Para mí los viajes son como un escape de la realidad, un pasaje a lo fantástico…

Provengo de la provincia de Los Santos y suelo viajar hacia allá cuatro veces por año: para los carnavales, Semana Santa, Año Nuevo y festividades de mi pueblo.

En el mes de abril, durante la Semana Santa, fui a pasar algunos días con mis abuelos que residen allá, en su casa de playa.

Aquel día cuando iba en camino, a eso de las 3:30 p.m.,  me asombré mucho cuando miré  por la ventana y pude observar un río muy contaminado con basura, bolsas plásticas, colchones…

En el momento reflexiono para mí misma: ¿Qué le pasará al ser humano para ser capaz de tirar basura en un lugar tan valioso?  Observo a mi mamá y hablamos sobre el tema durante el camino. 

Luego hicimos una parada a comprar algo para aguantar un poco el hambre; y después de 4 horas y 10 minutos logramos llegar a nuestro destino.

Recuerdo lo emocionada que me sentí al ver a mis abuelos, tíos y primos, quienes nos estaban esperando y nos recibieron con abrazos abiertos, miré hacia la playa y quedé fascinada con la escena: el mar estaba en calma y la brisa me traía el hermoso sonido de las olas al romper sobre la arena. Pasaron un par de minutos y mi abuela me preguntó si deseaba comer, le dije que sí y me dio un plato con arroz, carne frita y lentejas, eso ocurrió a las 8:10 p.m.

Pasaron los minutos y las horas y me comenzó a dar un gran sueño, así que me dormí.

Me desperté a eso de las 7:30 a.m., mi abuela me dio un rico desayuno, reposé un momento, bajé a la playa para bañarme en una pequeña piscina en la que el agua no pasaba de mis rodillas. Disfruté ahí un rato y luego fui al mar, el agua me llegaba hasta el pecho. Tenía un gran temor de que algún animal (aguamala, mantarraya) me picara.

A la mañana siguiente, fue entretenido volver a realizar las actividades del día anterior.

El último día bajé muy feliz a la playa con mis 15 primos, nos metimos a lo profundo del mar y el agua nos llegaba hasta la barbilla. De pronto, entre tanta diversión, sentí que algo me comenzaba a arder horrible en la pierna derecha. Les grité a todos mis primos que iba a salir, y lo hice rápidamente. Ya en la arena observo muy preocupada que mi pierna estaba súper roja. Me acerqué a mis padres y le muestro.  Mi mamá me revisa y dice que lo más seguro es que me picó un aguamala, me ponen hielo y se me calma el dolor, me quedé reposando y dormida hasta el día siguiente.

El día de partida visité otra playa y volví a quedar impactada. ¡Wao, qué horror, estaba muy sucia! En realidad espero que aprendamos a valorar estos lugares en los que muchas familias se reúnen para tener bellos recuerdos y vivir momentos agradables.

El 14 de junio de 2019 tuve la oportunidad de viajar a la Isla Coiba, una de las joyas naturales de Panamá, situada en el Pacífico, al sur de la provincia de Veraguas.

Para conocer este hermoso lugar viajé hasta Santa Catalina, playa reconocida por tener un oleaje perfecto para surfear. Turistas nacionales y extranjeros frecuentan el sitio por la conexión directa en lancha rápida al bellísimo Parque Nacional Coiba, donde se encuentra la isla. Allí llegué junto a mi familia y nos hospedamos en un hotel. Al día siguiente tomamos la excursión en bote por un costo de 60 dólares por persona, que incluía un equipo de esnórquel, guía local y agua para refrescarnos durante todo el viaje.

Cuando llegamos a nuestro destino, el guía señaló que Coiba es la isla más grande del archipiélago, ahí se encontraba la colonia penal que fue utilizada por el gobierno panameño durante los tiempos de la dictadura y que albergaba hasta 3000 prisioneros. Esto permitió que el paraíso ambiental se encontrara desolado y conservara sus recursos naturales. En 2004 la prisión fue demolida, y gracias a un movimiento ambientalista se logró el estatus legal para que la reserva natural fuese declarada parque nacional y al año siguiente Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Seguimos el recorrido y llegamos a un museo con información acerca de los animales terrestres y acuáticos que habitan la isla, como el pez marlín o pez vela, conocido por ser uno de los más veloces del mundo. Yo aprovechaba cada rincón para tomar fotos. Queríamos avanzar, pero se hizo de noche, así que volvimos al hotel. Además, teníamos que descansar porque al día siguiente bucearíamos.

