Los sabios consejos de Kathania
En la ciudad de Las Tablas, provincia de Los Santos, el 12 de enero de 1974 nació Kathania Saavedra Morales, mi madre. Cuando ella tenía ocho años, su mamá se fue a la comunidad de Tonosí para trabajar en el restaurante Flor del Valle. La niña se quedó con su abuela Rosaura, llamada de cariño Chalo, una señora jocosa a quien le gustaba jugar mucho a la lotería y solo sabía escribir su nombre.
Mi madre amaba pasear por el campo y subirse a los árboles detrás de su casa. Su abuela, además de ser una mujer con mucha experiencia, fue muy inteligente y siempre le decía que la educación era lo más importante que podía tener. Mi mamá le puso atención especial a esas palabras y salía muy bien en sus calificaciones en la escuela. Cuando estaba en primaria compitió en un concurso de oratoria, en el que participaron estudiantes de nivel secundario, y quedó dentro de los tres primeros lugares.
Mamá tenía diecisiete años cuando se graduó del colegio. Un año después participó como dama de una de las tunas del carnaval más grande y reconocido que hay en todo Panamá. Ese mismo año también fue escogida como reina del Festival Nacional de la Mejorana de Guararé, fiesta tradicional típica de las más relevantes de nuestro istmo. Luego de estas experiencias viajó a la ciudad capital para estudiar su licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas, en ese lapso fue cuando conoció a mi papá (Jorge Villarreal) a través de una de sus mejores amigas, Darixa Rodríguez.
Al cabo de unos años se casaron, fueron a vivir a Suiza por espacio de cuatro años. Luego regresaron a Panamá y tuvieron a su primer hijo, Diego, en 2007. A partir de allí mi mamá se ha dedicado totalmente a cuidar de su familia. Ese mismo año que nació mi hermano fueron trasladados a Guatemala y allí vivieron por poco tiempo. Después retornaron al Istmo y tuvieron a su segundo hijo (yo, Nicolás). Luego nos trasladamos a la India y vivimos en Nueva Delhi. Disfrutamos muchísimo de este increíble sitio.
Los primeros meses en la India, un país con diferente idioma y cultura comparado con Centroamérica, sentí temor de estar solo, por lo que mi mamá tenía que acompañarme a mi salón de clases y quedarse en la escuela hasta que yo saliera, pero cuando me fui adaptando a la nueva situación todo se solucionó y ella ya no tenía que preocuparse por mí.
Allá en la India mi progenitora ayudaba junto con un grupo de amigas a niñas huérfanas dándoles comida y ropa. También hacían melas (ferias) y el fondo que se recogía era para los chicos más desfavorecidos. Mi mamá también tuvo la oportunidad de regalarle zapatos, ropa, tableros y útiles escolares a pequeños que por su precaria realidad recibían clases debajo de un puente.
Después de unos meses en la India mis padres recibieron la buena noticia de que iban a tener un nuevo bebé. Faltando dos meses para que naciera, mi mamá se trasladó a Panamá para dar a luz en su tierra y recibió una agradable sorpresa: sería una niña. Mi mamá permaneció en su tierra hasta un mes después que nació mi hermana Camila.
Papá estaba en la India porque trabaja para la empresa Nestlé. Allá mi mamá jugaba mucho con nosotros, siempre nos llevaba al parque a montar bicicleta y scooter eléctrico. Ella trataba de pasar mucho tiempo a nuestro lado y disfrutaba compartir todas nuestras etapas de crecimiento.
Después de cuatro años en la India volvimos a Panamá, donde mi mamá se ha dedicado a orientarnos para que estudiemos mucho, ya que la educación es una de las claves del éxito en nuestro futuro, como le decía Chalo; además nos enseña buenas costumbres, a servir al prójimo, a cuidar el mundo en el que vivimos, a valorar la vida y a luchar por lo que queremos, como han hecho desde siempre mis padres.