TEXTO CORREGIDO

De pequeña se le veía corriendo por las calles de Puerto La Cruz, cansada de las burlas de las que era víctima; ahora, corre por un sueño. La Garza era el apodo que le ponían sus compañeros, sin saber que estaban frente a una de las mujeres que cambiarían la historia del deporte.

Yulimar Andrea Rojas Rodríguez nació el 21 de octubre de 1995 en Puerto La Cruz, Venezuela. Su familia no tenía muchos recursos y vivía en una pequeña casa junto a sus seis hermanos en Caracas. Inicialmente estuvo atraída por el deporte, pero no en el atletismo, tenía aspiraciones en el voleibol, inspirada por la selección femenina de esa disciplina que participó en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Asistió a un polideportivo donde no había entrenadores de voleibol, pero sí de atletismo, los cuales no tardaron en interesarse en ella.

Es difícil no verla con sus largas piernas que la hacen perfecta para saltos y carreras. El primer campeonato donde participó en la disciplina de atletismo fue en los XVIII Juegos Nacionales, en Lara, de los cuales salió victoriosa en la categoría de salto de altura con 1,70 metros. Parecía que había nacido para este deporte. Pronto asistió a su primera competencia internacional, el Campeonato Sudamericano Juvenil de Atletismo 2011, donde nuevamente venció en la categoría de salto de altura con 1,78 metros.

Lo anterior fue solo el comienzo de su estelar carrera, ya que en 2013 mejoró su récord personal y obtuvo dos medallas de plata durante el Campeonato Panamericano Juvenil de Atletismo. En 2015 se estableció como la mejor de Venezuela en eventos de longitud y triple salto. Ese mismo año ganó el título continental en el Campeonato Sudamericano de Atletismo.

El 14 de agosto de 2016 se llevó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en la categoría de triple salto. Fue la primera vez que atendió a estos juegos. Después, le podemos contar una increíble cantidad de preseas. El pico de su carrera fueron los años de 2020 y 2022.

En 2020 rompió el récord mundial en triple salto en pista cubierta. En 2021 obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, en triple salto; su primer salto batió un récord olímpico, y el sexto, récord mundial. En un par de minutos impuso dos récords y quedó inmortalizada para la historia. En 2022 superó la marca mundial nuevamente. Hasta ahora ha sido la única persona que ha superado una marca de triple salto tres veces consecutivas (2016, 2018 y 2022).

Constante, luchadora y perseverante son palabras que podrían describir a esta increíble atleta. Su ambición de triunfar la ha llevado hasta la cima, y va por más. Primero la llamaban la Garza, por su altura y piernas largas, apodo que fue cambiado por la Morena de Oro, gracias a sus preseas.

por Dylan Sánchez

“Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos”.

El poema “Los nadies” de Eduardo Galeano fue inspiración para Francia Márquez, ella lo quiso transformar en política, ya que su ascenso al poder es el aterrizaje de los llamados “nadies” de Colombia.

Francia, la primera vicepresidenta afro en el gobierno colombiano, nació hace poco más de cuarenta años en Yolombó, una de las avenidas de Suárez, municipio de Colombia, en el que abunda la desigualdad, donde solo por la clase social o el color de piel se desprecia a su gentilicio.

Francia ha conocido el miedo en persona, el miedo de no saber qué llevarle de comer a sus dos hijos, ya que sus padres desaparecieron. El miedo de las amenazas constantes de muerte, pues en su país se mata a los activistas ambientales. También llegó a ser minera artesanal y le tocó pelear contra mineros ilegales, porque estaban acabando con el río de su «tierrita» y esto podría provocar el desplazamiento de la zona a sus paisanos.

Conocí su historia gracias a que la vi en acción cuando pasaban en el noticiero cómo ella sola lideraba un grupo de 80 mujeres por más de 350 kilómetros hacia Bogotá, para exigirle al Estado que sacara a los mineros que llegaban gracias a los paramilitares. Fue asombroso saber que por tan increíble acto consiguió el Premio Medioambiental Goldman (2018) considerado un Nobel de medio ambiente. Así se fue haciendo un nombre, muy importante y respetado en Colombia.

