Después del arcoíris
Aquella noche la luna brillaba a su máximo esplendor, se podían escuchar los
llantos de una bebé recién nacida, aquella niña es Itzel Durango, quien nació
un 4 de octubre de 1953, en el hospital Santo Tomás, su madre quién vivía en
Darién, tuvo complicaciones en el parto y tuvo que ir apresuradamente a la
capital, para que su bebé naciera sana.
Su padre era profesor y director de la escuela, mientras que su madre fue ama
de casa, pero llena de conocimientos, de remedios caseros que les ayudaba en
diversas formas.
Años después, estudiaría para profesora de educación para el hogar, ya que su
pasión y habilidad por enseñar, cocinar y hacer manualidades la hacían
candidata perfecta en esta hermosa labor. Se convirtió en madre de familia y se
casó con Adolfo Rodríguez, un policía con el que formó una relación muy
bonita y tuvo 3 hijas. Quedó viuda lo que la llevó a sentirse triste y desesperada
ya que su sustento siempre fue su esposo, esto no impidió, salir adelante.
Lamentablemente, nunca pudo trabajar de lo que estudió ya que el día de su
entrevista de trabajo, no pudo llegar debido a un accidente que le cambió la
vida, sufrió por una caída, tratando de proteger a su sobrino, padeció fractura
en una pierna y no caminó por largo tiempo.
Nada impidió seguir adquiriendo conocimientos, que más adelante, ayudarían,
desde la confección de tembleques, polleras, gorritos, sábanas, modistería,
repostería, etc. Esta y más fueron las habilidades extraordinarias que posee mi
querida abuela.
“Cuando un hijo se queda sin padres, se le llama huérfano, pero cuando un
padre queda sin hijos es algo tan trágico que no tiene nombre”, el 4 de octubre
del 2001, una desgracia ocurriría en su vida, el mismo día de su cumpleaños,
falleció su segunda hija, la compañera de aventuras y eso la dejó en una
depresión, algo que ella sentía no superar, pero con el apoyo de su madre y de
sus otras hijas pudieron combatir poco a poco con esa tristeza interna.
En el 2005, su primera nieta hizo que todo cambiara significativamente en su
vida y ya que le trajo emoción, le hizo desde trajes, sábanas y todo lo posible
para que la bebé de su primera hija estuviese muy querida.
Esto ocurrió el 27 de agosto de 2008, el incendio del edificio Juan Ramón Poll,
mi abuela fue parte de las personas que estuvieron en el lugar y presenció los
hechos. Ella relató que se encontraba con su primera nieta de 3 años y que, a
pesar de su dificultad para correr gracias a su pierna lisiada, hizo lo imposible
para protegerla del pánico colectivo de las personas que allí estaban. Ella
estaba se encontraba en el restaurante y era la hora del almuerzo y que justo
en la cocina inició el incendio. Estuvieron a punto de asesinar a su nieta y a ella
por la desesperación de la gente y entre forcejeos, lograron salir.
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