Al amanecer nos dirigimos hacia la isla. Apenas llegamos, fuimos directamente a sumergirnos en el agua. Admirar ese mágico mundo lleno de colores, formas y animales tan peculiares fue una sensación de libertad y paz. No pude filmar allá abajo, sin embargo, la experiencia resultó única y provocó en mí reflexiones acerca del cambio climático. Y es que los efectos negativos de la crisis ambiental están afectando a miles de especies marinas, el aumento de la temperatura en el mar provoca el blanqueamiento y la pérdida de tejido de los arrecifes coralinos.

El viaje ya había terminado, pero quedé cautivado. Ver los asombrosos paisajes de nuestro territorio me hizo aprender a valorar nuestro medio y apegarme de forma emocional y consciente a los recursos naturales que necesitan de nuestra ayuda.

El Parque Nacional Coiba posee el arrecife coralino más extenso de Centroamérica, el cual provee alimento, protección costera e ingresos a las personas alrededor. Además, un cuarto de toda la vida marina depende de estos ecosistemas para obtener alimentos y refugio. Desde pequeños peces, como los moluscos, hasta especies más grandes, como la tortuga, al igual que aves acuáticas y un sinfín de animales más dependen de estas comunidades marinas tan frágiles, que podrían desaparecer en las próximas décadas debido al calentamiento global por la forma como que se utilizan los recursos naturales. Es por ello que el manejo sostenible de los arrecifes de coral y del ambiente es fundamental para construir un futuro habitable para todos.

El paraíso se arruinó el día que la muerte cruzó por mi sendero. Era increíble, estaba muy emocionada de estar aquí. Algunos de mis amigos que ya habían visitado estas tierras me hablaron muy bien de Panamá. Por eso yo, Catherine Johannet, decidí subir un avión desde los Estados Unidos hasta este país en forma de “s” acostada.

Planeé visitar algunos sitios. El 28 de enero fui al Archipiélago de San Blas. En isla Ina me encantó el mar azul, aunque en realidad era transparente, pero un efecto en el agua la hacía ver de ese color. El mar se conjugaba con las palmeras que estaban en la arena. Las hojas se movían a causa del viento.

Decidí refrescarme en el agua. Llevaba puestos mis lentes oscuros para protegerme de los rayos del sol. Me tomé una foto mostrando las bellezas naturales a mi alrededor, y la subí a Instagram. “I found paradise and it’s called Isla Ina” (Encontré el paraíso se llama Isla Ina), escribí.

Era 2 de febrero del año 2017. Faltaba poco para volver a mi hogar, en los Estados Unidos. Me encontraba ahora en Isla Colón, en la provincia de Bocas del Toro, hospedada en un hostal reconocido.

A las 10:30 a. m. estaba preparada. Quería seguir explorando. Hoy la aventura era en Bastimentos, una de las islas más bellas de Panamá, donde está la famosa playa Red Frog. Bajé a la recepción e informé sobre mí. Quería experimentar todo sana y salva.

Vi que tenía dos opciones para llegar a la playa. La primera era navegar en una lancha, viaje que me costaría alrededor de siete dólares. Luego, bajar en un sitio llamado Tortuga y caminar por un sendero seguro donde debía pagar cinco dólares para ingresar.

La segunda opción era también subirme a un bote, que me llevaría a Bastimentos, pero luego tendría que adentrarme en un bosque. Este plan era perfecto para mí, una aventurera deseosa de explorar y experimentar, para tener una conexión con aquel ecosistema.

 Mis piernas se movían con total calma, mientras observaba el relajante paisaje. Todo iba muy bien, pero de pronto pude sentir cómo una estructura chocaba contra mi cabeza por detrás. Una piedra enorme me había golpeado. Un hombre asaltó mi sagrado cuerpo y se aprovechó de mí. 