Es increíble el hecho de saber cómo desde adolescente Francia Márquez se fue formando como líder cuando descubrió su orgullo por ser negra, dejó de alisar su cabello y se vinculó al proceso de identidades negras.

Aunque es una mujer de admirar, sus posiciones políticas no las comparte una parte de la población, porque dice las cosas tal cual las piensa. Ella misma cuenta que suele ser desconfiada y que espera poder hacer algo para cambiar el Gobierno.

Una vez subió al poder junto al presidente Gustavo Petro, su importancia como feminista tomó valor, pero también dejó en evidencia un racismo muy fuerte en el país, ya que la han comparado físicamente con monos y la han menospreciado; no obstante, ella ha seguido adelante.

La vicepresidenta ha dicho cosas que ya han ido al debate público y que por supuesto no le gusta escuchar a muchos detractores: habla de un país muy clasista, racista y patriarcal; de cómo conoció el feminismo desde la vida misma, de cómo las mujeres sin tener nada tratan por todos los medios de sacar adelante a sus hijos para que no se acuesten con el estómago vacío o que no sean raptados por los actores armados.

A pesar de todas las dificultades, Francia Márquez ha demostrado que una mujer como ella, que nunca tuvo recursos económicos y que ha sido ninguneada por su color de piel y su género, puede valerse y hacerse sentir como persona.

 Por: Jesús Quintero

Herminia Díaz era mi abuela, nació en 1945 en un pequeño pueblo en Llano de Piedras, provincia de Los Santos. En su casa siempre escaseaba el dinero y, por ende, todos trabajaban para suplir las necesidades básicas. Esto hizo que ella fuera una persona educada y con muchos valores morales.

Cuando creció, Herminia quería ser doctora, pero debido a que en ese tiempo las condiciones eran más difíciles y no alcanzaba el dinero para pagar una universidad y cumplir su sueño, se desanimó y terminó trabajando en el campo con sus hermanos.

En el camino conoció a una enfermera que le enseñó a suturar heridas y a clasificar los tipos de medicina para usar en las personas, esto le sirvió de incentivo para improvisar una pequeña estafeta vial de operaciones, debido a que el lugar era recóndito y el hospital estaba muy lejos; de hecho, los pacientes eran trasladados en carreta, y eso era muy lento para las necesidades de emergencia de la comunidad.

Cada vez más aumentaba el deseo de Herminia de lograr su anhelo y comenzó a ayudar a las personas con muchas necesidades de atención. Estaba firme en su decisión de colaborar con la parte médica o con todo problema de salud que tuvieran los pobladores. Su experiencia le sirvió para asistir en los partos de las mujeres, incluso de áreas vecinas.

Después de tanto tiempo atendiendo personas y recibiendo diversos casos como heridas por caídas o riñas, Herminia se convirtió en una enfermera sin haber acudido a un centro universitario.

Posteriormente se casó con un pueblerino quien le fue fiel hasta su último aliento, tuvieron 22 hijos y lo más gratificante fue que tuvo la oportunidad de estar en cada parto de sus hijas.

La abuela recibió todo el afecto del pueblo de Llano de Piedras, ya que fue una persona muy bondadosa y respetuosa con todos. Ella asistió más de 80 partos, una cifra increíble para alguien sin una carrera médica; y es que, aprendió tantas cosas a lo largo de su vida y nunca se negó a ayudar, por más grande que fuese el problema.

Siendo una adulta mayor estuvo en el programa de televisión Esa cabellera blanca, que reconoce a madres panameñas que hicieron acciones increíbles en su ciudades o pueblos. Al principio se rehusaba porque decía que no era merecedora de ese mérito, pues había personas más importantes. Aun así, participó y ganó el premio principal, que le permitió tener una nueva casa y un lugar más tranquilo para vivir.

La abuela Herminia falleció en el 2013 y dejó de herencia su inspiración: no importa de dónde vengas, siempre podrás cumplir tus metas, si lo sueñas y te lo propones. Ella me enseñó que no es relevante la magnitud de los problemas y que nunca es tarde para empezar.

por Said Ortega

La proactividad se proclama con características peculiares como el autoconocimiento, la asertividad, la creatividad y la visión de un futuro. Personas líderes influyentes con aquella marcada actitud se vuelven ejemplo por su talento para plantear los problemas como oportunidades y lograr convertir los fracasos en aprendizaje.

