La vida de una madre adolescente
Julieta Madrid nació el 16 de marzo de 1992 en la ciudad de Panamá. Es la cuarta hija de Eloy y María. Es lista, atractiva, de ojos medio claros, cabello largo, mediana estatura y piel blanca.
Como muchas, ha sido fuerte y no se rinde. Como muchas, también tuvo su primer amor de joven. Y como muchas, esa primera ilusión fue a escondidas de sus padres, que le prohibieron tener novio.
Su novio era tres años mayor. Al principio los dos iban a la escuela, aunque él abandonó su educación poco después. Pero Julieta se había enamorado, así que hizo todo para seguirlo viendo aun cuando él no fuera a clases. Y entonces empezó su rebeldía: se fugaba del colegio, le mentía a sus papás. Tuvieron su “prueba de amor” y meses después todo cambió.
Su salud cambiaba y su vientre crecía. Tenía quince años cuando el médico le dio la noticia frente a su madre: estaba embarazada. Una de las 34 000 madres adolescentes reportadas en 2007 en Panamá.
Julieta llamó a su novio —que justo había cumplido la mayoría de edad— y le contó. Su mamá la acompañó en el proceso, pero su papá se molestó mucho por la situación, le quiso pegar y la echó de la casa porque sentía vergüenza de ella. Así, quinceañera y embarazada, se mudó a donde su pareja, que debió buscar trabajo para cubrir los gastos de la nueva familia. Incluso con su embarazo, ella siguió estudiando. Hicieron su hogar, y cinco años después tuvieron su segundo hijo.
La situación cambió nuevamente: empezaron los problemas, las infidelidades de su pareja y la pérdida de confianza. A las diez de la noche del 4 de febrero de 2013 le llega un conocido a casa con una noticia devastadora: su marido había fallecido tras una trifulca. A los veintiún años, con una niña y un niño, se había quedado sola.
A Julieta le tocó hacer de tripas corazón. Dejó la universidad y buscó trabajo. Tuvo que abandonar la vivienda donde vivía con sus hijos y su pareja, e irse a vivir en un alquiler con su mamá. Aterrada por todo, simplemente le tocó salir adelante.
Años después, ya con la herida curada, volvió a reconstruir su vida. Conectó con Rodrigo, un novio que tuvo de muchacha, y que venía de una ruptura amorosa. Ella le advirtió que su prioridad era que una futura pareja quisiera a sus hijos, y él lo entendió porque también tenía una hija. Y así decidieron formar juntos un hogar. Compraron su primera casa propia y tuvieron una hija más. Después de tanto, la vida y Julieta volvían a sonreír juntas.
Y conozco bien esa sonrisa: Julieta es mi mamá.
Lyhan, admiro tu capacidad de contar la vida de alguien tan cercano e importante a ti como tu madre. Has hecho un trabajo fantástico porque no te has limitado, has dejado muchos insumos para que tu texto quede hermoso.
Me gustaría pedirte algunas cosas. Una de ellas es que me cuentes un poco cómo tú ves a tu mamá, cómo la describes, qué emociones te inspira. Preséntamela pero desde tus ojos: ¿es la persona más fuerte del mundo, la que más escucha, la más atenta? ¿Cómo es ella contigo y tus hermanos? Eso inclúyelo en el texto. De hecho, me gustaría que arrancaras con algo así.
Espero tus cambios