Johannet ya no estaba aquí. Mi sonrisa y emoción se transformaron en algo sin brillo ni vida. Mis esperanzas se habían borrado de la faz de la tierra.

Fui una noticia que conmocionó a los panameños por el viaje sin retorno de esta aventura.

¿Cuántas veces has recorrido la plaza 5 de Mayo? Si las has visitado al menos una vez, probablemente has podido observar una gran edificación, siempre cerrada, donde nunca entra ni sale gente. Déjame informarte que ese edificio es el Museo Antropológico Reina Torres de Araúz, el cual lleva más de veinte años sin operar.

Este museo es considerado un monumento nacional e histórico, y cuenta con más de dieciséis mil piezas arqueológicas, antropológicas y artesanales provenientes de la época precolombina, las cuales son de suma importancia debido a la poca información que se ha recopilado sobre esta era, sin olvidar que es un recate de nuestra identidad. Incluso, se puede encontrar molas y polleras de los antiguos grupos indígenas. Adaptó su nombre de la doctora Reina Torres de Araúz (1932-1982), una apasionada antropóloga, profesora y etnógrafa panameña, quien dedicó su vida a clasificar, recuperar y defender el patrimonio histórico de Panamá. 

Actualmente se realizan obras de reconstrucción y restauración en el museo. Esto se evidencia al pasar por la plaza. Una nube de polvo envuelve el aire, las vallas rojas no permiten el paso de los transeúntes alrededor, el edificio del museo está cubierto por una tela verde que no deja ver hacia adentro y los andamios cercan el lugar. 

Pese al cierre, este 2022 el Ministerio de Cultura (MiCultura) ha realizado recorridos para que el público y periodistas sean testigos de los avances de las obras. Por supuesto que al enterarme me apunté de inmediato al plan del 21 de mayo. Empezamos la gira por las grandes puertas del museo, adentro hay fragmentos de madera en las ventanas, ladrillos despedazados en el piso, galones de pintura blanca y torres de ladrillos; hombres con sus cascos y planos caminan de un cuarto a otro. Lo más preocupante son las fisuras en el techo, las filtraciones que suponen un gran problema, las tejas dañadas que no han sido cambiadas y cierta corrosión en las cerchas, según comentó la guía del lugar.

Es triste que las puertas de este centro de exhibiciones se hayan mantenido clausuradas, porque la generación actual no ha podido ver todo el patrimonio cultural de Panamá que allí se esconde. Me causa impotencia saber que incluso hay más museos inhabilitados desde antes de la pandemia o que otros son poco conocidos debido a la escasa publicidad o por la falta de cultura de los panameños.

Es fundamental que los centros educativos instruyan a los jóvenes con información de estos lugares que guardan no solo tesoros históricos sino también obras de arte, que ayudan a aumentar el conocimiento y la experiencia sensible de la sociedad de una forma entretenida. Es momento de hacer campañas y encuentros familiares para incrementar el número de visitantes. Hay que recuperar la identidad de los museos, y para lograrlo, se necesita voluntad e inversión económica de las autoridades.

Estoy ansiosa por la reapertura del museo, quiero recorrer sus rincones y trasladarme a un mundo lleno de conocimiento y cultura. Este monumento contará en el piso inferior con cuatro salas de exhibición permanente y dos salas de exhibición temporal, auditorios, cafeterías, azotea de acceso público y elevadores que cumplen con accesibilidad universal. Además, un edificio especial de resguardo para mantener las piezas conservadas y la nueva museografía. 

El Museo Antropológico Reina Torres de Araúz reabrirá sus puertas en el segundo trimestre del 2023 con la intención de revivir uno de los edificios más antiguos y abandonados de la capital.

Junio 14 del año 2021. Confieso que no soy una persona positiva ni con motivaciones, me cuesta tener una razón para levantarme en las mañanas y algunas veces no encuentro sentido a seguir viviendo en un mundo desastroso. Pero ese mes fue algo diferente a los anteriores, que siempre resultaban aburridos y repetitivos, el mismo cuento, la misma rutina, la misma canción y un confinamiento de dos años por la pandemia.

Ese día sucedió algo inesperado, fue una hermosa sorpresa el anuncio hecho por mi padre: “Nos vamos para Santiago”.