Stefany Dayan Peñalba, joven panameña de 29 años de edad, es oriunda de Arraiján, provincia de Panamá Oeste. Desde muy pequeña aprendió a agradecer por cada detalle. Materializar sus ideas en desarrollo social, ambiental y comunitario le ha permitido ser una persona conocida. Su cálida sonrisa, mirada de seguridad y convincente manera de hablar transmiten inspiración entre quienes la siguen.

“Trabajar, recorrer y conocer me ha ayudado a ser una mujer mucho más agradecida que valora lo que Dios y la vida le ha dado”, dice Stefany.  Su constancia en los estudios la convirtió en estudiante destacada a lo largo de su vida escolar, la cual culminó en el colegio Stella Sierra, mismo que representó en actividades culturales.

En su familia es la primera y única abogada, cuenta con especialidades en: Gestión Pública y Gerencia Política, así como Transiciones Ecológicas y Cambio Climático para América Latina (ambas de carácter internacional). También tiene un postgrado en Docencia Superior y actualmente estudia Derecho Administrativo. “Para mí la educación ha sido el pilar fundamental para poder salir adelante y tener las herramientas que el mercado exige”, asegura.

En su vida profesional, dentro de la administración del Estado, tuvo la oportunidad en el año 2016 de capacitar a los 679 representantes y 81 alcaldes en temas de descentralización y gestión de proyectos. Para 2019, preparó a jueces de paz (antes llamados corregidores) de todo el país para la aplicación y ejecución de la Ley 16 del 2016, que instituye la Justicia Comunitaria de Paz y otras disposiciones.

“Siento que Dios tiene el control y yo solo soy un instrumento para lograr su voluntad”. Voluntad que transmite mediante la Fundación Gran Corazón, en la que colabora con el objetivo de brindar asistencia alimenticia y servicios integrales a la población más vulnerable y en situación de riesgo, a través de herramientas educativas, culturales y deportivas.

Stefany también me inspiró para redactar la crónica “Sello natural sin firma patrimonial” durante el segundo ciclo del programa #500Historias, pues ella fue quien inició el movimiento Alianza Verde Por Panamá. “La educación ambiental es el objetivo fundamental del movimiento, promoviendo el conocimiento y la concienciación ante la evidente problemática ambiental”, explicó.

La historia de esta joven abogada, como la de muchas mujeres, podría ser contada en libros. Con una marcada valentía y entrega Stefany se dirige a la juventud con el siguiente mensaje: “¡Somos jóvenes protagonistas o no somos nada! Hago un llamado, debemos ser jóvenes en acción, con fuerza, entusiasmo y pasión; futuro y garantía de nuestro país”.

La primera persona que se me viene a la mente cuando me preguntan sobre una mujer que me inspira es mi bisabuela Sarín, por ello, les contaré su historia. 

Mi bisabuela se casó a los veinte años con mi bisabuelo Carlos. Ellos vivían en Siria y formaron una hermosa familia con cuatro hijos: Guirza y Shella, las mayores; mi abuela Rosi y el varón, Musi. 

A pesar de que mi bisabuelo era contador, solo le alcanzaba el dinero para vivir día a día, no había para más. Por si fuera poco, al crearse el Estado de Israel, se desató un inmenso odio hacia los judíos y eso empeoró todo. 

La única opción que quedaba para sobrevivir era escaparse de Siria, no había de otra. Suena sencillo, pero en esos tiempos no lo era. Se tuvieron que montar en el primer barco que encontraron, con sus cuatro niños, sin un solo centavo, dejando absolutamente todo atrás. La travesía demoró un mes entero, solo sabían que se dirigían hacia Panamá, donde se encontraban los hermanos de mi bisabuela. 

Nueve hermanos tenía Sarín, cinco hombres y cuatro mujeres. Los varones se encargaron de ayudarla y la mandaron a Puerto Armuelles, provincia de Chiriquí, a la tienda de ellos. Así trabajaría, ganaría dinero y estaría en los negocios familiares. No fue nada fácil. 

