Un viaje corto, pero espectacular

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Pasada las 10:30 a.m. del jueves 30 de mayo de 2019, mi tío y padrino Alejandro, tomó un vuelo hacia la capital desde el aeropuerto Rubén Cantú, en Santiago, provincia de Veraguas; el avión aterrizó a las 11:10 a.m. en el aeropuerto Marcos Gelabert, en donde lo recibí. Después de recorrer pocos kilómetros hasta llegar al condominio, subimos por el ascensor, al apartamento 8-B.

Mi padrino se encontraba en el sitio al que tanto deseaba visitar, allí vivo con mis hermanos, se asombró que estaba muy organizado, moderno y despedía un aroma de café acabado de preparar. Se sentía mucha tranquilidad, pese a tener al perico Lorenzo como nuevo integrante de la familia, que estuvo muy inquieto ante la llegada. Luego de una cálida ducha nos preparamos con zapatos cómodos, ropa ligera, gorra y mucho protector solar para aplacar el sofocante calor del día. ¡Estaba listo para recorrer las maravillas de la ciudad de Panamá!

Fuimos a uno de los sitios más lindos que tiene la ciudad de Panamá, el Casco Antiguo, donde caminamos y observamos el área colonial; el lugar resulta increíble para tomar fotos, gracias a sus paisajes que denotan un toque de excentricidad y buen gusto.

Observamos el sitio con lujo de detalles, una mezcla de diferentes estilos arquitectónicos y con influencias del caribe, francés y colonial, que refleja una diversidad cultural e histórica. Los edificios y casas cuentan con muros de cargas, reforzados con techos a dos aguas sostenidos por alfarjes, muchas veces decorados. Las calles relucientes están construidas con adoquines.

Continuamos nuestro recorrido hasta que nos detuvimos para buscar un sitio donde celebrar mi cumpleaños, con un rico almuerzo. Finalmente, me decidí por el habitual restaurante El Rompeolas, localizado en la Cinta Costera, un lugar de visita obligada, belleza admirable y encanto indiscutible. Para llegar hasta allá tomamos un taxi que nos cobró $3.50.

La comida panameña es muy caribeña; no obstante, la diversidad de nacionalidades que han formado parte de la población ha creado una oferta de alimentos variados. En el concurrido sitio optamos por un buen ceviche de corvina, mientras observaba la magnífica vista del entorno, en donde se apreciaban a los pescadores en sus faenas diarias.

En aquel restaurante, característico de la gastronomía panameña, reinaba un ambiente de turistas, transeúntes agobiados y encuentros inesperados. Curiosamente, allí coincidimos con mis vecinos, quienes viven en el apartamento 8-C, del edificio, un matrimonio ejemplar de 30 años, Roberto y Alina, ambos funcionarios del Ministerio de Cultura, junto a ellos todo marchó con mayor encanto y regocijo.

Pudimos sacar muchas fotografías para tenerlas de recuerdo, de pronto, la pareja nos invitó a la presentación de un ballet folclórico, esa misma noche. Aquella noticia fue algo inesperado para nosotros, pues corrimos con la suerte, que en tan poquitos días hasta pudimos disfrutar del Bullerengue, ese baile tradicional de Darién.

El tiempo avanzaba y nos deleitábamos en nuestras conversaciones, sin darnos cuenta, ya era muy tarde y no había más remedio que compartir la cena y de paso nos fuimos juntos para el teatro.

En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en las gradas del Teatro Balboa, totalmente oscuro y al encender las luces irrumpió un ritmo bien marcado de repique de tambores que nos llevó a un pasado netamente africano. Aquellas bellas jóvenes salían al escenario en filas, palmoteando con las manos al frente, a paso corto, moviendo sus estrechas cinturas con pasos similares al de la cumbia y en posición erguida. Todo aquello era impresionante por su contenido rítmico, instrumental y por la forma de su baile.

Los días siguientes la pasamos en familia, hasta que llegó la hora de la partida de mi tío, regresaría a Veraguas, donde lo esperaba su esposa Alicia, allá solo se mantendrían un par de semanas, ya que regresarían a Italia, donde llevan más de 25 años residiendo. 

La estadía de mi tío en Panamá fue tan maravillosa que no me di cuenta de que viajar es parte de la esencia del ser humano y que no podríamos cambiar nuestro mundo como tal, si no transitamos a otros sitios desconocidos.