Toma casi cuatro horas llegar desde el corregimiento de Tocumen hasta Santiago, en la provincia de Veraguas. Son 277,5 kilómetros de distancia.

Partimos a las 3:00 p. m. Fue un viaje en automóvil muy largo, pero divertido. Al principio todo estaba callado, cada quien metido en su mundo. Mi padre manejaba despacio, ya que es cauteloso a la hora de manejar; mi madre dormía y mis hermanas miraban videos por el celular. Mientras tanto, yo contemplaba el lindo paisaje del camino: observé una linda casa en medio de un lugar boscoso y empecé a imaginarme una vida ahí. Siempre he querido residir en lugares así, y es gracioso porque sé que no voy a pasar mucho tiempo en el campo debido a que no es mi lugar preferido; pero es lindo soñar, por lo menos eso dice mi mamá.

Llegamos alrededor de las 8:30 p. m. a la ciudad de Santiago, como mencioné, mi padre conducía muy lento.

Paramos en un restaurante de comida rápida, en cuanto salimos del auto mi hermana de ocho años se quejó de que se le había dormido el trasero de tanto estar sentada. Todos empezamos a reír, fue el primero de muchos momentos divertidos durante el viaje, en el que disfrutamos pasar tiempo en familia.

Cuando terminamos de comer seguimos nuestro destino hacia Río de Jesús. Era de noche y quise hacer una broma a mis hermanas: para llegar a ese pueblito debíamos pasar por lugares con muchos árboles y eso me permitía asustarlas diciéndoles que venía la Llorona por ellas. Fue tanto el miedo que provoqué en el ambiente que hasta yo misma me espanté cuando de la nada mi papá frenó en seco; lo primero que pensé era que se trataba de aquel ser mitológico porque mi madre gritó, pero era solo una zorra cruzando la calle.

El susto terminó en muchas carcajadas, al punto que me dolía el estómago de tanto reír. Cuando llegamos a Río de Jesús ya era medianoche, en la casa nos llevamos una gran impresión: había caballos por todos lados y casi atropellamos a uno. De repente vimos a mi abuelo, de cincuenta y ocho años, gritando en pijama. Fue muy gracioso, al parecer los caballos querían ser los primeros en darnos la bienvenida.

Después de ayudar a mi abuelo a meter los caballos en el corral nos fuimos a dormir, ya era muy tarde, casi la una y media.

Al despertar, el sol ya había salido, aunque no pude dormir bien por la emoción. Todavía no terminaban las sorpresas: esa misma mañana llegaron mis primas y mis tíos, y desde ese momento pasamos unas divertidas vacaciones en familia.

El lunes, 21 de enero de 2019, a la 1:00 a. m., mi familia y yo llegamos a la Gran Terminal Nacional de Transporte de Albrook para tomar un autobús de la ruta Panamá-Santiago. Poco después de cuatro horas arribamos a la capital veragüense y abordamos otro transporte, Santiago-Viguí, que nos llevaría a la entrada de San Bartolo en aproximadamente 45 minutos. Desde la parada nos esperaban entre 15 y 20 minutos más de camino para llegar al caserío. 

San Bartolo es un corregimiento del distrito de La Mesa, en la provincia de Veraguas, con una población de 2440 habitantes, según el Censo del 2010. Un pueblo de personas humildes que cuenta con escuela, iglesia, centro de salud, cooperativa y corregiduría; también un pequeño parque para el entretenimiento de los niños. Su fauna y flora son hermosas, y tiene un río de régimen mixto, el famoso charco Lagarto, que conecta con el río San Pablo. 

Las casas en San Bartolo están construidas con bloques y solo cuenta con dos viviendas de barro o quincha, las cuales ya muy poco se ven. Los lugareños se dedican a la agricultura, algunos de los alimentos que siembran son: frijoles, arroz, maíz, plátano, banano, ajíes, yuca y ñame que cultivan especialmente para el sustento de la familia.

Mientras avanzaba sentía alegría por llegar a la casa de mi abuela, por eso, cuando la tuve cerca nos dimos un cálido y emotivo abrazo. Luego saludé a mi abuelo, mis tíos y mis primos. 