Las hermanas grandes de mi abuela (Rosi, Guirza y Shella), ya estaban en edad de casarse, por lo cual se quedaron a vivir en la ciudad de Panamá con su abuela, mientras que Sarín estaba con el resto de los hijos y su esposo en un pueblito; solo viajaba a la ciudad de vez en cuando para buscar mercancía para la tienda, ya que el viaje tomaba ocho horas y tenía una hija de casi un año llamada Joyce.

Se quedaron en la provincia chiricana hasta que mi abuela Rosi terminó sus estudios. Ella tuvo que asistir a una escuela para monjas, siendo totalmente judía, pues era la única que había. Después, Sarín y su familia se mudaron a la ciudad de Panamá. Esto fue un gran logro, ya que vivir en Puerto Armuelles fue bastante duro. En la capital ya tenían más dinero y podían vivir bien. Luego de eso, todos los hijos de mi bisabuela se casaron y la familia creció más. Cada uno de ellos es más bueno que el otro.

Esta es la historia de cómo mi familia llegó a Panamá y cómo después de no tener nada lo consiguieron todo. Actualmente, siguen siendo judíos religiosos, gracias a la resistencia de mi abuela y a la educación de mi bisabuela.

Estoy muy agradecida con mi bisabuela por mi familia y, sobre todo, por las enseñanzas que nos dejó. Con su gran esfuerzo y perseverancia me demostró que todo es posible y que nunca hay que rendirse, que hay que ver lo bueno de las cosas, ser agradecidos y siempre sonreír. Que no importa de dónde vienes ni cuánto tienes, sino los valores que llevas y que hasta los momentos que parecen llenos de oscuridad tienen su rayito de luz y esperanza. 

Gracias a ella, mi abuela es una de las mejores personas que conozco, al igual que mi mamá. Nada me alegra más que tenerlas como mis ejemplos a seguir. ¡Como todas ellas deseo ser! Quiero tener la perseverancia de mi bisabuela, la resistencia de mi abuela y la educación de mi mamá. Estas son las mujeres que realmente admiro y me inspiran a seguir creciendo cada día más.

Por: Geneby Rodríguez / Juan D. Arosemena

Claire Boucher es una mujer visionaria, preciosa en todo su ser y talentosa en el medio musical. Ella me ha inspirado con sus canciones a ser mejor persona. Sus letras, aunque pueden parecer insignificantes e irrelevantes, en realidad son más que simples oraciones y párrafos para escuchar y olvidar, son composiciones profundas que esconden una historia detrás y llegan a tocar corazones. 

Denoto que Claire utiliza sus canciones, videos, vestuario y demás para expresar emociones o hechos ocurridos en su vida. Es canadiense de nacimiento y está profesionalmente enfocada en el ámbito musical, especialmente en el canto, la escritura de canciones y la producción musical.

Recientemente ha sacado un video en promoción a su próximo álbum musical, referente a una novela japonesa sobre un chico con un demonio que le entrega un libro con el que puede asesinar a quien quiera. El personaje maligno le da ojos de Shinigami (Dios de la muerte en la cultura nipona) al muchacho, para poder ver los nombres de las personas y escribirlo en su libreta de la muerte. La relevancia de este aspecto es demostrar que con una pequeña llave se le puede otorgar poder máximo a alguien, sin tomar en cuenta si hará algo correcto o usará aquella ventaja para destruir a los demás.

La discografía de Claire cuenta con amplia cantidad de proyectos y aportes a otros artistas. Algunos discos reconocidos son Visions, Art Angels y Miss Antrhopocene. Si nos enfocamos en las canciones, podemos encontrar que en estos álbumes la artista se basa en temas sociales o vivencias negativas que tuvo a lo largo de su vida. Ella ha sido fuente de inspiración para sus millones de seguidores, desde jóvenes hasta adultos.

Grimes, seudónimo con el que es mejor conocida a nivel global Claire, le ha dado a sus fanáticos un claro ejemplo de cómo no hay que seguir los estándares que nos imponen las redes sociales. Ella, con su estilo único nos demuestra que ser auténtico o diferente a lo común es mucho mejor que solo divagar en personalidades vacías que no aportan mucho más que inseguridades como individuos.

El nombre de su hijo X Æ A-12, con el magnate Elon Musk, también nos brinda claras luces de su personalidad, pues ella se diferencia del resto de las celebridades. Es una madre que no se obsesiona en dar una imagen falsa de sí misma, se muestra lo más transparente que puede en sus actividades y mantiene una estabilidad al no meter al mundo en sus situaciones más íntimas con sus amigos y su familia.

