TEXTO CORREGIDO

Dentro de las comidas típicas de mi bello país, Panamá, se encuentra el tamal, platillo de origen precolombino preparado a base de masa de maíz y relleno de pollo o carne. En lo personal, tamal delicioso es el que hace mi tía Irma Vargas, cuyo sabor es único.

Estoy en la sala culminando una asignación de Historia en la que se mencionan las tradiciones de nuestra patria y, de repente, me llega un aroma singular y conocido a la vez. Me dirijo a la cocina y descubro a mi tía preparando una de sus recetas favoritas: me quedo observando cada movimiento, desde el más insignificante hasta el más relevante.

—¿Isabel, quieres aprender? —me pregunta e inmediatamente acepto.

Me aproximo a la mesa.

—¡Guau! —expreso al observar las diversas vasijitas con condimentos: una tenía pasitas; otra, un pollo guisado con un color vistoso y aspecto delicioso; en la más pequeña había un guisado de especias y en otra, las aceitunas.

En una esquina está la olla hirviendo sobre la estufa. Puedo apreciar el inigualable color amarillo de la masa del maíz. Tía Irma toma una cuchara y sirve masa en las hojas de tallo ya hervidas, añade pollo guisado, guiso, pasitas, aceitunas, lo envuelve todo con las hojas de faldo (hoja de plátano utilizada para envolver el tamal) y procede a amarrarlo con hilo pabilo. Para finalizar, lo introduce a la olla de agua hirviendo.

Después de diez minutos, se percibe el aroma de los tamales recién hechos. Provoca degustarlos y acompañarlos con arroz blanco, ensalada de tomate y pepino, y para beber, una refrescante limonada con raspadura.

Tía Irma Vargas me mira atentamente y reacciona con una risotada ¡Ja, ja, ja! y su frase más auténtica: “¡Comida buena es la que hago yo!”. Y no la contradigo, porque tiene toda la razón.

Me expresa con sencillez: «Me recuerdas a mí cuando estaba joven, llegaba del colegio y me paraba en la puerta de la cocina a observar las delicadas manos de tu abuela Angelina mientras preparaba todos los ingredientes para hacer tamales; observaba los granitos de maíz en su delantal y ese toque de amor con el que hacía todo».

Interesada en aprender, dice que un día se acercó y se ofreció a ayudarla. La abuela le dijo: “Mira, mamita, ve aprendiendo porque no te voy a durar toda la vida”. Y en enseguida le empezó a explicar detalladamente todo el procedimiento, a la par que tía Irma seguía con detalle cada instrucción, asegurando que la tradición familiar perdurará para las siguientes generaciones.

Para Navidad nunca faltan los tamales en la mesa decorada con flores, frutas, postres, ensaladas y demás. Tenemos la costumbre de compartir con toda la familia. Irma acostumbra a llevar su platillo icónico para acompañar el arroz con guandú y la ensalada de papas y remolacha que hace mí tío Abdiel, otro talento de la cocina con el que cuenta la familia Vargas Padilla.