Al observar las montañas llenas de neblina me pareció que venían hacia mí con el dulce y fresco amanecer. Apreciar el pasto verde y las flores con los colores más hermosos que he visto me dio una sensación de libertad.

Después del almuerzo, como de costumbre, mi familia y yo estábamos listos para ir al río cerca de la casa de mi abuela, a solo cinco minutos. Allí nadamos, reímos y jugamos hasta el cansancio. Conversamos y merendamos algunas botanas que llevó mi tía y que mis primos pequeños también aprovecharon para dar de comer a los peces.

A las 4:00 p. m. regresamos a casa, cenamos y casi todos mis primos decidieron ir al parque, ya que aún teníamos mucha energía para continuar la diversión. 

La vida en el campo para algunos es simple o quizás aburrida; sin embargo, para mí es muy divertida porque hay libertad para caminar sin riesgo a que te asalten o que alguien del barrio a quien no le caes bien te busque pleitos. En definitiva, te puedes divertir en un ambiente sano. 

San Bartolo es ideal para el viajero que desea hacer turismo rural, pues ofrece espacios de relajación, bienestar y una buena calidad de vida, sobre todo para el profesional jubilado que desea vivir en un ambiente tranquilo cerca de vecinos amables y a pocos minutos del centro comercial Santiago Mall.

Te presento al cerro Cabra, catalogado como domo volcánico extinto, esto quiere decir que se formó por la lava, mas no por un cráter, durante el periodo cuaternario. Debido a su altura fue considerado como un punto de extracción de oro para los aborígenes del periodo Cubitá, quienes lo llamaron Jefe. 

Declarado bajo acuerdo municipal como área protegida en el año 2012, se encuentra ubicado en la provincia de Panamá Oeste, distrito y corregimiento de Arraiján; colinda con los corregimientos de Veracruz y Cerro Silvestre. Su extensión es de 468 hectáreas y su altura aproximada de 512 msnm, tanto así que lo consideran como el pulmón verde de la zona. 

Sorprendentemente, es el sello y la representación de las instituciones más importantes del distrito, entre ellas el Municipio, Consejo Municipal, centros educativos y organizaciones que operan dentro de la demarcación. Sin embargo, no es suficiente. Cada minuto que pasa las personas toman posesión de las tierras del cerro como si fueran dueños de sus recursos. Entonces, de nada vale que sea una insignia simbólica —y subrayo que es simbólica—, porque no hacen nada por conservarlo, protegerlo o regenerarlo, y esto ocasiona su desestabilización.     

Es el punto natural más alto de Arraiján, desde su cima logras ver el cerro Ancón. Es el único altozano que divisa el Océano Pacifico y sus islas Taboga y Otoque. Además, puedes observar los dos enlaces que conectan con la ciudad de Panamá: el Puente Centenario y el Puente de las Américas.    

 Ahora que lo conoces, te invito a que nos hagamos estas interrogantes: ¿Por qué los arraijaneños no luchan por conservarlo?  ¿Será que no conocen su valor cultural y ambiental?     

Quiero contarte que, a pesar de ser fuente de vida para muchas comunidades, en sus faldas hay canteras de extracción de piedra caliza que ya llegaron a su límite, sin embargo, se les ha cedido más espacio para seguir explotando el recurso. Así, el cerro pronto morirá, las hojas de sus árboles se marchitarán, los animales migrarán o morirán con él y peor aún, el agua no fluirá y se perderá.  

En el 2019 una pisada sacudió las tierras del cerro, avivó su color y le dio notas al canto de las aves. Una joven llamada Stefany Peñalba le devolvió la esperanza al lugar con la Fundación Alianza Verde por Panamá. Actualmente la organización se encuentra en el desarrollo de tres proyectos que buscan beneficiar a la comunidad por medio de la conservación ambiental. Primero, la regeneración cultural del agua; segundo, la reforestación, forestación y arborización de toda su extensión y zonas afectadas por el hombre, que busca fortalecer el afluente del agua; y tercero, el turismo regenerativo, donde los vecinos se transforman en guías locales. 