Para mí Claire es una hermosa mujer que, con los cambios físicos que se hace, demuestra que no es malo modificar nuestros cuerpos si uno se va a sentir bien; sin embargo, resalta que solo debemos pensar en nuestros sentimientos, nada más que en eso.

Por esto, Grimes es motivo de inspiración en mi vida personal, para no dejarme llevar por no encajar en algún requisito que imponga la sociedad para ser “linda” o “querida”.

Cuando me pidieron escribir de mujeres que inspiran, fue inevitable pensar en mi familia. En ella hay una lista de nombres femeninos a quienes puedo rendir honores. Voy a resaltar a dos. 

Voy a empezar con mi madre Aixa Guevara. Ella trabaja día a día para sacarnos adelante a mis hermanos y a mí. Su deseo es que seamos profesionales. De solo pensarlo ya me siento orgulloso de todos. 

Es humilde, amable y amistosa. A la par de esas cualidades, lucha por lo suyo cuando corresponde. Además es solidaria con quien lo necesita. Es una guerrera que en todo momento busca la manera de perseverar.

Otra aguerrida, que valoro mucho y que es muy especial, es la abuela Isidora Vargas. Siempre nos ha cuidado y nos ha transmitido querer a los demás. Se esfuerza por sus hijos Julio y Katherine, así como antes lo hizo con sus otros hijos mayores Aixa, Eleyda, Betzaira e Isidora, que ahora son adultos. 

Isidora es cortés, respetuosa y gentil. Nos enseña a ser educados, modestos y a ayudar a quien lo requiera. También nos insta a que estudiemos hasta convertirnos en personas capacitadas autosuficientes y así no deber nada a nadie.

Las madres siempre dan buenos consejos. Aixa e Isidora así lo hacen. Tienen ese encanto secreto para mimarnos y tratarnos como niños, aunque el tiempo nos vaya convirtiendo en adultos. Ser madre es un ejercicio constante de empatía y paciencia, según he podido ver en la abuela y mi mamá. 

El amor de una madre es como la paz: no necesita ser adquirido, no necesita ser merecido. Es el combustible que hace al ser humano lograr lo imposible.

“No hay que esperar el tren, hay que hacer que el tren llegue” (Clara González).

En una de las áreas más pobres del país, en Remedios, provincia de Chiriquí, nació Clara González, el 11 de septiembre de 1898. Originaria de una familia muy humilde, hija de una indígena de la etnia Ngäbe Buglé y un ebanista español, fue testigo de injusticias como la explotación y el maltrato a los nativos. Siendo niña sufrió abandono por parte de sus padres y una trágica experiencia: la pérdida de su inocencia.

Clara se trasladó a Soná, provincia de Veraguas y debido a su situación económica trabajó como criada en casa de una familia adinerada. Ella era una mujer pequeña, medía metro y medio, pero se le describe como una persona amable y decidida, que dedicó toda su vida a defender los derechos de los débiles.

Considerada como una adelantada para su tiempo, pensaba en cambiar la realidad que se presentaba, por lo que luego de obtener el título de maestra, que era lo único a lo que podía aspirar en aquella época, decidió seguir su sueño e inscribirse en la Universidad de Panamá, cuya sede, en ese entonces, estaba en donde es hoy el Instituto Nacional.

Su camino no fue fácil, en una carrera donde el predominio masculino estaba presente, todos los días tenía que vestirse de hombre y utilizaba el sombrero de su hermano para entrar a la facultad de Derecho, por lo cual sufrió bullying de parte de sus compañeros.

En su tesis de graduación “La mujer ante el derecho panameño”, presentó un análisis detallado sobre la situación en que se encontraban las mujeres en la sociedad. Cuando se graduó, en 1922, se convirtió en la primera abogada panameña; sin embargo, tuvo que esperar dos años para ejercer su profesión hasta que se aprobó la Ley 55, que otorga ese derecho por igualdad de género.

Ese mismo año, motivada por su afán de superación, Clara fundó el Movimiento Feminista Renovación junto a Sara Sotillo, Elida Campodónico de Crespo, Rosa Navas, entre otras damas, con el objetivo de trabajar por una sociedad más igualitaria.

