La doctora mágica
Con su cabello rubio, su alta estatura, su carismática y brillante sonrisa y su personalidad magnética y amorosa, Karen del Carmen Tallavo Guadama es una de las médicas especializadas en Oftalmología más destacadas que hay en Venezuela.
Creció en una familia humilde, donde los padres siempre trabajaron hasta el cansancio para que las dos hijas pudieran estudiar. A medida que Karen del Carmen creció se volvió cada vez más aplicada en su formación. Durante su adolescencia sus padres se separaron, por lo tanto, se quedó a vivir con su madre, quien hacía todo lo posible para que ella y su hermana menor fueran felices y siguieran formándose a pesar de todo.
Se mudaron de su ciudad natal, Valencia, hacia Barquisimeto, donde la joven terminó su secundaria. Posteriormente, Karen del Carmen se fue a Caracas, la capital del país sureño, para matricularse en la carrera de Medicina. Ahí conoció a Mario Yépez, su actual esposo, con el cual comparte su pasión por curar a las personas, siendo en aquel entonces un estudiante de Traumatología, de nacionalidad brasileña.
Karen del Carmen siempre se centró en sus estudios para ser la mejor, ya que escogió ser galena porque quería ayudar a los demás y vencer sus enfermedades, como un sanador que baja del cielo. Para poder aplicarse no salía mucho con sus amigos, estos iban de paseo o de fiesta mientras ella se quedaba en casa a reforzar lo aprendido.
Gracias a estos esfuerzos logró graduarse de la universidad y obtuvo uno de los mejores índices académicos de su promoción. Este ha sido uno de los eventos más importantes para ella, ya que sintió que sus esfuerzos dieron frutos y que finalmente podría trabajar apoyando a otros como una médica.
Posterior a su graduación se casó con Mario Yépez, quien desde ese momento ha sido su compañero de vida.
Al pasar los años atendió muchos casos, pero el que más le impactó fue el diagnóstico de dos niños con glaucoma congénito. Por esta enfermedad, ellos eran ciegos y no podían ver la belleza de la vida; pero, a pesar de todo, eran dichosos y disfrutaban del hecho de estar vivos, al contrario de muchas personas que, aun con todos sus sentidos funcionando, no son capaces de ser felices. Esto la inspiró a seguir auxiliando al que podía con mucho fervor y cariño, aunque por la condición de los pequeños no pudo salvar su visión.
Unos años más tarde tuvo a su hija Luciana. Esto la impulsó a buscar un mejor futuro en el extranjero por la situación política y económica que había en Venezuela. Se tuvo que despedir de sus familiares y partió al lugar de nacimiento de su esposo, Brasil.
Actualmente, a sus 38 años, no ejerce la profesión de oftalmología, debido a que no pudo validar sus estudios en el país sudamericano, además que es madre de dos niños (de uno y seis años). Funge como profesora de español independiente y es ama de casa, siempre con el deseo de volver a practicar su pasión.