Te invito a que conozcas la extensa riqueza biológica del cerro Cabra y los procesos sistemáticos que se interrelacionan en su extensión. A través de las giras que realiza la fundación junto a entidades afines tendrás la oportunidad de observar animales como el mono jujuná (especie en peligro de extinción), serpientes, tucanes, ranas cristal y otros que reposan en las sombras de los gruesos troncos de las especies endémicas. ¡Quedarás maravillado! 

Las molas son un arte indígena muy hermoso, que te atrapa por sus tejidos y sus radiantes colores. Y no hay mejor lugar para entenderlas en su máxima expresión que al visitar el Museo de la Mola.          

Este centro cultural es un proyecto que explica al visitante la importancia y la belleza de esta manifestación ancestral. Está ubicado en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá, en un edificio que parece una antigua casa europea. No importa dónde mires, siempre habrá una mola para contarte una historia: cómo fue creada, qué quieren decir sus diseños o el significado de sus colores. A veces las obras tienen animales, otras lugares o bien figuras mitológicas.

En mi recorrido admiré todas, pero me cautivó ver un mostrador en el que se exhibía el proceso de costura y transformación de las telas para llegar a sus luminosos estampados. 

Las molas son una expresión del pueblo guna, uno de los grupos originarios del país. Estas obras de arte las cosen a mano, en paneles con diseños complejos y múltiples capas, con una técnica llamada appliqué inverso. 

Una de las molas exhibidas daba pistas de cómo las hacen: tiene tres capas de telas, cada una con una función muy importante. La primera se usa de fondo y suelen emplear colores como el negro o el rojo vino, mientras que en la segunda cortan la forma que desean crear en la mola. 

Ya en la tercera, los gunas cosen a mano pequeños pedazos de tela cortados con distintas formas y colores. Cada color utilizado tiene un significado: el rojo al planeta Tierra, el naranja a la sociedad y el amarillo refleja el sol y a la felicidad. Luego los tonos oscuros como el verde representan a la madre tierra; el azul al espacio cósmico y el morado a la ideología indígena. 

Los gunas tienen tres formas de inspiración para las molas: la naturaleza, las formas geométricas y los símbolos. 

Mirando todas las piezas de telas del museo fue inevitable comparar los colores de las telas con el óleo, la acuarela o el acrílico de los cuadros. Sus diseños se basan en bocetos hechos a lápiz. Pensé en ese instante que ese lugar estaba repleto de un arte único, hermoso y deslumbrante. Eso es la mola.

Las culturas y tradiciones de tus antepasados son el mejor recuerdo y legado que te puede dejar tu familia. 

Mis familiares son de Los Santos, siempre me han inculcado sus costumbres y con ellos he asistido a diferentes festividades de la provincia. Mi abuela me dice que más allá del bullicio, las celebraciones llevan una historia detrás.

Para mí, las fiestas santeñas son excitantes, coloridas. Asistimos desde que empiezan hasta que terminan para no perdernos ni un solo detalle. He participado en algunas, como las patronales de Santa Librada, el Desfile de las Mil Polleras y sus alegóricos carnavales.

Mi abuela afirma que no hay mejor viaje que el que se hace. Un día, a inicio de año, agarré mis maletas y decidí emprender camino para su casa. Estaba muy feliz y me dijo que me iba a llevar a distintos festejos durante esos días. 

El año estaba empezando, y con él el jolgorio en Los Santos. Al primer evento que asistimos fue al Desfile de las Mil Polleras, que se realiza el segundo sábado de enero. Mientras estábamos viendo todo, mi abuela me explicó que esto lo hacen para exaltar nuestro traje típico nacional. Sin duda las calles estaban vestidas de gala. Santo Domingo y San José de Las Tablas se desbordaban de telas llenas de colores, bailes al son de los tamboritos y maravillosas murgas que le agregaron un toque característico de esta provincia.

También participé de los famosos carnavales, celebración más esperada por muchos panameños y extranjeros a lo largo de todo el año. El día más importante es el Martes de Carnaval. Son festejados por cuatro días consecutivos desde el viernes anterior, cuando se hace la coronación de las reinas, hasta el Miércoles de Cenizas.