¿Quién le dio el voto a la mujer? La conquista al voto femenino fue una lucha incansable por décadas para obtener los mismos derechos sociales, económicos y políticos que los hombres. Clara fue una de las propulsoras de este logro.

Gracias a sus méritos académicos, Clara González recibió una beca en 1927 y viajó a Estados Unidos, donde obtuvo un doctorado en leyes en la Universidad de Nueva York, siendo la primera latinoamericana en alcanzarlo.

Durante los siguientes años, la activista panameña presentó la ley para la creación del Tribunal Tutelar de Menores y fue elegida como la primera jueza de menores, cargo que ejerció por trece años. En tanto, en 1946 surgió la Constitución Política donde se reconoció a la mujer en igualdad de condiciones con el hombre.

En la historia de nuestro país, han existido mujeres que han impactado con su liderazgo, empoderamiento y valentía, desde Rufina Alfaro, Clara González, Sara Sotillo y muchas más. Lamentablemente, en la actualidad todavía tenemos que seguir luchando por la igualdad de género, erradicar los femicidios y la violencia de todo tipo, por lo que debemos seguir el ejemplo de perseverancia de Clara González, ya que es una mujer que inspira.

Por: Adriana Mendoza

 

Esta bella historia es de la persona más especial, luchadora y guerrera que conozco: mi madre.

Desde pequeña recibió maltrato emocional y físico, rechazo y problemas en casa; sin embargo, soñaba con desarrollar actividades como tocar violín y piano, escribir o destacarse en la oratoria. Quería demostrar su capacidad, pero sus padres rechazaron esas ideas; para ellos eso solo lo podían hacer las personas pudientes.

Adriana Aguilar no se rindió y luchó a pesar del rechazo y la falta de apoyo. No le fue fácil, porque sus padres tenían adicciones y aunque para muchos esto era otra limitante, para ella no.

Estudió desde pequeña en escuela pública, donde tuvo buenos promedios. Luego ingresó a un plantel privado y se destacó en concursos de lectura y oratoria. Siempre trató de aprender todo lo que pudo.

En la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena se preparó como educadora. Fue presidenta de los graduandos de su promoción, tuvo muchas responsabilidades y al mismo tiempo pudo mantener su promedio entre los mejores; aparte de que cuidaba sus valores morales, lo cual es primordial para ella.

A Adriana le tocó luchar con el cáncer de su madre y el golpe económico que tuvo su familia; no obstante, no se desenfocó de su futuro deseado. Recuerda que algo que le taladraba el corazón era cuando veía a sus compañeras con sus madres durante las visitas en el internado donde residía. Dicha escena le hacía recordar que la suya tal vez estaba en un hospital con una mala condición de salud.

En ocasiones sentía que ya no podía más, pero no se rindió y siguió luchando contra todo lo que podía destruir su concentración. Muestra de ello es que ha logrado obtener muchos títulos universitarios, cursos y seminarios en el área de la educación, por su constancia y dedicación. Eso la ayudó a entender que valió la pena el sacrificio.

Consiguió un trabajo en la comarca Guna Yala, a pesar de que los niños no hablaban español buscó la manera de comunicarse con ellos y lo logró: aprendió a preguntar los nombres en dulegaya (lengua guna) y poco a poco pudo enseñarles a leer, escribir y muchas conocimientos más necesarios en su desarrollo.

Para ello se valió de recursos como mímicas, dibujos y repeticiones. Tocaba o señalaba objetos e imágenes y les preguntaba ¿Igui nuga? (¿cómo se llama?). Los niños le respondían en su lengua natal y ella les indicaba el significado en español. Tuvo que adaptarse a un lugar completamente diferente de donde ella venía, que era Puerto Armuelles, provincia de Chiriquí, pero gracias a todo ese esfuerzo y lucha, actualmente es profesora y trabaja en una escuela como maestra de grado, también en la Universidad Cristiana de Panamá, en la Universidad Internacional Mahanaim y en el Instituto Bíblico Virtual de la Iglesia Cuadrangular.

