La esperanza de un país
Mujeres inspiradoras que han dado la cara por su país y que harían todo lo posible para que su nación sea un territorio nuevo existen demasiados ejemplos; pero, lamentablemente, muy pocos conocidos. Sé que lo dicho no es muy bueno, pero considero que es la verdad. Las damas que han luchado y se han sacrificado por su patria merecen más mérito y mención en los libros de Historia en mayúscula, y aquí estoy yo para hablar de una de ellas.
Rigoberta Menchú Tum, una líder indígena y activista guatemalteca, es defensora de los derechos humanos y ha sido designada como Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Entre sus reconocimientos más destacados está haber obtenido el Premio Nobel de la Paz, en 1992; aunque también se puede mencionar que recibió el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. Su reconocimiento ha sido nacional e internacional.
En el 2007 se postuló para presidente de su país, quedando en quinto lugar, con el 3,9% de los votos.
Su vida
Hija de Vicente Menchú y Juana Tum. Desde muy pequeña supo y conoció de primera mano todas las injusticias, maltratos, discriminación y abusos que debían sufrir los indígenas guatemaltecos en extrema pobreza.
A los cinco años fue forzada a trabajar en lugares donde la gente se enfermaba y moría pronto por las deplorables condiciones laborales. Además fue testigo de la represión y la violencia por parte del ejército de Guatemala, que abusaba de su poder y se aprovechaba para maltratar a los pueblos originarios.
Estuvo involucrada desde joven en diferentes causas sociales. Participó en organizaciones a favor de la liberación del pueblo guatemalteco, como el Comité de Unidad Campesina (CUC) y la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOC) desde 1977.
En la guerra civil de Guatemala (1962-1996), familiares de Menchú fueron torturados y asesinados por los militares. Durante esa época había una campaña contra la población sospechosa de pertenecer a algún grupo armado. Fue en ese momento cuando ella se vio obligada a exiliarse en México, a donde llegó en 1981, apoyada por grupos militantes católicos.
Desde este país se dedicó a denunciar a nivel mundial la grave situación de los indígenas guatemaltecos. Aunque Rigoberta sufrió la persecución política y el exilio, no detuvo su lucha, sino que continuó alzando su voz y desde su experiencia contribuyó a la elaboración de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
El 10 de diciembre de 1992 recibió el famoso Premio Nobel de la Paz, volviéndose así la primera mujer indígena en lograr tal distinción, siendo también una de las más jóvenes.
Con el dinero del Nobel creó la Fundación Vicente Menchú, la cual busca recuperar y enriquecer los valores humanos para la construcción de una ética de paz mundial a partir de la diversidad étnica, política y cultural de todos los pueblos del planeta.
Esta dama indígena es una gran inspiración para las mujeres y hombres que buscan luchar por el cumplimiento de los derechos humanos y la seguridad de las personas menos suertudas. Por todos estos motivos, ella es un excelente ejemplo a seguir.