El viernes por la noche mi abuela me llevó a la coronación, pero mientras estábamos viendo me surgió una duda, ¿cómo comenzaron los carnavales? A esto ella respondió: “Los primeros carnavales de Panamá se realizaron en la época colonial, cuando grupos nutridos de individuos se disfrazaban de rey y reina, como mofa a los reyes de España”. 

Durante los días de la farsa, las calles estaban llenas de tonadas, murgas, reinas panameñas, agua, regocijo y mucho sol. “Plaque, plaque, plaque… Calle Arriba y Calle Abajo”, se escuchaba en el parque, entre otros cantos populares.

Por último, asistimos a las patronales de Santa Librada. Esta festividad inicia del 1 de julio al 20. Fuimos a la misa de noche y estaba colmada de feligreses. En el camino observé que, en cada casa, comercio, parque había una pancarta homenajeando a la santa patrona. Unos caminaban agradeciendo los favores recibidos; otros, elevando sus súplicas a la sagrada imagen. Le cantaban serenatas típicas, además lanzaban flores en señal de fe.

De esta travesía aprendí que debemos cuidar las tradiciones que nos dejan nuestros antepasados. Son legados que deben pasarse a futuras generaciones. La cultura de cada provincia es, simplemente, hermosa.

En un viaje en autobús hacia un lugar de verdes pastos, viento enternecedor, ríos, quebradas y contacto directo con la naturaleza cincuenta y dos jóvenes van a encontrarse con ellos mismos.

El viernes 26 de febrero de 2021, a las 5:00 a. m., salimos de la Parroquia Nuestra Señora de Belén, en el corregimiento de Tocumen, hacia el distrito de Tortí. El tiempo aproximado en bus fue de dos horas y media hasta Tortí cabecera, de ahí continuamos hacia una finca ubicada en la comunidad de Platanilla.

El ambiente en el vehículo era alegre, las personas cantaban y algunas hasta bailaban. Al principio fue un viaje sin complicaciones, ya que la carretera principal está bien construida y es apta para el paso vehicular; luego tomamos un camino rural de piedras y tierra. En esta vía el autobús tuvo algunos problemas: el vehículo se ralentizó, y así empezó el estrés. La actitud de los jóvenes en el autobús no era la misma, ahora se quejaban por las molestias causadas, pero todo mejoró al notar que se aproximaban al destino.

El autobús pudo pasar tranquilamente las primeras colinas, pero al llegar a una quebrada crecida se vivió un nuevo susto: las personas a bordo comentaban que sería imposible seguir. Algunos bajaron a revisar la profundidad, y al no ser tan honda el autobús logró pasar, incluso pudo subir la última elevación. Finalmente, llegamos a las 10:00 a. m. al campamento en Platanilla. El viaje duró más tiempo del esperado, pero lo que estábamos a punto de vivir compensaría cualquier incidente desagradable.

Desempacamos y fuimos hacia los lugares destinados para armar las tiendas de campaña. Después nos llamaron a la casa principal para separarnos por grupos a los que llamaron tribus, estos serían grupos de competencia.

En ese momento nos enteramos de que fue un milagro que el campamento se realizara, debido a que personas cercanas y muy apegadas a la pastoral juvenil se negaron a la iniciativa. Un día antes aún era incierto que se pudiera realizar el paseo.

Posteriormente, nos dirigimos hacia un gran árbol, donde nos explicaron la dinámica de las actividades y los lineamientos a seguir en el convivio. Después nos enviaron a nuestras tiendas para realizar una de las dinámicas antes de la organización de los equipos.

La primera actividad fue un poco polémica porque las reglas no estaban claras, hubo muchos errores en su desarrollo.  Luego mi equipo subió a la colina más alta, al estar ahí experimenté una calma y tranquilidad que nunca había sentido, por unos segundos el sonido del viento, de las hojas y de las aves me envolvió; en ese momento me sentí en paz y en armonía conmigo mismo.

La estadía en el campamento fue divertida, armoniosa y emocionante, hubo compañerismo entre los miembros de mi grupo y eso nos ayudó a salir victoriosos en la competencia. La alegría inundó el lugar entre aplausos y risas, así finalizó el viaje y nuestra estancia en esa mágica tierra de Tortí.