Adriana se siente orgullosa de sí misma por haber superado cada uno de los obstáculos y demostrar que no hay límites, pues manifiesta que estos son fundados con excusas y que, si en realidad queremos ser alguien en la vida, tenemos que batallar. “Solo es para valientes, hija, porque no va a ser fácil, es luchar contigo y no dejarte confundir”, señaló.

Casi finalizando la entrevista recalcó que a pesar de que no contemos con el apoyo de nuestros padres debemos trazarnos metas, proyectos y vencer todo temor de fracasar; «de lo contrario, nunca te podrás dar cuenta si pudiste ser una persona exitosa en la vida”.

“Hija, si tienes sueños no debes rendirte, lucha por conseguirlos y siempre marcarás la diferencia”, culminó.

 

 

 

 

Era la más pequeña entre sus nueve hermanos. Todos convivían en medio de la pobreza y en un hogar disfuncional. Carecía de un ambiente familiar que le llenara de amor, seguridad y esperanza. Soñaba con tener días mejores. Así creció mi madre, viendo cómo le arrebataba a la vida un poco de felicidad, con la firme convicción de que al final encontraría una luz que le guiara a forjar un destino prometedor.

Terminó su primaria con mucho esfuerzo, sin poder ingresar a la secundaria como el resto de sus compañeros; pues se le explicó que al no tener un padre responsable no había cómo sufragar sus gastos escolares. Parecía seguir la suerte de sus seis hermanas: convertirse en madre muy pronto, sin trabajo y con un futuro incierto.

Con una inmensa tristeza no podía comprender a su corta edad por qué tanta miseria y tantas limitaciones, al punto de no poder estudiar, si se suponía que la educación era el puente para transformar la vida de la gente. Transcurrieron dos años y no se presentaba la oportunidad de ingresar al colegio, pero su sueño no moría, buscaba la forma de convencer a su madre de matricularla; sin embargo, las razones de la negativa variaban cada vez más. “Las muchachas van al colegio a enamorarse”, dijo en una ocasión su mamá visiblemente molesta.

Una mañana, a inicios de un nuevo año lectivo, vio salir a su madre y, como siempre acostumbraba, le suplicó que la mandara a la escuela. No importaba si solo tenía una falda y una camisa para asistir al colegio. El plan de Dios era perfecto, él no la había olvidado. Siempre recordará ese día, lo cuenta con lágrimas en sus ojos: allí estaba su madre, con una bolsa transparente que le permitió observar, a los lejos, el regalo más grandioso que le hubiesen dado: una camisa celeste, una falda azul y un par de medias. ¡Sueño cumplido! Así inició a escalar sus primeros peldaños académicos.

Llegó su primer día de clases, estaba llena de expectativas, pero también de muchos temores. No temía a los esfuerzos, todos valían la pena: que le tocara lavar todos los días su único uniforme y terminar de secarlo muchas veces en su cuerpo o transcribir extensos textos en la biblioteca para pasarlos a limpio en su casa. Quería absorber cuanto conocimiento impartieran sus docentes por lo que se ganó el cariño y el respeto de sus maestros.

Pronto otra amenaza se presentó: su madre le aclaró que solo llegaría hasta tercer año, ya que no podía seguir pagando sus gastos. Nada la detendría, Dios la guiaba y ponía a su lado ángeles que le ayudaban. Así fue como su profesora de la materia de Historia, viendo su delicada situación económica, hizo una solicitud de beca a su favor, siendo seleccionada y asegurando así sus tres años restantes de secundaria. Ella lo define como su primer milagro. Su vida universitaria se logró gracias a otras becas recibidas, después conoció a mi padre, quien le ayudó a lograr el resto de sus sueños.

De sus doce hermanos, solo mi madre logró estudiar y darle un giro a su vida, poniendo la fe en primer lugar y a la educación como un agente de transformación. Ella es un ejemplo para toda su familia y sobre todo para mí, pues me inspira a luchar por mis metas, sin importar las barreras que deba enfrentar. Si estamos de la mano de Dios, seguro lograremos lo que nos proponemos, sólo debemos ser perseverantes y mantenernos sujetos a su voluntad, pues su tiempo es perfecto. Ella es la magistrada en Derecho y Ciencias Políticas Alicia Cepeda de Bonilla, mi madre y mi mayor inspiración.