no despertó, esa imagen ante nuestros ojos nos destrozó. Solo siete años y perdió su vida. Sentí que mi mundo se cayó en pedazos. Estaba desesperada, porque fui perdiéndolos poco a poco. Solo me quedaron cuatro y luché para que ellos no sufrieran junto a mí, pero una luz me iluminó y me dije a mí misma: «No puedo permitir que ellos me vean así.  Aunque esté desplomándome, destrozándome, muriéndome de angustia, no puedo arrastrarlos  con mi dolor… ¡No lo voy a permitir!, tengo que ser fuerte».

Para ellos fui muy buena madre y en realidad nunca me culparon por lo sucedido. Incluso ahora de adultos guardan bellos recuerdos de su niñez y no me reprochan nada. Ahora que los veo ya realizados profesionalmente, me parece un sueño. Las lágrimas que corren por mis mejillas no son de tristeza, sino de felicidad y gratitud. Por fin vi los frutos de sobrevivir a la caída del dolor, pero en realidad todo lo que pude hacer por mis hijos es un anhelo hecho realidad.

Doy gracias a Dios por darme la fortaleza de continuar; él no permitió que desmayara. Las enseñanzas que les dejé a mis hijos fueron los valores de humildad, hermandad, amor, tolerancia y vivir en familia, a pesar de las limitaciones.

1 comentario
  1. adielbonillam
    adielbonillam Dice:

    María Paulina, te felicito por la historia que escogiste para contar. A pesar de que tiene pasajes muy tristes, en el fondo hay un mensaje de lucha en la adversidad.
    Yo solamente te recomendaría potenciar un poco más la entrada, el primer párrafo de la crónica.
    Siendo que es una historia real, siempre será mejor iniciar contando algo (una anécdota, una vivencia), en lugar de una reflexión (como en este caso que inicias con una reflexión… «En la vida, todos pasamos momentos dolorosos…».).

    Sería mejor contar algo puntual al inicio, y después -si deseas- poner la reflexión.
    Puedes hacerlo con tus palabras. Pero podría ser algo así…
    Soy una madre que fui golpeada en la vida por la muerte de varios de mis hijos, cada experiencias más dolorosa que la anterior. Pero a pesar de ello, me propuse que estas pérdidas no afectaran a mis hijos que seguían vivos y que necesitaban de mí.

    Luego sí podrías poner la reflexión…
    En la vida, todos pasamos momentos dolorosos, que siempre se presentan de diferentes formas. Para mí fueron estas múltiples pérdidas. Pero lo más importante es no ceder ante el dolor.

    Recuerda siempre que el primer párrafo es importante, y que debemos esforzarnos por iniciar contando algo que nos sirva de gancho para que el lector siga conectado con la lectura.

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