Sacrificio de una madre nicaragüense
Mi mamá es una mujer a la que le gusta mucho el campo. Nació y creció en un pueblo llamado Jinotega, situado al norte de Nicaragua, lejos de la capital Managua. Desde que tengo uso de razón ella siempre ha trabajado para educarnos a mi hermana y a mí.
Cuando yo tenía seis años, mi mamá vino a vivir a Panamá y me dejó a cargo de otros en nuestro país natal. Se alejó de nosotros, su adoración, para que viviéramos mejor con el dinero que nos mandaba, ya que en Nicaragua no se gana muy bien.
Por un tiempo estuve con mi abuela, hasta que nos mudamos de casa, mientras que mi mamá trabajaba en el Istmo. Así mismo, mi prima nos ayudó en el colegio, y por ese motivo fue a vivir con nosotros para cuidarnos.
Mi madre nos visitaba cada diciembre para disfrutar Navidad y Año Nuevo en familia. Se quedaba dos meses y luego regresaba a su trabajo.
Recuerdo que la forma de comunicarse con nosotros era por videollamada. Cada vez que lo hacía me ponía feliz. Ella emigró para mantenernos, pero como yo era tan chiquito no lo entendía por completo. La extrañaba tanto en aquellos días.
En el 2019 mi madre empezó a hacer la diligencia para traerme con ella a tierras canaleras, no obstante, en el primer intento no pude viajar. Fue hasta marzo de 2020 cuando llegué a Panamá con mi abuelita.
Justo en ese tiempo empezó la pandemia de COVID-19. No pude pasear ni conocer este hermoso país, pero mi mamá seguía laborando. Me sentía feliz de poder darle todos los abrazos que de pequeño no logré brindarle. Ahora comprendo que ella se privó de su propia felicidad para que tuviéramos una buena educación.
En este momento, que por fin está toda la familia reunida en Panamá y luego de ver el amor que tiene mi madre, aprendí a valorarla aún más por sus sacrificios. No cualquiera se alejaría de su hijo pequeño, pero sé que pensó en nuestra situación económica. Ella es capaz de invertir todo su esfuerzo en sus hijos.
Ahora que estamos juntos me da muchos consejos. Me queda claro que ella desea verme como un profesional en el futuro. Me he trazado la meta de graduarme, seguir mis estudios universitarios y así lograr que ella deje de trabajar, descanse y pueda disfrutar de la vida, sin preocupaciones.
Amo verla feliz, su sonrisa me da alegría. Sé que no es perfecta, pero para mí sí lo es. Por mi madre conocí este lindo país y hemos visitado lugares hermosos. Si ella no se hubiera ido de Nicaragua, sería más difícil cumplir mi sueño educativo, aunque sé que igualmente lo lograría si está detrás apoyándome.
Esa mujer de campo que tuvo la valentía de dejar su tierra es una mamá virtuosa que nos ama. ¡Gracias, Doris Castro por ser como eres!