La sirenita de la esperanza
Los días de enero de 1990 fueron momentos muy importantes para muchos, pero muy dolorosos para otros. ¿Por qué este tiempo marca tanto a Panamá en su historia reciente? La razón es que experimentamos las consecuencias de una dolorosa invasión militar extranjera, donde murieron cientos de civiles istmeños —o quizás miles, según a quién le preguntas—, a manos del ejército estadounidense. Unos defendiendo el honor de su patria y otros huyendo de aquello que los asustaba tanto.
El país estaba destruido y dividido. Eran inmensas aquellas miradas de tristeza de los habitantes. Por esos días, el Istmo ya no era aquel lugar alegre y musical que solía ser.
Es en este entorno, ya para 1994, aparece el nombre de la grandiosa Eileen Coparropa, quien estaba destinada a animar a su querido terruño, llenándolo de orgullo por sus hazañas. Ella se ganó el respeto y el cariño de los fanáticos nacionales, dejó en alto el nombre de Panamá y nos trajo de vuelta la felicidad.
En sus inicios, Eileen aprendió ballet, pero no se veía muy convencida de participar en este arte, por lo cual empezó a interesarse en la natación. Comenzó en torneos locales donde había aprendido a nadar. Luego compitió en las actividades escolares y finalmente en las nacionales, siendo para ella un honor muy grande formar parte de esta disciplina.
Una anécdota que recuerda con emoción sucedió cuando tenía quince años. Llevó la bandera nacional en la apertura de los Juegos Olímpicos de 1996 realizados en Atlanta, Estados Unidos. Sintió el mundo entero a sus pies mientras sostenía ese pabellón. Estaba muy orgullosa de cómo había logrado llegar tan lejos con su disciplina y esfuerzo.
En el año 2002 se llevaron a cabo, en El Salvador, los Juegos Centroamericanos y del Caribe, una de las competencias más importantes de la región para la carrera de esta joven. Las pruebas eran de 50 y 100 metros libres.
Durante estas justas, Eileen se encontraba enfocada en su objetivo. A través de las noticias, el país seguía sus resultados con muchos nervios. Ella solo pensaba en su querido sueño, que todo el mundo viera su nombre en el primer lugar en tanto sostenía el emblema nacional.
Nos podemos imaginar el sudor frío bajando por su frente mientras millones de panameños esperaban que su Reina de la Velocidad consiguiera la tan anhelada victoria.
Al realizarse las pruebas, todos estaban a la expectativa de los resultados. Aunque siempre hubo confianza en ella, fue una sorpresa ver que la deportista había logrado en los 50 metros libres un tiempo de 25,68 segundos y en los 100 metros libres, 56,58 segundos. Logró batir su propio récord de 57,60 segundos, conseguido en los juegos de Maracaibo (Venezuela) de 1998.
Todo el país estalló en fiesta al saber que su queridísima Eileen había impuesto una nueva marca. Estaban más que felices, ya la atleta no regresaría a casa con una medalla, sino con dos de oro, cumpliendo el deseo de miles de compatriotas y el suyo de estar arriba del podio con la bandera que tanto amaba, la de nuestro Panamá.
Así fue como esta canalera, apodada también como la Sirenita de Oro, llevó alegría y entusiasmo a nuestra nación en la década de 1990 y se inscribió en nuestra historia.