Mi padre es un asiduo para comprar todos los días el periódico “Mi Diario”, después que termina de leerlos, se ocupa de hacer los crucigramas. Él se levanta temprano, a eso de las 4.45 a.m., se baña, desayuna y luego va por su diario a la tienda del chinito Juan, que está a la vuelta de la casa, aunque a mí, por no tener clases los sábados y domingos, me corresponde buscarlos.
Cuando los tiene, se sienta a la mesa a leerlos, como trabaja en Smithsonian, en el departamento de informática y entra a las 10:30 a.m., no se va con mi hermana y conmigo, aunque su trabajo esté próximo al Instituto Nacional.
La semana pasada, mi profesor de español me pidió en Comunicación Oral y Escrita, traer dos noticias, resumirlas y comentarlas. Me incliné por una de las noticias que comentó mi papá ayer: “Enemigo demográfico silencioso”.
En los periódicos se han centrado en la publicación sobre los estudios de la obtención de nuevas vacunas y los resultados esperados de ellas, también del aumento significativo de casos de enfermedades como la viruela del simio, etc., pero en menor atención a un tema de relevada importancia como lo es la situación demográfica en el mundo de hoy. En mi opinión, tenemos que volver a ocuparnos del problema de la población.
En diferentes fuentes de información instan a que los gobiernos nacionales, la Organización Mundial de la Salud (OMS), las organizaciones no gubernamentales y otros copartícipes, deban tomar a tiempo las medidas necesarias para evitar el peligro que esto representa. Lo más preocupante es que la tasa de crecimiento demográfico está realmente bajando.
En los de países desarrollados no solo está aumentando el porcentaje de personas de edad adulta, los nacimientos no son suficientes para mantener el tamaño de la población total, esto traería graves consecuencias, ya que sería menor el número de personas a trabajar para apoyar a un número mayor de jubilados. Mientras que, en algunos países en desarrollo, existe un número elevado de jóvenes que carecen de empleo, hay falta de oportunidades, escasez de recursos, pobreza, desigualdad y deterioro ambiental.
Según cálculos estimados por la OMS, el año 2050 será testigo de un sorprendente hecho que marcará la historia de la humanidad. Para esa fecha, el número de personas mayores de 60 años superará, al de los menores de 15 años: la tasa de natalidad descenderá, por lo que la pirámide generacional humana, compuesta por una base de floreciente juventud y una cúspide estrecha de longevos, se transformará en un hongo demográfico que caerá sobre su propio peso y la humanidad será vencida por su propia inercia, más amenazadora que un hongo atómico.
De todo lo anterior, resumo que la única solución es educar a las futuras generaciones en un comportamiento del buen vivir, inculcándose el disfrute de cada minuto de vida productiva, para que al llegar a la edad improductiva opten por la libertad imperiosa del buen morir.